Ribera, Mateo de. El Joven. Panamá 1605 – c. 1677. Poeta, sacerdote, dueño de aserraderos, trapiche y ganado, capellán de la Audiencia de Panamá, canónigo, tesorero, maestrescuela, chantre y comisario para la construcción de la Catedral de Panamá.
Mateo era hijo del capitán Mateo de Ribera (España, c. 1550 – Panamá, c. 1615), quien tuvo una vida militar activa en Europa antes de trasladarse a Panamá a fines del siglo XVI, donde fue capitán vivo, peleó contra Francis Drake en 1596; fue castellano del fuerte del Chagres y uno de los fundadores de Portobelo.
El capitán Ribera casó en Panamá con Juana de Nobela, con quien tuvo tres hijos, Pedro, el mayor; una hija, Ana de Ribera, que fue monja del Convento de la Concepción en Panamá, y Mateo, el menor. El 16 de julio de 1641, éste declara “ser de treinta seis años”, luego habría nacido en 1605. Pedro fue elegido por el Cabildo de Panamá alcalde de la Santa Hermandad, y dos veces alcalde ordinario; fue también nombrado capitán del fuerte de Chepo, donde la familia tenía ganado, un trapiche y aserraderos.
Mateo fue educado en la ciudad de Panamá en la escuela de niños y el Colegio que administraban los jesuitas, ambos recién fundados, y finalmente en el seminario.
Pertenece a la primera generación criolla de la élite panameña, es decir, de aquellos hijos de personajes que emigraron a Panamá entre las décadas de 1570 y 1590 se radicaron en el Istmo, casaron con mujeres de la elite en formación y dejaron allí descendencia.
Destacó como estudiante de los jesuitas. En su probanza de méritos, el padre rector de la Compañía Diego de Herrera declaraba en 1643 que Mateo había estudiado “así letras humanas como teología moral [...] y en esto, tan aprovechado que es de los mejores estudiantes que hay en esta ciudad de estas facultades”. Otro testigo afirmaba que lo había observado “ocupado de ordinario en seguir y estudiar letras humanas, siendo el primero en ellas de los que acuden al Colegio de la Compañía de Jesús de esta ciudad”. Según el abogado Matías Guerra de Latras, Mateo era “de los eclesiásticos más bien entendidos de este Reino”. De hecho, Mateo se convertiría en el poeta más destacado de su generación.
En la Catedral de Panamá, el año 1630, le impuso las órdenes sacerdotales el obispo fray Cristóbal Martínez de Salas, y permaneció en esta ciudad ocupándose de su hacienda y de varias capellanías. Adquirió fama entre los vecinos como “sacerdote afable, buen cristiano y puntual en las cosas de su oficio”. En 1640 era titular de la capellanía de Cruces, el puerto fluvial del Chagre, cargo que se proveía cada año con ocasión de la llegada de las flotas a Portobelo.
A fines de ese mismo año Mateo organiza una expedición con cincuenta personas para dirigirse a la frontera Este de Panamá, a fin de asegurar la presencia española en la región, que se había despoblado en los últimos años por los ataques de los indios cunas que desde 1611 asolaban la zona fronteriza de Chepo y Bayano.
En 1633 habían matado a lanzadas y flechazos a más de dieciocho esclavos de las haciendas de Pedro de Ribera, el hermano mayor de Mateo, y del trapiche del capitán Juan García Serrano. Hasta 1635 habían muerto más de trecientas personas entre españoles y esclavos, quemando y robando las estancias, hatos de ganado, sementeras y aserraderos. Solían atacar durante las fiestas religiosas y las carnestolendas, aprovechando que los colonos dejaban abandonados los campos. El 18 de febrero de 1635 habían atacado el pueblo de Chepo, donde mataron trece personas, incluyendo al alcalde y al gobernador de los naturales, y dejaron muchos heridos. Nuevamente, ese mismo año volvieron a atacar y mataron a dos esclavos de Pedro de Ribera, manteniéndose por los alrededores de los hatos y aserraderos en actitud amenazante. A Pedro ya le habían robado o matado más de dos mil reses. En 1635 su osadía los acercó a unos treinta y cinco kilómetros de Panamá, llegando a especularse que probablemente atacarían e incendiarían la misma capital.
La misión de Mateo de Ribera respondía no sólo a un clamor popular por defender la frontera oriental y frenar el peligro cuna, sino también al propósito de asegurar su patrimonio y el de su familia en Chepo y Bayano. Fue una campaña llena de riesgos, y dado que era una zona plagada de indios hostiles debió permanecer junto con los demás expedicionarios con las armas en la mano.
Para esta campaña, puesto que debía establecerse en esta región como colono por una temporada, Mateo pidió licencia al obispo para ejercer el sacerdocio. Esta expedición llegó hasta el poblado indígena de San Jerónimo, recién fundado por el misionero dominico fray Adrián de Santo Tomás (o Adrián de Ufeldre) y entonces a cargo de fray Martín de Valencia.
Pero los indios cunas era difíciles de reducir y los resultados no fueron duraderos, pues no obstante la labor misional de los dominicos y de las frecuentes treguas y paces, entre el gobierno y los distintos cacicazgos cunas, el problema continuó. El hecho es que Mateo de Ribera se encontraba de vuelta en Panamá a mediados de 1641, y el 18 de mayo del año siguiente es nombrado capellán de la Audiencia. Desde esta posición se granjeó la simpatía del presidente y gobernador Iñigo de la Mota Sarmiento, así como del obispo Cristóbal Martínez de Salas, que debieron de apreciar sus capacidades, pues ambos le apoyan en sus pretensiones, se expresan bien de él, le asignan comisiones de confianza, y cuando en 1643 presenta su memorial de méritos y servicios, para solicitar una prebenda catedralicia, no tarda en conseguir ésta. Primero se le nombra en una de las tres canonjías de la Catedral de Panamá, luego asciende rápidamente en el escalafón a tesorero y a maestrescuela. Ocupaba esta posición cuando se produjo el gran incendio de 1644 que destruyó la Catedral y más de ochenta de las mejores casas de la ciudad, y se le nombra mayordomo o comisario para la reconstrucción del templo. Mientras se ocupaba en esta tarea fue promovido a chantre en 1647.
Se entregó afanosamente a la reconstrucción, “como cosa muy propia”. El maestro de obras era Amaro López.
Como parte de sus labores Mateo debía ocuparse de la contratación de obreros, de conseguir materiales y de aspectos constructivos y de diseño. Pero pronto surgieron problemas con el nuevo obispo, Fernando Ramírez. Éste acusaba al chantre diciendo que llevaba madera del aserradero familiar para la construcción de la Catedral, lo que probablemente era cierto. Por su parte, el chantre acusaba a Ramírez de quedarse con el dinero de las limosnas, impidiendo que se terminase la construcción de la Catedral. Hacía también responsable al obispo del empobrecimiento del convento de monjas y como resultado, “de ocho años a esta parte no ha entrado religiosa alguna en el dicho convento”. El chantre, junto con otros dos prebendados, se rehusaba constantemente a someterse a las exigencias del obispo. Esta situación hizo crisis cuando Ramírez quiso obligarles a sentarse en el suelo durante las ceremonias de Semana Santa, alegando una disposición del Concilio de Trento, aunque el obispo se sentaría en un banco sencillo. Los tres prebendados rebeldes fueron excomulgados por el obispo.
Sin embargo, más que por su participación en la obra de la Catedral, a Mateo de Ribera se le recuerda sobre todo por su estilo poético. Fue Mateo el principal responsable de editar en 1639 un poemario dedicado a honrar la memoria del recién fallecido presidente de Panamá Enrique Enríquez de Sotomayor (1636-1638), muerto prematuramente y admirado por sus ejecutorias como gobernante en el corto tiempo de su incumbencia. En este poemario participaron catorce poetas locales, algunos de ellos sacerdotes, y fue publicado en Madrid por Pedro Taso en 1642. Mateo demostró en esta obra un gran dominio de los sonetos, las octavas, las glosas, las endechas y otras formas de expresión poética muy del gusto barroco y en las que manifestó ingenio y originalidad.
Mostró en sus poemas “una exuberante imaginación verbal”, y destacó muy por encima de los demás poetas que participaron del “Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique Enríquez”. Su prosa era asimismo elegante y fluida.
Los conflictos entre Mateo y el obispo Ramírez relativos a la reconstrucción de la Catedral continuaban en 1651; en marzo de 1661 el chantre aparece en una lista de sacerdotes haciendo un donativo voluntario, exigido por la Corona, de 50 pesos, y en 1677 el padre Juan de Melgarejo solicita la chantría que había ocupado Mateo, lo que sugiere que hacia esa fecha ya había fallecido.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Panamá 65, Probanza de méritos del capitán Pedro de Ribera y del padre Mateo de Ribera, en solicitud de una prebenda catedralicia para éste, Panamá, año 1646; Panamá 17, Autos eclesiásticos de Dª Ana de Ribera, monja, presentados por Pedro de Ribera, alcalde de la Santa Hermandad, Panamá, agosto de 1617; Panamá 100, Carta del obispo Francisco de la Cámara al rey, Panamá 4.V.1626; Panamá 104, Testimonio de Autos que se inicia con petición del capitán Pedro de Ribera en favor de su hermana Ana de Ribera, en Panamá, 1.VIII.1617; Panamá 31, Expediente con autos de la Audiencia, cartas del Cabildo y lista de personas asesinadas por los indios bugue-bugue [cunas] en Chepo en 1635, Panamá, 1635; Panamá 131, Expediente con acusaciones del chantre Mateo de Ribera y del arcediano D. Blas Álvarez de Quiñones contra el obispo Fernando Ramírez, en Memorial dirigido al rey, Panamá, año 1644, con contraacusaciones del obispo Fernando Ramírez, Panamá, año 1651; Panamá 31, Carta del Cabildo de Panamá al rey, Panamá, 8.V.1649; Panamá 21, Carta del Cabildo de Panamá al rey, Panamá, 8.V.1649; Panamá 31, Carta del Cabildo de Panamá al rey, Panamá, 28.VIII.1650; Contaduría 1485A , Antonio de Amezaga, notario de la Audiencia episcopal, por órdenes del obispo Dr. D. Bernardo de Eyzaguirre, en cumplimiento de R. C. de Madrid, 25.XII.1657 presenta donativo voluntario aportado por el clero de Panamá, remitida con carta del obispo de Panamá, a 10.III.1661; Panamá 67, Información de méritos de D. Juan de Melgarejo, Panamá, año 1677.
Torres Ramírez et. al. (eds.), Cartas de Cabildos Hispanoamericanos, Audiencia de Panamá, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1978, págs. 103-105; A. Serrano de Haro (ed. y estud. crítico), Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique Enríquez, Madrid, 1984, págs. 85 y ss.; A. Castillero Calvo, Sociedad, Economía y Cultura Material, Historia Urbana de Panamá la Vieja, Buenos Aires, Editorial e Impresora Alloni, 2006, págs. 238, 413, 608-609, 926-927,932, 936-937.
Alfredo Castillero Calvo