Luján, Gabriel de. Madrid, 1530 – c. 1600. Maestre de campo, gobernador y capitán general de la isla de Cuba.
Desde joven se inició en la carrera militar, y pronto estuvo en Flandes, como capitán de los Tercios españoles; después en Italia. Con estos méritos fue designado por el Rey gobernador general de la isla de Cuba y, por primera vez, en la fórmula de nombramiento se agregó: “y Capitán general de la misma”. Llegado a La Habana en los últimos días de mayo de 1581, su primera providencia fue residenciar y apresar al gobernador interino, Gaspar de Torres. Confirmó como delegado suyo en los gobiernos de Santiago y de Bayamo (las siguientes ciudades en importancia de la isla, situadas en el extremo oriental) al licenciado Santiesteban, proveyéndole de armamento y pólvora.
Disciplinó por completo a la guarnición de La Habana.
Hizo gestiones en Veracruz y consiguió una remesa de dinero con la que pagó todos sus atrasos, castigó a algunos delincuentes y obligó a todos los soldados a pernoctar en el castillo de la Fuerza. Al saber en 1582 que España estaba en guerra con Holanda, organizó Luján dos compañías de refuerzo, una de vecinos armados, la otra, de “pardos y morenos”. Terminó, las largas obras del castillo de la Fuerza, del que en Madrid se designó un castellano. En julio de 1582 llegaron a La Habana dos navíos con reemplazos de la guarnición mandados por el castellano designado, Diego Fernández de Quiñones, hijo de los condes de Luna. Quiñones, madrileño como Luján, pretendió para sí toda la jurisdicción militar, con lo que empezó un largo conflicto de competencias con el gobernador y capitán general.
Procuró Luján mantener al pueblo en orden, haciéndose respetar por su justicia y ecuanimidad. Contuvo a Quiñones cuanto pudo, ordenó a los oficiales reales dar las cuentas en tiempo y orden, pues hasta en eso había relajamiento. Llegado de paso a La Habana el hijo del virrey de Perú, con el almirante de la flota, cometió un grave exceso (entró de noche en la alcoba de una dama casada, y hubo escándalo público) y Luján lo encarceló; de nada sirvió un conato de rebelión del almirante y los marinos. Luján se mantuvo firme.
Pero Quiñones (que dejó escapar de la cárcel al contador Arana, detenido como compinche de la corrupción del anterior gobernador interino), los oficiales reales y cuantas autoridades secundarias eran increpadas por su mal hacer, promovieron ante la Audiencia de Santo Domingo un procedimiento de quejas y calumnias contra Luján. Ante las graves acusaciones, magnificadas por el mismo Arana en Santo Domingo, la Audiencia no tuvo más remedio que enviar a residenciar a Luján a García Hernández de Torquemada, quien destituyó a Luján, encarcelándolo estando en cama enfermo, y quedó como gobernador en lo civil en 1583, dando osadamente la gobernación militar a Diego Fernández Quiñones.
Luján se defendió como pudo ante el acoso local y con memoriales al Rey (“He sido malamente tratado en ni honra y hacienda con falsas relaciones que de mí a hecho a V. M. y a la Real Audiencia de Santo Domingo el alcaide Diego Fernández de Quiñones [...] S. M. provea el remedio y en Bayamo lo estaré aguardando”).
Efectivamente, como tenía adeptos por sus antecedentes de honradez y justicia, se le facilitó la huida y se refugió en Bayamo, la tercera ciudad de Cuba, adonde no se atrevieron a ir a por él. Además, fue repuesto, por segunda vez, en el cargo de gobernador y capitán general, por no haber hallado en el Consejo de Indias ninguna acusación fundada, reforzándole, además, en sus facultades civiles, judiciales y militares.
Y en Bayamo estaba Luján cuando, al mismo tiempo que recibió el despacho oficial con su restitución en el mando, llegaron noticias de que el pirata Drake, con una gran escuadra, acababa de saquear Santo Domingo y se dirigía a La Habana con el mismo objetivo.
Reunió Luján cuanta gente armada pudo, llegó a la capital con ella el 21 de abril de 1586, día en que los anales consideran que Luján asumió, por segunda vez, el mando total de Cuba, recibiendo, ante el peligro, un acto de sumisión y reconciliación de Quiñones, y con doscientos mosqueteros más que le llegaron de Veracruz se situó en estado de máxima defensa ante la llegada de Drake. Éste apareció ante La Habana el 29 de mayo con dieciséis navíos grandes y catorce lanchas. Con sus catalejos, Drake y sus oficiales apreciaron las defensas de Artillería y las patrullas militares, y sopesando pros y contras, se contentó con hacer algunos disparos y se retiró unos días después.
Se supo enseguida que en Matanzas, a la sazón desierta, desembarcó para hacer aguada y leña.
Los barcos de La Habana le persiguieron y le arrebataron una lancha. Poco después apresó un barco corsario de franceses, que evitaron la horca al demostrar que acababan de cruzar el Atlántico y no habían cometido ningún delito.
Murió el turbulento Quiñones en el castillo de la Fuerza y creó tantos problemas muerto como en vida, pues por testamento designó sucesor suyo a un mercader a quien debía dinero, lo que apoyaron los capitanes Diego de Anla y José Treminos.
Cesó Luján definitivamente el 31 de marzo de 1589. Sobre él escribió Pezuela (Historia [...]: 305): “Fue Luján el primer gobernador de la isla que salió completamente indemne del juicio residencial, recompensándosele por sus largos servicios y en desagravio de las mortificaciones que le podrían haber sido excusadas, con el ascenso a Maestre de Campo y a un empleo sedentario en Madrid, que era su pueblo natal”.
Se ignora cuál fuera este empleo y la fecha de fallecimiento de Luján.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Santo Domingo, leg. 99, n.º 140, Relazion de lo subcedido en la ciudad de Santiago y villa de Bayamo después que en ella se tuvo la nueua del saco de la ciudad de Santo Domingo en la Española (C. García del Pino y A. Melis Cappa, Documentos para la historia colonial de Cuba [...], La Habana, Ediciones de Ciencias Sociales, 1988, doc. IX).
A. de Alcedo, Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales ó América [...], vol. I, Madrid, Benito Cano, 1786, pág. 702; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vols. I y III, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, págs. 175-176 [de la Introducción] y pág. 531, respect.; Historia de la Isla de Cuba, vol. I, Madrid, 1863, págs. 281-306; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Librería de N. Ponce de León, 1878, pág. 383; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. XVI, Madrid, Espasa Calpe, 1913, pág. 829; E. S. Santovenia, Historia de Cuba, vol. II, La Habana, Editorial Trópico, 1943, págs. 30- 31, 34, 50, 70-71, 136, 141-142 y 153; VV. AA., Historia de la Nación Cubana, vol. I, La Habana, Editora Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 97, 100, 170-171, 337, 339 y 341; F. Portuondo, Historia de Cuba: 1492-1898, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1965, pág. 137; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba [...], Madrid, Las Américas Publishing Company, 1969, págs. 39-40; R. Guerra, Manual de historia de Cuba [...], La Habana, Editora de Ciencias Sociales, 1971, págs. 64 y 83; N. Silverio-Sáinz, Cuba y la Casa de Austria, Miami, Editorial Universal, 1971, págs. 177-178, 180, 184, 190-192, 199-200, 205, 212-213 y 219; VV. AA., La Enciclopedia de Cuba, vol. IV, Historia, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, págs. 118 y 124.
Fernando Rodríguez de la Torre