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Francisco Bayeu y Subías

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Biografía

Bayeu y Subías, Francisco. Zaragoza, 9.III.1734 – Madrid, 4.VIII.1795. Pintor de cámara y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Nació en Zaragoza en 1734 y fue hijo de Ramón Bayeu Fanlo, natural de Bielsa, en el Pirineo de Huesca, maestro lancetero de profesión —hacía instrumental para cirujanos y barberos— en Zaragoza, y de María Subías Domínguez, natural de la capital aragonesa.

Fue el segundo de nueve hijos y el primero que llegó a adulto. Sus hermanos Manuel y Ramón también se dedicaron al arte de la pintura, y su hermana Josefa casó con Francisco de Goya.

Realizó estudios de Latinidad y Filosofía, muy posiblemente en las aulas de Gramática anejas al colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, y, quizás animado por su padrino, el pintor Braulio González, se decantó por el arte de la pintura. Se formó, entre 1749 y 1753, con el pintor y profesor más acreditado de Zaragoza a mediados del siglo xviii, José Luzán Martínez. También estudió con Antonio González Velázquez durante la estancia de éste en Zaragoza para pintar al fresco la cúpula de la Santa Capilla del Pilar (1752-1753). Con ambos Francisco Bayeu asimiló la sensibilidad y la cromatura del rococó napolitano- romano, y con el pintor madrileño, recién regresado de Roma, los modos pictóricos de su maestro Corrado Giaquinto, que tanto influyó en la pintura de Bayeu. A partir de 1754 se inició su actividad de pintor y, a la muerte de su padre, en 1755, y de su madre, en 1757, el joven Francisco tuvo que asumir, por ser el mayor, la tutela de sus hermanos, aún muchachos o niños.

La nueva situación familiar le obligó a pintar sin descanso. Bayeu fue toda su vida un gran trabajador, constante y responsable. Pintó para la cartuja de la Concepción, próxima a Zaragoza; para la iglesia de San Felipe, el retablo de los Sagrados Corazones, o de San Rafael (c. 1755), y para el convento dominico de San Ildefonso, las Estaciones del Via Crucis (c. 1765), hoy en el Museo de Zaragoza.

En 1757, al convocar la Academia de Bellas Artes de San Fernando un premio de pintura, consistente en unas alhajas que Joseph de Vargas, presbítero de Medina del Campo, había ofrecido a la Academia para tal fin, Francisco Bayeu pintó sobre una lámina de cobre su versión de La tiranía de Gerión (Museo de la Academia de San Fernando) y la envió, por mediación de un amigo aragonés, al director de Escultura, Juan Pascual de Mena. Los posibles contrincantes, al ver la pintura de Bayeu, reconocieron su superioridad y desistieron de presentar sus versiones. En enero de 1758, la Junta General de la Academia no le otorgó el premio destinado al efecto, pero en atención al talento e ingenio que demostraba el joven zaragozano, para su formación artística, le concedió una pensión de cuatro reales diarios durante dos años, para que prosiguiera sus estudios en la Academia bajo la dirección de Antonio González Velázquez. Entonces fue cuando hizo el Autorretrato con sombrero (Museo de Zaragoza), que durante mucho tiempo se consideró autorretrato de su cuñado Goya.

Francisco Bayeu se trasladó en abril de 1758 a Madrid, llevando consigo a todos sus hermanos. En la capital iba a continuar su formación como pintor, pero la reducida pensión y la necesidad de mantener a tan amplia familia le obligaban a dedicar muchas horas del día a la realización de pinturas de encargo que se había llevado de Zaragoza, entre ellas la magnífica Inmaculada Concepción (1758) del oratorio del Palacio Arzobispal de Zaragoza, que firma y fecha en Madrid. Esta situación no le permitía asistir a las clases de González Velázquez con regularidad; además, lanzó insultos contra el profesor cuando éste le recriminó su actitud. Por todo ello, la Academia le retiró la pensión el 26 de noviembre de ese año. Poco después, el 17 de diciembre, la Junta de dicha institución, compadeciéndose de la situación en que quedaba el joven y díscolo pintor, y deseando una salida menos humillante para él, admitía la renuncia de Bayeu a la pensión.

Bayeu y sus hermanos retornaron a Zaragoza a finales de 1758. El 26 de agosto de 1759, Francisco Bayeu se casó con Sebastiana Merklein, hija del pintor zaragozano Juan Andrés Merklein, en la iglesia de San Miguel de los Navarros. Esos años en Zaragoza, entre 1759 y 1763, fueron de una gran actividad pictórica para Bayeu, ya que se convirtió en el pintor más activo. Pinta para iglesias, conventos y particulares de la ciudad y de otros lugares de Aragón. De entre esa producción, con unos modos pictóricos muy influidos por Giaquinto y por González Velázquez, hay que destacar la Inmaculada con las alegorías de la Ciencia, la Arquitectura y la Matemática (c. 1759, hoy en la excolegiata de Santa María de Calatayud), pintada para un oratorio del Seminario de Nobles que los jesuitas dirigían en Calatayud; el lienzo de Santo Tomás de Aquino venciendo a los herejes (Museo de Zaragoza) o la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago en Zaragoza (1760, National Gallery de Londres).

La culminación de su etapa artística zaragozana fue las diversas pinturas al fresco y lienzos de altar que realizó entre 1761 y 1762 en la desaparecida iglesia alta del monasterio jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza, destruida en agosto de 1808 por el ejército napoleónico durante el primer sitio que sufrió Zaragoza.

Lamentablemente, esas pinturas desaparecieron con la destrucción del templo; algunas de ellas son conocidas por bocetos conservados, como el de La Santísima Trinidad en la Gloria, para la bóveda sobre el presbiterio (Museo del Prado), o los preparatorios a los cuadros de La adoración de los pastores y La adoración de los Magos (Museo San Pío V de Valencia); se salvó del desastre una Sagrada Familia, que se conserva en la iglesia parroquial de Bello (Teruel), presidiendo un retablo neoclásico de hacia 1820.

En enero de 1763, el nuevo pintor de cámara Antón Rafael Mengs solicitó al secretario de Hacienda, Esquilache, que Francisco Bayeu se trasladara de Zaragoza a Madrid, pues le necesitaba como ayudante para las decoraciones pictóricas del Palacio Real Nuevo.

En mayo ya estaba Bayeu en la capital, acompañado por su esposa, Sebastiana, y por su hermano Ramón, que fue su gran colaborador. El primer encargo oficial que recibió fue pintar al fresco La rendición de Granada (1763-1764) en el techo de la antecámara de la reina madre, Isabel de Farnesio, actual comedor de gala; el boceto está actualmente en el Museo del Louvre. La reconciliación con la Academia de San Fernando se produjo pronto; el 5 de junio, tras una carta en la que el pintor manifestaba sus respetos a la institución, ésta, en junta ordinaria, le nombró académico de mérito en pintura como premio a su “notoria habilidad”. En 1764 pintó La caída de los gigantes, en el techo de la primera antecámara del cuarto de los príncipes del Palacio Real de Madrid, actual comedor de diario, obra que le supuso el total reconocimiento artístico en el ámbito cortesano y su dedicación a la decoración de los reales sitios. Le ayudó su hermano Ramón Bayeu y muy posiblemente también Goya, que debió de aprender por entonces la técnica del fresco. La Academia, como reconocimiento a su valía, nombró a Francisco el 13 de enero de 1765 teniente director de Pintura, lo que le incorporaba activamente a la función docente de la misma. Para entonces, los mil reales de vellón que venía cobrando al mes eran muy poco para mantener a su amplia familia y, tras la pertinente demanda de aumento sustancial de sueldo, Carlos III le concedió, en mayo de 1765, un sueldo de 2000 reales de vellón al mes. En 1766 pintó al fresco San Agustín con la Santísima Trinidad y la Virgen en la Gloria, en la bóveda del presbiterio de la iglesia del real convento de la Encarnación de Madrid.

En febrero de 1767, Bayeu solicitó el nombramiento de pintor de cámara, a la par que se quejaba de las estrecheces económicas que padecía, y lo consiguió del Rey el 10 de abril, tras el informe favorable de Mengs, primer pintor de cámara desde el año anterior. Por entonces hizo el retrato de Mariana de Urriés y Pignatelli, marquesa de Estepa (colección privada, Madrid).

La posición profesional y el reconocimiento social de Bayeu se reafirmaban, pero siguió pidiendo aumento de sueldo, dada la necesidad de mantener a su mujer, dos hermanas, su hermano Ramón y una tía.

En 1768 comenzó a pintar al fresco La apoteosis de Hércules en el Olimpo, en el techo de la sala de conversación del cuarto del príncipe de Asturias, hoy salón de los espejos, del Palacio Real de Madrid, pintura que terminó hacia febrero o marzo del año siguiente.

La brillantez y maestría con que Bayeu hizo esa pintura trajo consigo, sin duda, el aumento de sueldo que le concedió Carlos III el 3 de mayo de 1769, con lo que pasó a cobrar 30.000 reales de vellón al año “en atención a la continua aplicación con que procura adelantarse en la pintura”. En ese año, Francisco y su hermano Ramón se trasladan a pintar al palacio de El Pardo; en el techo de la estancia contigua al comedor pintó a Apolo remunerando a las Artes, y en la bóveda del oratorio del Rey, unos ángeles y serafines.

Por aquellos años ya demostraba Bayeu sus grandes cualidades para enseñar dibujo y pintura en la Academia de San Fernando y también en su propia casa.

Alumnos suyos fueron su hermano Ramón, su futuro cuñado, Francisco de Goya, Manuel Eraso, José Beratón, Diego Gutiérrez, Jacinto Gómez, Mariano Ylla y Manuel de la Cruz, entre otros, que recibieron, en mayor o menor medida, su influjo artístico. A sus discípulos les enseñó a preparar concienzudamente sus obras, tal como él hacía y había aprendido de Mengs y en el ámbito académico, a partir de primeros borrones, boceto o modelo definitivo y abundantes dibujos de figuras y de detalles de las mismas. Su maestría como dibujante era indiscutible.

En 1770, desde comienzos de año hasta finales del verano, Francisco Bayeu pintó los cuatro grandes cuadros al óleo destinados a decorar los cuatro ángulos del claustro del convento de San Pascual Bailón de Aranjuez, fundación real impulsada por el confesor de Carlos III, el franciscano alcantarino padre Joaquín de Eleta; representaban La Encarnación y Anunciación, Nacimiento de Cristo, Ascensión del Señor y Venida del Espíritu Santo, y por desgracia desaparecieron, salvo un fragmento del tercero (Museo del Prado); tres de ellos se conoce por los bocetos preparatorios.

A partir de septiembre pintó La Providencia presidiendo las virtudes y facultades del hombre en el techo de la antecámara del cuarto del infante Don Luis, en el Palacio Real Nuevo. Ese mismo año, tras la muerte de Tiépolo a finales de marzo, el ministro Grimaldi, a sugerencia de Sabatini, eligió a Bayeu y a Maella para decorar la real colegiata de La Granja de San Ildefonso. Entre marzo y diciembre de 1771, Bayeu pintó la cúpula —pinturas destruidas por el incendio de 1918— y las cuatro pechinas con los evangelistas.

En julio de 1773, Francisco y su mujer, Sebastiana, fueron padrinos en la boda de su hermana Josefa Bayeu con el pintor Francisco de Goya, celebrada en la madrileña iglesia de San Martín. El 18 de mayo de 1774, tras bastantes años de casados, Francisco Bayeu y su esposa tuvieron a su única hija, Feliciana Bayeu y Merklein. En esos años siguió pintando, ayudado por Ramón, en el palacio de El Pardo; en el techo del salón de embajadores representó La Monarquía española cortejada de las Artes con los Vicios a los pies (1774). A finales de ese año, Bayeu comenzó a preparar dibujos y bocetos para las primeras bóvedas que iba a pintar en la basílica del Pilar de Zaragoza, adonde se trasladó a comienzos de mayo de 1775, con permiso real, para pintar la letanía Regina Sanctorum Omnium, en la bóveda situada entre la santa capilla y el coreto de la Virgen, y, a continuación, en el lado opuesto, la que representa Regina Angelorum, que terminó a comienzos de marzo de 1776. En ellas, su personal estilo ecléctico y academicista aúna el modelado clasicista de las figuras con un colorido de entonación y sensibilidad rococó.

En el verano de 1776, Francisco Bayeu emprendió, ayudado por su hermano Ramón, una de las mayores empresas decorativas que desarrolló a lo largo de su vida: las pinturas de los muros del claustro de la catedral de Toledo, obra que le ocupó, con discontinuidad, hasta 1787. En los veranos de 1776 y 1777 pintó La predicación de San Eugenio, El martirio de San Eugenio y La revelación de San Dionisio al devoto Hercoldo; el Cabildo toledano le pagó por cada una de las escenas 20.000 reales de vellón. Tras el regreso a Roma de Antón Rafael Mengs en enero de 1777, Bayeu se convirtió en el más importante pintor de la Corte, y en febrero ocupaba la casa en la que había vivido el pintor bohemio en la calle de la Cadena de Madrid, dejando su anterior domicilio en la calle del Reloj.

En 1778, Bayeu no fue a Toledo, sino que el Rey le ordenó pintar la capilla del Palacio Real de Aranjuez.

Entre octubre de ese año y marzo del siguiente hizo las cuatro pinturas de la cúpula de la capilla, y después las de las dos bóvedas sobre el altar mayor y sobre la tribuna, contando para ello con la ayuda de su hermano Ramón. En el verano de 1779 volvió nuevamente a Toledo, donde pintó las escenas de La traslación de los restos de San Eugenio, La caridad de Santa Casilda y El milagro de Santa Casilda.

La decoración de las bóvedas y cúpulas del circuito en torno a la santa capilla del Pilar había quedado sólo iniciada en 1775-1776. Por ello, a comienzos de 1780, el Cabildo cesaraugustano solicitó al rey Carlos III que concediera permiso a Bayeu para que regresase a Zaragoza, en unión de su hermano Ramón y de su cuñado Goya, a fin de completar ese importantísimo conjunto de pintura mural. A primeros de octubre de ese año, los tres estaban ya en la capital aragonesa con sus respectivas familias para acometer tan importante empresa. Francisco era el encargado y supervisor de todo el conjunto, y sus hermano pintaría las cúpulas, ateniéndose a las directrices marcadas por Bayeu. Éste comenzó a pintar a finales de noviembre la letanía Regina Prophetarum en la bóveda junto a la capilla de Santa Ana. Pronto surgieron diferencias con su cuñado Goya, que pintaba la letanía Regina Martyrum en la cúpula delante de la capilla de San Joaquín, pues la estaba pintando a su aire, sin atenerse a la corrección de Bayeu. Por ello, solicitó al Cabildo que le liberara de la supervisión de lo que Goya pintaba. Pero las diferencias no cesaron por ello, lo que desembocó en un distanciamiento y posterior enemistad de Goya con sus cuñados. En febrero de 1781, Francisco Bayeu comenzó la pintura de la letanía Regina Apostolorum en la otra bóveda de plato, junto a la sacristía de la Virgen. La terminó en mayo, y en junio de 1781 los hermanos Bayeu regresaron a Madrid.

En julio de 1781, Francisco recibía del secretario de Estado Floridablanca el encargo real de pintar el gran cuadro del altar mayor de la iglesia de San Francisco el Grande, en el que representó la Visión de San Francisco de Asís en la Porciúncula (1782); el cuadro provocó división de opiniones, pues no gustó a los príncipes de Asturias, Carlos y María Luisa, al decir de Goya, pero al duque de Villahermosa le pareció cosa soberbia.

Nuevamente los Bayeu volvieron a Toledo en el verano de 1783, y en el claustro de la catedral pintaron La muerte de Santa Casilda y San Julián y San Ildefonso iluminados por el Espíritu Santo, cobraron treinta y tres mil reales de vellón por ambas pinturas murales.

A su regreso, Francisco Bayeu se encontró con que, junto a su gran rival Mariano Salvador Maella, había sido elegido director de las pinturas de cartones para una nueva serie de tapices de asuntos jocosos y agradables, destinados a la decoración de habitaciones y antesalas del palacio de El Pardo. Francisco preparó una serie de bocetos, entre ellos La merienda en el campo, El puente del canal de Madrid (1784, Museo del Prado) o El paseo de las Delicias (1785, Museo del Prado), a partir de ellos su hermano Ramón trabajó los correspondientes cartones. Ese mismo año pintó unas láminas de cobre de un oratorio portátil para la infanta María Victoria, y luego las de otros oratorios para el príncipe de Asturias (1785-1786, colección particular, Madrid), para la princesa de Asturias, para el infante Don Gabriel y su esposa (1786), y para la infanta Josefa, piezas de una gran exquisitez.

En el verano de 1786, Bayeu volvió a la pintura mural, representando La Felicidad Pública y La Virtud y el Honor en los techos de dos pequeñas salas de la fachada norte del Palacio Real de Madrid. En el verano de ese año se produjo la reconciliación de Francisco Bayeu con su cuñado Goya, tras el nombramiento de éste como pintor del Rey, gracias a la intervención del primero. Ese año realizó los retratos de Pedro Arascot (Wadsworth Atheneum de Hartford, Connecticut, Estados Unidos), cuando era secretario de la Sumillería de Corps, inspirándose en modelos de Mengs, y hacia 1786-1787, el de su hija Feliciana Bayeu (Museo de Zaragoza).

Las fatigas del constante y duro trabajo sobre el andamio, aguantando las humedades del mortero, las posturas forzadas y los componentes tóxicos de algunas materias pictóricas deterioraron la salud de Bayeu en 1787, pero siguió dibujando y pintando sin descanso. En el verano de ese año volvió a la catedral de Toledo, en cuyo claustro pintó La limosna de San Eladio, con la que concluía el ciclo más importante de pintura de historia en el ámbito del academicismo español del siglo xviii.

Al año siguiente pintó una Piedad para la catedral de Sevilla, y en la Casita del Príncipe de El Pardo, La feliz unión de España y Parma impulsa las Ciencias y las Artes (1788) en el techo del comedor. El 7 de julio de 1788, Carlos III nombraba a Francisco Bayeu director de Pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, tras la preceptiva votación de los académicos, que se manifestaron mayoritariamente a su favor (veinte votos) frente a su rival Maella (seis votos) y a Goya (ninguno). Ello reforzaba su posición preeminente en el panorama pictórico español de la época, y le animó, sin duda, a solicitar del nuevo monarca, Carlos IV, su nombramiento de primer pintor de cámara, plaza vacante desde la marcha de Mengs en 1779. Pero el Rey le denegó ese honor “por ahora”, aunque en 1790 le subiría el sueldo anual 20.000 reales, con lo que pasó a cobrar 50.000 reales de vellón. A finales de 1788, Bayeu pintó, por encargo de los duques de Villahermosa, el lienzo La adoración o exaltación del Corazón de Jesús, para un retablo del transepto de la iglesia de Pedrola (Zaragoza) y, al año siguiente, el de La Asunción de la Virgen (1790), destinado al altar mayor de la misma iglesia.

En 1790 pintó tres grandes cuadros de altar, que reflejan su alta calidad como pintor de grandes composiciones: la Asunción de la Virgen, para el retablo mayor de la iglesia parroquial de Valdemoro (Madrid); La aparición de la Virgen a San Julián, hoy, la iglesia de Santiago de Madrid, y San Pedro y el tullido, para el retablo de la capilla del santo en la catedral de Toledo.

También hizo ese año el excelente retrato de Manuel Godoy (Museo de la historia de Madrid), y en 1791 el de Carlos IV, que posee la Real Academia de San Fernando.

En 1791, Francisco y Ramón Bayeu volvieron al palacio de Aranjuez para decorar al fresco el oratorio del Rey, lo que les tuvo ocupados hasta el final de la primavera del año siguiente. En 1792, Francisco Bayeu, invitado por los reyes, pasó el verano descansando y reponiendo su quebrantada salud, debido al saturnismo o entripada (intoxicación por plomo), en el real sitio de La Granja de San Ildefonso. A su regreso pintó el Cristo crucificado para el oratorio del Rey del Palacio Real de Madrid (1792, hoy depositado en el Hospital Real de Granada). En esa época hay que datar el magnífico Autorretrato en actitud de pintar, que hoy posee la Real Academia de San Fernando.

La muerte de Ramón en marzo de 1793, cuando se encontraba en Aranjuez, afectó mucho anímicamente a Francisco, pues, además de su querido hermano, era su gran colaborador. Poca actividad pictórica tuvo ese año, mientras su salud se deterioraba cada vez más.

En enero de 1794 comenzó a pintar su último gran fresco, Las Órdenes de la Monarquía Española, en el techo del dormitorio del Rey (hoy salón de tapices) en el Palacio Real de Madrid. El trabajo le agotaba, y el 14 de julio solicitó licencia de cuatro meses para ir a descansar a Zaragoza, que Carlos IV le concedió en vista de su estado físico. Goya escribió a Martín Zapater para que le visitara y le ayudase a divertirse durante la estancia estival en la capital aragonesa. No llegó a estar los cuatro meses concedidos, pues a primeros de septiembre ya estaba Bayeu de nuevo en Madrid, obsesionado con el servicio real.

En los primeros meses de 1795, Bayeu preparó el primer borrón para la decoración de uno de los techos del cuarto del Rey, en el que iba a pintar Los más insignes varones españoles en Artes y Letras, empresa que no pudo acometer debido a su enfermedad y posterior fallecimiento. En marzo el pintor estaba postrado en cama, debido al saturnismo recurrente, con grandes dolores de vientre, y el 22 de ese mes dictaba su testamento ante el notario madrileño Antonio Ochaita. Unos días después, el 30 de marzo, tuvo el tercer ataque al pecho y llegaron a administrarle los santos sacramentos, dada la gravedad de su estado. El 25 de mayo, en carta a Martín Zapater, Francisco Bayeu se quejaba amargamente de que estaba “lidiando con la muerte y con 9 médicos contra mí”, que, según le escribía, no le suministraban más que venenos.

El 2 de junio de 1795, la Junta general de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, tras votación en la que obtuvo treinta y siete votos, frente a los once de Maella, propuso a Francisco Bayeu para el puesto de director general de la institución; Carlos IV procedió a nombrarle el 17 de junio. Bayeu no pudo incorporarse al cargo, pues murió en Madrid en la madrugada del 4 de agosto de 1795. Fue enterrado en la parroquia de San Juan al día siguiente, con gran desconsuelo de su viuda, Sebastiana Merklein, y de su única hija, Feliciana, que poco antes se había desposado con Pedro Ibáñez, oficial tercero de la Contaduría General de Correos.

 

Obras de ~: La tiranía de Gerión, Museo de la Academia de San Fernando, 1757; Autorretrato con sombrero, Museo de Zaragoza, 1758; Inmaculada Concepción, oratorio del Palacio Arzobispal de Zaragoza, 1758; Inmaculada con las alegorías de la Ciencia, la Arquitectura y la Matemática (hoy en la excolegiata de Santa María de Calatayud), c. 1759; Santo Tomás de Aquino venciendo a los herejes, Museo de Zaragoza; Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago en Zaragoza, London, National Gallery, 1760; La Santísima Trinidad en la Gloria, boceto del Museo del Prado, 1761-1762; La adoración de los pastores y La adoración de los Magos, Valencia, Museo San Pío V, 1761-1762; se Sagrada Familia, iglesia parroquial de Bello (Teruel), 1761-1762; La rendición de Granada, Palacio Real de Madrid, 1763-1764; La caída de los gigantes, Palacio Real de Madrid, 1764; Estaciones del Via Crucis, convento dominico de San Ildefonso (hoy en el Museo de Zaragoza), c. 1765; San Agustín con la Santísima Trinidad y la Virgen en la Gloria, iglesia de la Encarnación de Madrid, 1766; Mariana de Urriés y Pignatelli, marquesa de Estepa (col. privada, Madrid), 1767; La apoteosis de Hércules en el Olimpo, Palacio Real de Madrid, 1768; Apolo remunerando a las Artes, Palacio de el Pardo, 1768; La Encarnación y Anunciación, Nacimiento de Cristo, Ascensión del Señor y Venida del Espiritu Santo, convento de San Pascual Bailón de Aranjuez, 1770 (desapar.); La Providencia presidiendo las virtudes y facultades del hombre, Palacio Real de Madrid, 1770; Cúpula y pechinas, colegiata de La Granja de San Ildefonso, 1771 (desapar.); La Monarquía española cortejada de las Artes con los Vicios a los pies, palacio de El Pardo, 1774; Regina Sanctorum Omnium y Regina Angelorum, basílica del Pilar de Zaragoza, 1775; La predicación de San Eugenio, El martirio de San Eugenio y La revelación de San Dionisio al devoto Hercoldo, claustro de la catedral de Toledo, 1776-1777; La traslación de los restos de San Eugenio, La caridad de Santa Casilda y El milagro de Santa Casilda, claustro de la catedral de Toledo, 1779; Visión de San Francisco de Asís en la Porciúncula, basílica de San Francisco el Grande de Madrid, 1782; La Felicidad Pública y La Virtud y el Honor, Palacio Real de Madrid, 1786; Pedro Arascot, Wadsworth Atheneum Hartford, Connecticut, Estados Unidos, 1786; Feliciana Bayeu, Museo de Zaragoza, 1786-1787; Piedad, catedral de Sevilla, 1788; La feliz unión de España y Parma impulsa las Ciencias y las Artes, Casita del Príncipe de El Pardo, 1788; Manuel Godoy, Museo de la Historia de Madrid, 1790; Carlos IV, Real Academia de San Fernando, 1791; Cristo crucificado, Hospital Real de Granada, 1792; Las órdenes de la Monarquía española, Palacio Real de Madrid, 1794; Los más insignes varones españoles en Artes y Letras, Palacio Real de Madrid, 1795.

 

Bibl.: J. A. Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, t. I, Madrid, Imprenta Viuda de Ibarra, 1800, págs. 98-104; V. de Sambricio, Francisco Bayeu, Madrid, Instituto Diego Velázquez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1955; A. Ansón Navarro, “Aportaciones documentales y puntualizaciones sobre la familia Bayeu en Zaragoza”, en Seminario de Arte Aragonés, XXXVII (1983), págs. 235-259; J. L. Morales y Marín, Francisco Bayeu. Vida y obra, Zaragoza, Moncayo, 1995; A. Ansón Navarro (com.) et al., Francisco Bayeu, 1734-1759, catálogo de la exposición, Zaragoza, Centro de Exposiciones y Congresos, Museo e Instituto de Humanidades Camón Aznar, 1996.

 

Arturo Ansón Navarro

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