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Diego de Siloe

Biografía

Siloe, Diego de. Burgos, c. 1490 – Granada, 22.X.1563. Escultor y arquitecto.

Hijo del escultor Gil Siloe y su mujer, hija de Pedro de Alcalá, nació en Burgos, hacia el año 1490 y murió en Granada, en 1563. Es normal que se iniciara en el oficio con su padre, sin que llegara a pasar de la condición de aprendiz, a causa de la muerte de aquel el año 1505, cuando Diego apenas si contaba quince años. Circunstancia que hizo entrara en el taller de Felipe Bigarni, con el que inició realmente su formación y con él que colaboró en algunas de las muchas obras del maestro, si bien desconocemos con precisión cuales pudieron ser sus aportaciones. Lo importante de este trabajo es que Bigarni le dio a conocer la existencia de nuevas formas artísticas, las renacentistas, que el joven Diego intuyó no respondían con plenitud a un concepto renacentista verdadero, sino que eran meras copias carentes de la verdad de los originales italianos, algo insuficiente para satisfacer las necesidades de su genio creador. Razón por la que, parece que en unión del también burgalés Bartolomé Ordóñez, marchó a Italia donde visitó, estudió y trabajó, durante un tiempo de dos años en algunos de los más importantes centros artísticos, vio e hizo suyas la estética, fusión de verdad y belleza, y las formas renacentistas, ya plenamente maduras y en todo su esplendor. Estética cuya comprensión y formas cuya ejecución no debieron de presentar grandes problemas a Diego de Siloe por cuanto, como es manifiesto en toda su obra italianizante, gozaba de un innato y destacado sentido de la elegancia, una de esas cualidades que se manifiestan siempre, sin que el interesado necesite hacer ningún esfuerzo consciente, incluso a pesar suyo. En Diego de Siloe el conjunto de su obra, dolorida o gozosa, participa de esta soberana elegancia en la actitud y gesto de los personajes y en los detalles complementarios, que su soberano dominio de las proporciones, el conocimiento de la anatomía y la técnica hace posible en todo momento, incluso con independencia de que el lenguaje expresivo que utilice, en atención al interés del cliente, sea de expresivo goticismo o sosegado renacentismo. Sólo cuando, como hace en contadas ocasiones, se ve obligado a forzar la nota expresiva, cual ocurre en alguno de sus Crucificados, se produce una discordancia que hace que las plenas formas renacentistas pierdan volumen y, como en el último gótico del que su padre fue el gran maestro, se resequen y las figuras pierdan verdad y vida.

Las primeras obras documentadas de Diego de Siloe son las que hizo en colaboración con su paisano el escultor Bartolomé Ordóñez, con el que estuvo en Italia. En Nápoles, el año 1917, trabajaron en la capilla Caraccioli da Vico, en cuya decoración y escultura se identifica el estilo de ambos. Posteriormente, ya en España, en el coro de la Catedral de Barcelona.

A su vuelta a Burgos inició una intensa actividad. Poco después de su llegada, el día 2 de julio de 1519, firmó el contrató para hacer el sepulcro del obispo D. Luis de Acuña, en la capilla de la Concepción de la catedral. En su traza parece que tuvo en cuenta el de Pollaiuolo de Sixto IV, de forma apiramidada, exento, con el arcón divido en dos zonas, la superior más estrecha con la representación de las virtudes y escudos del obispo y, sobre la cama, la estatua del yacente. Modelo que seguiría Felipe Bigarni en el sepulcro de Gonzalo Diez de Lerma.

En noviembre del mismo año 1519 presentó al Cabildo catedralicio, por encargo del obispo Rodríguez Fonseca, que fue el mecenas, el proyecto de la Escalera Dorada, adosada al lado norte del crucero para salvar la diferencia de nivel existente entre el de la catedral y el de la calle. En este caso parece que se inspiró en la escalera de Bramante, en el Belvedere, logrando una de las más importantes creaciones arquitectónicas del Renacimiento español, que extrañamente no tuvo imitadores, y al mismo tiempo en un repertorio decorativo renacentista de origen italiano a base de bichas, niños, veneras, grutescos... trabajados con la perfecta y personal talla de Diego de Siloe que, ahora sí, se convirtió en un venero de inspiración para los artistas burgaleses que emplearon los motivos en todas sus obras durante todo el resto del siglo XVI.

Durante esos años Diego de Siloe aceptó toda obra que le fue propuesta, sin que ello supusiera detrimento alguno en su arte sino que, muy al contrario, sería de gran interés conocer algunos de sus trabajos, documentados sin ninguna duda y de los que no tenemos más datos. Uno de ellos fue el arco triunfal que levantó por encargo del Regimiento burgalés, con ocasión de la venida del emperador Carlos a Burgos y, de acuerdo con la costumbre seguida en todas las visitas de los reyes, dar la máxima solemnidad a su entrada en la ciudad. Acto que en esta ocasión debía alcanzar su mayor grado, al ser la primera que el Emperador entraba en Burgos después de las Comunidades, en cuyo desarrollo y sucesos la ciudad no había mostrado un excesivo entusiasmo por el césar Carlos y su política, sino más bien al contrario, y que ahora convenía corregir. El encargo de uno de los arcos a Diego de Siloe es una prueba de dicho intento y, con toda probabilidad, su talento se mostró en la ejecución del conjunto arquitectónico y su decoración y, sobre todo, en la representación de las escenas, alegorías, lemas e inscripciones que formaban parte obligada de estas muestras de arquitectura efímera con las se honraba, alababa y halagaba al Rey donde quiera que era recibido.

Una obra menor es el pequeño retablo en piedra y de pequeñas dimensiones, dedicado a Santa Ana, que se encuentra en el tramo de su nombre en la capilla de la Concepción de la Catedral de Burgos. Conjunto labrado el año 1522, al que se ha concedido escasa importancia, considerándolo obra de taller, a pesar de la indudable categoría del grupo central formado por Santa Ana, la Virgen y el Niño.

El polo opuesto al retablo anterior se encuentra en los tres retablos que ocupan, uno de ellos, el mayor alojado en una suerte de hornacina de escaso fondo, el centro del muro frontal, y los otros dos, colaterales de menor tamaño, a los lados de la capilla del Condestable, en la Catedral de Burgos. Uno de éstos, situado en el lado de la Epístola, que corresponde a la mujer del Condestable, a doña Mencía de Mendoza, con la iconografía formada exclusivamente por santas mujeres, dedicado a Santa Ana, es el que Gil Siloe, padre de Diego, dejó sin terminar a su muerte. El hijo talló las figuras que su padre no pudo hacer, entre las que destaca el conjunto de Cristo muerto entre dos ángeles y la talla de Santa.

En colaboración con Felipe Bigarni hizo el retablo mayor y el colateral de San Pedro, correspondiente al condestable don Pedro. Está perfectamente deslindadas las obras de escultura que hizo cada uno de ellos, perteneciendo a Diego de Siloe el grupo del lado derecho de la gran escena de la Purificación que llena la hornacina-escenario del retablo mayor, con la Virgen con el Niño, San José y la doncella con las tórtolas, así como la Anunciación y otras escenas en el banco. En el retablo de San Pedro destaca de su mano la imagen de San Jerónimo penitente. Ha sido tradicional que, a partir de Gómez Moreno, se haya atribuido a Felipe Bigarni la tracería y decoración de las arquitecturas de ambos retablos. Aspecto que un riguroso análisis obliga a poner en duda y, aun aceptando cierta participación de Bigarni, fue Siloe el que hizo mayores aportaciones, visibles en el carácter italianizante de la mayor parte de los elementos de las mismas.

Por estas mismas fechas debió de tallar la imagen de santa Casilda, para el altar mayor de su santuario en el Buezo, por cuya tasación y pago mantuvo un pleito en el año 1524, así como una imagen de la Virgen con el Niño. Representó a la Santa incorporada sobre su sepulcro en una teatral y elegante actitud de éxtasis, carente de cualquier sentido fúnebre.

En Burgos ya había dejado muestras de su genialidad como arquitecto en la Escalera Dorada, pero los encargos de trabajos de escultura en retablos e imágenes sueltas —el San Sebastián en mármol de la iglesia de Barbadillo de Herreros (Burgos), el Cristo a la columna procesional de la Catedral, tallas de la Virgen con el Niño en varios lugares— ocuparon su tiempo, de modo que en el campo de la arquitectura no hizo más que algunas obras de menor cuantía y peritaciones de obras ajenas. Entre ellas destaca, aunque no por su categoría artística, el proyecto para la reconstrucción del puente de Santa María, destruido por una riada, que debía hacer junto con Francisco de Colonia, para lo que presentó traza el 2 de septiembre de 1527. Pero su gran ocasión llegó con el deseo del Regimiento y parroquia de Santa María del Campo de levantar una torre a los pies del templo, para lo que convocó concurso entre los arquitectos.

A la cita acudieron Felipe Bigarni, Diego de Sagredo —el autor del libro de arquitectura Medidas del Romano— y Diego de Siloe, siendo el proyecto de éste el elegido. El 2 de diciembre de 1527 firmaba el contrato para la ejecución de la obra, que se desarrollo a un ritmo acelerado, pero en la que él poco pudo hacer de su mano, ya que en abril de 1528 dejaba Burgos, para no volver a trabajar nunca más en su ciudad, y se trasladó a Granada.

La torre de la iglesia de Santa María en su estado actual presenta tres zonas claramente definidas de abajo a arriba, de las que solo la inferior formada por dos plantas responde a las características de Diego de Siloe, en tanto que la segunda sección, más estrecha, fue hecha según todos los indicios por su discípulo Juan de Salas y, la zona superior es ya obra del siglo XVIII.

La parte hecha siguiendo con fidelidad la traza y modelos de Diego de Siloe ofrecen soluciones propias de su genio arquitectónico. Se trata de una torre adosada a los pies de la iglesia con el piso inferior formando un arco tetrapilonos, con paso por los cuatro lados, con mayor desarrollo los dos frontales que limitan una bóveda de medio punto acasetonada, uno de los cuales es el acceso a la iglesia, y las superficies laterales con estatuas de los Evangelistas, los Santos Padres y, encima de la puerta, la escena de la Coronación de la Virgen. El segundo piso de este cuerpo se configura mediante una tribuna abierta al frente mediante un gran vano, con figuras de santos en las superficies que lo limitan. El conjunto iconográfico de las dos plantas se completa con una decoración a base de los elementos típicos de su arte, entre los cuales destaca el del óculo que se abre sobre la tribuna, que es una interpretación personal de la rueda de la fortuna.

Según han documentado Castro García y Orcajo Diez en estas mismas fechas, Diego de Siloe concertó la hechura de un sepulcro para el obispo don Antonio de Rojas, en el que le representó orante y, dichos autores, apuntan a la autoría del artista la magnífica portada, fruto del mecenazgo del obispo Rojas, de la iglesia parroquial de Santoyo (Palencia), que guarda indudables semejanzas estilísticas en la decoración con la torre de Santa María del Campo, si bien se diferencia de ella al tratarse de una portada hornacina.

Aspectos que corroboran los datos conocidos y permiten asignar el sepulcro y la portada a Diego de Siloe, aun cuando no interviniera personalmente más que en el proyecto y comienzo de la obra, cuya terminación no ofrecía los problemas de la torre.

Aun cuando el resultado no fue exactamente el previsto por Diego de Siloe en su traza, la torre es, igual que la Escalera Dorada, una obra propia de la inspiración de un gran artista y por su importancia capaz de colmar sus deseos de creación. Pero Siloe abandonó esta obra antes de que se cumplieran cinco meses desde su comienzo. Sin duda, su marcha a Granada se debió ante todo a que iba a ocuparse de una obra que hacía realidad sus sueños de arquitecto. Pero también contó, y no en pequeña medida, sus deseos de poder proyectar y ejecutar él solo, sin verse obligado a aceptar el trabajo con otro, como había ocurrido desde su vuelta de Italia en que, a excepción de la Escalera Dorada, había tenido que colaborar con Francisco de Colonia y Felipe Bigarni, que ejercían una particular e interesada influencia sobre los contratos de obras de las instituciones burgalesas, así como los pleitos que había tenido que mantener por la inadecuada apreciación y pago de algunas de sus obras las hizo en solitario, como la imagen de Santa Casilda y un retablo para la iglesia de San Román en 1524 y 1526 respectivamente. Situación que llegó al límite con el pleito que Felipe Bigarni planteó por no haber sido elegido su proyecto, como era habitual en casos semejantes, en el concurso para hacer la torre de Santa María del Campo. Su marcha a Granada respondió al doble motivo del genio: librarse de la mediocridad y alcanzar libertad de actuación. Supuso el comienzo de una nueva vida, según él mismo confiesa en una carta escrita al duque de Sessa en el año 1547, en la que recuerda “que al dejar Burgos pensó que salía de Egipto a tierra de promisión”. Y así parece que fue, por cuanto no hay constancia de que volviera a residir en Burgos ni siquiera a ejecutar ninguna obra para alguno de sus templos, aunque conservó durante bastante tiempo, junto con otros herederos, la casa de su padre, en la calle Calera formada por mansiones señoriales, entre las cuales es posible incluir la suya, de acuerdo con los escasos restos que se conservan.

Años después, en 1544, consta Diego de Siloe como único propietario. Situación en la que permaneció muy corto espacio de tiempo, pues un año después, en 1545, la vendió a través del escribano Bernardino de Santotis, que actuó de representante, siendo el comprador Alonso de Almotar, regidor de la ciudad.

La primera consecuencia de su llegada a Granada, con la que se cumplían sus deseos, fue la de invertir su dedicación preferente, que en Burgos había sido la escultura, por la arquitectura, sin que el cambio supusiera abandono de la primera, dándose la curiosa paradoja de que habiendo sido llamado para terminar la construcción de la iglesia del convento de San Jerónimo, su primera obra en Andalucía fueron las estatuas orantes de los Reyes Católicos, situadas a pie del retablo mayor de la Capilla Real, aunque en esta tierra levantó sus dos grandes creaciones de arquitectura: la Catedral de Granada y la iglesia de San Salvador de Úbeda.

Diego de Siloe fue llamado por el duque de Sesa para ir a Granada a trabajar en la terminación de la iglesia del Convento de San Jerónimo, que por la muerte de Jacobo el Indaco había quedado sin acabar.

Siloe se encontró con una obra totalmente definida en todos sus elementos, por lo que sólo debía rematarla, ante todo la construcción de la cúpula sobre el tramo anterior al presbiterio. La solución que adoptó fue muy original y de gran interés, pasando del cuadrado al octógono mediante trompas con forma de nichos avenerados y con la bóveda resuelta mediante una solución mixta gótica renacentista, a base de crucería con dos tramos de casetones en nervios dúplices transversos. Cúpula que muestra la capacidad creadora de Diego de Siloe para enfrentarse a todo tipo de problemas arquitectónicos, pero que no parece sea la más adecuada para las características del edificio hecho por el Indaco.

Poco después de su llegada se ocupó de la obra de la catedral que había sido comenzada, pero se interrumpió el trabajo cuando solamente se había hecho el replanteo, pero ello le impidió trazar una nueva planta en su totalidad, al verse obligado a tener en cuenta las trazas proyectadas por Enrique Egas. Pudo introducir una serie de modificaciones que fueron suficientes para dar al edificio un evidente toque personal, pero no lo bastante como para que pudiera considerarse obra totalmente suya. El resultado fue un templo de cinco naves en el que hizo realidad un armónico sentido de las relaciones dimensionales y consiguiente logro de un espacio en el que destacan el alzado de las naves con la peculiar composición de los soportes para conseguir la altura adecuada y la cabecera.

En lo relativo a los soportes, el problema era que, de acuerdo con el proyecto inicial, debían tener caracteres góticos para formar parte de un edificio de concepción espacial gótica, en tanto que Diego de Siloe pretendía utilizar elementos y soluciones más avanzadas.

La solución adoptada no requirió introducir novedad estructural alguna, sino transformar en su forma exterior, meramente visual, el pilar gótico en un soporte de tradición clásica mediante la adición de medias columnas en lo lados y, sobre el capitel colocar un elevado entablamento. Se ha repetido el origen de este tipo de soporte en la Catedral de Pienza, de Bernardo Rosellino, acaso olvidando que, con todas las prevenciones que se quieran, Diego de Siloe pudo extraer alguna sugerencia válida en la Mezquita de Córdoba, porque el efecto del interior granadino tiene notas que participan de lo italiano y lo cordobés.

En la cabecera, formada por la capilla mayor de planta circular englobada dentro de la girola, de desarrollo semicircular, cubierta con bóvedas abocinadas y oblicuas. En la capilla mayor es, a juicio de Chueca Goitia, “la más noble capilla mayor del orbe cristiano”.

Compendio y culminación de algunas soberanas construcciones anteriores —cabecera del convento de Santa Clara de Briviesca, del monasterio de La Vid, de la colegiata de Berlanga de Duero...— a todas las cuales supera la de Granada por su concepción, factura y consecución de unos llamativos efectos espaciales. Completó su actuación en la catedral con la decoración de algunas puertas, destacando la del Perdón. No pudo levantar ninguna de las dos torres que había proyectado y cuya construcción fue desechada finalmente, al parecer por el temor de su derrumbamiento a causa de uno seísmo, siempre posibles en la zona.

A partir de su llegada a Granada, especialmente después de hacerse cargo de la obra de la catedral, se multiplicaron los encargos, dando como resultado una serie de proyectos y obras arquitectónicas, además de las de escultura, que llama la atención por su número e importancia. La relación de edificios y lugares en los que se sabe, o se supone, que intervino se extienden por toda Andalucía. Forman un catálogo muy difícil de precisar, en el que es necesario actuar con cuidado para hacer los oportunos descartes y diferenciar con precisión las características de la intervención de Diego de Siloe. En verdad, no es extraño que sea así debido a que su nombre alcanzó tal fama que, como es habitual en estos casos, se le asoció a las trazas, cuando no a la hechura completa de la obra, cuando se trataba de asignar autoría a un edificio de notable porte en el que se encuentran elementos iguales o semejantes a los que Diego de Siloe dio carta de naturaleza. Atribuciones en las que, en no pocas ocasiones, se llegó al extremo de fijar hitos cronológicos un tanto peculiares, como es el caso de las trazas, que se le atribuyen, para levantar la Catedral de Almería, que se afirma redactó en el año 1523, cuando lo cierto es que no tuvo participación alguna en ella, y la semejanza de los pilares empleados en Almería respecto a los de Granada se deben a una copia de éstos por parte del arquitecto del templo almeriense.

Diferente es el caso de la Catedral de Málaga en la que se acepta que pudo intervenir, sin afirmarse taxativamente.

Actuación que parece tuvo lugar entre los años 1541 y 1543, y no añade gloria alguna al nombre del artista que debió limitarse a resolver algunos de los problemas planteados en el complicado proceso constructivo. Si está probado su trabajo en las trazas de la Catedral de Guadíx, con cabecera más simple que la granadina, con claro sentido de la proporcionalidad en la capilla semicircular, que envuelve una girola poligonal de cinco lados, a uno de los cuales se abre la capilla de San Torcuato, de planta circular que, según Chueca Goitia, es una variación de la capilla Caraccioli, su obra juvenil en Nápoles.

“Con Siloe —escribió Gómez Moreno— afrontamos el problema de cómo las presiones del medio social actúan sobre un temperamento adaptable a los gustos y urgencias de cada hora, sin hacerle perder iniciativas; antes al contrario, difundiendo su espíritu en torno”. Camón Aznar opinó que el italianismo de Siloe, “su gusto por las delicias rítmicas y formales de la decoración renaciente no ahogan en él la bizarría y el barroquismo del temperamento español. Sencillamente lo disciplinan y depuran”. Son, entre otros muchos juicios, los que creemos que mejor sintetizan el arte de Diego de Siloe: su capacidad para adaptar su lenguaje formal a las necesidades expresivas y su talento para hacerlo sin detrimento de la belleza y la verosimilitud. Todo ello al servicio de una genial capacidad de concepción de honda raíz clásica, enriquecida siempre que lo consideraba conveniente con una profusa decoración, tendencia que, acaso, fuera en él algo innato, como heredada de su padre.

 

Obras de ~: Capilla Caraccioli, Iglesia de San Giovanni a Carbonara, Nápoles, 1517; Sillería del coro, Catedral, Barcelona, 1517; Sepulcro del obispo D. Luis de Acuña, Capilla de la Concepción, Catedral, Burgos, 1519; Escalera Dorada, Catedral, Burgos, 1519; Terminación del retablo de Santa Ana, iniciado por su padre, Capilla del Condestable, Catedral, Burgos, 1520; Retablo de Santa Ana, Capilla de la Concepción, Catedral, Burgos, 1522; Sepulcro de Santa Casilda, Santuario de la Santa, Buezo, Burgos, c. 1522; Retablo mayor y retablo de San Pedro, Capilla del Condestable, Catedral, Burgos, 1523; con F. Bigarni, Imagen de San Sebastián, Iglesia parroquial, Barbadillo de Herreros, 1523; Sagrada Familia, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1525; San Juan Bautista, Silla, Coro, Monasterio de San Benito, Valladolid, 1525; Imágenes orantes de los Reyes Católicos, Capilla Real, Granada, 1526; Torre, Iglesia de Santa María del Campo, 1527; Iglesia, Monasterio de San Jerónimo, Granada, 1528; Intervención en la Catedral, Granada, 1528; Trazas, Colegio de Fonseca, Salamanca; Sepulcro de Alfonso II de Fonseca, Convento de las Ursulas, Salamanca, 1529; Trazas, Iglesia de El Salvador, Úbeda; Trazas, Sacristía, Catedral, Sevilla; Trazas, Catedral, Guadix; Trazas, Catedral, Málaga; Sepulcro de Rodrigo del Mercado, Iglesia de Oñate; Sillería del coro, Monasterio de San Jerónimo, Granada, 1544.

 

Bibl.: M. Martínez Sanz, Historia del Templo Catedral de Burgos escrita con arreglo a documentos de su archivo, Burgos, Imprenta de don Anselmo Revilla, 1866 (ed. fac. con estudio y bibliografía de A. C. Ibáñez Pérez y F. Ballesteros, Burgos, Institución Fernán González, 1983); L. Huidobro, “Artistas burgaleses. Diego de Siloe. Nuevos datos sobre sus obras”, en Boletín de la Comisión Provincial de Monumental (Burgos), I (1922-1924), págs. 5, 40, 69, 101 y 136; G. Weise, Spanische Plastik aus sieben Jahrhunderten, III, Reutlingen-Tubinga, 1925- 1939; “Sobre el apellido Siloé”, en Boletín del Seminario de Arte y Arqueología (BSAA), 5 (1936-1939), pág. 91; H. E. Wethey, “A Madonna and Child by Diego de Siloe”, en The Art Bulletin, XXII (1940), pág. 191 [Trata de la Virgen con el Niño del sepulcro de D. Diego de Santander en el claustro de la catedral de Burgos]; “The early works of Ordoñez and Siloe”, en The Art Bulletin, XXV (1943), pág. 328 [Sobre la Escalera Dorada de la catedral de Burgos]; J. Milicua, “Nuevas sobre Ordóñez y Siloe en Nápoles”, en Archivo Español de Arte, 24 (1951), pág. 331; F. Chueca Goitia, Arquitectura del siglo XVI, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, XI, Madrid, Plus Ultra, pág. 195; M. Martínez Burgos, “En torno a la catedral de Burgos. II. Colonias y Siloe”, en Boletín de la Institución Fernán González (BIFG), XI (1954-1955), págs. 11, 118, 215, 433, 553 y 851; D. Martínez Abelenda, “La escultura de la capilla del Condestable en la catedral de Burgos”, en BIFG, XII (1956-1957), págs. 59-65; J. M.ª Azcárate Ristori, Escultura del siglo XVI, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, XIII, Madrid, Plus Ultra, 1958; E. E. Rosenthal, La Catedral de Granada. Un estudio sobre la arquitectura española del renacimiento, Princeton, 1961 (ed. Granada, Universidad de Granada, 1990); S. Sebastián, “La Escalera Dorada de la catedral de Burgos”, en Goya, 47 (1961-1962), págs. 353-356; J. Camón Aznar, La arquitectura y orfebrería españolas del siglo XVI, en J. Pijoán (dir.), Summa artis: historia general del Arte, t. XVII, Madrid, Espasa Calpe, 1964; C. López Jiménez, “Influencia de la escultura del burgalés Diego de Siloe en la escultura del sudeste de España y en Nápoles”, en BIFG, XX (1972-1973), pág. 751; L. Castro García y J. Orcajo Diez, “Diego de Siloe y el sepulcro del obispo burgalés don Antonio de Rojas”, en BIFG, XXI (1974), págs. 319-322; M. Gómez Moreno, Las Águilas del Renacimiento español. Ordóñez, Siloe, Machuca, Berruguete, Madrid, Xarait ediciones, 1983; M. Fernández Gómez, “El lenguaje de los grutescos y Diego de Siloe”, en Academia, 59 (1984), págs. 261-311; M. Gómez Moreno, Diego de Siloe. Homenaje en el IV Centenario de su muerte, Granada, Cuadernos de Arte y Literatura-Universidad, 1988; M. A. Z alama, “Diego y Juan de Siloe, Un dato para su biografía”, en BSAA, LVIII (1992), págs. 375; “[Fichas catalográficas de las obras n.º 70, 72 y 127]”, en VV. AA., Reyes y Mecenas, Catálogo de la Exposición, Madrid, Electa, 1992, págs. 337-338, 340-341 y 388-389.

 

Alberto C. Ibáñez Pérez

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