Arteche Aramburu, José. Azpeitia (Guipúzcoa), 12.III.1906 – San Sebastián (Guipúzcoa), 22.IX.1971. Escritor y periodista.
Hijo de familia carlista que regentaba la prestigiosa Fonda de Arteche de Azpeitia, conoció en ella de niño a personajes como Antoine d’Abbadie (mecenas de las letras vascas), doña Isabel (hermana de Alfonso XII) o Benito Pérez Galdós, de donde surgió su temprana afición a la lectura y escritura. Hablante de euskera desde la cuna, estudió en el colegio de monjas francesas de Azpeitia Notre Dame y luego en los hermanos Maristas, donde estrechó amistad de por vida con el versolari, periodista y escritor guipuzcoano Inazio Eizmendi Manterola, Basarri. Debido a problemas familiares se vio obligado a abandonar los estudios y comenzó a trabajar como empleado de entidades bancarias. Vascófilo desde su juventud, estableció enseguida lazos de amistad con José de Ariztimuño, Aitzol, sacerdote comprometido con el renacimiento de las letras vascas y fusilado por los sublevados en 1936, así como con el abogado José María Benegas Echeverría, militante del Partido Nacionalista Vasco (PNV) que tendría que exiliarse en Venezuela a causa de la guerra civil; a ambos dedicó sendas y emotivas semblanzas en su libro De Berceo a Carlos Santamaría (1968). Pese a militar en el PNV desde antes del comienzo del conflicto, terminó haciendo la guerra en el bando nacional como suboficial en el Tercio de Oriamendi, de donde pasó al Ejército como sargento de complemento de Ingenieros. Fue seguramente su acendrado catolicismo, unido a algunas circunstancias familiares (su esposa esperaba el cuarto hijo), causa determinante a la hora de rechazar su alistamiento con el nacionalismo vasco y los defensores de la República. Desde 1931 estaba casado con María Gorostegui, de quien nacieron sus ocho hijos; a ella dedicó el libro Canto a Marichu (1970).
Al terminar la guerra se instaló en 1939 en Zarauz, que le pareció entonces un pueblo “vacío, triste y mudo, en donde los mismos vencedores se sentían exasperados en su soledad”; pasó allí unos años contemplando la transformación que la localidad sufría cada verano con la llegada masiva de veraneantes para volver luego a la tranquilidad invernal, a la que él dedicó la parte más personal de su obra. Al recibir el ofrecimiento de trabajo como archivero de la Diputación de Guipúzcoa, se instaló en San Sebastián en 1949. Su condición de archivero y bibliotecario de una institución excepcionalmente dotada de fondos bibliográficos donde, por añadidura, se publicaba el importante Anuario de Filología Vasca “Julio de Urquijo”, le permitía tener gran contacto con el mundo humanístico en general y encauzar con gran protagonismo la actividad cultural de su época. La vida donostiarra se movía entonces entre la rutina invernal y la transformación estival con la llegada de personalidades de gran relieve. Arteche convocaba tertulias en la Diputación de Guipúzcoa en las que a lo largo del año se reunían con asiduidad Jorge Oteiza, Carlos Santamaría, José María Busca Isusi, José María Benegas Echeverría, Manuel Agud, Manuel Lekuona, Ignacio María Barriola, así como José Ortega y Gasset, Antonio Tovar, Gregorio Marañón o Luis Michelena / Koldo Michelena cuando estaban de veraneo, de paso o de vacaciones en San Sebastián. Trataban de recomponer, en ellas, lo que la guerra había desbaratado.
José de Arteche pertenece a esa generación intermedia entre la del 98 y la del 27, tan significativas y plenas ambas; tampoco encaja con rigor en la generación del 14, lo que probablemente explique la falta de perfil y de personalidad propia en su visión de conjunto. Es la generación de intelectuales como Rafael Lapesa, José Antonio Maravall, Julián Marías, Enrique Tierno Galván, Pedro Laín, Antonio Tovar, Luis Michelena / Koldo Mitxelena, José Luis Aranguren, Francisco Ayala, marcada en su juventud por la guerra civil y caracterizada por la ausencia de control sobre su proyecto biográfico en una etapa crucial de sus vidas. En un clima cultural falto de Universidad pública, fue escritor prolífico de libros y publicaciones periódicas. Colaboró desde muy joven en publicaciones periódicas a través de las cuales se puede seguir su trayectoria de hombre intelectualmente inquieto e interesado por manifestaciones culturales de todo orden. Escribió más de dos mil artículos en castellano, en ABC, El Correo, El Faro de Ceuta, El Telegrama del Rif, Informaciones o La Gaceta del Norte, entre otros, y unos doscientos en euskera, en Argia, El Día y Yakintza antes de la guerra, y después en Zeruko Argia, Aránzazu y Hoja del lunes, sobre todo. Muchas de sus páginas describen de manera emotiva las gentes sencillas del solar guipuzcoano, tan queridas para él y tan representativas de su obra. Autodidacta, cultivó en prosa el género biográfico de muy diferente tipo, desde el más cercano al ensayo, como es el caso de Saint-Cyran (1958) y el jansenismo, portadora del indicativo subtítulo De caracterología vasca, a otros que constituyen más bien biografías noveladas con firme base histórica. De tal carácter son las dedicadas a Elcano (1941), San Ignacio de Loyola (1941), Urdaneta (1943), Legazpi (1947), San Francisco Javier (1951) o Lope de Aguirre, traidor (1951), que contaron en su mayoría con dos o más ediciones. Al hilo de las revisiones, el escritor fue corrigiendo su estilo, reconsiderando sus juicios y añadiendo notas llenas de sabiduría renovada, sin por ello renunciar a explicar al lector los claroscuros de sus biografiados; es justamente este margen, creador y recreador de imágenes allí donde las noticias históricas no han alcanzado a dejar testimonios suficientes, lo que confiere calidad literaria a su obra.
Por otro lado, Arteche se mostró deudor temprano de la obra freudiana y sus derivaciones como posibilidad para buscar vías de análisis en el propio interior del hombre, todo lo cual queda incorporado ampliamente a su obra; debía estar latiendo al fondo el modelo de Marañón, de cuyo trato personal por su veraneo en San Sebastián hay constancia, sin olvidar la existencia en la ciudad del escritor y psiquiatra Luis Martín Santos, que publicaba entonces trabajos sobre el psicoanálisis freudiano, al tiempo que defendía su tesis doctoral Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental, dirigida por Pedro Laín en 1953, ahondando en la búsqueda de las raíces filosóficas de la psicopatología; era uno de los personajes que frecuentaba la Diputación en tiempo de Arteche. En los años 50, en época de furor de las nuevas corrientes de la psicología, Luis Martín Santos ejercía en San Sebastián un liderazgo intelectual de primer orden junto a Julio Caro Baroja, Luis Michelena / Koldo Mitxelena, Jorge Oteiza y otras figuras del país. La amplia cultura humanística que José de Arteche desarrolló a lo largo de su vida, inseparable al mismo tiempo de su parentesco con el destacado guipuzcoano J. Ignacio Tellechea Idígoras y unido a un sentido de responsabilidad en la formación de la juventud, le llevó en su madurez a guiar a las generaciones jóvenes mediante charlas, encuentros o conferencias, además de artículos de prensa, especialmente a quienes mostraban afanes investigadores. Autor de emisiones radiofónicas en euskera dirigidas al mundo rural, su renombre internacional en temas y personajes vascos le condujo a aconsejar también a vascófilos extranjeros que acudían a él en busca de ayuda. En 1967 recibió el premio República Argentina en reconocimiento a su labor de difusión entre los vascos emigrados.
La peripecia vital de Arteche marcó fuertemente su trayectoria. Su elección le valió la condición de traidor, pues una de las consecuencias de la guerra fue el enfrentamiento civil entre los vascos y, aunque en vida gozó de gran prestigio como escritor y como intelectual activamente presente en la actividad vasca guipuzcoana, sirvió al mismo tiempo de acicate para poner por escrito su amarga experiencia. Del deseo firme de evitar toda confrontación y buscar la tolerancia o, mejor aún, la concordia fraternal, nacieron sus obras autobiográficas El abrazo de los muertos (1970) y Un vasco en la posguerra. Diario 1939-1971 (1975). Ambos libros, escritos durante la guerra en forma de diarios que narran sus experiencias como combatiente de primera línea en los frentes de Vizcaya, Aragón y Valencia, constituyen el exponente máximo de su condición de hombre de paz.
La asunción de un estilo propio se recoge de forma reiterada y recurrente a lo largo de su obra, en la que, como escritor, reitera el ideal de esfuerzo que no se transparenta; enlaza, así, con la naturalidad trabajosamente buscada por escritores como Feijoo. Escribe en Mi Guipúzcoa: “Me gusta el estilo de Landazuri porque, sobre todo, no permite al esfuerzo transparentarse”. Arteche fue un gran escritor vasco en lengua castellana, que, además, escribió numerosos artículos en euskera y hasta un libro (Gizonak) de cuya existencia tenemos noticia, si bien no ha llegado íntegro hasta nosotros. La mayoría de los escritos de Arteche en lengua vasca son anteriores a la existencia del euskera batúa, la norma común válida para todos los hablantes, y se había forjado principalmente en la oralidad.
José de Arteche representa la superación de todas las diferencias en aras de la fraternidad humana; para este fin encontró la mejor expresión testimonial en la religiosidad católica como marco conceptual de armonía y de concordia. Hay en todo ello rasgos de anclaje en el pasado, pero también de modernidad al mismo tiempo, entre los cuales ocupa lugar preeminente la negación absoluta de la violencia, asumida como negación personal al ejercicio de cualquier violencia. Alejado del sentimiento trágico, existencial, de Unamuno, su vida fue una forma de compromiso intelectual a través de la escritura.
Obras de ~: con L. Mª. de Lojendio, Una inquietud y cuatro preguntas: unas notas dedicadas a la juventud vasca, San Sebastián, Avasc, 1934; San Ignacio de Loyola, Barcelona, Herder, 1941 (2.ª ed. corregida y aumentada, Bilbao, El Mensajero, 1947; incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Elcano, Madrid, Espasa-Calpe, 1942 (2.ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Espasa-Calpe, 1969; 3.ª edición, Madrid, Espasa-Calpe, 1972; incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Urdaneta: el conquistador de los espacios del Océano Pacífico, Madrid, Espasa-Calpe, 1943 (2.ª ed. corregida y aumentada, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1968; incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Legazpi: Historia de la conquista de Filipinas, Madrid, Espasa-Calpe, 1943 (2.ª ed. corregida y aumentada, epílogo de J. I. Tellechea, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1972; incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Mi Guipúzcoa. Evocaciones y lecturas, Zarauz, Icharopena, 1946; Caminando, Zarauz, Icharopena, 1947; Mi viaje diario, Zarauz, Icharopena, 1950; San Francisco Javier, Zaragoza, Hechos y dichos, 1951; Lope de Aguirre, traidor. (La tragedia del fuerte caudillo de los invencibles marañones), San Sebastián, Biblioteca Bascongada de los Amigos del País, 1951; Saint-Cyran (De caracterología vasca), San Sebastián, Auñamendi, 1952 (San Sebastián, Auñamendi, 1972); La paz de mi lámpara, Zarauz, Icharopena, 1953; Vida de Jesús, Zarauz, Icharopena, 1953 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Portar bien…!, Zarauz, Icharopena, 1957 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Camino y horizonte, Pamplona, Gómez, 1960; Cuatro relatos. (La crónica del cura Areyzaga, Confidencias en Lastaola, Un secreto entre dos enemigos, Viático en el palacio Real), Pamplona, Gómez, 1960 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Lavigerie (El Cardenal de Africa), Zarauz, Icharopena, 1963; Siluetas y recuerdos, Pamplona, Gómez, 1963; Rectificaciones y añadidos, Publicaciones Vardulia, Bilbao, La Editorial Vizcaína, 1965; Discusión en Bidartea, Zarauz, Icharopena, 1967; De Berceo a Carlos Santamaría, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1968; El gran asombro, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de ediciones y Publicaciones, 1970 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); El abrazo de los muertos, Zarauz, Icharopena, 1970 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Canto a Marichu, San Sebastián, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1970 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); Un vasco en la postguerra: Diario 1939-1971, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1977 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); “Diario 1935-1936”, en A. Villanueva Edo, José de Arteche Aramburu: vida y obra de un vasco universal, Donostia-San Sebatián, Fundación Social y Cultural Kutxa, 1996 (incl. en José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006); J. M. Urquia Echave (coord.), José de Arteche, un hombre de paz, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2006 [incluye Diario 1935-1936, El abrazo de los muertos, Un vasco en la postguerra, San Ignacio de Loyola, Elcano, Urdaneta, Legazpi, La crónica del cura Areyzaga, La paz de mi lámpara (páginas escogidas), Canto a Marichu, El gran asombro (páginas escogidas) y artículos en euskera, acompañado de presentaciones, bibliografía y epílogos de autores varios; la planificación de esta contó con el impulso decisivo de José María Benegas Haddad, Txiki Benegas, hijo de José María Benegas Echeverría].
Bibl.: F. Arocena, “In memoria. José de Arteche”, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, XXVII-1 (1971), págs. 82-97; VV.AA., Canto a Joxe. José de Arteche. In memoriam, J. I. Tellechea Idígoras (comp.), San Sebastián, Grupo Dr. Camino de Historia Donostiarra de la Real Sociedad Vascongada de los Amigo del País (CSIC) - Obra Cultural de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1972 [recopilación de artículos]; J. M. Azaola, “Vida y obra de José de Arteche. El abrazo de los muertos y El primer diario de José de Arteche”, en Pérgola, [suplemento cultural del periódico municipal Bilbao], abril y agosto de 1977, y abril de 1988; J. I. Alberdi Egaña, “José de Arteche”, en El Diario Vasco, 30 de julio de 1996; A.Villanueva Edo, José de Arteche Aramburu: vida y obra de un vasco universal, San Sebastián, Publicaciones del Instituto Dr. Camino de Historia Donostiarra - Obra Social de Caja Gipuzkoa San Sebastián, Fundación Social y Cultural Kutxa, 1996; E. Múgica Enecotegui, “En torno a José de Arteche (1906-1971): Tauromaquia y noventa y ocho vascongados”, discurso pronunciado con motivo del Acto de Ingreso en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, en Boletín de la RSBAP, suplemento 7-B (1999); M. T. Echenique Elizondo, “La prosa de José de Arteche: rasgos evolutivos”, discurso pronunciado con motivo del Acto de Ingreso en la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Boletín de la RSBAP, suplemento 15-G (2001); J. C. Mainer, “Reseña de José de Arteche, un vasco en la posguerra (1906-1971)”, en Revista de libros, 126 (2007), págs. 7-8
María Teresa Echenique Elizondo