Abū Ya‘qūb Yūsuf b. ‘Abd al-Ḥaqq. Marruecos, IX.1240 – Tremecén (Marruecos), 10.V.1307. Segundo sultán de los Benimerines en al-Ándalus.
Nació en septiembre de 1240. Hijo del sultán benimerín Abū Yūsuf, que había derrotado a los últimos gobernantes almohades y había fundado el sultanato meriní.
Participó en la campaña emprendida por orden de Abū Yūsuf contra Castilla en el año 1285, dirigiendo las operaciones de castigo emprendidas en los alrededores de Jerez y Sevilla, causando estragos en las fortificaciones de tamaño mediano de la región hasta la tregua acordada por el rey de Castilla Sancho IV con los norteafricanos. También tuvo oportunidad durante los años en que desempeñó la función de sucesor al trono de intervenir en la compleja política del reino nazarí de Granada y en las obras realizadas en la ciudad de al-Biniya, construida por los meriníes junto a Algeciras como punto fuerte de sus posesiones peninsulares, lo que resultaría importante, pues tanto el trato con el reino de Granada como la construcción de ciudades y fortalezas como forma de propaganda política fueron dos hechos que marcaron su período de gobierno.
Tras la muerte del emir Abū Yūsuf (19 de marzo de 1286) ocupó el trono, adoptando el apelativo honorífico de Al-Nāṣir li-dīn Allāh, de claras resonancias omeyas, que muestra ya la importancia que iba a conceder a la península Ibérica. Recibió el juramento de fidelidad del ejército en la misma Algeciras, siendo tomado al resto de los súbditos del reino por los altos funcionarios. Según Ibn Marzūq, Yūsuf había sido enviado por su padre a pacificar el Magreb cuando le sorprendió la muerte de éste en al-Biniya, y entonces volvió a la ciudad fortaleza para asumir la sucesión. La imposición de la autoridad de los Banū Marīn en la zona sur del Magreb resultó difícil durante el reinado de Abū Yūsuf
El reparto del botín obtenido en el suroeste de Andalucía le permitió premiar a los combatientes árabes, andalusíes y meriníes, y afianzar su poder entre las tropas del emirato. Promulgó una amnistía por la que liberó a gran cantidad de presos, y según un autor no identificado —posiblemente Ibn al-Jaṭīb— pero citado por Ibn Abī Zar’, cedió parte de los dominios de los Banū Marīn en la Península a Ibn al-Aḥmar. Renovó el acuerdo de paz con el rey de Castilla y dispuso el gobierno de las plazas y las tropas meriníes en la Península. Tras adoptar estas disposiciones llevó el cuerpo del rey difunto a enterrarlo en Rabat; con este fin reutilizaron una lápida romana, en la que hasta el día de hoy podemos encontrar estos dos registros epigráficos tan lejanos el uno del otro.
Las rebeliones tanto entre los grupos cercanos a los meriníes como de grupos opuestos a éstos comenzaron tan pronto se asentó el nuevo emir en la ciudad nueva de Fez, en especial el levantamiento de los Banū Wārizīn, en cuyo aplastamiento participó Yūsuf personalmente, aunque fueron rápidamente derrotados. Más difícil resultó el sometimiento del Sūs, donde se levantó Ṭalḥa b. ‘Alī, que fue derrotado y muerto en febrero de 1287.
Las campañas de aquel año parecen mostrar la intención de fortalecer la autoridad meriní en el norte de África, donde Yūsuf avanzó hacia Sigilmasa, derrotando a las tribus árabes para abrir las rutas comerciales de esta región, básicas para la economía del emirato. Paralelamente se produce la cesión de una serie de plazas fuertes a los nazaríes de Granada (febrero de 1288), entre las que destaca Wādī Āš. En diciembre de 1288, aprovechando la ausencia del emir de la capital Marrakech debida a un viaje a Fez, se apoderó de la capital su hijo, Abū Āmir, y se rebeló contra él. Yūsuf acudió a la ciudad y su hijo salió a combatir contra él, pero fue derrotado y se encerró en la ciudad. A continuación ejecutó a su almojarife Ibn Abī Barakāt, y se presentó en el campamento de Abū Ya‘qūb, que entró en la capital al día siguiente. Tras un año de preterición el infante fue perdonado, tras un destierro en distintas partes del reino.
En este mismo año la petición al emir de Tremecén, ‘Uṯmān b. Yagmurasān, de entregar a algunos rebeldes huidos del reino, resultó en el encarcelamiento de los enviados del emir meriní, lo que determinó una incursión contra Tremecén.
El 9 de mayo de 1290 salió Abū Ya‘qūb contra Tremecén, y devastó sus alrededores, sus alquerías y asedió la propia capital, aunque no insistió en el ataque, volviendo tras tres semanas al territorio del emirato meriní.
Al concluir las treguas con Castilla en el año 1291, el emir Yūsuf dio orden a sus tropas en el sur de la Península Ibérica que comenzaran las algaras contra Jerez, que comenzaron en abril de aquel año; además reunió a la flota meriní para evitar que le cortaran el paso las naves castellanas. En agosto de ese año la flota castellana derrotó a la norteafricana, retrasando el paso de Abū Ya‘qūb, aunque a la postre alcanzó el emir meriní Tarifa, uniéndose a las tropas de las incursiones, que se vieron reforzadas hasta la llegada del invierno, en que las tropas meriníes volvieron a Algeciras. En el mes de diciembre volvió al Magreb, tras comprobar la creciente hostilidad de los nazaríes y el dominio castellano en el estrecho, que presagiaba las dificultades crecientes con las que se encontrarían los Banū Marīn para intervenir en Granada y en Castilla, e incluso para mantener sus posesiones en la región.
En el año 1291 los hijos de Abū Bakr b. ‘Abd al-Ḥaqq se rebelaron contra el emir meriní, y huyeron a Tremecén. Tras llegar a un acuerdo con Abū Ya‘qūb se decidieron a volver, pero fueron interceptados por su hijo Abū Āmir, que los masacró, lo que condujo al emir a desterrar a su hijo en el Rif, que murió allí poco después.
El reino de Granada llegó a un acuerdo con el de Castilla por el que el primero se comprometió a apoyar al segundo en el asedio de Tarifa, proporcionándole entre otros aspectos víveres y provisiones, para impedir el paso de los benimerines a la Península Ibérica. El asedio, formalizado en mayo de 1292, concluyó con la entrega por pacto de la plaza el 13 de octubre de 1292.
Los problemas militares aumentaron al alcanzar los waṭṭāsíes de Tremecén a conquistar la plaza fuerte de Tāzūṭa, en el Rīf apoyándose en los rebeldes meriníes que se habían refugiado en su territorio. Tras un primer asedio, fracasado por la muerte natural del general del ejército, el propio emir acudió a asediar la plaza, que fue recuperada tras pactar con los rebeldes.
En este período ordenó la celebración de la fiesta del mawlūd en sus dominios, incidiendo en la adopción de fiestas religiosas populares entre las fiestas oficiales. Abū Ya‘qūb ocupó nuevamente la fortaleza de Tāzūṭa (mayo de 1293).
Al aumentar la presión sobre los granadinos por parte del reino de Castilla, éstos buscaron recomponer las relaciones con los meriníes, que enviaron al emir el Corán de Uṯmān b. Affān, una de las reliquias más veneradas del Islam andalusí. La entrevista entre el sultán de Granada y el de los benimerines en Tánger condujo a la vuelta de los meriníes a combatir en la frontera granadina y a un intercambio de plazas fuertes entre ambos para poder llevar a cabo su actuación más concreta.
En diciembre de 1293 Abū Ya‘qūb Yūsuf comenzó el asedio de Tarifa, que mantuvo durante un tiempo, aunque las condiciones en el norte de África dificultaron su actuación, pues una hambruna debida a la carestía de los productos agrícolas produjo una mortandad considerable. En el año 1294 se produjo la mejora de las condiciones de vida de la población en el Magreb, en el que los precios de los alimentos bajaron sensiblemente.
En 1295-1296 el emir Yūsuf condujo una campaña contra Tremecén, en la región de la fortaleza de Tāzūṭa, en la que se encontraba la frontera entre ambos reinos, y expulsó a los gobernadores de la zona waṭasí; pero la campaña no tuvo mayores frutos.
En 1296-1297 realizó una nueva incursión contra Tremecén, y asedió la ciudad de Nadrūma durante un tiempo; luego se alejó y reconstruyó la ciudad de Waŷda, que fortificó de forma magnífica para usarla contra el emirato de Tremecén, y pobló con la tribu de los Banū Askar. En 1297-1298 llevó a cabo otra incursión contra Tremecén, y llegó a asediar varios días la propia capital.
En el año 1298-1299 Abū Ya‘qūb comenzó el asedio a Tremecén, en el que no cejaría hasta su muerte. En las operaciones previas conquistó las plazas Nadrūma, Wahrān, Tāwānat, Mazgrān, Musta’ānim, Tenes, Šaršāl y la mayor parte del territorio de los Banū ‘Abd al-Wādī y de la tribu de Magrawa. Estas conquistas supusieron un prestigio importante para el monarca meriní, que recibió el reconocimiento como soberano de distintos estados del Magreb, como Túnez, Constantina o Argel, aunque fueron más teóricas que efectivas. A pesar de estos éxitos el meriní prosiguió el asedio y construyó un alcázar y una mezquita frente a Tremecén, mostrando así su determinación de no abandonar el asedio hasta la captura de la ciudad, en el que se turnaban las tropas del reino. Según Ibn Abī Zar’ llegó incluso a recibir una embajada de los gobernantes de Egipto con presentes.
Esta construcción, que recibió el nombre de Tremecén al-Ŷadīd (La Nueva), y se proyectaba como ciudad palaciega junto a una ciudad rebelde anterior (1302-1303). La dimensión de los zocos, de la mezquita y del alminar de ésta, y las murallas imponentes de esta ciudad prolongan la actividad de los reyes constructores del Magreb, que entre los siglos XII y XIII construyeron un gran número de ciudades, fortalezas, mezquitas y otros edificios para reflejar su poderío y el de sus dinastías. Sin embargo, ni esta medida ni la muerte del monarca enemigo, que fue sucedido por su hijo, permitieron la toma de la ciudad.
El 12 mayo 1306 el arráez Ibn Sa‘d, del reino nazarí de Granada, se apoderó de Ceuta, y se llevó a la dinastía de gobernadores locales, en ese momento fieles a los meriníes, los ‘azzafíes, a su capital. El emir ordenó a su hijo Ibrāhīm acudir con un ejército reclutado en el Rif a Ceuta, pero fue derrotado, por lo que su padre lo criticó con dureza.
El 10 mayo de 1307 el emir fue asesinado en Tremecén Ŷadīd por uno de sus sirvientes, que le atacó mientras dormía. Fue sucedido por su nieto Abū Āmir, que hubo de enfrentarse a varios miembros de la familia real meriní e incluso llegar a la ejecución de varios de ellos para afianzar su poder. El reino comenzó a dar muestras de una inestabilidad de la que no se recuperaría hasta la llegada al poder de Abū l-Ḥasan.
La política externa de Abū Ya‘qūb Yūsuf estuvo marcada por sus intentos de ampliar sus dominios en el norte de África a expensas del reino de Tremecén, principalmente, al que prácticamente destruyó, y por unas difíciles relaciones con los nazaríes, que sucesivamente lo reconocieron como soberano y se enfrentaron a él, tanto ayudando a los castellanos como tomando las armas frontalmente contra ellos, como podemos observar por los casos de Tarifa o de Ceuta. El ministro de Muḥammad V de Granada, Ibn al-Jaṭīb, contrapone la familiaridad que caracterizaba la corte de su padre Abū Yūsuf con la ceremonia que introdujo su hijo en la corte,
La política interna se caracterizó por las disputas internas dentro de la familia gobernante, que condujo a una situación inestable tanto durante su gobierno como tras su muerte. Apoyó a diversas tariqa-s sufíes, siguiendo en esto a su padre; durante el gobierno meriní se produjo un incremento exponencial del culto por los morabitos en el Magreb. Mantuvo el título de Amīr al-muslimīn (Emir de los musulmanes), semejante al de Amīr al-mu’minīn (Emir de los creyentes) que detentaban los califas pero alterando la titulación lo bastante como para evitar disputas con otros aspirantes al título califal en el Islam.
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José Ramírez del Río