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Salvador Seguí y Rubinat

Biografía

Seguí i Rubinat, Salvador. Noi del sucre. Lérida, 23.IX.1887 – Barcelona, 10.III.1923. Militante y dirigente obrero de la Confederación Nacional del Trabajo, (CNT).

Era hijo único de un matrimonio de trabajadores asalariados que se asentaron en 1888 o 1889 en Barcelona, donde el padre continuó su oficio de panadero, que Salvador comenzó a ejercer también desde los diez años. Poco después, pasó a ser pintor de brocha gorda, cambiando de maestro frecuentemente por desavenencias con ellos. En los talleres donde trabajó llegaron a sus manos escritos de tendencia anarquista. A los doce años tomó la palabra públicamente en la sociedad de pintores a la cual se había afiliado y a los catorce o quince intervenía ya en los mítines sindicales. Según su biógrafo Manuel Cruells, Seguí completó su formación autodidacta en el modesto gabinete de lectura de su sociedad de oficio, en la Biblioteca Arús creada en marzo de 1895, en la Universidad y en el Ateneu Enciclopèdic Popular, fundado en 1902. También solía participar en discusiones en la taberna donde se reunía un grupo informal de muchachos y en las tertulias del Café Español, debatiendo sobre los pensadores revolucionarios, discurseando dialécticamente y adquiriendo así las dotes oratorias tantas veces lucidas posteriormente en las asambleas obreras. Participó, asimismo, en las actividades del Centro de Estudios Sociales, nombre que los ácratas daban a las asociaciones culturales obreras que iban creando por doquier. El carácter ecléctico de estas lecturas y conversaciones explican, que su ideología, como la de otros muchos militantes, no fuera excesivamente dogmática, sino más bien pragmática y “posibilista”, lo que le reprocharon a veces los anarquistas más doctrinarios.

Pronto se dio a conocer con el apodo de Noi del sucre, sobre cuyo origen existen distintas versiones. Lo que sí es cierto es que él lo asumió desde muy joven y lo utilizó como seudónimo frecuente para firmar artículos.

Pronto empezó Seguí a aparecer donde había conflictividad social (siendo detenido unas horas con ocasión de la intentona de huelga de los metalúrgicos de 1902), participando en mítines y escribiendo en la prensa obrera. Era aquella una época en la cual se estaba reorganizando el movimiento sindical libertario tanto barcelonés como nacional, tras el eclipse de la década iniciada por los sucesos de Jerez de la Frontera (1892) y marcada por el anarco-terrorismo.

En marzo de 1907, se abrió el juicio contra Joan Rull, acusado de aprovechar su condición de confidente del gobernador civil para cobrar dinero oficial a cambio de evitar la explosión de bombas que en realidad él colocaba. En un contexto de rivalidad entre lerrouxistas y anarquistas por el control del proletariado barcelonés, los primeros delataron a Seguí como cómplice de Rull para desbaratar el crédito que empezaba a tener entre los trabajadores. Durante un mitin del Partido Radical intervino para protestar de su buena fe, suscitando una pelea que acabó con la muerte de un lerrouxista, cuando el tiro iba dirigido al Noi. Acusado del crimen aun cuando no iba armado, quedó encarcelado durante nueve meses, juzgado y absuelto. Lo ocurrido incrementó el odio que le tenían los seguidores del Emperador del Paralelo, al mismo tiempo que alejaron del Partido Radical a no pocos obreros catalanes, en bien de la Solidaridad Obrera, organización anarcosindicalista de ámbito barcelonés (1907) y luego regional (1908), convertida en 1910 en CNT. Durante la Semana Trágica de julio de 1909, se le vio en alguna que otra barricada y tuvo que esconderse para evitar la cárcel. El dirigente cenetista Manuel Buenacasa, que lo conoció por aquellas fechas, le recordó así más tarde: “Alto, robusto y fuerte como un roble, muy simpático y franco, imponía admiración y respeto a todos los que le trataban. Sólo algunos pigmeos, ambiciosos o envidiosos, hablaban mal de él”.

Seguí formó parte de la nueva generación de militantes que se dedicó a construir una organización sindical potente y reivindicativa capaz de enfrentarse con la patronal, antes que imitar la violencia individualista y el utopismo intransigente. Por eso se opuso a figuras como José Negre, primer secretario general de una CNT condenada, tras su ilegalización por el gobierno, a entrar inmediatamente en la clandestinidad (1910- 1914). Seguí, cuya actividad durante estos casi cinco años se desconoce, fue nombrado, en enero de 1915, presidente de la Federación del importante ramo de la construcción de Barcelona, coordinó la breve y exitosa huelga de este sindicato en agosto y recorrió Cataluña para organizar a los trabajadores. Simultáneamente ocupó el cargo de secretario del Ateneu Sindicalista barcelonés, donde se formaba a los dirigentes anarcosindicalistas.

La celebración de un Congreso internacional de la Paz (Ferrol, mayo de 1915) tuvo como logro esencial la reorganización de la CNT (quince mil afiliados), en una fase de auge de la rival Unión General de Trabajadores (UGT), que contaba por entonces con cien mil afiliados. Seguí se mostró entonces partidario (con Lacort y Pestaña) de llegar a un pacto de unidad de acción con el sindicato socialista, firmado en julio de 1916, encabezando la campaña preparatoria de una huelga general de veinticuatro horas contra la carestía de la vida. Ésta se produjo efectivamente el 18 de diciembre, pero tuvo resultados concretos nulos a pesar de una multitudinaria y pacífica movilización de los huelguistas. Los diputados se negaron a aprobar una ley que hubiera gravado los inmensos beneficios acumulados por la industria gracias a la Guerra Mundial.

Seguí abogó por la huelga general de agosto de 1917, pero tanto los contactos preparatorios con la UGT como el doloroso fracaso, le valieron censuras de parte de los anarquistas reacios a una alianza con socialistas y republicanos para cambiar el régimen. Sin embargo, la derrota convenció a numerosos trabajadores de la necesidad de consolidar la CNT, cuyo congreso de 1918 adoptó el sindicato único de ramo, considerado como arma más eficaz del combate contra la patronal industrial.

En el mitin de clausura Seguí declaró: “La trascendencia del Congreso radica en que nos da la posibilidad de llevar a nuestras organizaciones el máximum de su potencia. [...] Cuando termine la guerra, cuando las cuestiones se resuelvan más bien por los dictados de la pasión que por los consejos de cerebro, si no representamos una fuerza inmensa, si no somos una agrupación potentísima por nuestra cohesión y por nuestra capacidad, seremos juguetes de la burguesía”.

Al año siguiente se reanudó en efecto la conflictividad.

Como miembro del comité de la Regional Catalana, tuvo un papel decisivo en la huelga que afectó a la Compañía de Fuerza e Irrigación del Ebro (popularmente conocida como “La Canadiense”), que abastecía de electricidad a hogares y fábricas de la Ciudad Condal. Mes y medio duró la primera etapa de aquella prueba de fuerza de todo el proletariado barcelonés organizado contra la patronal, estando en juego la supervivencia y la credibilidad del anarcosindicalismo.

Seguí recomendó y consiguió la vuelta al trabajo tras el casi total triunfo de los huelguistas, pero el extremismo de los elementos más radicales de la CNT provocó la reanudación del conflicto y todo se echó a perder, cuando se declaró el estado de guerra y se clausuraron los sindicatos. Unos sectores de la patronal se radicalizaron y despidieron, a modo de castigo, un sinnúmero de trabajadores. Seguí se mantenía partidario de que los sindicatos se capacitasen para poder “asegurar la producción y distribución de los productos en la sociedad futura”, como lo había escrito en 1916. El fracaso del movimiento espartaquista en Alemania y el rumbo tomado por la revolución bolchevique en Rusia le confirmaron que era prematuro cualquier movimiento insurreccional en España. Y para ampliar la base confederal y sondear a los socialistas, se trasladó a Madrid con Pestaña, reiterando estas convicciones sobre el particular en la Casa del Pueblo, en la prensa y en el congreso confederal de Madrid (diciembre de 1919). En ese comicio, Seguí declaró que a causa de “una manifiesta incapacidad, una falta de preparación para la práctica del hecho o de la validación del sentido socialista en la producción”, se había instaurado “una tiranía en Rusia”, llegando sin embargo a concluir: “Somos partidarios, no en teoría porque somos contrarios, pero por necesidad de la realidad, somos partidarios de entrar en la Tercera Internacional, [...] porque eso avalará nuestra conducta en la llamada que la Confederación Nacional de Trabajo en España hará a las organizaciones sindicales del mundo para constituir la verdadera, la única, la genuina Internacional de los trabajadores”.

Persistía el antagonismo entre anarquistas y sindicalistas como Seguí, a quien los primeros le reprochaban, profiriendo hasta amenazas de muerte, no encaminar a los sindicatos por la senda de la revolución, mientras unos elementos incontrolados optaban por el atentado individual contra los patronos, táctica desaprobada por Seguí. Éste se mantenía favorable a la conciliación mixta (otoño 1919), si bien la mayoría de la Federación Patronal había acordado oponerse a cualquier pacto, recurriendo al despido colectivo y al contraterrorismo con el fin de destrozar la Confederación Revolucionaria de Trabajadores, (CRT).

En enero de 1920 Seguí fue blanco de un intento de asesinato, cuyo origen —patronal o anarquista— no quedó esclarecido. A pesar de las advertencias de Seguí y Pestaña contra una réplica terrorista al acoso patronal, policíaco y militar (enero de 1920), los sindicalistas no consiguieron evitar la oleada de atentados, ni el ascendente creciente —incluso económico— de los anarquistas más radicales sobre los sindicatos, ni tampoco la aparición de los Sindicatos Libres, cuyos militantes también empezaron a caer bajo las balas y a cometer represalias. El número de víctimas de los atentados sociales, que había sido en la provincia de Barcelona de treinta y seis en 1916 y treinta y dos en 1917, ascendió a doscientos noventa y dos en 1920.

En septiembre de 1920 Seguí se trasladó a Madrid con otros dirigentes de la CNT para firmar un nuevo y efímero pacto de alianza con la UGT, que también suscitó la crítica del sector anarquista más intransigente.

Dos meses después, el gobernador civil, general Martínez Anido, pasaba a la ofensiva, deteniendo decenas de dirigentes sindicalistas, entre ellos a Salvador Seguí, que volvía de una intensa gira de propaganda por Levante y Andalucía, adonde había ido para respaldar una huelga de los mineros de Río Tinto. Desde la cárcel, éste respaldó el proyecto de candidatura socialista, sindicalista e izquierda republicana catalanista, ideado por Layret. Proyecto frustrado por el asesinato de este abogado y la deportación de Seguí y otros dirigentes a una fortaleza de la isla de Mahón, donde él quedó recluido hasta la primavera de 1922.

En el entretanto la CRT permaneció prácticamente paralizada, y acorralada la CNT por causa de la represión, mientras continuaba el sangriento ciclo de las represalias y se aplicaba la Ley de Fugas (trescientas once víctimas en 1921, sesenta y una en 1922 y ciento diecisiete en 1923 en la provincia). Desde Mahón Seguí reiteró que “[l]a misión de los anarquistas está en los Sindicatos para velar por la vida de éstos y orientarlos. No desamparando la acción sindical, más influencia, ejercerán; más libertarias serán las organizaciones; antes precipitarán el advenimiento de la nueva sociedad. Los anarquistas deben hacer práctica de la concepción anarquista dentro de los Sindicatos.

El apartamiento de los anarquistas de las agrupaciones profesionales es un suicidio. Todo debe y puede hacerse en los Sindicatos” (diciembre, 1920).

Tras este exilio insular, Seguí fue a Madrid para mantener conversaciones con varias personalidades políticas, dando su apoyo a un proyecto de gobierno liberal susceptible de normalizar la situación sindical, siendo de nuevo censurado por los grupos anarquistas más radicales.

En junio de 1922 una conferencia nacional cenetista zanjó la cuestión de la adhesión a la Internacional Comunista tras haber oído, entre otros, el informe de Pestaña sobre su viaje a Moscú. De hecho, la CNT se retiró de la Internacional Comunista, adhiriéndose a la nueva y frágil Internacional Anarcosindicalista (AIT) fundada en Berlín en julio. Seguí aprobó estas decisiones y, con tres compañeros, propuso además que la conferencia afirmara la vocación “total y absolutamente política” de la CNT, suscitando nuevos ataques de parte de los grupos de acción anarquistas, aun cuando esto no significaba un giro hacia la participación en las elecciones, sino que los cenetistas debían “aportar soluciones [...] a todos y en todos los problemas morales, culturales, económicos, políticos y sociales” del país.

Pero la crisis final del régimen de la Restauración se iba acelerando y los militares no estaban dispuestos a tolerar ni el debate sobre las responsabilidades del desastre de Anual, ni el recrudecimiento de los atentados. En este contexto se produjo el asesinato de Salvador Seguí y su compañero Pedro Romas, probablemente como represalia a recientes asesinatos de miembros de los Sindicatos Libres. Desaparecía un dirigente que había encarnado la voluntad unitaria de un anarcosindicalismo de negociación sin perder de vista el objetivo revolucionario a largo plazo. En septiembre de 1923, se editó una novelita social suya, Escuela de rebeldía: (historia de una sindicalista), que, “utilizando algunos elementos autobiográficos responde alguna con variante menor —comenta J. Rafael Macau—, al esquema de ‘novela-iniciación a la vida’, de un joven sindicalista que acaba asesinado por los pistoleros de la patronal presumiblemente” (Macau, 1978: 27-60). Desde 1986 lleva su nombre una fundación de estudios libertarios, con sede en Madrid y centros en Barcelona, Valencia y Cádiz.

 

Obras de ~: Escuela de rebeldía: (historia de una sindicalista), ils. de M. Ramos, Madrid, Imp. Sucesores de Rivadeneyra, 1923 (ed. en J. M. Huertas, Salvador Seguí, “El noi del sucre”. Materials per a una biografía, Barcelona, Laia, 1974; ed. en Narraciones anarco-sindicalistas de los años veinte, pról. de J. Rafael Macau, Barcelona, Icaria, 1978); Escrits de Salvador Seguí, ed. de I. Molas, Barcelona, Edicions 62, 1975; Artículos madrileños de Salvador Seguí, ed. e introd. de A. Elorza, Madrid, Edicusa, 1976; con A. Pestaña, El sindicalismo en Cataluña: principios, medios y fines del sindicalismo comunista, Buenos Aires, Union Chauffeurs, 1921 (reed. con el tít., El terrorismo en Barcelona seguido de Principios, medios y fines del sindicalismo comunista. El sindicalismo en Cataluña, Barcelona, Calamus, 1978).

 

Bibl.: J. Viadiu, Salvador Seguí (“Noy del Sucre”): el hombre y sus ideas, Valencia, Tipografía P. Quiles, 1930; P. Foix, Apòstols i mercaders: quaranta anys de de lluita social a Catalunya, México, Fundación Sara Llorens de Serra, 1957 (vers. aum., Barcelona, Nova Terra, 1976); J. M. Huertas, Salvador Seguí, “El noi del sucre”. Materials per a una biografía, op. cit.; M. Cruells, Salvador Seguí, El Noi del Sucre, Esplugues de Llobregat (Barcelona), Ariel, 1974; G. Meaker, La izquierda revolucionaria en España (1914-1923), Barcelona, Ariel, 1978, págs. 111-125, 205-242, 321-322, 409-413, 423-434, 500-504, 565-570 y 590-591; J. R. Macau, “Prólogo”, a S. Seguí, Narraciones anarco-sindicalistas de los años veinte, op. cit., págs. 27-60; M. Artola (dir.), Enciclopedia de Historia de España, vol. IV, Madrid, Alianza, 1991, págs. 783-784; M. T. Martínez de Sas y P. Pagès i Blanch (coords.), Diccionari biogràfic del moviment obrer als Països Catalans, Barcelona, Edicions Universitat de Barcelona y Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2000, págs. 1288- 1290; M. Iñiguez, Esbozo de una Enciclopedia histórica del anarquismo español, Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2001, págs. 564-565.

 

Gérard Brey

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