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Joaquín Sorolla Bastida

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Biografía

Sorolla Bastida, Joaquín. Valencia, 27.II.1863 – Cercedilla (Madrid), 10.VIII.1923. Pintor.

De familia humilde, sus padres tenían un pequeño negocio textil, queda huérfano a la edad de dos años, siendo recogido por una hermana de su madre, Isabel Bastida Prat, que estaba casada con un maestro cerrajero. Poco más se sabe de esos primeros años del artista hasta el año 1875, en que acude al instituto de Segunda Enseñanza de Valencia, manifestando más interés por lápices y colores que por otras materias, lo que induce a su director a recomendar a su familia que le orienten hacia las Bellas Artes. A partir de 1876 será aprendiz en el taller familiar y asistirá a las clases nocturnas de dibujo en la Escuela de Artesanos, que impartía el escultor Cayetano Capuz. En el mes de octubre de 1878 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, donde recibe una formación académica basada en la pintura española del siglo XVII, fundamentalmente la obra de Velázquez. Entre sus distintos maestros destaca Gonzalo Salvá Simbor (1854-1923), que le introduce en la pintura al aire libre. Concluye su etapa académica en 1881, año en que participa con tres Marinas en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, que pasan desapercibidas, pero al acompañar sus cuadros conoce el Museo del Prado y queda deslumbrado con el arte de Velázquez. A su regreso a Valencia entra en contacto con Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916), que le insistirá de nuevo en la pintura al aire libre. El discípulo se compenetra de tal forma con el maestro, que muchas obras de ambos pintores se confunden. En 1883 vuelve a Madrid para copiar a Velázquez en el Museo del Prado.

En la exposición Nacional de Bellas Artes de 1884 Sorolla presenta un tema de historia, El Dos de Mayo, siguiendo las pautas de Pinazo al pintarlo directamente en uno de los corrales de la plaza de toros de Valencia. Es la primera vez que un cuadro de historia se pinta del natural y, quizá, por esa razón le sea concedida una segunda medalla. Respaldado por esta recompensa se presenta a unas oposiciones para ser pensionado en Roma por la Diputación Provincial de Valencia. Como era de esperar gana el concurso tras le realización de El grito del palleter, último ejercicio de la misma. En el mes de enero siguiente embarca hacia Italia para tomar posesión de la pensión. Una vez llegado a Roma, el ambiente no le convence, aunque sufre por breve tiempo la influencia de Mariano Fortuny Marsal (1838-1874), que ya fallecido sigue dominando la pintura romana de esos momentos.

Buscando nuevos horizontes marcha en la primavera a París en compañía de Pedro Gil Moreno de Mora (1856-1930). Allí debió de relacionarse con Francisco Domingo Marqués (1842-1920) al visitar su estudio, donde pudo coincidir con su buen amigo el escultor Mariano Benlliure y Gil (1862-1947). De su estancia en París poco conocemos, sus biógrafos más antiguos nos hablan de que visita dos exposiciones que le causan gran impresión: la del francés Jules Bastien- Lepage (1848-1884) y la del alemán Adolf Menzel (1815-1905). A través del primero entra en contacto con L’École de Barbizon y con los temas de denuncia social, por ser su introductor en la pintura. Del maestro alemán debió admirar su paleta exuberante.

Finalizado el verano debió de regresar a Roma, no se poseen datos fidedignos, y comienza a viajar por Italia. Según las pequeñas notas de color que se conocen debió de visitar Pisa, Florencia, Venecia y Nápoles entre el otoño de 1885 y la primavera de 1886. En ese año, ya establecido en Roma, comienza a idear su próxima intervención en las Exposiciones Nacionales, el concurso estaba fijado para el año siguiente. Tras desechar distintos temas, entre ellos el del conde Valentino —César Borgia— se decanta por un tema histórico- religioso: El entierro de Cristo. Su realización le lleva más de un año, borrando y vuelta a pintar, para obtener unos resultados insignificantes en la citada exposición: sólo consigue una consideración de segunda medalla, que Sorolla no se molestó en recoger.

La obra muy influenciada por los pintores alemanes los Nazarenos, no gustó al jurado porque, quizá, esperaban una composición en la línea de El Dos de Mayo.

El fracaso causa un gran impacto en Sorolla, que decide abandonar Roma e instalarse en Asís, donde lo acoge el pintor José Benlliure y Gil (1855-1937), que lo recibe como un hermano menor, dada la gran relación que tenía con la familia Benlliure, y le hace interesarse por la pintura costumbrista, de la que era un reconocido representante. Tras la herencia de Pinazo, comienza a interesarse por esta temática a través de la acuarela, que vende con facilidad en Hispanoamérica a través del pintor alicantino Francisco Jover Casanova (1830-1890). Es un medio más de subsistencia ante lo precario de su pensión, aunque se le ha prorrogado un año más tras el envío reglamentario del último año, El padre Xofré protegiendo a un loco. El 8 de septiembre contrae matrimonio en Valencia con Clotilde García del Castillo, hija de su primer protector, el fotógrafo Antonio García Peris. El nuevo matrimonio se traslada a Italia y se asienta en Asís, pero al iniciarse el año 1889 Sorolla ha concluido la pensión y se han acabado sus envíos a Hispanoamérica por lo que deciden regresar a España.

A finales de la primavera venden su casa de Asís y desviándose a París regresan a Valencia, donde se asientan provisionalmente, hasta que se instalan en Madrid a finales de año. La breve estancia en París, no documentada, tiene una gran trascendencia en la obra posterior de Sorolla. Se estaba celebrando una Exposición Universal en la ciudad y en la misma exponían por primera vez los pintores nórdicos. Sorolla tuvo que verlos porque en su obra posterior existen grandes concomitancias en la forma de expresarse dichos pintores, especialmente en lo concerniente al tratamiento de la luz. Concluye en este momento su etapa de formación para iniciarse la segunda o de consolidación, que abarca hasta el año 1899, en la que desarrolla su luminismo.

Ya establecido en Madrid participa de nuevo en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890, presentando Boulevard de París, compuesto con las anotaciones de sus dos estancia en la Ciudad de la Luz, obteniendo de nuevo una segunda medalla. En esa exposición debió de entrar en contacto con dos pintores que marcarán su futura pintura: Aureliano de Beruete y Moret (1845-1912) y José Jiménez Aranda (1837-1903). El primero es madrileño y un excelente paisajista. Gran viajero, informa a Sorolla de las novedades artísticas de toda Europa a través de una numerosa correspondencia y, además, como aristócrata que era le abre los salones de la sociedad madrileña, que le solicita numerosísimos retratos. El segundo es sevillano y acérrimo seguidor de Mariano Fortuny. Intenta convencer a nuestro pintor de que sus temas costumbristas sean más comerciales, buscando lo gracioso y bien acabado, rozando el tema de los casacones, que Sorolla nunca contempla en su obra. Al marcharse de Madrid en 1897 Sorolla hereda su gran discipulado, alquilando los mismos estudios que el sevillano tenía en Madrid. Durante este período de consolidación aparecen nuevas temáticas en la obra de Sorolla: el realismo social y el costumbrismo marinero.

El primero se debe a una moda de la época, ya que sustituye al tema de historia en los certámenes oficiales. Tiene su origen en la obra de Bastien-Lepge e intenta denostar las lacras de la sociedad contemporánea.

En la obra de Sorolla son escenas costumbristas bajo denominaciones muy literarias, en las que estriba más la denuncia social que en la propia representación.

Nada lejano a esos títulos se encuentra el escritor Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), amigo de la infancia, que seguramente le inspiró algunos de ellos, caso confirmado en Triste herencia, que el pintor quiso denominar Los hijos del placer. La temática, muy reducida, se completa con otras obras: ¡Otra Margarita!, de 1892 y primera medalla en la Exposición Nacional de 1892; ¡... y aún dicen que el pescado es caro!, de 1894 e igualmente primera medalla en la Nacional de 1895, y Trata de blancas, de 1894, aunque esté firmada un año después. El costumbrismo marinero no es una creación de Sorolla ya que su iniciador es Pinazo, pero nuestro artista lo lleva a sus últimas conclusiones. Deriva del costumbrismo valenciano que ha estado realizando con anterioridad, especialmente de huertanos, para dedicarlo en exclusiva a las gentes del mar. Su punto de arranque es el lienzo La vuelta de la pesca, fechado en 1894 y desarrolla la temática hasta 1916. Del mismo derivará el tema de playa, insinuado en 1899 con Viento del sur y establecido rotundamente en su obra a partir de 1904.

En 1900 Sorolla interviene en la Exposición Universal de París presentando seis obras en el Pabellón de España, licencia que compartía con Raimundo de Madrazo, frente a las dos obras permitidas al resto de los participantes. Como era de esperar obtiene el Grand Prix de los pabellones español y lusitano, otorgado por un Jurado internacional. Desde 1892 ha participado en numerosas exposiciones internacionales celebradas en Múnich, París, Chicago, Viena, Berlín, Venecia y Viena, donde obtuvo numerosas recompensas, pero la distinción parisina lo encumbraba y reconocía como uno de los mejores pintores del mundo.

Al año siguiente se le otorgaba la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

Refrendado por ambas recompensas se lanza hacia una pintura mucho más personal, basada en el luminismo.

Entramos en su etapa de culminación que se prorroga hasta 1911. Se interesa en ella por el paisaje, que ya había tanteado en pequeño formato, y consecuentemente comienza a viajar por distintas regiones españolas, campañas en León, Asturias y Pasajes de San Juan (Guipúzcoa), entre los años 1902 y 1904, buscando unas luces diferentes a las de la costa mediterránea.

Sigue pintando en Valencia o en Jávea costumbrismo marinero, del que se desgaja el tema de playa en 1904 con su lienzo Verano, y continúa su labor de retratos, imponiéndose como el retratista de moda.

Sus constantes desplazamientos a París le hacen conocer los distintos movimientos europeos, que experimenta en muchas de sus obras. Se pueden rastrear todos los ismos en su producción, a excepción del cubismo, que entremezcla buscando una nueva forma de expresarse. En los temas costumbristas y de playa gusta de las luces del ocaso, que dramatizan sus composiciones acercándolo al expresionismo. Su paleta excesivamente brillante en algunas ocasiones puede llegar a cegar al espectador, Pescadoras valencianas de 1903 y propiedad de la Diputación de Valencia, o en sus escenas de acantilados pintados en 1905 en Jávea (Alicante).

A finales de la primavera de 1906 Sorolla expone individualmente en París con un extraordinario éxito de público, crítica y ventas. Permanece en la ciudad durante todo el período de la muestra, que se prorroga hasta finales del mes de julio, y debió de incrementar sus conocimientos de la pintura francesa, que demuestra en los lienzos realizados en Biarritz en el mes de agosto siguiente, donde rebaja la intensidad de su paleta, elimina los fuertes contrastes y se aproxima levemente al impresionismo francés en la utilización de malvas, violetas y blancos, aunque no utilice la menuda pincelada que lo caracteriza, Instantánea, Biarritz es uno de los mejores cuadros de este momento.

A su regreso a España, en el mes de octubre se enfrenta con el paisaje de Segovia y a partir del día 21 con el de Toledo. El paisaje castellano irrumpe en su obra quizá bajo la influencia de la Generación del 98, que lo ensalza —especialmente Azorín—, del interés suscitado por la Institución Libre de Enseñanza o por las indicaciones de Aureliano de Beruete, que lo ha recogido en numerosos lienzos. En el invierno siguiente la familia Sorolla se instala en el Monte de El Pardo, ante la enfermedad pulmonar de su hija mayor. En sus estancias allí recoge en varios lienzos su monte con la Sierra de Guadarrama al fondo, temas que ya había tratado Beruete con anterioridad En 1907 presenta su obra en tres ciudades alemanas, Berlín, Dusseldorf y Colonia con un éxito mínimo. En el verano, los reyes de España le invitan a que los retrate en el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso (Segovia) y Sorolla, acompañado de su familia, pasa allí el verano. Recoge a los Monarcas en sendos retratos pintados en los jardines y comienza a interesarse por esta nueva temática. Ante el compromiso de una nueva exposición en Londres al año siguiente, realiza una campaña en el Puerto de Valencia durante el mes de diciembre y primeros días de 1908. Muchos de los lienzos ejecutados tienen seria relación con el fauvismo, al prescindir del dibujo y utilizar colores casi planos, Puerto de Valencia del Museo Sorolla. A finales de enero marcha a Sevilla ante la petición de la reina Victoria Eugenia para que haga un segundo retrato, con manto de armiño, y entre pose y pose de la retratada descubre los jardines de los Reales Alcázares, de los que fija en el lienzo algunos de sus rincones. Es el verdadero inicio de la temática del jardín, en los que suele manifestarse de forma intimista frente a la grandilocuencia de Santiago Rusiñol (1861-1931). A su regreso a Madrid ha de ocuparse de los preparativos de su exposición londinense, que se inaugura en el mes de mayo y con resultado exiguo, debido a demasiados patronazgos que molestó a las altas esferas de la ciudad. En esta exposición entra en contacto con Archer Huntington, fundador de The Hispanic Society of America de Nueva York, que le invita a exponer en Estados Unidos. Ese verano pinta de nuevo en las playas de Valencia, volviendo a utilizar las dramáticas tintas del ocaso.

En el mes de enero de 1909 embarca hacia Nueva York para realizar en The Hispanic Society of America una exposición monográfica, en la que presenta trescientas cincuenta obras. La inauguración tiene lugar el 8 de febrero y durante el mes en que permanece abierta es visitada por casi ciento sesenta mil personas.

La crítica no tiene más que elogios y vende prácticamente la mitad de la obra exhibida. La exposición, muy mermada, se lleva a continuación a Buffalo y Boston. A finales de mayo regresa a España para afincarse en Valencia, iniciando uno de sus momentos más brillantes como pintor. Los temas que realiza siempre están relacionados con la playa en escenas llenas de sensibilidad y en las que los falsos blancos cobran una magnitud incomparable. Paseo a orillas del mar corresponde a este momento y es una de las obras culminantes del artista. En el mes de noviembre siguiente hace su primera campaña en Granada, interesándose fundamentalmente por Sierra Nevada y los exteriores de La Alhambra, de las que realiza algunas versiones. En enero de 1910 inicia una gran campaña en Andalucía, pintando jardines en Sevilla, Granada y Córdoba y escenas marítimas en Málaga. Todas estas obras están encaminadas al compromiso de exponer al año siguiente en Estados Unidos. Tras una breve estancia en Madrid marcha a Ávila y Burgos a finales del mes de marzo recogiendo temas urbanos de las dos ciudades, temática nada frecuente en su producción.

Mientras está fuera de Madrid comienzan las gestiones para construir su casa definitiva en Madrid. En 1905 ha adquirido un solar en el Paseo del Obelisco, posteriormente del General Martínez Campos. A partir de esa fecha comienza a diseñar su futura vivienda, pero hasta 1909 no se interesa por su construcción al pedirle al arquitecto Enrique María de Repullés y Vargas (1845-1922) el diseño del nuevo edificio, cuyo proyecto es presentado en el Ayuntamiento de Madrid el 12 de febrero de 1910. Tras algunas modificaciones, al adquirir Sorolla un solar aledaño en el mes de mayo, se comienza a levantar el edificio en el mes de julio siguiente, para estar concluido en los últimos meses de 1911. Con los años será reconvertido en el Museo Sorolla, al donarlo al Estado español su viuda, Clotilde García del Castillo. El verano de 1910 transcurre entre Zarauz (Guipúzcoa) y Valencia. En la primera se enfrenta con temas de playa elegantes, siguiendo la línea de lo realizado en El Cabañal el año anterior, Bajo el toldo, playa de Zarauz es otra obra destacable del pintor; en la segunda retoma sus escenas de costumbrismo marinero y escenas de playa de fuertes contrastes de luz, Chicos en la playa del Museo del Pardo.

En el mes de octubre de 1910 se entrevista con Huntington en París para iniciar las conversaciones sobre un posible encargo: una gran decoración sobre Las Provincias de España, que hasta noviembre de 1911 no se formalizará. De nuevo se embarca hacia Estados Unidos a principios de ese último año para exponer su obra en Chicago y Saint-Louis bajo el patrocinio de The Hispanic Society of America. Tan sólo presentaba ciento cincuenta números en su catálogo y sus resultados no fueron tan satisfactorios como en las exposiciones de dos años antes, hay que tener en cuenta la proximidad de las dos campañas.

Se supone que en Estados Unidos seguiría perfilando el gran encargo pendiente, porque a su regreso a España realiza varios gouaches disponiendo las distintas provincias españolas teniendo en cuenta sus producciones agrarias u otras actividades mercantiles. Se encuentra en San Sebastián y de nuevo se enfrenta con el paisaje marítimo de la ciudad pero con una tendencia hacia lo esquemático, recogiendo tan sólo los elementos esenciales de la composición, tendencia que también se puede apreciar en La siesta, pintado en la finca guipuzcoana del doctor Madinaveitia.

El 26 de noviembre de 1911 se reúne de nuevo en París con Archer Milton Huntington, firmando un contrato privado para que el pintor realice dicha decoración.

Sorolla debió de presentarle algunas de las ideas desarrolladas en San Sebastián, que se supone que agradarían al magnate norteamericano, que le ofrecía a cambio la cantidad de 150.000 dólares, que era una fortuna en aquellos tiempos, y el artista se comprometía a entregarla en el plazo de cinco años, aunque no la termine hasta ocho años más tarde. En el contrato se establecía que debía recoger a las gentes de España y Portugal, pero en 1914 se acuerda que quede limitado a tierras españolas. Se inicia en este momento la última etapa del pintor, que viene determinada por dicha decoración. Nada más regresar a Madrid acomete el primer gran estudio, Abuela y nieta, Valle de Ansó en el mes de diciembre.

Hasta la primavera siguiente se encierra en su estudio madrileño programando la decoración y recogiendo todo tipo de material que le ayude en su composición: fotografías, libros, recortes de prensa y revistas, numerosa correspondencia pidiendo datos, etc.

Con la llegada del buen tiempo inicia sus campañas en tierras de Castilla, trabajando en las provincias de Toledo (Lagartera), Segovia, Ávila, Salamanca (Villar de Álamos y La Alberca) y Valladolid (Medina del Campo), recogiendo en grandes lienzos a sus gentes y en medianos su paisaje. En el verano continúa esta labor en Guipúzcoa, Navarra (Valle del Roncal) y Huesca (Valle de Ansó), para proseguir esta labor durante el otoño por tierras de Guadalajara (Jadraque), Soria y Ciudad Real (Campo de Criptana), concluyendo la campaña en Toledo capital.

En los inicios de 1913 alquila un gran espacio en las afueras de Madrid para acometer el primer panel de esta decoración, La fiesta del pan, que recoge a las gentes de las dos Castilla y del reino de León. El lienzo, de casi catorce metros de base, le lleva más de un año concluirlo ante el excesivo material acumulado. Cambia de postura en los siguientes paneles, que decide realizar in situ, evitándose excesiva obra preparatoria.

En la primavera de 1914, y coincidiendo con la Semana Santa, se instala en Sevilla para realizar Los nazarenos, un tema de procesión, para enredarse a su conclusión en temas de gitanas con destino a un encargo que tiene, El baile en el Café Novedades. En el verano marcha a San Sebastián para acometer la realización de Los bolos, que no concluye hasta principios del mes de octubre, pero antes ha estado en Jaca donde compone los temas representativos de Navarra, Concejo del Roncal, y de Aragón, La jota. La actividad del artista es tan intensa que obliga a casarse a su hija María en Jaca por no querer desplazarse a Madrid. El 7 de octubre está en Sevilla camino de Jerez de la Frontera, donde intenta captar un tema de vendimia, pero el día 16 cambia de idea y se traslada a Sevilla, donde ejecuta El encierro, tema relacionado con el mundo de los toros. Antes de concluirlo, el 12 de diciembre ya está buscando fundos para el siguiente panel, El baile o La Cruz de Mayo, permaneciendo en la ciudad hasta el mes de marzo, pintando el citado panel y Los toreros, otro tema andaluz que seguramente le habían impuesto, ya que a Sorolla no le gustaba la fiesta nacional.

El mes de junio de 1915 descansa de la decoración por primera vez. Se asienta en Valencia y pinta muy poco. Se olvida de los temas de playa y retoma el costumbrismo marinero, siendo ejemplo representativo Pescadoras valencianas, del Museo Sorolla, en que las luces del ocaso están dulcificadas, como ya había hecho en 1909, y sus figuras son monumentales, muy relacionadas con la decoración de Estados Unidos.

Entre los meses de julio y agosto siguientes se dirige a Galicia para realizar el panel representativo de la región, Las grupas, pintado en Villagarcía de Arosa.

Es curioso constatar que en Galicia, tierra de pescadores, sea un tema de feria o de mercado el que la represente. Quizá ese tema lo está reservando Sorolla para la región valenciana, pero lo acomete con anterioridad en el lienzo dedicado a Cataluña, El pescado, realizado durante el otoño siguiente, tomando notas para su fondo en Lloret de Mar (Gerona) y ejecutando la tela en La Barceloneta. Las Navidades transcurren en Valencia y continúa su estancia en la ciudad hasta la primavera de 1916. Durante ese período acomete el primer panel dedicado a la región valenciana, Las grupas, que representa un cortejo de la feria de julio celebrada en Valencia, donde una cabalgata recorría el Puente del Mar en dirección a La Alameda. El panel debió de terminarse a finales del mes de marzo.

Hasta el verano se desconoce qué actividad le inquieta, aunque a ese momento pertenecen las primeras versiones del jardín que rodea su casa madrileña y fecha algún retrato con destino a la Galería Iconográfica de Españoles Ilustres que le ha encargado, asimismo, The Hispanic Society of America.

En el verano siguiente se instala de nuevo en Valencia. Sigue descansando de la decoración. A ese momento pertenecen sus últimas composiciones de playa y costumbrismo marinero, de las que destaca La bata rosa o Después del baño, lienzo en que resume todos sus conocimientos sobre el tratamiento de la luz al utilizar diferentes focos. Hasta finales de 1916 se desconoce en qué trabaja el artista, en el mes de diciembre se encuentra en Andalucía haciendo un pequeño recorrido en compañía de su familia, en el mes de enero siguiente se encuentra en Sevilla y en Plasencia, donde intenta retomar la decoración, pero el mal tiempo le hace abandonar el proyecto, y hace una pequeña incursión en Tetuán. A su regreso asiste en Láchar (Granada) a una cacería real para tomar notas para un retrato de Alfonso XIII como cazador, pero el mal tiempo hace que se suspenda y Sorolla se traslada a Granada, capital donde ejecuta sus últimas versiones de los jardines de La Alhambra y El Generalife de forma muy esquemática y de contornos nada precisos. Quizá el mal tiempo influya en esta nueva concepción del jardín, pero Sorolla se expresa de igual forma en los que realiza de su propia casa a partir de este momento. Ya en Madrid sigue ocupándose en los retratos para la Sociedad Hispánica. En verano de 1917 transcurre en San Sebastián, como el siguiente, dedicándose a pintar en pequeño formato escenas de la vida cotidiana, muy relacionadas con el tema de playa, con ligeros toques y una gran sensibilidad. Al mismo tiempo se enfrenta de nuevo con el paisaje marítimo de la ciudad, logrando nuevas sensaciones en la serie de sus Rompeolas, San Sebastián, con una paleta diferente y dicciones muy cercanas al fauvismo.

Vuelve a interesarse por la decoración en el otoño de 1917 al instalarse en Plasencia. Acomete El mercado, panel representativo de Extremadura, pero resuelta la composición se pone enfermo y regresa a Madrid en el mes de noviembre, donde concluye la composición, caso único a excepción de La fiesta del pan. Sobre un fondo de la ciudad gentes de Montehermoso negocian la venta de una piara de cerdos. El invierno siguiente y la primavera transcurren en Madrid, ocupándose de retratos y nuevas versiones del jardín de su casa madrileña, haciendo un paréntesis durante la Semana Santa para acercarse por última vez a Sevilla, para recoger en varias telas rincones de los Reales Alcázares de forma muy sintética como había hecho en Granada el año anterior, La Alberca, Alcázar de Sevilla. El verano de 1918, como ya hemos visto, marcha a San Sebastián y el 28 de septiembre lo encontramos en Alicante en compañía de su hijo Joaquín. Se ha propuesto pintar el segundo panel de la región valenciana, El palmeral, y duda si realizarlo en Elche o en la propia ciudad. Se traslada constantemente a la villa ilicitana para dibujar y pedir fotografías con destino a la composición de la tela, pero en noviembre su hijo se pone enfermo y tienen que regresar a Madrid no habiendo resuelto el lienzo, que concluye entre los últimos días de este mes y los primeros de 1919 en el Huerto del Carmen de Alicante. El panel presenta la recogida del dátil.

De nuevo en Madrid vuelve a ocuparse de retratos hasta el 14 de mayo en que parte para Huelva, recorriendo su costa hasta que decide pintar el último panel en Ayamonte, La pesca del atún, que concluye el 29 de junio. Ha concluido la pesadilla de la decoración.

Es curioso constatar que otro tema relacionado con la pesca esté realizado en Andalucía, pero en este panel roza lo portugués al ser Ayamonte línea fronteriza con Portugal a través de la desembocadura del Río Guadiana. El lienzo está pintado prácticamente del natural, es el mejor de toda la decoración y con un tratamiento de la luz extraordinario. Regresa a Madrid, para encaminarse a Valencia, donde descansa hasta el 10 de agosto en que embarca hacia Mallorca.

Intenta encontrar un escenario para un encargo de un millonario norteamericano, Los contrabandistas.

Se instala en la Cala de San Vicente de Pollensa y de allí no se mueve, recogiendo en distintos lienzos su paisaje con el Cavall Bernat al fondo. En septiembre marcha a Ibiza, pintando la tela en S’Aranyet, lugar de acantilados que están presentes en la tela.

A su regreso a Madrid se incorpora a la Cátedra de Colorido, Composición y Paisaje en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, de la que había sido designado profesor en el mes de junio anterior. Se ocupará de la misma tan sólo un curso, ya que el 17 de junio de 1920 sufre un ataque de hemiplejia que lo deja invalidado para los pinceles. Pero antes ha realizado unos cuantos retratos más para la Sociedad Hispánica y ha pintado las últimas versiones del jardín de su vivienda. Durante tres años su familia intentará su recuperación, llevándole durante los veranos de 1921 y 1922 a Valencia y San Sebastián, pero Sorolla va languideciendo poco a poco hasta que muere en Cercedilla, en la Sierra de Madrid, a las 22 horas del 10 de agosto de 1923.

En 1929 fallece su mujer, Clotilde García del Castillo, que ha dictado testamento en 1925 donando todos sus bienes al Estado español para crear un museo en memoria de su marido en la propia vivienda familiar.

Es aceptado el legado en 1931 y un año después abre al público sus puertas el Museo Sorolla.

 

Obras de ~: El dos de Mayo, 1884; Otra Margarita, 1892; La vuelta de la pesca, 1894; Triste herencia, 1899; Pescadoras valencianas, 1903; Verano, 1904; Instantánea, Biarritz, 1906; Paseo a orillas del mar, 1909; Bajo el toldo, playa de Zarauz, 1910; La siesta, 1911; Pescadoras valencianas, 1915; La bata rosa, 1916; Rompeolas, San Sebastián, 1917-1918; La alberca, Alcázar de Sevilla, 1918; Jardín de la Casa Sorolla, 1920.

 

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Florencio de Santa-Ana Álvarez-Ossorio

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