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Julio Senador Gómez Maestro

Biografía

Gómez Maestro, Julio Senador. Julio Senador. El notario de Frómista. Cervillego de la Cruz (Valladolid), 26.IX.1872 – Pamplona, 28.I.1962. Escritor y articulista.

Su biografía, anodina y carente de sobresaltos, es la de un funcionario que llegó a un cierto nivel de holgura económica a medida que iba alcanzando mejores destinos. Nacido en una familia de labradores acomodados de un pueblecito cercano a Medina del Campo, sufrió desde pequeño una minusvalía en la columna que le condicionaría toda su vida, aunque no le impidiera gozar de una infancia bastante feliz. De ahí viene, seguramente, su apego al terruño castellano, aspecto que se refleja constantemente en su obra. Estudió Derecho en Valladolid, se hizo luego notario y lo pasó mal en sus primeros destinos por pueblos de Castilla y León hasta que en octubre de 1914 llegó a Frómista (Palencia), donde se dio a conocer con obras como Castilla en escombros, La ciudad castellana o La canción del Duero. En 1922, pasó a San Vicente de Alcántara (Badajoz), donde vivió los mejores años de su vida. Por fin comenzó a gozar de una posición económica desahogada, su familia se completó con el nacimiento de su quinta y última hija, fue haciéndose un personaje querido y respetado por los lugareños y, en fin, allí se convirtió en uno de los intelectuales más conocidos del país, gracias a la popularidad que le otorgaron sus cientos de artículos en medios como La Libertad, El Liberal o El Socialista entre otros muchos (una relación de todos ellos se hace al final del libro de Fernández Sancha referido en la bibliografía. Algunos se han reproducido en las dos antologías también abajo indicadas). Ya con casi sesenta años, en 1931, preocupado por el incremento de la conflictividad social, decidió trasladarse a Pamplona. Sería su último destino, desde el que escribió también algunos trabajos periodísticos y desde el que vivió la Segunda República, la Guerra Civil y buena parte de la dictadura de Franco.

Ávido lector de toda clase de materias, abordó en su idioma original numerosas obras inglesas y sobre todo francesas y mezcló autores que abarcan todo el arco del pensamiento, desde lo más reaccionario a lo más progresista. No rompió, sin embargo, con esa propensión del pensamiento español contemporáneo a fijarse en autores secundarios más que en las grandes figuras de cada campo. En sus libros y artículos no hay menciones a Darwin, Weber o Durkheim. Tampoco a economistas clásicos como David Ricardo ni a las obras de Proudhon, Kautsky o los fabianos, a quienes en muchos sentidos podía haber considerado cercanos a su pensamiento. A Marx lo citó a menudo, pero no parece que lo conociera bien. Desde luego a Senador hay que vincularle con los regeneracionistas finiseculares, a pesar de que pertenezca a la siguiente generación y de que discrepara de algunas de sus propuestas y criticara, por ejemplo, la “política hidráulica” de Costa. Pero desde que en 1916 descubriera la ideología georgista, muy popular por entonces en España, todos sus textos posteriores a esa fecha los escribió utilizando el georgismo como herramienta de análisis de la sociedad y como base para proponer programas de cambio.

El pensamiento de Senador Gómez surge a partir de una triple preocupación. Primero la que le provoca la miseria con la que se topa en todos sus destinos, tanto en Castilla como en Extremadura. Segundo, la que siente por una España rasgada en su opinión por los conflictos sociales, llena de desequilibrios territoriales y víctima de gobiernos con políticas económicas que creía desastrosas, guiadas por el único afán de defender los intereses de la oligarquía y basadas en un proteccionismo aduanero que criticó con dureza y en una nula voluntad de abordar reformas fiscales. En fin, no fue un agrarista, sino un hombre preocupado por un desarrollo que desde luego contemplase la industrialización, pero que no se llevase por delante a un mundo rural que amaba y que fuese respetuoso con la naturaleza, aspecto por el que se le puede considerar un ecologista avant la lettre.

Indignado con la realidad en la que vivía, pero a la vez confiado en la posibilidad de solucionar todos los problemas, sus libros tienen un perfil montuoso, alternándose simas de angustia o desesperación con crestas de euforia. En cualquier caso están lejos de esa literatura perdida en vagas elucubraciones sobre “el problema de España”. Muy al contrario, llenó sus obras de datos, testimonios y estadísticas, trató de bucear en las causas de los problemas que aquejaban a la sociedad española y aportó propuestas de solución para cuestiones como la agraria o para la vivienda, en la línea georgista del impuesto único.

La obra Senador está muy vinculada a Castilla, tanto porque refleja lo que era la realidad castellana de entonces como porque muchas de sus propuestas estaban pensadas para la revitalización del interior peninsular, que creía fundamental para evitar la disgregación de España. Sin embargo no se le puede catalogar como un regionalista castellano y de hecho cargó con toda la brusquedad de su prosa contra los movimientos dirigidos por los rentistas y harineros de la región, que, envolviéndose en el ropaje regionalista, buscaban perpetuar el modelo cerealista y proteccionista que el notario de Frómista detestaba.

Desde nuestra sensibilidad actual, lo que más envejece los textos de Julio Senador es el tono rotundo de su discurso, en parte derivado de su angustia por la situación de España, en parte de su deslumbramiento por el poder que otorgaban a la humanidad los avances científicos y, aún más, por las teorías positivistas que hablaban de que los fenómenos sociales estaban ligados entre sí por ciertas relaciones necesarias (leyes) que se podían acabar descubriendo y que podían servir de pauta para la acción política. Eso le llevó en ocasiones puntuales a reclamar un parlamento de técnicos e incluso a mostrarse predispuesto, como Costa, a aceptar “cirujanos de hierro”, porque la democracia no le parecía imprescindible si no servía para poner en marcha las políticas regeneradoras que defendía.

 

Obras de ~: Castilla en escombros [...], Valladolid, Viuda de Montero, 1915 (2.ª ed., 1920; present. de J. Jiménez Lozano, Madrid, Instituto de Estudios de la Administración Local, 1978; Valladolid, Ámbito, 1993); La tierra libre. No pidáis pan, pedid, tierra, Valladolid, Viuda de Montero, 1918; La ciudad castellana. Entre todos la matamos, Barcelona, Minerva, 1919 (pról. de A. de Miguel, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1989); “Prólogo”, en J. Moreno Molina, Ante la avalancha, Málaga, Enrique Montes, 1919; La canción del Duero. Arte de hacer naciones y de deshacerlas, Valladolid, Viuda de Montero, 1919; Los derechos del hombre y del hambre, Valladolid, Imprenta de Valentín Montero, 1928 (Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1978); Al servicio de la plebe. La farsa trágica, Madrid, Javier Morata, 1930; “El impuesto y los pobres”, en Cuadernos de Cultura (Valencia), n.º 35 (1931); “Prólogo”, en D. Hidalgo, La reforma agraria, documentos políticos, Madrid, 1931; “El problema de las repoblaciones forestales”, en Aportaciones a la política forestal de España, Madrid, Asociación de Ingenieros de Montes, 1933; Castilla: lamento y esperanza. Escritos (1915-1935), est. prelim. de J. M.ª Palomares y E. Orduña, Valladolid, Ámbito, 1992; Antología de Julio Senador (1915-1936), introd. de R. Robledo, Badajoz, Ayuntamiento de San Vicente de Alcántara, 1999.

 

Bibl.: J. Jiménez Lozano, “Presentación”, en J. S. Gómez, Castilla en escombros, op. cit.; A. de Miguel, “Prólogo”, en J. S. Gómez, La ciudad castellana, op. cit.; F. Estapé Rodríguez, Reflexiones en torno a Julio Senador Gómez, discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Bellaterra (Barcelona), Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma, 1989; J. M.ª Palomares y E. Orduña, “Estudio preliminar”, en J. S. Gómez, Castilla: lamento y esperanza. Escritos (1915-1935), op. cit.; R. Robledo, “Introducción”, en J. S. Gómez, Antología de Julio Senador (1915-1936), op. cit.; A. Fernández Sancha, Julio Senador Gómez, un pensamiento a contracorriente, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2001.

 

Antonio Fernández Sancha

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