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Antonio Marcelino de Arechua Sarmiento y Sarmiento

Biografía

Arechua Sarmiento y Sarmiento, Antonio Marcelino de. Panamá, 1718 / 1720 – 1799.

Graduado de abogado en la Universidad de Quito, conjuez y abogado relator de la Audiencia de Panamá, asesor legal en Juicios de Residencia, electo por el Cabildo de Panamá alcalde ordinario y procurador general de la ciudad, abogado fiscal defensor de Real Hacienda en Panamá, arrendador de la sisa y la alcabala, propietario de importantes viviendas de alquiler en la ciudad de Panamá.

Hijo legítimo de Ignacio de Arechua y Jáuregui, “oriundo del señorío de Vizcaya”, y de Narcisa Sarmiento de Aguilar, “cuya familia fue una de las distinguidas que poblaron la antigua ciudad de Panamá arruinada el año pasado de 1671 por invasión de enemigos y tenidos y reputados sus ascendientes por personas nobles y como tales se les daba la correspondiente estimación”. El Ayuntamiento de Panamá había elegido a Ignacio de Arechua mayordomo de propios y rentas, cargo que “sirvió algunos años a satisfacción” hasta 1738. En 1740, el Cabildo, “atendiendo a estos méritos le eligió Alcalde Ordinario”, cargo que desempeñó “con el mayor esmero”, y durante cuyo ejercicio fundó a su costa el hospital de leprosos de San Lázaro. Ignacio de Arechua fue un exitoso comerciante y en 1742, cuando el vicealmirante Edward Vernon invadió por segunda vez Portobelo, costeó el equipo y mantenimiento de ocho soldados de la compañía miliciana que acudió a la defensa.

Antonio Marcelino de Arechua estudió en la Universidad de San Fernando, en Quito, donde se graduó el 28 de noviembre de 1743 de bachiller y licenciado en Cánones y Leyes. Tras la práctica correspondiente, fue recibido en diciembre de ese año como abogado de la Audiencia de Quito, y en 1744 se traslada a Panamá para iniciar allí su exitosa carrera de abogado.

El presidente de la Audiencia de Panamá Dionisio de Alcedo y Herrera (1743-1749) le nombra conjuez y abogado relator en el Tribunal de la Audiencia hasta que ésta fue suprimida en 1751, cuando ocupa interinamente el cargo de asesor y auditor de guerra del gobernador y comandante general Manuel Montiano (1749-1758). Luego, el virrey de la Nueva Granada le nombró abogado fiscal defensor de Real Hacienda, para que representase los intereses del Fisco, siendo uno de sus casos más notorios el juicio por contrabando que se siguió al comerciante Juan de Miguelestorena Gorostiaga. Entre sus funciones, dice una fuente, “se ocupa en materia de Gobierno, Hacienda, Real Patronato, defensa de causas públicas, acusación de delincuentes procesados para que sean castigados y protección de indios de todo este reino”.

Su carrera política la inicia en 1754 al ingresar al Cabildo de Panamá cuando adquiere por compra el cargo de regidor. Al año siguiente el Cabildo le elige alcalde ordinario, y en 1756, siendo abogado defensor de Real Hacienda, el ayuntamiento le elige procurador general de la ciudad. Durante el ejercicio de este cargo asume la defensa de los damnificados del gran incendio de la ciudad de Panamá de 1756 (entre los cuales se encontraba él mismo), y solicita a la Corona la exoneración del pago de censos de los inmuebles afectados. En la Junta General de vecinos damnificados que se celebró el 2 de junio de 1756 en la iglesia de la Merced, que no se incendió, fue Arechua el primero en hacer uso de la palabra.

En 1766 era nombrado asesor legal en el juicio de residencia del gobernador Pedro Joseph de Urrutia. Tenía relaciones cercanas con Mateo de Izaguirre, conde de Santa Ana, armador, almacenista, tratante en esclavos, y el hombre más rico de Panamá en esa época, quien le nombró su albacea. En 1789 Arechua también ejerció como asesor legal en el juicio de residencia del gobernador Ramón de Carvajal. Y desde 1785, siendo abogado fiscal de la Real Hacienda, tenía arrendados los derechos de sisa y alcabala de Panamá.

Por lo menos, hasta 1791 continuaba ejerciendo el cargo de regidor o veinticuatro del Cabildo, en cuyas cartas sigue apareciendo su firma. En diciembre de 1790 firma con los demás capitulares una petición para que se exima del juicio de residencia al gobernador Joseph Domas y Valle. Ese año había sido elegido alcalde ordinario. En septiembre de 1791 la Secretaría del Supremo Consejo y Cámara de Indias publicaba en Madrid su Relación de Méritos y Servicios, señal de que todavía entonces seguía aspirando a alguna otra posición, o una dispensa regia. A partir de 1796, ya anciano y enfermo, es reemplazado varias veces por Rafael Macías de Sandoval como defensor fiscal interino, y en 1797 éste le sustituye de manera definitiva al asumir el cargo en propiedad. En 1799 Antonio Marcelino fallece y deja a su hermana María Marcelina, al parecer soltera, como heredera universal y albacea.

Antonio Marcelino tuvo cuatro hermanos legítimos: los doctores Nicolás, José Andrés y Silvestre, todos sacerdotes, y María Marcelina de Arechua y Sarmiento.

Nicolás era también abogado. En 1761 era canónigo magistral del Cabildo catedralicio y en 1763 cura de la catedral de Panamá. Fue abogado fiscal interino, asesor del Cabildo secular, y de la Real Hacienda, de los Juzgados Ordinarios y juez de Bienes y Difuntos, comisario subdelegado de la Santa Cruzada y provisor y vicario general del obispado panameño. En septiembre de 1791, al quedar vacante la mitra por muerte del titular José Antonio Umeres de Miranda (1777- 1791), Nicolás de Arechua asume el gobierno del obispado hasta el 4 de abril de 1793, cuando se consagra el nuevo titular, Remigio de la Santa y Ortega (1793-1798). Muere en octubre de 1799, siendo deán de la catedral, además de comisario subdelegado de la Santa Cruzada y vicario general del obispado. Al igual que Antonio Marcelino, dejó por albacea y universal heredera a su hermana María Marcelina. José Andrés fue también dignidad de la Iglesia panameña.

Silvestre nació en 1729 en Panamá, estudió en el Colegio de los jesuitas en Guayaquil y obtuvo su licenciatura en el Colegio de Latacunga (Ecuador); estudió allí Filosofía y Teología y fue maestro de Gramática en el de Guayaquil, donde se quedó de operario; en 1768 era sacerdote profeso de cuarto voto de la Compañía. En 1767 tuvo que abandonar el país tras la expulsión de la Orden. Viajó con destino a España en compañía de los demás jesuitas de la Audiencia de Quito en el navío Nuestra Señora de Loreto y firmó en el Puerto de Santa María el 25 de abril de 1768.

Se trataba, pues, de una familia de la elite local, todos los varones con sólida formación profesional, y ocupando puestos claves tanto en el Gobierno central como en el local: todos tres en posiciones importantes en ambos Cabildos, el secular y el eclesiástico.

Aunque se desconoce el monto de su fortuna, los documentos evidencian que Antonio Marcelino era un hombre acomodado. Sus propiedades documentadas consistían sobre todo en bienes raíces urbanos, y su inmueble más famoso y ampliamente documentado es la mansión que compró en 1748 por veintitrés mil pesos de ocho reales a la que luego le agregó un cañón de dos mil quinientos pesos, y que alquilaba a los presidentes de la Audiencia. Era de un alto y de arquería de soportales en la planta baja, con siete lumbres de frente o casi treinta metros, una de las mayores y principales casas de la ciudad, comparable sólo a la del conde de Santa Ana. En la tradición local esta mansión se conoce como Casa Arillaga/Arechua o Casa de los Presidentes. Esta casa se incendió en 1756 pero volvió a reconstruirse y sirvió de sede a la Contaduría entre 1761 y 1768.

María Marcelina, la única hermana de Antonio Marcelino, también era una mujer pudiente y sus varias propiedades urbanas en la ciudad de Panamá también están documentadas. Lo anterior, al igual que las posiciones que ocupaban los hermanos varones, sugiere que la familia Arechua logró sortear mejor que otras de la elite las penurias que vivió la capital tras los incendios, así como las crisis económicas ocasionadas por el cese de las ferias de Portobelo y la decadencia de la trata esclavista, del contrabando y del comercio regional, es decir, los grandes pilares de la economía panameña. Sin embargo, su hermana y heredera afirmaba que al morir la única posesión valiosa que había dejado Antonio Marcelino había sido su “librería” o biblioteca.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Testamentaría de Juan de Miguelestorena, Consejos 20626; Testamento de Mateo de Izaguirre, Conde de Santa Ana, Panamá, 1777, Consejos 20170; Juicio de Residencia de Pedro Joseph de Urrutia, Panamá, 1766, Consejos 20649; Juicio de Residencia de Ramón de Carvajal, Panamá, 1789, Consejos 20651; Filiación que hace de los religiosos de La Compañía [...] en el navío nombrado Nuestra Señora de Loreto, perteneciente a la provincia de Quito, Jesuitas 826 Expediente 6, fols. 39, 52, 60, 72; Archivo General de Indias (Sevilla), Carta del Cabildo de Panamá, Panamá 16 de agosto de 1748, Panamá 300; Relación de Méritos impresa de Antonio Marcelino de Arechua y Sarmiento, Madrid, año 1791, Panamá 288 y 289; Junta General de la ciudad de Panamá por el incendio de 1756, Panamá 209; Arrendamientos de la sisa y la alcabala, Panamá, 1785, Panamá 301; Cartas del Cabildo de Panamá, años 1790 y 1791, Panamá 257; Carta del Cabildo de Panamá recomendando méritos de Nicolás de Arechua, Panamá 275; Instancia presentada por María Marcelina de Arechua para que se le libere del pago de un donativo que ofreció su hermano Antonio Marcelino, por haber quedado sin dinero, Panamá 18.VI.1800, Panamá 302; Carta del Cabildo de Panamá informando de los méritos de José Andrés de Arechua, Panamá, 2.VII.1772, Panamá 278; Relación de Méritos y Servicios de don Juan Josef Martínez (impreso), Madrid, 11.IX.1797, Panamá 296 A; Archivo General de la Nación (Bogotá), Documentos sobre la casa de Arechua Sarmiento alquilada al gobierno, Fondo Real Hacienda, t. 16, fols. 371-37; t. 50, fols. 643-649; t. 53, fols. 623-688; y t. 55, fols. 43-66; Archivio Societatis Iesu (ARSI, Roma), Cartas Anuas, Catalogi Provincial Triennal Peruanensi, Perú, n.º 11 (1690-1756).

P. Mega, Compendio Biográfico de los Iltmos. y Excmos. Monseñores obispos y arzobispos de Panamá, Panamá, 1958, págs. 208, 211 y 213; A. Castillero Calvo, Historia de dos Casas Coloniales y su Entorno, Colegio Panameño de Historiadores, Universidad de Panamá, 1998, págs. 44-62; Arquitectura, Urbanismo y Sociedad, La Vivienda Colonial en Panamá, Historia de un Sueño, Bogotá, Editorial Presencia, 1994, págs. 245-258; La Ciudad Imaginada, el Casco Viejo de Panamá, Bogotá, Ministerio de la Presidencia de la República de Panamá-Panamericana Formas e Impresos, 1999, págs. 131, 158, 159, 189 y 246- 254; “La estructura urbana y la vivienda”, en A. Castillero Calvo (ed.), Historia General de Panamá, vol. I, t. II, Bogotá, Comité Nacional del Centenario de la República de Panamá, 2004, págs. 114-119.

 

Alfredo Castillero Calvo

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