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Martín del Barco y Centenera

Biografía

Barco y Centenera, Martín del. Logrosán (Cáceres), 1535 – España, p. m. s. XVII. Conquistador, arcediano, canónigo y poeta.

Abrazó el estado eclesiástico y en calidad de capellán vino en la armada del adelantado Juan Ortiz de Zárate, su hermano Sebastián García y su tío el clérigo Matías Ribera. Zarparon del puerto de Sanlúcar de Barrameda en 1572, llegando a fines del año 1573 a la isla de San Gabriel, y un año después a Asunción del Paraguay. Era portador de dos reales cédulas fechadas en 1571. Por una de ellas se le presentaba para una canonjía en la catedral de Asunción; la segunda le confería el arcedianato. Compartió con sus compañeros de viaje las penurias y peligros al recorrer las entradas de Martín García, y padeciendo hambrunas en Santa Catalina y San Salvador, en las costas brasileñas. Durante veinticuatro años siguió la suerte de los conquistadores españoles. Estuvo con el capitán Ruy Díaz de Melgarejo y con Juan de Garay en casi todas sus campañas. Reclutó gente para la leva de la ciudad en 1571. Fue arcediano de la Asunción, juez eclesiástico y protector de indios. Su actuación pública fue muy discutida; se le atribuyó participación en la conjuración de Vicente Baeza contra el teniente de gobernador Mendieta en 1576. Acompañó a Juan de Garay en su expedición de reconocimiento de los caminos del norte, durante la cual bautizó a muchos indios nuaras en 1578. Sin lugar a dudas, Garay debió iniciar su misión con gran rudeza, pues Martín del Barco, que fue su amigo, destacó que en sus comienzos “fue un hombre de soberbia cruel”. Al producirse en octubre de 1578 el gran incidente con los indios guaraníes, durante muchos años la única fuente de información que se tuvo de aquel hecho provenía de la crónica del Barco y Centenera; lo que posteriormente posibilitó una investigación documental que no hizo más que comprobar la veracidad de sus relatos. Del Barco y Centenera criticó abiertamente la actuación del doctrinero, clérigo Martín González, detractor del conquistador Irala. Según el relato de del Barco y Centenera, el doctrinero les habló a los indios de la estrella de belén y de otros temas religiosos que ellos no podían interpretar. El cacique Oberá vio aparecer un cometa y consideró que aquello era la estrella de Belén y él, el mesías. Mandó construir una cruz de caña, y cuando los españoles quisieron sacarla del poblado, se entablaron una serie de luchas entre ellos.

Formó parte de la expedición de fundación de Buenos Aires en 1580, y tomó parte activa contra el cacique Oberá. Sobre la fundación de Buenos Aires, existe un relato de Martín del Barco y Centenera que comenta un combate con los indios guaraníes, aliados con el cacique Tamboba. Varios siglos después, algunos historiadores como Rómulo Carbia y Roberto Marfany restaron valor y veracidad al relato. Pero un levantamiento general de los indios, ocasionado a raíz de la expedición que exploraba la costa norte hasta el río Luján y se aventuró hacia la Magdalena, confirmó la información dada por del Barco y Centenera. En marzo de ese mismo año, Garay escribió una carta al rey solicitándole que nombrara a Martín del Barco teniente gobernador, y se le encomendara la protección de los indios naturales de la región.

Tras la fundación de Buenos Aires, el canónigo pasó a Santiago del Estero en 1581. Estuvo a cargo de la capilla de la Real Audiencia de Chuquisaca, en el Alto Perú, y la vicaría de Porco. Asistió al Concilio de Lima en 1583, en calidad de secretario, junto al obispo de su diócesis, Alonso Ramírez Granero de Ávalos. Aprovechó esa ocasión para realizar su información de servicios, y sirvió de testigo a Ruiz Pueyo en la suya. En el canto veintitrés de su poema, recordó algunos sucesos acaecidos en el sínodo provincial, dando a conocer que fue uno de los partidarios del obispo de Cuzco, Sebastián de Lartaún, en las controversias con el obispo santo Toribio de Mogrovejo. Concluido el Concilio, Centenera se hallaba en la pobreza y el olvido, regresó a Chuquisaca y fue nombrado comisario del Santo Oficio de la Villa de Cochabamba entre 1585 y 1588. Fue acusado y procesado por el visitador Ruiz de Prado de catorce cargos diversos. Se le probó haber sustentado bandos en Oropesa y Cochabamba, condenado, en 1590, a privación de todo oficio de inquisición, y doscientos cincuenta pesos de multa.

Siendo obispo de la diócesis del Paraguay fray Pedro Fernández de la Torre, Martín del Barco y Centenera narró los enfrentamientos del obispo con el gobernador Felipe de Cáceres, y su muerte en 1574. En 1586, el nuevo obispo de la diócesis, fray Alonso Guerra, debió hacer frente a varios contratiempos ocasionados por el aumento e imposición de nuevos diezmos. El cabildo de Santa Fe, después de intimar la Real Provisión de la Audiencia de Charcas, solicitó y obtuvo del arcediano Centenera, para la ciudad y su jurisdicción, un magro arancel sobre su producción.

En 1587 se propuso firmemente al rey dividir la Gobernación del Paraguay en dos jurisdicciones más pequeñas, como ya lo había propuesto en 1581 fray Juan de Ribadeneyra. Centenera aconsejó designar como capitales a las ciudades de Asunción y Buenos Aires. En 1593 volvió a proponerlo, señalando las dificultades que la gran extensión del territorio suponía a la labor del diocesano. Consideraba, además, que la división eclesiástica era consecuencia lógica de la división política y administrativa.

De regreso a Asunción, pasó a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, trayendo víveres ante el anunciado ataque de piratas ingleses en 1593. Ese mismo año sirvió de testigo en la información de Rodrigo Ortiz de Zárate, que mandó hacer su hijo Juan Ortiz de Zárate. Fue procurador del cabildo de Buenos Aires. En 1599, ausentándose el obispo Guerra, quedó la diócesis privada de pastor y cabildo; el único prebendado de real nominación era Centenera, pero había pasado en 1581 al Tucumán, y luego al Perú, con licencia por dos años del cabildo asunceño. Como Centenera no dio acuerdo de su persona, el obispo Vásquez de Liaño le quitó la prebenda, según facultad que otorgaba a los obispos de Indias la Real Cédula de Felipe II de 1574. Pero sucedió que estando el obispado sin pastor, Centenera regresó del Paraguay y pretendió concentrar en su persona los poderes del cabildo, y elegir por su cuenta y riesgo, provisor. Así se produjo la elección del padre Rodrigo Melgarejo, designado provisor y vicario general del Obispado, por el término de nueve años. Esta actitud fue fuertemente criticada por el fiscal de la Audiencia de Charcas, Francisco Alfaro. Melgarejo se escudaba en el nombramiento dado por Centenera, que era precisamente lo que objetaban sus opositores. Pues Centenera había desamparado su propio beneficio por más de quince años, por lo tanto, mal podía realizar nombramientos en carácter de deán y cabildo, siendo un simple arcediano.

A comienzos del siglo XVII volvió a España y se incorporó al servicio del marqués de Castel Rodrigo, Cristóbal de Mora. Más tarde pasó a Portugal, formando parte del séquito del marqués al ser nombrado protector virrey de Portugal por el rey Felipe III. En Lisboa publicó la crónica rimada de la conquista del Río de la Plata en 1602, llamada Argentina y la conquista del Río de la Plata, con otros acontecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y estado del Brasil, actualmente famosa en la literatura histórica y de gran valor por los sucesos que relató. La designación de “Argentina” fue empleada por primera vez para designar el territorio de las provincias del Río de la Plata, derivándola de la traducción latina del nombre “de la Plata” dado al estuario; también es empleado en el poema para designar a los habitantes. En algunos de los veintiocho cantos que conforman el poema, Centenera relataba las operaciones y hostilidades de los piratas ingleses Drake y Cavendisch en el océano Pacífico; daba noticia de varios terremotos acaecidos en Lima, Arequipa y El Callao; de la expedición del virrey Francisco de Toledo contra Tupac Amaru y de Potosí contra Diego Mendoza.

La muerte lo sorprendió en una edad avanzada, a punto de concluir la segunda parte del poema. También escribió una obra en prosa titulada Los desengaños del mundo.

 

Obras de ~: Argentina y la conquista del Río de la Plata, con otros acontecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y estado del Brasil, Lisboa, 1601; Los desengaños del mundo, Lisboa, 1605.

 

Bibl.: R. A. Molina, Diccionario biográfico de Buenos Aires (1580-1720), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2000, págs. 91-92; E. Udaondo, Diccionario biográfico colonial argentino, Buenos Aires, Editorial Huarpes, 1945, págs. 132-133; V. Sierra, Historia de la Argentina (1500-1600), Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1967, págs. 127-149; C. Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, t. I, Buenos Aires, Don Bosco, 1966-1971, págs. 236- 240, 266-267 y 297-299.

 

Sandra Fabiana Olivero

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