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Francisco Solano de Luque

Biografía

Solano de Luque, Francisco. El pulsista. Montilla (Córdoba), 10.XI.1684 – Antequera (Málaga), 30.III.1738. Médico.

Testigo de un tiempo, el de su Montilla natal, Andalucía y España por extensión, y entre Austrias y Borbones, de incipiente mas también incontestable y progresiva recuperación, Francisco Solano de Luque, el “Hipócrates español” según Buchoz, médico de la Corte francesa y catedrático de la Facultad de Medicina de París, o el “Oráculo andaluz”, como lo denominaron otros, hijo de Rodrigo José de Segovia y de Francisca María de Luque, ve la luz primera, en efecto, en la capital del marquesado de Priego el 10 de noviembre de 1684, siendo bautizado dos días más tarde en su iglesia parroquial de Santiago. Tras sus primeros estudios en el colegio jesuita de Montilla, a los veinte años se ausenta, y ya para siempre, de su ciudad natal, recalando en Granada, en cuya imperial Universidad se gradúa en bachiller en Filosofía y Medicina en 1707 y 1708, respectivamente. Durante dos años más, previos a su investidura de licenciado en Medicina, practica bajo la dirección del doctor José Pablo Fernández y Ballesteros, hombre adusto, galenista acérrimo, absolutamente anclado en el pasado médico y, por ende, poco dado a innovaciones como las que ya atisbaba Solano en sus primeras experimentaciones sobre el pulso, de donde precisamente devendría su sobrenombre. Ya como médico, la primera plaza que ocupa Solano de Luque es la del pueblecito granadino de Illora, donde, además del cuidado diario de sus enfermos, prosigue sus investigaciones esfimológicas.

Desde allí se extiende su fama a la comarca vecina, lo que implica muchos desplazamientos a distintas poblaciones para atender a enfermos que demandan su atención; y también en Illora contrae matrimonio con Josefa de León y Navajas, ruteña de origen, y del que nacerían quince hijos, los dos mayores de los cuales también médicos. En 1712 se traslada a Rute (Córdoba), donde permanecería hasta 1717, año en que ocupa la plaza de médico numerario de Antequera, habida cuenta de la fama que justamente había alcanzado, y donde ya residirá hasta su muerte.

Además de su reconocida fama en todas las localidades comarcanas, cuando llega a Antequera lleva como bagaje un libro titulado Triunfo de la crisis epidémica sevillana, editado en Córdoba en 1713; el nombramiento honorífico de catedrático Sustituto de la Imperial Universidad de Granada; y el de socio correspondiente de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla, entonces reducto de todas las grandes figuras médicas españolas divorciadas de las tendencias escolástico-galénicas que se entronizaban en las Facultades de Medicina.

El periplo antequerano de “El pulsista” representa obviamente el punto culminante de su ejecutoria profesional.

En los veinte años de estancia en la ciudad malagueña, además de su práctica profesional intachable, cargada de éxitos como el obtenido en la corte en el caso del caballero de Santiago Bartolomé de Zea y Saavedra que le valdrá el nombramiento en 1721 de Médico Honorario de Felipe V y de su familia, prosigue sus observaciones pulsísticas, logrando una acabada doctrina esfigmológica que verterá en su obra cumbre, Lapis Lydos Appollinis, 1731, y en otra, póstuma, Observaciones sobre el pulso, complemento y aclaración de la anterior; sin olvidar Origen Morboso, escrita en Antequera y resumen de sus conocimientos sobre las enfermedades crónicas.

Es a raíz de la publicación de Lapis Lydos cuando su doctrina comienza a difundirse, aunque han de transcurrir aún seis años más para que halle la necesaria resonancia que le catapulte a su fama europea. Y esa ocasión va a darse en la visita que le realizara el famoso médico irlandés Jacobo Nihell, quien atraído por su doctrina y su figura, de las que tuvo noticia en su circunstancial empleo en Cádiz como médico de la colonia inglesa, quiso aprender de la misma boca de Solano su práctica pulsística. Por dos meses practicó y aprendió Nihell como voluntario discípulo de “El pulsista”, y, así, convencido de su asertos, clarificará y difundirá su doctrina por toda la Europa culta de la época. Tras esta primera versión inglesa, Lapis Lydos se traducirá varias veces al latín, y al francés, alemán, italiano, etc. Nihel, Noortwyk, Lavirotte y Clavera serían otros tantos difusores de la obra solaniana; obra que significaría durante años una enconada polémica y en la que, como sus defensores, se alinearon Gutiérrez de los Ríos, Roche, Espallarosa, Feijoo, Bordeu, Buchoz, Fourquet, o von Haller y van Swieten, estos dos últimos precisamente son dos de las más grandes figuras médicas de su tiempo. En suma, extraordinaria repercusión de la obra de un médico rural español del Setecientos, “la contribución, sin disputa, más importante en el terreno de la patología durante el siglo xviii”, según Sánchez Granjel, y que no presenciaría el propio Solano al fallecer el 30 de marzo de 1738, a casi los cincuenta y cuatro años de edad, y a sólo cuatro meses y medio de que Nihell, su primer difusor y exégeta, abandonara Antequera, en cuya capilla del Rosario del Convento de Santo Domingo descansan sus restos mortales.

Tres son los aspectos más sobresalientes e implícitos en el pensamiento solaniano, a saber: su doctrina esfígmica; su postura clínica avanzada, sobre todo en lo relativo a la terapéutica; y su actitud profundamente antidogmática.

Sin duda su aportación más original según Fernández Dueñas, la doctrina esfígmica, expuesta en la cuarta parte de Lapis Lydos y por la que crea una certera valoración diagnóstica y puntualiza unos discutibles criterios pronósticos, según la variedad de pulso hallada en la exploración del enfermo, consiste en la necesidad sentida por Solano de hallar unos índices que marquen al médico el curso evolutivo de la enfermedad para, así, decidir cuál ha de ser su actitud terapéutica dado que él piensa, siguiendo las doctrinas de Hipócrates, que no se ha de actuar cuando la Naturaleza por sí propende a la curación canalizando la expulsión del “humor morboso” hacia las normales vías de eliminación de aquéllos. Sobre esta base fisiopatológica y la de su actitud de clínico observador y meticuloso que saber recoger y luego desentrañar el siempre difícil idioma de los latidos arteriales, Solano de Luque asienta su descubrimiento de tres variedades de pulso, el dícroto, el intermitente y el inciduo, que representan otros tantos indicios de terminación de la enfermedad por crisis de hemorragia de nariz, de diarrea y de sudor, respectivamente.

En cuanto a su postura clínica, sobre todo en lo concerniente al tratamiento, constituye, a juicio de Peset Llorca, uno de los principales motivos de aceptación de su pensamiento por lo que aquél significaba de original y novedoso; y así, si es posible, siempre prefiere remedios simples y naturales, aboga por el tratamiento específico de las enfermedades cuando es factible, se muestra prudente cuanto no abiertamente crítico ante el uso indiscriminado de sangrías y purgas tan del gusto de sus contemporáneos, o se opone al abuso de la polifarmacia, también tan habitual en su tiempo.

Por último, en toda su obra se halla presente su obsesión por atenerse a los hechos de la observación y la importancia que concede a la propia experiencia y a la necesidad del estudio de la Medicina en libros, que, huyendo de dogmatismos, se ciñan a lo que la práctica enseña, postura de clara contestación a los sistemas galénicos dominantes en su época tanto en la enseñanza como en la práctica médica habitual, como ha señalado García Solá. Evidentemente debiéndose situar en el contexto sociocultural de su tiempo, como ha puntualizado con acierto Fernández Dueñas, Solano de Luque fue un médico de observación constante, actitud verdaderamente experimental, de claro entendimiento, agudo ingenio, riguroso autocriticismo, carácter franco y amable, constante y firme, humilde y generoso con sus propios saberes, y de convicciones profundamente cristianas.

 

Obras de ~: Triunfo de la crisis epidémica sevillana y Contra Respuesta a la controversia epidémica que dio a luz el doctor don Rodrigo Padilla y Villalón, Médico Complutense y de Antequera, Córdoba, Imprenta de Esteban Cabrera, 1713; Origen Morboso, común y universal, generante de los accidentes todos, según la irrefragable doctrina del grande Hipócrates, Málaga, Imprenta de don Juan Vázquez, 1718; Lapis Lydos Appollinis: método segura y la más útil, así para conocer como para curar las enfermedades agudas. Venerada de los antiguos, aunque no practicada por no advertida de los modernos, Madrid, Imprenta de José González, 1731; Observaciones sobre el pulso, Madrid, Imprenta Real, 1787.

 

Bibl.: J. Nihel, Observaciones para pronosticar las crisis por el pulso, con notas y advertencias arregladas al original de Solano, París, 1747; F. García Hernández, Doctrina de Solano de Luque aclarada. Utilidad de la sangría aprobada con razón, experiencia y autoridad, de los aplaudidos autores en la Carta VIII del quinto tomo de Eruditas del Ilmo., Feijoo y Defensa de los médicos española, Madrid, Imprenta Joaquín Ibarra, 1765; M. Gutiérrez de los Ríos, Idioma de la Naturaleza, en la cual se enseña al médico cómo ha de curar con acierto los morbos agudos, descubierto por don Francisco Solano de Luque en su Lapis Lydos Appollinis, Madrid, Vda. de Eliseo Sánchez, 1768; P. León Gómez, Disertación de pulsos, en la que se da a entender lo mucho que hay que saber sobre su conocimiento y pronósticos y que lo que hubo de verdadero en los de Solano, no fue por hallazgo particular suyo, sino por haber estudiado y tenido presente algo de lo mucho bueno que para pronosticar dejaron escritos los autores antiguos, Madrid, Oficina de la Vda. de M. Fernández, 1768; E. García Solá, Algunos apuntes para la biografía del insigne antequerano don Francisco Solano de Luque, Granada, 1882; P. García Fernández, Biografía del doctor don Francisco Solano de Luque (El Pulsista) y juicio crítico de sus obras, Córdoba, Imprenta del Diario de Córdoba, 1903; J. Salas Vaca, “Cordobeses ilustres. Obra póstuma del médico montillano doctor Solano de Luque y las crisis en Medicina”, en Boletín de la Real Academia de Córdoba (BRAC), X (1933), págs. 139-153; A. Castillo de Lucas, Francisco Solano de Luque, Madrid, XV Congreso Internacional de Historia de la Medicina, 1956; V. Peset Llorca, “Francisco Solano de Luque: el médico de la ocasión”, en Medicamenta, XXIX/321 (1958), págs. 219-221; E. Díaz Ferrón, “Francisco Solano de Luque”, en Archivo Hispalense, LXII (1975), págs. 153-169; L. Sánchez Granjel, Historia General de la Medicina Española. IV. La Medicina española en el siglo xviii, Salamanca, Universidad, 1979; E. Garramiola Prieto, Montilla. Guía histórica, artística y cultural, Córdoba, El Almendro, 1982; A. Fernández Dueñas, “El doctor Solano de Luque en el tercer centenario de su nacimiento. Significación de la obra solaniana”, en BRAC, LVI/108 (1985), págs. 149-158; J. Calvo Poyato, Guía histórica de Montilla, Córdoba, Diputación Provincial-Ayuntamiento de Montilla, 1987; A. Fernández Dueñas y A. García del Moral, Semblanza de un montillano ilustre: El doctor don Francisco Solano de Luque y su época (1684-1738), Córdoba, Ayuntamiento, 1987.

 

Soledad Gómez Navarro

 

 

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