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Sa'd

Biografía

Sacd. Ciriza: Abū Naṣr Sacd b. cAlī b. Yūsuf b. Muḥammad b. Yūsuf b. Ismācīl b. Faraŷ b. Ismācīl b. Yūsuf b. Muḥammad b. Aḥmad b. Muḥammad b. Jamīs b. Naṣr b. Qays al-Jazraŷī al-Anṣārī, al-Mustacīn bi-[A]llāh, Sīdī Sacd (Ciriza, Muley Zad). Granada, ant. 801 H./1398-1399 C. – Almería, XII.869 H./VIII.1465 C. Emir de al-Andalus (1454-1455, 1455-1462 y 1463-1464), vigésimo sultán de la dinastía de los Nazaríes de Granada (precedido por Muḥammad X y sucedido por este, por Ismācīl IV y por Abū l-Ḥasan).

Nació en Granada antes del inicio del siglo IX de la hégira (801/1398-1399). Su nombre en las crónicas cristianas aparece de múltiples formas: Muley (derivado de Mawlāya, “mi Señor”, título aplicado al soberano) Zad, Muley Çah, Ariza, Ciriza (derivado de Sīdī -mi Señor- Sacd), entre otras.

Su parentesco y vinculación con la familia real nazarí le venía de forma directa a través de su padre, el príncipe cAlī, que fue uno de los hijos de Yūsuf II (1391-1392), lo que convertía a Sacd en nieto de este emir y biznieto del gran Muḥammad V (1354-1359 y 1362-1391) a la vez que, colateralmente, sobrino de Muḥammad VII (1392-1408) y Yūsuf III (1408-1417).

De su familia se conoce la existencia de tres hijos, dos de los cuales desempeñaron un importante papel político durante su emirato y llegaron a ser entronizados: Abū l-Ḥasan cAlī, su sucesor, Muḥammad (XII) al-Zagal, también futuro sultán, y Yūsuf (m. 871/1467), que falleció con apenas diecisiete años víctima de la peste. Algunas crónicas castellanas hablan de “el ynfante Ysmael, fijo del rey Çiriça”, que, si no es una confusión con algunos de los otros tres, se trataría de un cuarto hijo. Además de estos varones, tuvo una hija llamada cĀ’iša.

Su actividad política se inició ya en época de su primo hermano Muḥammad VIII el Pequeño; este emir, en su segundo reinado se rodeó de partidarios y hombres de confianza, entre los que incluyó a Sacd. Testimonio de ello es el documento conservado que recoge una orden que Abū Naṣr (Sacd, con gran probabilidad) envió urgentemente el 13 de šacbān de 831/28 de mayo de 1428 a los jefes del distrito de Comares para que preparasen la defensa ante un inminente ataque cristiano del que se había tenido noticia ese mismo día.

Primer emirato: 1454-1455. La llegada al poder de Muḥammad IX al-Aysar, el Izquierdo o el Zurdo (1419-1427, 1430-1431, 1432-1445 y 1447-1453), expulsó del poder y relegó a la oposición a los partidarios de Muḥammad VIII, entre ellos Sacd. Tras la muerte de al-Aysar, tal y como había previsto él mismo, le sucedió Muḥammad X al-Ṣagīr o el Chiquito (1453-1454 y 1455) en agosto de 1453.

Sin embargo, la mayor parte de la población estaba a favor de Sacd y al cabo de un año, a mediados de agosto de 1453 pero en circunstancias que se desconocen, Muḥammad X abdicó en favor de Sacd, según informó el gran visir Abū l-Qāsim b. al-Sarrāŷ en una carta a Sevilla fechada el 19 de agosto de 1454.

Su entronización le llegó a una edad bastante madura, pues contaba, al menos, cincuenta y cinco años. Adoptó el laqab (sobrenombre honorífico) de al-Mustacīn bi-[A]llāh (el que implora la ayuda de Dios).

En este primer reinado, muy breve, apenas tuvo tiempo de realizar la actuación diplomática de comunicar a los castellanos, como nuevo emir, su deseo de mantener la paz. También tuvo tiempo de emitir un dahír o decreto soberano para confirmar una concesión fiscal a la población de Huércal el 10 de ramaḍān de 858/3 de septiembre de 1454.

A finales de 1454 o, más probablemente, en enero de 1455, Sacd perdió el Trono y fue expulsado de Granada por Muḥammad X al-Ṣagīr (el Chiquito) en circunstancias y por causas que se desconocen, aunque sí se sabe que antes del día 20 de enero de 1455 comenzó el segundo reinado de Muḥammad X.

Sacd se refugió en Casarabonela e inmediatamente solicitó la ayuda castellana y se hizo vasallo de Enrique IV a cambio de conseguir su ayuda para recuperar el Trono. En el pacto de vasallaje también incluyó a su hijo Muḥammad (XII), el futuro sultán al-Zagal, que se hallaba en Almería como gobernador de la ciudad y de la región oriental. Además y como garantía y prueba de su compromiso, Sacd envió a la Corte castellana a su otro hijo (el primogénito y heredero cAlī), a su gran visir y a otros destacados dignatarios, como el alcaide Mufarriŷ, dos arráeces de los Banū l-Qabṣānī y diversos alcaides, como los de Íllora y Cambil (unos ciento cincuenta caballeros y treinta peones en total, que sumados a otros disidentes anteriores llegaron a los trescientos).

Lógicamente, el nuevo Emir intentó someter a Sacd, al que asedió en Casarabonela ya antes del 10 de febrero de 1455, pero este solicitó el apoyo castellano apelando a su calidad de vasallo del Rey cristiano. El rey envió órdenes de defender a Sacd y poco después, el 15 de marzo, se dispuso a realizar una campaña contra el emirato nazarí. Así, Enrique IV en abril entró hasta los campos de la capital granadina y a principios de mayo atacó Málaga, pero no consiguió tomarla por los refuerzos enviados desde Granada al mando de Ibn cAbd al-Barr e Ibn Kumāša. Poco después tuvo lugar la entrevista entre el Rey castellano y Sacd, tras la que su hijo Abū l-Ḥasan cAlī, que acompañaba a Enrique IV, se quedó ya con su padre en tierras andalusíes. Una nueva entrada del castellano para talar la Vega de Granada el 11 de junio de 1455 obligó a los Nazaríes a pagar parias y entregar cautivos para que Enrique IV se retirase el 29 de julio mientras proseguían las negociaciones de tregua.

Segundo emirato: 1455-1462. La intromisión castellana debió de surtir efecto pues al mes siguiente, agosto de 1455, Sacd había recuperado ya el trono, aunque se ignoran las circunstancias y causas inmediatas por las que lo alcanzó. Solo el cronista castellano H. de Baeza, no siempre fiable, cuenta que el Rey castellano remitió cartas a Granada anunciando su apoyo a Sacd; este envió también seguidores suyos y la capital se sublevó y expulsó a Muḥammad X, que se refugió en las Alpujarras. Al poco tiempo, sus partidarios le escribieron para que regresara atravesando Sierra Nevada, pero Sacd lo descubrió y envió a su hijo Abū l-Ḥasan, que lo capturó y llevó a la Alhambra, donde fue ejecutado (en el Patio de los Leones) junto con sus dos hijos pequeños.

Una de sus primeras actuaciones diplomáticas en este segundo reinado fue escribir al Consell de Valencia una carta de queja pidiendo explicaciones por el asalto a la morería valenciana que se perpetró a comienzos de junio.

Aunque el vasallaje a Enrique IV le había proporcionado a Sacd, además del Trono, una tregua desde el año anterior, la renovación de la misma como tregua duradera a primeros de 1456 se complicó a causa de la conquista del castillo de Solera por un señor nazarí que actuó a título personal. El negociador castellano, el conde de Cabra, reclamó su devolución y endureció las condiciones para el pacto, lo que Sacd se negó a aceptar. Esto sirvió de excusa —es posible que la causa de fondo fuera la negativa del Emir a aceptar las excesivas exigencias castellanas para la tregua— al Rey castellano para lanzar una serie de ataques, desde la primavera de 1456, al emirato nazarí y ocupar Estepona, talar Málaga y tomar Fuengirola. También se apoderó, sin mucha resistencia, de Jimena de la Frontera en el mes de junio.

Rotas las hostilidades, Sacd también efectuó algunas expediciones contra la frontera enemiga y el 10 de agosto de 1456, tras saquear los campos de Úbeda y Baeza, un hijo de Sacd, y el visir obtuvieron una gran victoria en Mata Bejid (Cambil) en la que consiguió capturar al capitán de la ciudad, Juan Manrique, conde de Castañeda.

Finalmente, otra nueva tala de la Vega de Granada en agosto y septiembre obligó a Sacd a pagar doce mil dinares (doblas) de oro y seiscientos cautivos cristianos a cambio de una tregua de cinco meses (octubre 1457-marzo de 1458) que no era completa pues dejaba la frontera de Jaén abierta para la guerra.

En los años sucesivos se sucedieron algunos periodos de guerra pero predominaron las treguas acordadas desde septiembre de 1458 y renovadas en diversas ocasiones en los años siguientes hasta abril de 1462, año en que fue destronado.

Los destrozos de esta guerra fronteriza obligaron a Sacd a vender parte del patrimonio real para reparar las defensas del castillo de Cambil y las Barāŷilāt, en concreto, un trozo de una huerta del Sultán, enajenado el 29 de šawwāl de 862/9 de septiembre de 1458 por 375 dinares que se destinaron al citado fin.

Tras la firma del tratado, Sacd tuvo que hacer frente a una difícil situación económica: la reparación de los estragos de la guerra y, sobre todo, el pago de las parias que exigían los castellanos a cambio de la paz, verdadero objetivo de las cuatro campañas consecutivas de Enrique IV entre 1455 y 1458. Sin duda, esta fue la causa de las diversas ventas del patrimonio real que el Emir efectuó en 1459 y 1460. En concreto, vendió varias propiedades de gran valor: parcelas rústicas de considerable extensión y elevado precio en diversos lugares del territorio andalusí, como la Vega de la capital o el marquesado del Cenete, céntricos inmuebles urbanos en el rico y próspero zoco de la seda en la alcaicería y una industria para la molienda de aceituna en el barrio de Ajšariš.

Además, se vio obligado a realizar numerosas acuñaciones de menor valor monetario a lo largo de sus diferentes etapas de gobierno, pues se han conservado piezas batidas con ceca de Granada, Almería y Guadix que son dinares de plata y de vellón (o cobre plateado), en lugar de oro, lo que provocó una devaluación de la moneda. De creer al cronista H. de Baeza, Sacd habría llegado a usurpar algunas antiguas propiedades de los emires que habían sido vendidas anteriormente y esto habría sido la causa de su destronamiento.

Por lo que respecta a las relaciones con Navarra y Aragón, se habían ido enfriando y en el caso de Aragón, Alfonso V el Magnánimo cambió el entendimiento con los musulmanes por la colaboración con Castilla en la guerra, vigiló el tráfico de mercancías prohibidas con al-Andalus (frente a la interesada permisividad anterior) y renunció a sus pretensiones territoriales sobre el territorio nazarí en favor de Castilla.

En la primavera de 1462 finalizó la tregua y se reanudaron los ataques castellanos. Como respuesta de estos, Abū l-Ḥasan dirigió una incursión por los campos de Estepa en abril, aunque a la vuelta fue derrotado. Desde Jaén, el Condestable Miguel Lucas de Iranzo, además de fallidas tentativas contra Arenas y Cambil y Alhabar, efectuó una algarada del 11 al 18 de julio por tierras de Guadix sin encontrar apenas resistencia, lo que provocó las quejas de la población ante el sultán por esto y por los grandes impuestos que soportaban para pagar las parias que luego Sacd no entregaba a Castilla, causa de los ataques cristianos. El emir culpó al gran visir Mufarriŷ y a la poderosa e influyente familia de los Banū l-Sarrāŷ (Abencerrajes) y aprovechó la ocasión para eliminarlos: les tendió una emboscada en la Alhambra e hizo degollar a dos de sus principales dirigentes, el citado ministro Mufarriŷ y Yūsuf b. al-Sarrāŷ.

Otros miembros del clan, como Muḥammad, cAlī, al-Balansī, al-Qabānī o al-cAṭṭār, consiguieron escapar y se refugiaron en Málaga, donde proclamaron al “ynfante Ysmael”, que se encontraba en Castilla, y, una vez más, solicitaron el apoyo de Enrique IV para su nueva rebelión. Con el patrocinio del Rey cristiano, este Ismācīl (IV) se trasladó en seguida a Málaga acompañado de doscientos caballeros castellanos.

El nuevo pretendiente no era ‘Yūsuf V Aben Ismael’ ni ‘Aben Ismael’ ni Ismācīl III —así se desprende de la información de Ibn cĀṣim (m. 857/1453)—, sino otro de los tantos infantes y miembros de la familia real que se cobijaban en la Corte castellana; el rey cristiano los acogía para utilizarlos como candidatos al trono nazarí cuando fuera posible para fomentar la discordia y guerra civil. La información sobre él es muy escasa, aunque se sabe, además de su nombre Ismācīl, que era un príncipe nazarí, de edad madura, y que había permanecido largo tiempo en Castilla.

Desde Málaga, los Abencerrajes convocaron a todos sus familiares y partidarios de todo al-Andalus para que se concentraran junto a ellos. A la llamada acudieron las fuerzas de Gibraltar, dejando la plaza desguarnecida, lo que fue descubierto a los cristianos por un traidor; el duque de Medina Sidonia, Juan de Guzmán, y el conde de Arcos, Rodrigo Ponce de León, aprovecharon para rendir la plaza sin grandes dificultades en agosto de 1462.

Además de a los ataques cristianos, Sacd tenía que enfrentarse al mismo tiempo contra el sublevado Ismācīl (IV), quien contaba con un doble apoyo: los Abencerrajes y la ayuda castellana, lo que le permitió dominar la zona occidental del territorio andalusí y controlar Málaga, Ronda y Setenil.

En cambio, Sacd sufría el descontento y malestar de la población a causa de los repetidos ataques castellanos. Por ello, cuando el condestable Iranzo entró en la Vega de Granada en agosto de 1462, Sacd no se atrevió a salir a hacerle frente y abandonar la Alhambra por miedo a una rebelión interior. La desesperación de la población llegó al punto de que el pueblo llano del Albaicín y la Alcazaba estaba dispuesto a convertirse en mudéjar de Castilla para escapar a los continuos saqueos y agresiones cristianas.

Al poco tiempo, el desenlace esperado se produjo finalmente: en septiembre de 1462, los granadinos reconocieron a Ismācīl (IV) con la esperanza de librarse de las penalidades de la guerra permanente.

Sacd se vio obligado a abandonar la capital, aunque no por mucho tiempo: a finales de ese mismo año, en los últimos días de 1462 o en los primeros de 1463, Ismācīl IV fue expulsado de la Alhambra y Sacd recuperó el Trono. Durante su derrocamiento, se produjo la grave pérdida de Archidona el 30 de septiembre, después de una resistencia de dos meses que se había iniciado bajo su anterior emirato; esta pérdida provocó una gran consternación entre los andalusíes por el valor que esta ciudad revestía para ellos.

Tercer emirato: 1463-1464. Sin embargo, Ismācīl IV no se dio por vencido: se refugió en Íllora con sus partidarios Abencerrajes y todavía en noviembre de 1463 hostigaba a Sacd, aunque no consiguió su objetivo y, a finales de ese año 1463, murió.

A pesar de su actuación en contra de Sacd, Enrique IV se vio obligado a entablar negociaciones con el nuevo Emir porque necesitaba concentrarse en el conflicto que mantenía en Aragón, de manera que ordenó iniciar las negociaciones en enero y ya en febrero se alcanzó un acuerdo de tregua de ocho meses, del 1 de marzo al 31 de octubre de 1463. El acuerdo lo suscribió por parte andalusí el hijo de Sacd, Abū l-Ḥasan, cuya experiencia y actividad político-militar y diplomática de los últimos años lo autorizaban, en su calidad de príncipe heredero, a desempeñar funciones de gobierno de su padre, ya de avanzada edad (tenía al menos sesenta y cuatro años).

Pero Sacd sabía que esta u otra tregua era pasajera y que el Rey castellano volvería a atacar cuando resolviera sus conflictos con los reinos cristianos. Por ello, el Emir andalusí intentó buscar de nuevo la ayuda de otros estados islámicos y envió una embajada en ŷumādà I de 868/11 de enero-9 de febrero de 1464 al Sultán mameluco Jušqadam al-Ẓāhir para solicitar su auxilio en la lucha contra los enemigos cristianos. En la carta que le remitía narraba las conquistas castellanas del año anterior y la pérdida de plazas como Alicún, Gibraltar y Archidona, cuya importancia le describía. Igualmente, solicitó ayuda a los afṣíes de Túnez, cuyo emir cUtmān envió alguna contribución para la guerra contra los infieles ese mismo año 868/1464.

En febrero de 1464, Sacd sufrió de nuevo el ataque contra la Vega que Enrique IV lanzó desde Alcalá la Real con el objetivo de obligar al Emir nazarí a someterse a las exigencias castellanas para una tregua. Sacd debió aceptar nuevamente el pago de parias para conseguir la paz, que se acordó por un año y que Enrique IV publicó en Jaén el 14 de marzo de 1464.

Paradójicamente —aunque no fuera la primera vez que sucedía en la dinastía—, la consecución de la tregua no le sirvió a Sacd para prolongar su reinado. En esta ocasión fue su propio hijo, Abū l-Ḥasan cAlī, que ya venía desempeñando funciones soberanas, como se ha dicho, el que se sublevó instigado por los visires y jefes de los Banū l-Sarrāŷ. Sacd fue expulsado de la Alhambra y, obligado a abandonar Granada, debió refugiarse en Málaga, hacia finales de agosto o principios de septiembre de 1464.

La sublevación no encontró resistencia, pues los posibles opositores al creciente poder de Abū l-Ḥasan habían sido apartados, como su hermano Muḥammad (XII, al-Zagal), que cinco meses antes, en marzo de 1464, había huido de Granada para refugiarse en Castilla porque temía que lo detuviera su hermano mayor, que ya ejercía poderes de soberano en la práctica, como reflejan las crónicas castellanas.

Pero esta nueva crisis dinástica era otra oportunidad para atacar al emirato andalusí que enseguida se dispuso a aprovechar el Rey castellano. Abū l-Ḥasan cAlī comprendió la necesidad de cerrar la crisis e intentó reconciliarse con su padre y le pidió que volviera de Málaga, aunque Sacd prefirió establecerse en Almería; su hijo le pidió perdón y lo reconoció como legítimo sultán asegurándole que no se consideraba más que un visir suyo.

Sacd siguió en Almería manteniendo la consideración de sultán, aunque sin ostentar el poder efectivo, hasta su muerte a finales [30 de ḏū l-ḥiŷŷa] de ese mismo año 869 / [23 de agosto de] 1465. Tras su óbito, fue trasladado a Granada, donde fue enterrado en la rauda (rawa), el cementerio familiar de la dinastía nazarí situado en los jardines contiguos al palacio real, al este de la mezquita mayor de la Alhambra. Después de la conquista de Granada en 1492, sus restos fueron trasladados, junto a los de otros miembros de la familia real nazarí, por el último sultán de la dinastía y nieto de Sacd, Muḥammad XI (Boabdil), a Mondújar, en las posesiones que a este le concedieron los Reyes Católicos, donde fue finalmente inhumado.

 

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Francisco Vidal Castro

Relación con otros personajes del DBE

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