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Victoriano de la Serna y Gil

Biografía

Serna y Gil, Victoriano de la. Sepúlveda (Segovia), 1.IX.1908 – Almodóvar del Campo (Ciudad Real), 22.V.1981. Torero.

Hermano de los novilleros Ramón y Rafael, padre del matador de toros Victoriano de la Serna Ernst y del novillero y luego banderillero José Ignacio, fruto de su matrimonio con Virginia Ernst Fernández de Martini, y abuelo del efímero matador de toros Víctor Zabala de la Serna y del novillero y periodista José Ignacio de la Serna.

Cursó de manera muy breve la carrera militar y terminó los estudios de Medicina (en 1933 obtuvo la licenciatura en la Universidad de Valladolid), los últimos cursos al tiempo que ya se dedicaba de lleno al toreo. Como torero se dio a conocer en 1930, aunque fue al año siguiente cuando se presentó en algunas plazas importantes, como Valladolid, Salamanca, Zaragoza, Sevilla y Madrid. En este coso hizo su presentación el 27 de agosto, alternando con Juan Martín- Caro Cases Chiquito de la Audiencia y Alfredo Corrochano, en la lidia de reses portuguesas de Pinto Barreiros. Ya en ese momento, su manera de torear con el capote causó verdadero “estupor”, por repetir la palabra que emplea José María de Cossío. Según Don Ventura, “todos decían, incluso los mismos toreros, que nadie había toreado como él toreaba; prolongaba los lances de un modo singular, con una suavidad y una finura sin precedentes”. Y añade Cossío: “[Toreaba con el capote] con las manos muy bajas, y con una lentitud y elegancia incopiables. Alborozadamente se le recibe como a un revolucionario del estilo de torear, pues sus virtudes con la muleta son parejas de las de su estilo con el capote”.

Finalizó aquella excelente temporada de 1931, en la que, no obstante, sólo toreó dieciséis novilladas, tomando la alternativa en Madrid el 29 de octubre.

Félix Rodríguez y Pepe Bienvenida ejercieron como padrino y testigo, respectivamente, de la ceremonia.

El toro del doctorado se llamó Lince —aunque en otras biografías de De la Serna se haya mencionado que su nombre era Rompedor— estaba marcado con el número 27 y pertenecía a la vacada de la Viuda de Aleas. En su segundo toro, sobrero de Pacomio Marín, Victoriano escuchó dos avisos. Esta corrida estuvo anunciada para el día 23 (incluso llegó a hacerse el sorteo matinal de los toros), pero fue suspendida, realizándose un nuevo sorteo el día 29. Quizá en ese cambio de fecha y en la repetición del sorteo se encuentre el origen de la alteración del nombre del toro del doctorado.

Comenzó Victoriano de la Serna la temporada de 1932 con una gran expectación. Según dejó escrito Uno al Sesgo en el Anuario de aquel año, en testimonio recogido por Cossío, “tales cosas ha hecho, y tanto se han comentado, que es muy difícil encontrar un caso de diestro alguno, incluyendo al Espartero, [Juan] Belmonte y el propio [Domingo] Ortega, que mayor expectación y mayor curiosidad haya despertado”.

Ese año contrató treinta y cuatro corridas, pero sólo toreó la mitad debido a la grave cornada que un toro de Coquilla le infirió el 7 de agosto en San Sebastián.

No hizo mella en su ánimo el percance, porque las dos temporadas siguientes, las de 1933 y 1934, fueron brillantísimas, ganando justa fama de torero genial y revolucionario, y sumando en cada campaña cincuenta y tres corridas. Bajó el número de actuaciones en 1935, y durante los años de la Guerra Civil toreó en varios países americanos.

Se retiró en 1940, y aunque regresó a los ruedos en 1943, al año siguiente dijo adiós a los ruedos de manera definitiva, porque “comprendió que había pasado su época”, según Don Ventura. Su última gran faena en Madrid tuvo lugar el 11 de junio de 1944, alternando con Manolo Escudero y Rafael Albaicín.

En ese festejo, cortó una oreja a su segundo toro y se “retiró a la enfermería con síntomas de cansancio”, puntualiza Sotomayor.

Sobre su significación en la historia del toreo, Cossío señala: “Victoriano de la Serna ha sido un torero excepcional, por la autenticidad y valía de su estilo, y un lidiador enterado e inteligente. Su carácter, originalísimo, parece que imprimió su huella al carácter de su toreo, y a las actuaciones desconcertantes, bien por su valor y su arte, bien por su dejadez y abandono, componen una personalidad que, no siendo rara en el toreo, no creo que se ha dado nunca con extremos más singulares. Todas las tendencias de estilo estimadas por los aficionados de su época las llevó a extremos de increíble perfección en la práctica. Cuantos elogios se hagan de sus faenas afortunadas no son excesivos.

Sus caídas eran, sin duda, ruidosas; p ero las daba carácter singular la indiferencia del diestro ante ellas. Su procedencia distinguida, sus estudios, su inteligencia y cortesía, junto a su carácter entero y un tanto arbitrario, eran complemento de su personalidad torera, única e inconfundible”.

De él escribieron con enorme penetración sobre su significado como genial artista del toreo José Alameda (seudónimo de Carlos Fernández Valdemoro, en el libro Los heterodoxos del toreo) y Néstor Luján (en su Historia de toreo). Este último autor dejó escrito: “Victoriano de la Serna no sólo se dedicó a esculpir verónicas, como Gitanillo de Triana. La Serna fue un extraordinario muletero, un creador de pases nuevos y bellísimos, que daba cuando se le antojaba. Así imaginó lo que hoy se ha transformado en manoletina, y el pase de la bandera y otros cien cambios y pases que no se podían volver a repetir. [...] La Serna ha sido un caso aparte: su inmovilidad, su hieratismo, su elegancia, es precursora del toreo de Manolete. Su indiferencia olímpica, su rebuscamiento estatuario, una extraña insolencia, y aquella sublimación suya del estilismo, produjeron un toreo enervado que tiene su valor en la morbidez misma, en el abandono total de la atención en el toro para concentrarse en la belleza del pase. [...] Como personaje, es en la historia del toreo un ser extravagante y pintoresco. Como estilista de la elegancia, fue una de las cumbres del toreo posbelmontino y una de las personalidades más curiosas de la historia de los toros”.

En una entrevista con Vicente Zabala (de quien era suegro, por otra parte), decía La Serna: “Me decidí a afrontar la situación con tres armas que son poderosísimas en el ejercicio de este arte: la audacia, el sufrimiento y el tesón. Yo no llegué al toreo por dinero ni por hambre, ni tan siquiera por ansias de gloria. El toreo ha sido para mí una mística, la expresión de mi personalidad y basta”.

El 22 de mayo de 1981 murió por su propia mano en su finca “Hato de Garro”, situada en el valle de Alcudia, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real).

Fue el creador del pase de las flores, suerte que toma su nombre por el cuadro de Carlos Ruano Llopis que la representa, y por las flores que, sin intervenir en el muletazo, adornan el lienzo.

 

Bibl.: Uno al Sesgo (seud. de T. Orts Ramos), Toros y toreros en 1931. Resumen crítico-estadístico de la temporada taurina. Año XXVII, Barcelona, 1931; M. Gismera, Victoriano de la Serna, s. l., 1931; J. Don Ventura (seud. de V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imp. Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970, pág. 206); M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vols. 3 y 11, Madrid, Espasa Calpe, 1943 y 1988, págs. 916- 918 y pág. 968, respect.; C. Jalón, Memorias de “Clarito”, Madrid, Guadarrama, 1972; V. Z abala, Hablan los viejos colosos del toreo, Madrid, Sedmay, 1976, págs. 143-157; José Alameda (seud. de C. Fernández Valdemoro), Los heterodoxos del toreo, México, Grijalbo, 1979 (Madrid, Espasa Calpe, 2002); F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; J. L. Suárez-Guanes, Madrid- Cátedra del toreo (1931-1990), Madrid, Espasa Calpe, 1990; M. Gómez-Santos, “Victoriano de la Serna”, en Mi ruedo ibérico, Madrid, Espasa Calpe, 1991, págs. 270-299; D. Tapia, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992, págs. 432-434; C. Abella, Historia del toreo, vol. 2, Madrid, Alianza Editorial, 1992, págs. 59-62; N. Luján, Historia del toreo Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.), págs. 255-257; J. L. Ramón, Todas las suertes por sus maestros, Madrid, Espasa Calpe, 1998; J. M. Sotomayor, “Relación de las corridas de toros, novilladas con picadores y festejos de rejones celebrados en la Plaza Monumental de las Ventas de Madrid (17 de junio de 1931-23 de octubre de 2005)”, en VV. AA., Las Ventas. 75 años de historia, Madrid, Centros de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, 2006; J. L. Ramón, “Victoriano de la Serna. Cien años del genio”, en ABC (suplemento San Isidro. Madrid, por verónicas), 8 de mayo de 2008, págs. 24-25.

 

José Luis Ramón Carrión

 

 

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