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Manuel Silvela y de le Vielleuze

Biografía

Silvela y de Le Vielleuze, Manuel. París (Francia), 9.III.1830 – Madrid, 25.V.1892. Magistrado, político y escritor.

Es hijo de Francisco Agustín Silvela Blanco, magistrado de las Audiencias de La Coruña y de Valladolid, ministro del Tribunal Supremo de Justicia, de la Gobernación y de Gracia y Justicia, diputado, senador vitalicio, escritor, intendente de la Casa Real y gentilhombre de Cámara, y de Luisa de Le Vielleuze. Pertenece a una familia vinculada a la abogacía, la política y las letras, de origen vallisoletano, afincada en Madrid y con sólidos lazos abulenses. Su nacimiento en París alumbra el final del destierro familiar en Francia, que inaugura su abuelo afrancesado, Manuel Silvela y García de Aragón —magistrado que ejerció de catedrático sustituto en la Universidad de Valladolid, alcalde de Casa y Corte y escritor—, y sigue su padre hasta 1833, purgado tras la Real Orden de 1 de octubre de 1823 por sospechoso de apoyar la Constitución.

Manuel es el mayor de cuatro hermanos y, con Luis y Francisco, afianza la vitola familiar de abogados, hombres de letras y políticos. En 1841 y 1842 se matricula en Latinidad y Filosofía en la Universidad de Valladolid, provincia natal de su abuelo y donde su padre fue magistrado y miembro de sus sociedades científicas; cursa y se licencia en Jurisprudencia en la Universidad Central entre 1844-1851. Era conocido en medios científicos y literarios; ganó un primer premio en la Academia Matritense de Jurisprudencia, antecesora de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, en la que ingresa antes de acabar su carrera y será elegido bibliotecario, revisor, censor y vicepresidente. En su ejercicio profesional, comenzó como pasante en el afamado bufete del letrado Pérez Hernández. Se establece por su cuenta y sobresale entre los abogados más reputados —en su bufete se forma Germán Gamazo–; de ahí que entrara en la junta del Colegio de Abogados en 1858, reelegido hasta 1869, entonces diputado primero.

Entra en las Cortes cuando progresistas y demócratas se retraían. En 1863 sale diputado por Arenas de San Pedro (Ávila) por la Unión Liberal, en 1864 vuelve a ganar este distrito pese a las maniobras del ministro de la Gobernación, González Bravo, y en 1865 sale elegido por Ávila; se separó de la mayoría y se marchó a la oposición con Ríos Rosas. Fue director general de Instrucción Pública entre mediados de julio de 1865 y primeros de abril de 1866. Cabe señalar que ante el cólera de 1865 fue uno de los impulsores de la Sociedad Amigos de los Pobres en Madrid, nacida a iniciativa privada con las de Barcelona y Valladolid para organizar los auxilios. En sus intervenciones parlamentarias destacó como orador. En esas legislaturas tomó parte en el discurso de contestación a la Corona, leyes de reunión e imprenta —que combate por su restricción separándose de la mayoría—, Tribunal Supremo de Justicia, guardia rural, consumos, Ley electoral, contra la Ley de abandono de Santo Domingo, los proyectos de autorizaciones y supresión de garantías y de auxilios a los ferrocarriles. Como diputado de la oposición, firmó la exposición del 28 de diciembre de 1866 en protesta porque las Cortes seguían cerradas desde el verano, que se saldó con el confinamiento de los presidentes de las Cámaras, de generales y políticos; él fue desterrado a Toledo.

Tras la revolución del 68, el general Serrano le ofrece la cartera de Gracia y Justicia, que rechaza por ser concejal del Ayuntamiento de Madrid, vocal del Consejo de Administración del Patrimonio de la Corona y luego consejero de Estado, cargos a los que renuncia una vez elegido diputado a Cortes por Ávila en 1869 por la Unión Liberal. De su andadura como concejal cabe destacar la apertura del paseo de Coches en el Parque del Retiro Madrid. Como diputado, fue miembro de la Comisión Constitucional y pronuncia uno de sus discursos más destacados, el del 17 de mayo de 1869, en defensa del sufragio universal, la libertad religiosa, de imprenta, reunión, asociación, la monarquía, dos cámaras y ministros responsables.

Fiel a este discurso que retrata la actitud de la Unión Liberal, de aceptar la revolución sin dejarse arrollar por ella, Manuel Silvela consigue salvar la Iglesia de las Calatravas tras ser derribado su convento, medida entre las revolucionarias que más le disgustó según A.

M. Segovia.

Desempeñó el cargo de ministro de Estado entre el 18 de junio y el 1 de noviembre de 1869, nombrado por Juan Prim. Fue elegido senador por Ávila en 1871-1872. Durante estas legislaturas, fue vicepresidente de la mesa del Senado, de varias secciones y comisiones, entre ellas, del Reglamento del Senado, actas, contestación al discurso de la Corona, de ordenación del poder judicial, enseñanza agrícola, examen de cuentas, de gracia de indulto y matrimonio civil; de la general de presupuestos, inspectora de deuda pública, de la que fija la fuerza del Ejército, de inscripción de derechos civiles, ratificación de tratados, del viaducto de la calle Segovia y alguna de ferrocarriles; de la de voluntarios a Cuba, delitos políticos y de prensa, archivos y bibliotecas e integró la comisión para asistir a las honras fúnebres del general Prim en 1872. Adopta una actitud callada durante los gobiernos republicanos. En diciembre de 1874, el general Serrano le nombró vicepresidente de la comisión para promover la concurrencia de productos españoles a la Exposición Universal de Filadelfia.

Con la Restauración, contribuye a consolidar el trono de Alfonso XII; ejerce de consejero de Instrucción Pública entre octubre de 1875 y agosto de 1882.

Vuelve a salir senador por Ávila en 1876, ya por el Partido Conservador. Nombrado por Antonio Cánovas, es ministro de Estado entre mediados de enero de 1877 y primeros de marzo de 1879, que compatibiliza con su reelección de senador por Ávila en 1877, 1879, 1881 y, por Real Decreto de 14 de diciembre de 1883, es senador vitalicio. Es comisario regio y presidente de la Junta Central para la Exposición General Española de la Industria y las Artes hasta finales de 1881. En 1884 es designado embajador en París, cargo al que renuncia ese año aparentemente por ser elegido presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y en disconformidad con las medidas sanitarias del gobierno por el cólera, pero la propia Academia lo explica en protesta por la represión del Gobierno de Cánovas contra la algarada en la Universidad Central, y que apoyaría su discurso en el Senado. Durante estas legislaturas fue vicepresidente del Senado, presidente, vicepresidente y secretario de varias secciones y comisiones, entre otras, de las de la Constitución, Gracias y Pensiones, abolición de los fueros vascongados, la cárcel modelo de Madrid, de los Tratados con Grecia, Portugal y Rusia en 1876; preside la comisión para abolir la esclavitud en Cuba (1879), de la que prorroga la canalización del Ebro, de tratados de comercio, de la permanente de actas, presupuestos, de reforma de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército; de la Ley Municipal, Código Civil, de la que crea un Ministerio de Instrucción Pública, de varias de carreteras —algunas de Ávila— y ferrocarriles.

Sus discursos, ruegos y proposiciones versan sobre los asuntos de las comisiones citadas, las carreras diplomática y consular, sobre la reforma de la base 5.ª arancelaria y el tratado con Francia en 1882; para que se provean los cargos de jueces municipales por letrados con experiencia y se organice el servicio de beneficencia, para que desaparezca la mendicidad de la calle; debate sobre el establecimiento del jurado en materia criminal, el Tribunal Supremo y, entre 1887- 1888, sobre la crisis agrícola y el proyecto de ley del juicio por jurados.

Si su bufete y la política le apartan de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, a ella vuelve como presidente en junio de 1879 e inaugura sus trabajos con su discurso sobre la “Codificación del Derecho Internacional Privado”. Reelegido en noviembre de 1880, diserta sobre la “Reforma penitenciaria y la Cárcel Modelo”, cuya creación apoyó frente a la inmunda del Saladero; también vuelve a la directiva del Colegio de Abogados de Madrid como decano entre 1879-1880. Cuando en diciembre de 1884 es de nuevo elegido presidente de aquélla, lo acepta en el marco de protesta de la Academia contra la represión de la citada algarada estudiantil, pues elige vicepresidentes a cuatro catedráticos de la Universidad Central; medios de la Academia interpretan que Silvela renuncie a la Embajada de París para ocupar su presidencia por el deseo de unirse a la protesta de Castelar.

Representa a España en el Congreso de antropología criminal de Italia de 1885. Vuelve a ser decano del Colegio de Abogados desde 1886 hasta su fallecimiento en 1892, de manera que dedicó sus últimos años, desde 1884, a sus trabajos académicos y forenses, incluso entre sus últimos discursos en el Senado figura el pronunciado sobre la cuestión del restablecimiento del jurado.

Manuel Silvela compatibiliza su bufete y carrera política con las letras. Como dramaturgo, y en colaboración, escribe Blanco y Negro (1851). Bajo el pseudónimo de Velisla —que vendría de Patricio de Velisla, personaje de la comedia de su abuelo, El reconcialiador— y de Juan Fernández publica sus artículos en La Ilustración Española, Semanario Pintoresco, El Heraldo, el Diario Español o El Imparcial, algunos traducidos en La Semaine de París. Estos artículos y otros, a menudo cuadros de costumbres, fueron publicados en Sin Nombre (1867). Durante su niñez en París, Manuel Silvela conoció a Leandro Fernández de Moratín, amigo de su abuelo, lo que explica su gusto por este autor, del que escribe en Revista de España y publica sus Obras póstumas (1868). En marzo de 1871 entra en la Real Academia de la Lengua y su discurso versó sobre “La influencia ejercida en el idioma y en el teatro español por la escuela clásica que floreció desde mediados del pasado siglo (xviii)”. Colaboró en el Diccionario de la Lengua Castellana.

Referido a su vida familiar, contrajo matrimonio con Faustina Casado y de Posadillo, Sirelo y de Chávarri, de distinguida familia. Sus hijos Manuel, Francisco Agustín, Mateo, Faustino y Luis, igual que su sobrino, Jorge Silvela Loring (hijo de Francisco Silvela de Le Vielleuze), son la cuarta generación de abogados y políticos. Manuel y sus hermanos Francisco y Luis Silvela de Le Vielleuze siguen los pasos políticos de su padre, Francisco Agustín Silvela Blanco, que inaugura la vinculación con Ávila como secretario de su Subdelegación de Fomento (1833) y diputado a Cortes en 1837. Por los distritos abulenses de Arenas y Piedrahíta salen también diputados Manuel, su hermano Francisco y sus hijos, Francisco Agustín Silvela Casado, marqués de Santa María de Silvela, emparentado con la hija de los marqueses de la Viesca de la Sierra y senador vitalicio, y su primo, Jorge Silvela Loring. Otro hijo, Manuel Silvela Casado enlaza con Felipa Aboín, hija del conde de Montefrío, cuya familia une a las principales que representan a Ávila en las Cortes de la Restauración, que le convierten en cuñado del ministro conservador Emilio Ortuño Berte, de los vallisoletanos Pedro Moyano, Conde de Villahermosa del Pinar, y de Dionisia Pintó Lara, hija de los Condes de Añorga.

Por el enlace de su nieto Mariano Silvela Aboín con Teresa Jiménez Benito, emparenta con los políticos abulenses Isidro Benito Lapeña y César Jiménez Arenas.

Manuel Silvela de Le Vielleuze suma, a sus lazos familiares abulenses, la compra de tierras desamortizadas por 80.000 reales en Horcajo de las Torres desde 1856. Sus otros hijos siguen sus pasos en las Cortes: Mateo, casado con la hija de Enrique Tordesillas O’Donnell —Conde la Patilla—, y Faustino son diputados por Benavente; Faustino, que será diputado por Toro, lo había sido por Cáceres, Mateo será senador por Zamora y vitalicio y su hermano Luis, diputado por Cuba, Granada y Almería, llegará a ministro de Instrucción Pública y de Marina en 1918 y 1922.

Manuel Silvela recibe las Grandes Cruces de la Orden de Carlos III, Legión de Honor, Blanca del Mérito Militar y otras españolas y extranjeras. Igual que su padre, sirve a la Corona como gentilhombre de Cámara con ejercicio, que jura en diciembre de 1865, cargo con el que serán premiados sus hijos Manuel, Francisco Agustín y Mateo.

 

Obras de ~: con A. Barrenas, Negro y Blanco, juguete cómico en un acto, Madrid, Imprenta de F. R. del Castillo, 1851; Sin nombre, Madrid, Imprenta de los señores Gasset y Loma, 1867; Obras póstumas (de don Leandro Fernández de Moratín, publicadas de orden y a expensas del Gobierno de S. M., con la vida de Moratín por Manuel Silvela, advertencias y not.), Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1867-1868; Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de don Manuel Silvela el día 25 de marzo de 1871, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1871; Obras literarias, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1890.

Obras jurídicas: Informe oral en defensa de Petra Rodríguez Ramiro, en la causa instruida contra ella y Manuel y Juan López, por la muerte violenta de su marido Juan Romo, vecino de Fuentes de Año, pronunciado por el licenciado don Manuel Silvela en abril de 1862, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. de Rivadeneyra, 1862; Instancia elevada a S.M. el Rey por Antonio María Regidor y redactada por Manuel Silvela, Madrid, Imprenta a cargo de J. E. Morete, 1872; Discurso pronunciado por Manuel Silvela, presidente de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación en la sesión inaugural del curso de 1879 a 1880, celebrada el 29 de octubre de 1879, Madrid, Imprenta del Ministerio de Gracia y Justicia, 1879; Discurso pronunciado por Manuel Silvela, presidente de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación en la sesión inaugural del curso de 1880 a 1881, Madrid, Imprenta del Ministerio de Gracia y Justicia, 1880; Discursos del Sr. D. Manuel Silvela pronunciados en el Senado en contra del dictamen sobre el proyecto de Ley de establecimiento del jurado en materia criminal los días 3, 6 y 9 de abril y 5 y 19 de mayo de 1883, Madrid, Tipografía Gutenberg, s. f.; Le jury criminal en Espagne, Montpellier, Imprimerie Cantrale du Midi, 1884.

 

Bibl.: M. Bautista, Los diputados pintados por sus hechos: colección de estudios biográficos sobre los elegidos por sufragio universal en las Constituyentes de 1869, Madrid, R. Labajos y Compañía, 1869-1870, págs. 22-61; J. Castro y Compañía (ed.), Los ministros en España desde 1800 a 1869: historia contemporánea, t. III, Madrid, J. Castro y Compañía, 1870, págs. 62-63; P. E. Tebar y J. de Olmedo, Las Segundas Cortes de la Restauración, semblanzas parlamentarias, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1880, págs. 64-68; A. M. Segovia, Figuras y figurones. Biografías de los hombres que más figuran actualmente en España. Historia, vida y milagros de cada uno de ellos, ts. XXV-XL, Madrid, Editorial Astort Hermanos, 1882, págs. 69-153; M. Sánchez Ortiz y F. Berastegui, Las primeras Cámaras de la Regencia. Datos electorales, estadísticos y biográficos, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1886; E. Corrales Sánchez, “Apuntes biográficos de don Manuel Silvela”, en Revista de Legislación (1899); F. Silvela, Necrología de D. Manuel Silvela y de Le Vielleuze, Madrid, Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, 1902; M. Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo xix, Madrid, Imprenta y Librería de J. Palacios, 1903, pág. 165; L. Miller, Jurisconsultos españoles, Madrid, Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, 1911, págs. 166-189; C. de Montero, Biografías de hombres célebres, Madrid, Blass y Cía, 1916, pág. 154; M. Fernández Almagro, “Los Silvela”, en Homenaje a Ramón de Carande, t. II, Madrid, Estudios y Publicaciones, 1963, págs. 159-166; I. Ruiz-Ayúcar Zurdo, El proceso desamortizador en la provincia de Ávila (1836-1883), vol. I, Ávila, Institución Gran Duque de Alba-Diputación, 1990- 1991, pág. 201; P. Carasa Soto (dir.), Elites políticas castellanas de la Restauración. Diccionario biográfico de parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923), vol. I, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1997, págs. 532-533; E. Cabezas Ávila, Los de siempre. Poder, familia y ciudad (Ávila, 1875- 1923), Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2000, págs. 71, 104 y 110.

 

Pilar Calvo Caballero

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