Agila II. Flavius Agila Rex. ?, ú. t. s. VII – ?, 713. Rey visigodo de España (711-713).
Los únicos datos seguros de este tardío monarca godo son algunas monedas acuñadas a su nombre en las cecas de Narbona, Gerona, Tarragona y Zaragoza, así como su mención en un ejemplar parisino de procedencia catalana de la famosa “Lista de los reyes visigodos” (Laterculus regum visigothorum).
En este texto Agila figura como inmediato sucesor de Witiza (muerto en 710) con un reinado de tres años, en lugar de Rodrigo, presente en los restantes ejemplares del mismo y ausente en éste.
Algún investigador ha pretendido identificar a este Agila con uno de los dos hijos de Witiza mencionados en un parágrafo de la Crónica del Moro Rasis contaminado con la Crónica sarracina de Pedro del Corral, y al que se da el nombre de Elier. Considero seguro que Elier no es más que el resultado del nombre godo Agila pasado por una intermedia trascripción al árabe. Pero también resulta muy problemática la credibilidad que hay que dar a esa fuente, cuando ni siquiera es seguro que la Crónica del Moro Rasis se base en una versión auténtica de la obra histórica del cordobés Ahmad al-Rāzī (fallecido cerca de 961). Es más, la doble e irreductible tradición de la historiografía hispanoárabe —representada por el Ajbār Maymū’a y el Fath al-Andalus, por una parte, y por Ibn al-Qūtiyya (muerto en 977) y sus seguidores, por otra— sobre los hijos de Witiza no transmite nombre alguno que pueda reducirse a Agila, pudiéndose tan sólo suponer en base a las primeras la existencia de un pariente de Witiza llamado Ega. En fin, los datos seguros sobre el reinado de Rodrigo y los antes mencionados de Agila II convierten en muy inverosímil una relación de parentesco entre este último y el rey Witiza.
Entre la muerte de Witiza y la irregular promoción al trono de Rodrigo transcurrió un largo interregno superior al medio año. Todo parece indicar que Rodrigo contó con el final apoyo, más o menos forzado, de la familia y nobles clientes del difunto Witiza. Y también es seguro que tanto uno como otros tenían sus bases de poder en el mediodía peninsular, en especial en las tierras cordobesas, y en la mitad occidental de la Península. Precisamente las monedas acuñadas por Agila II se circunscriben a las regiones nororientales del reino godo: Septimania, Cataluña y valle del Ebro. Allí precisamente donde no se testimonia que Rodrigo llegara a acuñar trientes. Por otro lado, también es significativo que la campaña de Tarik, tras la derrota y muerte de Rodrigo y su ejército, no alcanzase las tierras que se supone bajo el dominio de este Agila II. Tan sólo sería la llegada de Muza con nuevos refuerzos a finales del 711 la que permitiera penetrar ya en el valle del Ebro, conquistar Zaragoza, llegar hasta la costa mediterránea catalana y poner de este modo final al reinado de Agila.
Con estos datos parece verosímil reconstruir el reinado de Agila como sigue. Mayoritariamente la nobleza hispanogoda nororiental tenía que estar descontenta con casi medio siglo de continuidad en el poder del mismo bloque y linajes nobiliarios, meridionales y occidentales, que en el 673 habían protagonizado una durísima represión sobre la nobleza de Cataluña y Septimania aliada al usurpador Paulo. El largo interregno habría sido la ocasión propicia para proclamar Rey a Agila II, lo que sin duda pudo acelerar la tumultuosa caída de Rodrigo.
Cuando en la primavera del 711 éste acababa de iniciar el ataque a su rival, posiblemente a sus aliados vascones, se produjo la peligrosa expedición invasora de Tarik. Es posible que éste contara con una cierta connivencia de Agila, o una vez derrotado y desaparecido Rodrigo se llegó a un acuerdo de no agresión. Acuerdo que en todo caso se acabó cuando el ejército invasor islámico, con la llegada de Muza, se sintió ya lo suficientemente fuerte para ocupar también las tierras del nordeste peninsular. Curiosamente las monedas de Agila II han aparecido todas ellas en contextos arqueológicos que muestran rastros de una destrucción violenta o tienen un claro carácter militar.
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Luis Agustín García Moreno