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Francisco Javier de Luna Victoria y Castro

Biografía

Luna Victoria y Castro, Francisco Javier de. Panamá (Panamá), 2.XII.1695 – Trujillo (Perú), 11.III.1777. Obispo, fundador de la Universidad de San Francisco Javier de Panamá.

Francisco Javier de Luna Victoria y Castro nació en la ciudad de Panamá el 2 de diciembre de 1695 y fue bautizado en la pila del sagrario de la catedral el día siguiente, 3 de diciembre, fiesta de san Francisco Javier, a quien debe su nombre. Era hijo legítimo del capitán Manuel de Luna y Victoria y de Rosa Gordillo y Castro, vecinos del pueblo de Natá (Panamá). Ingresó a la milicia en la clase de soldado desde muy temprana edad, y luego abrazó la carrera eclesiástica, estudiando en el colegio seminario de Panamá, donde se tituló.

No siguió estudios superiores. Inició su carrera eclesiástica en la catedral de Panamá con el cargo de colector del Obispado y luego como mayordomo de la fábrica de la misma catedral, cuya construcción adelantó considerablemente, gracias a su eficiente administración, a su “laborioso genio”, y a los aportes que hizo a su costa, utilizando “el crecido número de esclavos de su propiedad”, como consta en un informe del gobernador Manuel Montiano del año 1750.

Hasta esa fecha había dedicado gran parte de sus energías y capital a la construcción de la catedral, que para entonces ya tenía levantadas las paredes maestras con los arcos interiores de las naves; estaba en proceso de construcción el último cuerpo de sus dos torres, y sólo le faltaba el techo y la portada principal. Así lo detalla en un informe del año 1750 el gobernador Manuel Montiano. En una conocida isometría de la Plaza Mayor de la ciudad que hizo en 1748 el ingeniero Nicolás Rodríguez, quien estuvo a cargo de los diseños de la catedral, se observa el estado en que se encontraba el templo, confirmando lo que describe Montiano, aunque aún sin las torres, que obviamente debieron construirse en el corto tiempo que media entre la isometría y el informe del gobernador.

Lo anterior queda confirmado también en un informe que Luna Victoria había presentado en abril de 1749 al obispo Juan de Castañeda sobre los gastos realizados en la construcción de la catedral. Allí describe lo que ya se encontraba en pie. Declaraba que el obispo Pedro Morcillo (1732-1741), antecesor de Castañeda, le había encargado esa tarea, y que hasta la fecha sus gastos excedían los 29.000 pesos, gracias a varios donativos de eclesiásticos y vecinos, agregando que el valor de su aportación personal, consistente en el trabajo de sus esclavos, ascendía a 9.095 pesos, los cuales donaba “para sus adornos interiores [...] por haber sido mi ánimo este servicio de Dios”.

En 1737 se había producido un devastador incendio en la ciudad de Panamá, destruyendo casi todos sus edificios, salvo unas veinte casas. En la memoria colectiva fue recordado como “el Fuego Grande”.

Pero gracias a su aventajada posición económica, y a la herencia que recibió de sus padres, Luna y Victoria pronto inició la fabricación “de tres casas propias de las más hermosas del lugar, con accesorias y cañones competentes para vivir cualquier familia decente”.

Además, ayudó económicamente a otros vecinos a reconstruir sus casas, facilitándoles sus esclavos y apoyándoles económicamente. Su popularidad se acrecentó y ganó fama de “bienechor”. Socorrió a los pobres, “alivió a los ministros de vuestra majestad en sus ahogos y urgencias”, y más de una vez asistió al gobierno con sus dineros para cubrir el déficit y sufragar la paga de los soldados. Se le calificaba de “laborioso, acomodado, benemérito, apacible y limosnero”; era hombre “inclinado a la paz” y parece obvio que tenía el aprecio del vecindario.

Sin embargo, la obra por la que mejor se le recuerda en Panamá es por la fundación de la Universidad de San Francisco Javier, regentada por los padres de la Compañía. En 1748 elevó un Memorial a la Corona exponiendo la necesidad de crear en Panamá un centro de estudios superiores para la educación de la juventud.

Para respaldar esta iniciativa, ofrecía como garantía las rentas que le producían dos de sus costosas propiedades inmuebles de la capital, con las cuales se sufragarían las cátedras de Latinidad, Retórica y Teología Moral, habiendo gastado más de 30.000 pesos de su caudal. El marqués de la Ensenada remitió al Consejo de Indias su Memorial el 8 de noviembre de ese año y el 25 de febrero de 1749 el Consejo recomendaba al Rey que se otorgara la licencia correspondiente para crear la Universidad. Finalmente, en junio de 1749, el Rey accedía a su creación mediante Real Cédula del 3 de junio de 1749. Se titularía Universidad de San Francisco Javier y fue la primera Universidad que tuvo el istmo. En ella se otorgarían títulos de bachiller, maestro y licenciado en Filosofía y Teología. Su primer rector fue el padre Hernando de Cavero, que llegó con ese propósito desde Quito.

Esta Universidad estuvo activa hasta 1767, cuando la Compañía fue expulsada de América. Al levantarse los inventarios en cumplimiento de una Providencia Real de expulsión de los religiosos “se encontraron ochocientos volúmenes, en donde abundaban obras sobre Derecho, medicina naturista y obras de literatura clásica”. Toda una generación de panameños se formó en sus aulas. En 1774 se propuso restablecer la Universidad, pero este proyecto no cristalizó y Panamá no volvió a tener un centro universitario hasta 1935.

Justo cuando se acababa de instituir la Universidad y en reconocimiento a su creciente prestigio como benefactor y hombre de bien, la Corona nombró a Luna Victoria tesorero de la catedral de Cartagena. Sin embargo, el clamor popular para que no abandonase el país indujo al gobernador Manuel Montiano a solicitar a la Corona que “retire ese nombramiento y se le haga para la catedral de Panamá por lo útil y necesario que es a su fábrica, a las cátedras de estudios que ha dotado y por las limosnas con que remedia las necesidades públicas y secretas. [...] Todo el mundo clama porque se quede y pido se le de otro cargo”, agregaba el gobernador. Es más, solicitó a la Corona, respondiendo al reclamo del vecindario, que se compensara a Luna y Victoria con alguna vacante en el Cabildo de la propia catedral de Panamá.

La Corona accedió y, contrario a lo que afirman los episcopologios, Luna y Victoria nunca llegó a ocupar la tesorería de la catedral de Cartagena; en cambio, fue nombrado obispo de Panamá. El Rey presentó su nombre a la Santa Sede por Real Cédula de Buen Retiro del 26 de marzo de 1751. La bula papal de confirmación se recibió en Madrid el 21 de junio siguiente. Y en agosto el gobierno de Panamá recibió la Real Cédula de nombramiento y tras notificársela a Luna Victoria, éste comenzó “a ejercer” el 13 del mismo mes. Luego de cumplir con lo establecido por la ley referente a inventarios, tomó posesión formal el 3 de noviembre siguiente.

Este nombramiento llenó de regocijo a la comunidad de vecinos, que hicieron “demostraciones públicas de alegría”. Pero no todos: corría el rumor de que “era moreno o mestizo”, y como aquélla era una sociedad de marcados prejuicios racistas, algunos peninsulares se sintieron incómodos con su nombramiento.

Se dice que uno de los canónigos exclamó: “¿Luna Victoria, obispo de Panamá? Entonces, señor [Nicolás Ildefonso] Serrano, a cortar leña en el manglar”.

Serrano era canónigo de presentación desde noviembre de 1740 y murió el 19 de diciembre de 1754.

Luna Victoria era el primer obispo nacido en Panamá, y es sorprendente que, sin tener estudios superiores ni haber alcanzado con anterioridad ninguna posición jerárquica en la Iglesia, accediera directamente al Obispado. Tal vez para compensar su falta de formación canónica, tuvo el acierto de elegir como su provisor al doctor Fermín Luzcando, un sacerdote y abogado panameño graduado en la Universidad de Lima, donde estudió Derecho Canónico. En Panamá ejerció como abogado y fungió como fiscal de la Audiencia.

Para ingresar al Obispado, Luna Victoria adelantó 22.000 pesos, lo que se estimaba una anticipación considerable, y entregó a la catedral 9.000 pesos de limosnas.

Al llegar Luna y Victoria al Obispado, le imprimió nuevo ímpetu a la construcción de la catedral y en los años siguientes costeó gran parte de los ornamentos litúrgicos, los retablos, las tallas de santos y las pinturas de tema religioso. Con su característico celo, realizó tres visitas pastorales al interior del país.

La primera la realizó en 1753-1754, la segunda en 1755-1756 y la tercera en 1758, dejando para cada una los correspondientes Libros de Fábrica y prolijas Relaciones —sobre todo las de 1756 y 1758con referencias detalladas a la edad, extracción social, procedencia regional, preparación académica, capacidad intelectual, conducta moral, relaciones familiares, nivel económico, y funciones que realizaba cada miembro del clero de su diócesis. Las de 1756 y 1758 son de las más completas que en ese sentido se conocen, y constituyen una fuente valiosa para el estudio de la Iglesia de ese período. Revela, de esa manera, el alto porcentaje del clero con “vestigio expuesto”, su pobre preparación, o su incontinencia sexual. Estos textos incluyen, además, referencias muy útiles sobre cada uno de los pueblos y ermitas visitados, aún los más remotos, con datos sobre su fundación, estado de la feligresía, frecuencia de los incestos, qué sacerdotes los servían, devociones más populares, y los problemas que enfrentaban. En estas tres visitas Luna Victoria llegó a recorrer prácticamente todo el país, o al menos todo lo que se encontraba bajo control colonial. En varias iglesias del interior aún se conservan las actas de sus visitas, con el registro de las confirmaciones realizadas por el obispo a los feligreses.

Después de su visita del año 1753, y escandalizado por lo que observó en el comportamiento del clero, Luna Victoria expidió desde Natá unas prolijas Ordenanzas para reglamentar su conducta y actividades, que incluían detalles como la prohibición a los sacerdotes de fumar tabaco durante el sacrificio de la misa, o en cualquier parte, costumbre que al parecer se había extendido y que ya había proscrito el Concilio limense.

El año 1756 se produjo otro devastador incendio en la ciudad de Panamá que consumió muchas de las mejores casas que se habían construido después del incendio anterior. En el inventario de pérdidas, el obispo Luna Victoria resultó con cuatro casas de las más costosas de la ciudad totalmente destruidas, con un valor agregado de 43.782 pesos, una verdadera fortuna. Sin embargo, las dos casas que había donado a la Universidad se salvaron del siniestro, aunque en otro incendio ocurrido en 1781 sufrieron algún daño. Su identificación ha sido posible, en parte, por el fondo de Temporalidades conservado en el Archivo General de la Nación, en Bogotá, donde constan las subastas que se hicieron en 1771 de los bienes dejados por los jesuitas. Ambas eran de cuatro lumbres (unos 16,4 metros de frente), “de dos altos, el primero de cal y canto y el segundo de tabla, madera y teja”, y con pozo en el patio. Una quedaba a un costado del colegio de la Compañía, en la calle 8.ª.

Cada una fue tasada en cerca de 8.000 pesos, no mucho, pues ya eran viejas. La mejor conocida es la situada al norte de la ciudad, en la calle de la Muralla, contigua al mar, que fue restaurada en 1998 para uso como oficina gubernamental. Es la llamada Casa de los Monogramas, por los que adornan su portada de piedra, en cuyo dintel se lee la fecha de su construcción —1743— y se inscribe un programa iconográfico con cuatro monogramas en relieve que significan Ave, Jesús, María y José.

Cabe preguntarse si después de las pérdidas de sus propiedades urbanas por el incendio de 1756, el obispo tendría capacidad económica para seguir impulsando la construcción de la catedral como lo había hecho antes. Sin embargo, todavía ese año pudo costear la campana de la recién construida iglesia de Santa Ana, situada a extramuros de la capital, donde se lee la inscripción: “Sta. Bárbara fecha a expensas del Istmo. Sr. Luna Victoria, año 1756”. Y en 1758 donaba a la iglesia de Natá un cuadro de la Santísima Trinidad donde se representan las tres divinas personas con el rostro de Cristo, según una iconografía no autorizada por la Iglesia pero muy generalizada en la Hispanoamérica colonial, obra del pintor Joseph Samaniego, que cuelga en el muro de la Epístola. Esta obra es de gran calidad y, según el texto escrito al dorso de la tela, fue concluida en octubre de 1758. En la borrosa inscripción que aparece a los pies de este lienzo se lee el nombre del obispo Francisco Javier de Luna Victoria y Castro como su donante.

El 26 de enero de 1758 Luna Victoria fue nombrado obispo de la ciudad de Trujillo, en Perú, y hacia ese destino se dirigió el 10 de marzo del año siguiente.

Dejaba la catedral prácticamente terminada. Bajo una cornisa, en el segundo cuerpo de la calle central de la portada, está inscrito en piedra su nombre, lo que evidencia que antes de su partida, había dejado concluida también la portada. En la portada se encuentra una inscripción que indica que el edificio se concluyó el 3 de diciembre de 1760. Sólo faltaba construir el altar mayor, que no fue concluido hasta la administración del obispo panameño Manuel Joaquín González de Acuña (1798-1813). En 1764 Luna Victoria escribía que había gastado “de mi peculio [...] en la fábrica y conclusión de la catedral de Panamá cerca de cien mil pesos”.

En su nombre, tomó posesión del Obispado de Trujillo el deán Carlos Lozada el 22 de abril de 1759, y el 17 de junio siguiente lo hizo el propio Luna Victoria.

En la ciudad de Trujillo se dedicó a reedificar los templos de Santa Rosa, Santa Ana y San Lorenzo.

En 1763 sancionó el arancel eclesiástico. Durante su ausencia de Panamá, Luna Victoria continuó manteniendo frecuentes vínculos con su país natal, como se desprende de dos cartas personales que escribió en 1764 y 1765, donde hace referencia a zurrones de cacao, cajas y dinero enviados a sus sobrinos y ahijados, así como 800 pesos “en doblones”, de los cuales 500 debían destinarse para “un ornamento de la iglesia de Nuestro Colegio de la Compañía de Jesús de Panamá”.

En 1772 no pudo asistir al VI Concilio Limense que convocó el arzobispo Diego Antonio Parada, concurriendo en su lugar el deán de Panamá doctor Justo López Murillo. Finalmente, en 1777, ya de avanzada edad, fue electo para el Arzobispado de Chuquisaca, en la Audiencia de Charcas. Pero murió en Trujillo el 11 de marzo sin haber tomado posesión. Había cumplido ochenta y dos años. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de la Compañía de Jesús y trasladado a la catedral.

De allí fue conducido al panteón general, que se inauguró el 2 de diciembre de 1831. Su corazón se encuentra en la vice-parroquia de San Lorenzo, en la ciudad de Trujillo, que había dejado acabada, incluyendo sus ornamentos litúrgicos. El año 1869 se condujo su cadáver otra vez a la catedral de Trujillo, donde reposa desde entonces.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de la Nación (Bogotá), Fondo Temporalidades, ts. I, III y IV, Subastas de propiedades de La Compañía de Jesús, Panamá, 1770-1771; Archivo Histórico Nacional (Madrid), Secc. Jesuitas, leg. 249², Dos cartas de Luna Victoria, al padre procurador general Jaime Torres, Trujillo, 22 de diciembre de 1764 y 24 de diciembre de 1765; Archivo General de Indias (Sevilla), Panamá, 107, Consulta del Consejo de Indias, sobre fundación de Universidad de Panamá, Madrid, 25 de febrero de 1749; Panamá, 299, Informe del gobernador M. Montiano sobre los méritos del Lic., D. Francisco de Luna Victoria, Panamá, 12 de febrero de 1750; Panamá, 299, Carta del gobernador M. Montiano, Panamá, 9 de noviembre de 1750; Panamá, 300, Carta de M. Montiano informando del nombramiento de Luna Victoria como obispo, Panamá, 20 de diciembre de 1751; Panamá, 223, Varias cartas del obispo F. J. de Luna Victoria, de junio de 1751 a enero de 1758; Panamá, 223, Ordenanzas decretadas por el obispo Luna Victoria, Natá, 20 de abril de 1753; Panamá, 223, Relación de Visita del obispado de Panamá por el obispo Luna Victoria, Panamá, 30 de septiembre de 1753; Panamá, 223, Relación de Visita del obispado de Panamá por el obispo Luna Victoria, Panamá 29 de septiembre de 1756; Panamá 300, Relación de Visita del obispado de Panamá por el obispo Luna Victoria, Panamá, 20 de enero de 1758.

J. A. Susto Lara, “El obispo Luna y Victoria”, en Revista Lotería (Panamá), n.º 29 (1943); J. A Susto Lara y E. J. Castillero Reyes, “La fábrica de la catedral en 1749”, y P. Mega, “D. Francisco Javier de Luna Victoria y Castro (1751-1759)”, en P. Mega, Compendio Biográfico de los Iltmos. y Excmos. Monseñores obispos y arzobispos de Panamá, Panamá, Ministerio de Educación, 1958, págs. 173 y ss.; A. Castillero Calvo, Arquitectura, Urbanismo y Sociedad, La vivienda Colonial en Panamá, Historia de un Sueño, Bogotá, Biblioteca Cultural Shell, 1994, pág. 355; “Las Casas”, en La Ciudad Imaginada, El Casco Viejo de Panamá, Bogotá, Ministerio de la Presidencia, República de Panamá, 1999, págs. 233-238; J. Conte Porras, “Francisco Xavier de Luna Victoria y Castro”, en Panameños Ilustres, Panamá, Editorial Mariano Arosemena, Instituto Nacional de Cultura, 2004, pág. 313.

 

Alfredo Castillero Calvo

 

 

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