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Alfonso Paso Gil

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Biografía

Paso Gil, Alfonso. Madrid, 12.IX.1926 – 10.VII.1978. Dramaturgo y guionista cinematográfico.

Hijo del popular sainetero Antonio Paso Cano y de la actriz Juana Gil Andrés, el teatro lo vivió directa y continuamente desde su infancia. Cursó el bachillerato en Madrid. Conoció desde muy joven a toda una pléyade de autores, actores, directores y empresarios. En 1946 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, donde conectó con otros compañeros también atraídos por el teatro (Alfonso Sastre, Carlos José Costas, José Gordón, José Franco, Medardo Fraile) y con los que formó el primer grupo de renovación escénica de aquellos años, “Arte Nuevo”, dentro del cual estrenó sus primeras piezas breves, además de dirigir montajes sobre obras de Supervielle, Lorca, Valle o Tennesse Williams en el marco del teatro universitario. En 1951 se licenció en Historia de América (su formación como historiador se deja sentir en una parte de su teatro) y en 1952 contrajo matrimonio con Evangelina, una hija de Jardiel Poncela. Fue el momento en que llegaron sus primeros estrenos significativos en el campo de la comedia: Cuarenta y ocho horas de felicidad y No se dice adiós, sino hasta luego, títulos seguidos de una de sus obras primerizas mejor consideradas, Una bomba llamada Abelardo, divertida sátira estrenada en 1953, en la que un sabio feo es el inventor de un ansiado explosivo nuclear que se disputan rusos y americanos, peripecia alusiva a la entonces “guerra fría” que se combina con una historia de faldas y sus inevitables equívocos y dobles intenciones, que recuerdan demasiado los recursos jardielescos. A continuación, y en el mismo año, llegó la primera de las comedias en las que Paso introduce el motivo de la intriga policíaca que tanto le atrajo después, Veneno para mi marido, con la sorprendente ayuda de convertir en verdad la ficción: en el segundo acto, una esposa intenta hacer con su marido lo que fingía en el primer acto, cuando representaba como actriz el intento de envenenar a su cónyuge; sátira, en definitiva, del género negro y del mismo mundo del teatro. A partir de 1953, la carrera teatral de Alfonso Paso es ascendente, convirtiéndose a finales de aquella década y a lo largo de la primera mitad de la siguiente en el comediógrafo más prolífico del teatro español de su tiempo. La crítica teatral, que en una primera época lo apoyó y posteriormente lo rechazó, suele distinguir tajantemente dos etapas en su trayectoria como dramaturgo: la que llega hasta el año 1960 o 1061, período en el que se encuentran sus obras más valiosas, y una segunda etapa en la que el teatro de Paso se imita a sí mismo, se repite y se reitera en argumentos anodinos, que buscan sólo complacer las expectativas de un público escasamente exigente que le seguía siendo fiel, por lo que su teatro era continuamente solicitado por los empresarios privados del estancado teatro comercial de entonces. De la primera etapa son dignos de recordatorio títulos como Cuarenta y ocho horas de felicidad (1956) —uno de los primeros alegatos de Paso a favor de la armonía matrimonial y contra el egoísmo de la soltería, pero advirtiendo que encontrar la esposa ideal es poco menos difícil que toparse con un mirlo blanco—; Juicio contra un sinvergüenza (1958) —la velada social de buen tono que sirve para poner en entredicho la corrupta y acomodaticia moral de una burguesía que aspira a ser modelo de conducta y de la que el dramaturgo se esfuerza en airear sus trapos sucios, pero sin que el asunto vaya a mayores, buscando siempre una salida airosa al final—; era una primera aproximación al pacto tácito con el público y la censura que en los primeros años de la década de 1960 defendió Paso frente a las distintas propuestas de Buero y Sastre. Paso quiso presentarse, con esta obra, como el introductor en España del “teatro airado” al modo de Osborne o Shaffer, pero se quedaba ampliamente corto en su propósito; No hay novedad, doña Adela (1959) —curiosa defensa del matrimonio atacado por la maledicencia: una mujer toda bondad, o toda inocencia, la tal doña Adela, que se empeña a toda costa en que los inquilinos de los destartalados pisos que alquila arreglen todas sus desavenencias de pareja, aunque haya que cerrar los ojos, como hace la protectora mujer, a pequeñas deslealtades conyugales en aras de un amor generosamente entendido, y de una estabilidad que al final siempre sale victoriosa— y, sobre todo, Los pobrecitos (1957) o La boda de la chica. La primera de ambas, que está inspirada en una frase quevediana recordada por el autor (“Te harán reír con sus hambres y miserias. Pero también te harán llorar. Son unos pobrecitos”), es una de las más interesantes propuesta de “tragicomedia” grotesca, prolongando la fórmula de Arniches: los desahuciados clientes de una pensión de medio pelo, sometidos a la presión dictatorial de la patrona, reencarnación del dómine Cabra, y ante la que sólo les cabe ejercitar una solidaridad con la que vencer la soledad que los cerca y que se ve premiada con la aparición, entre ellos, de un abultado sobre lleno de billetes de banco, que nadie sabe cómo ha ido a parar hasta tan mísero lugar, y que arregla sus diversos problemas individuales. Un sainete moderno enmarcado en el momento literario del realismo más o menos social, con sus gotas de humor negro y sus concesiones a un mensaje religioso y humanista, y todo ello para dar noticia de una pobre gente, de unos pobrecitos: pesimismo esperanzado, en fin. La boda de la chica (1960) presenta, también dentro de la estética de la “tragicomedia arnichesca”, la contraposición de dos familias, de dos formas de vida, la pudiente y la necesitada, en dos espacios próximos y en parecidas y, sin embargo, contrastadas situaciones: el guateque en el ático de los frívolos y la petición de mano en el cuchitril de los porteros de la finca. Pero lo que quiere dejar claro Paso en ese paralelo contrapuesto es que en todos los sitios puede haber frustración, dolor, un parecido poso de infelicidad más o menos llevadero, según la cuenta corriente. Que una muchacha casadera emerja de su habitual frustración por un día y se sienta esperanzadamente feliz, aunque sea desde un engaño, tiene su justificación moral. Poco importa que, pasados unos días, sepa que todo ha sido un espejismo, pues la moral y la fortaleza que le ha dado el fingimiento le sirven para sentirse menos humillada, menos inferior que los ricachos vecinos, que no dejan de ser otros pobres diablos como ella misma: distintos pero parejos en las penas íntimas. En la segunda etapa es más difícil elegir títulos de cierta calidad. Algunos meritorios fueron Aurelia y sus hombres (1961) —comedia en la que hace comparecer su gusto por personajes atrabiliarios, singulares, cortados en el patrón de Jardiel, al lado de su preocupación por las relaciones matrimoniales—; Sí quiero (1963) —el autor se extiende en seguir los avatares de un matrimonio desde su formación hasta la vejez en compañía de los cónyuges, con la ayuda de un narrador, a modo de simpática personificación del destino de la novia, que le va anunciando el desenvolvimiento de su vida de casada—; La corbata (1963) —irónico título dirigido a una débil y pusilánime mesocracia que se queda entablillada entre dos clases opuestas, la de los ricos y la de los hacinados en chabolas, que, por ser extremas, disponen de una suerte de “liberalidad” o “desvergüenza” que le está prohibida al probo oficinista, el que viste de corbata casi siempre—; Vamos a contar mentiras (1961) —una mentirosa compulsiva que necesita inventarse estrambóticas historias para amenizar el tedio de una vida bien resuelta y que se ve de pronto metida en algo complicado que, por primera vez y contra todo pronóstico, resulta ser verdad—, o Usted puede ser un asesino —uno de los mayores éxitos comerciales de Paso en 1958, parodia del género policíaco en la escena, como lo es también la citada anteriormente— y una serie de piezas de revisionismo histórico, entre las que destaca la titulada Nerón-Paso, análisis de la figura del controvertido emperador romano, personaje que interpretó en el escenario el mismo autor, al lado de otras anteriores en el tiempo como Catalina no es formal —sobre la zarina rusa—, Preguntan por Julio César —título- subterfugio para tratar, realmente, de Cleopatra— o El mejor mozo de España —sobre el vivir y el crear del joven Lope de Vega—.

Costumbrismo y crítica social, a través de un humor irónico y renovador, fueron los ingredientes que Paso utilizó como componentes fundamentales de su teatro, si bien el segundo fue perdiendo fuerza a favor del primero, de modo que el intento de criticar desde dentro el entorno social que aceptaba sus primeras obras, en un declarado intento de “pacto crítico”, eficaz en un primer momento, se fue tornando en un teatro fácil, acrítico, escorzo paródico de sí mismo. Varios de sus títulos de mejor aceptación en taquilla pasaron al cine, con guiones y hasta dirección debida al mismo Alfonso Paso. También hizo algunas incursiones, con escaso éxito, en el campo de la novela (Cálida Josefina) y su último estreno, cuando su éxito era ya pasado, fue el de la comedia La zorra y el escorpión (1977).

 

Obras de ~: Una bomba llamada Abelardo: farsa burlesca, menos fantástica de lo que parece, en dos actos, Madrid, Alfil [1953]; No se dice adiós, sino hasta luego, Madrid, Alfil [1953]; Veneno para mi marido: comedia en tres actos, el primero dividido en dos cuadros, Madrid, Alfil, 1954; Cuarenta y ocho horas de felicidad: comedia de humor, San Sebastián y Barcelona, Escelicer, 1958; No hay novedad, doña Adela: obra en dos actos, Madrid, Escelicer, 1960; La boda de la chica, Madrid, Alfil, 1961; Aurelia y sus hombres, Málaga y Madrid, Alfil, 1961; Receta para un crimen; Preguntan por Julio César, Madrid, Alfil, 1961; La corbata: obra en dos actos, Madrid, Escelicer, 1963; Catalina no es formal, Madrid, Escelicer, 1963; Vamos a contar mentiras, Ávila y Madrid, Senén Martín y Escelicer, 1963, respect.; El mejor mozo de España, Madrid, Alfil, 1963; Sí quiero, Madrid, Escelicer-Alfil, 1964; Teatro Selecto, introd. y biogr. de J. Mathias, Madrid, Escelicer, 1971 [contiene: Los pobrecitos; Usted puede ser un asesino; Juicio contra un sinvergüenza; En El Escorial, cariño mío; Nerón- Paso]; Cálida Josefina: novela, Barcelona, Planeta [1973]; La zorra y el escorpión: danza ritual para una zorra y un escorpión, Madrid, Preyson, 1984.

 

Bibl.: A. Marqueríe, Alfonso Paso y su teatro, Madrid, Escelicer, 1960; J. Monleón, “Alfonso Paso y su tragicomedia”, en El teatro de humor en España, Madrid, Editora Nacional, 1966, págs. 247-268; F. G. Ilarraz Eslava, “La sufrida y alegre clase media en las comedias de Alfonso Paso”, en Revista de Estudios Hispánicos, IV, n.º 1 (1967), págs. 121-133; J. Mathias, Alfonso Paso, Madrid, Espasa, 1971; M. Raders, “La mujer en la vida y la obra de Alfonso Paso: una contribución a la cultura de masas en el franquismo”, en VV. AA., Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, vol. I, Zaragoza, Universidad, 1994, págs. 323-332; J. L. Sirera, “Alfonso Paso. Esplendor y limitaciones del teatro comercial de los sesenta”, en A. del Toro y W. Floeck (eds.), Teatro español contemporáneo. Autores y tendencias, Kasse, Reichenberger, 1995, págs. 97-124; E. Pérez Rasilla, “Alfonso Paso (1926-1978). De la popularidad al olvido”, en ADE, Teatro 82, Madrid, Asociación de Directores de Escena de España, 2000, págs. 134-136; M. de Paco, “El teatro del primer Alfonso Paso”, en M. Cantos Casenave y A. Romero Ferrer (eds.), La comedia española entre el realismo, la provocación y las nuevas formas (1950-2000). Actas del IV y V Congreso Internacional de Historia y Crítica del Teatro de Comedias, Cádiz, Universidad, 2003, págs. 171-186.

 

Gregorio Torres Nebrera

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