Costa, Antonio. Saint Laurent de Cerdans (Francia), 1767 – Fredericia (Dinamarca), 11.VIII.1808. Capitán de la Caballería española.
Oficial de la Caballería española cuyo recuerdo permanece vivo en Fredericia (Dinamarca), donde reposan sus restos mortales bajo un pequeño monumento junto a la iglesia de San Canuto (rey y patrón de Dinamarca).
Nació en 1767 en la Cerdaña francesa, de familia hidalga. Sufrió las persecuciones que se derivaron de la Revolución Francesa y, en 1793, al declarar España la guerra a Francia, ofreció voluntariamente sus servicios en nuestros ejércitos. Reunió, al servicio de Carlos IV, seis compañías —a las que vistió a sus expensas— y con las que formó el Batallón de San Lorenzo, militando sin recibir pagas mientras pudo disponer de su patrimonio y destacando en la mayoría de las acciones en que tomó parte.
Como consecuencia de sus hechos de armas, por Real Cédula de 8 de septiembre de 1794 fue naturalizado español y tres días después —el 11 de septiembre— fue graduado de capitán, tomando su unidad, desde aquella fecha, el nombre de Legión de la Reina María Luisa.
Continuó prestando útiles y arriesgados servicios y, una vez firmados los Tratados de Basilea y San Ildefonso, fue agregado —como capitán efectivo— al Batallón de Frontera de la guarnición de Gerona.
El 8 de junio de 1796 se le concedieron cuatro meses de licencia para arreglar los asuntos concernientes a su patrimonio pero, cuando se hallaba en marcha para Cartagena, se declaró la guerra contra Inglaterra, cesando en su viaje, restableciéndose al servicio y siendo agregado —el 11 de julio— al Regimiento de la Reina.
Para evitar su deportación a Francia, reclamada incesantemente por esta República junto con la de todos los que habían emigrado como consecuencia de la Revolución, el 28 de diciembre de 1797 pasó agregado al Regimiento de Granada y el 28 de octubre de 1798, para eludir su destierro a la isla de Menorca, fue agregado al Regimiento de Dragones de Buenos Aires.
También se distinguió en las provincias del Río de la Plata, confiándosele —el 26 de mayo de 1802— el mando del puerto de Barragán (Argentina).
El 4 de junio de 1803 embarcó en Montevideo (Uruguay), autorizado para regresar a la Península con objeto de resolver los asuntos familiares que había dejado pendientes en 1796. Tras una azarosa travesía logró llegar a Lisboa el 4 de febrero de 1804, viéndose obligado —por diversas circunstancias ajenas a su voluntad— a solicitar dos prórrogas a su licencia. Finalmente, el 25 de julio de 1805 se le dio plaza efectiva de capitán en el Regimiento de Caballería de Algarbe, de guarnición en Valencia.
A finales del último año pasó, con su regimiento, al reino de Etruria (Italia), llegando a Florencia (Italia) el 11 de marzo de 1806. El 15 de abril de 1807 salió de esta capital y, en agosto, arribó a Hamburgo.
En 1808 el Regimiento de Algarbe fue destinado a Dinamarca (junto con la División del marqués de La Romana). Cuando Napoleón exigió de las tropas españolas el juramento de obediencia al nuevo rey José I, éstas se negaron y embarcaron para España, pero el Regimiento de Algarbe se vio en la imposibilidad de llevar a cabo esta determinación por la conducta de sus jefes.
El capitán Costa, como más animoso de los oficiales, tomó el mando de los dos escuadrones que decidieron volver a España, partiendo desde su acuartelamiento en Horsens (Dinamarca). Iniciaron la marcha el 10 de agosto, pero para entonces las tropas francesas ya estaban alertadas.
En la madrugada del día 11, cuando los jinetes de Algarbe intentaban cruzar el estrecho Lille Baelt, para pasar a la isla Fionia y alcanzar Nyborg, hizo su aparición una columna dano-francesa que mandaba el mayor Ameil, quien conminó a la rendición a Costa y a sus hombres. En ese momento llegó el mariscal Bernardotte, quien ordenó fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa.
El capitán Costa, intentando evitar las severas medidas del mariscal, se dirigió al mayor Ameil y le dijo: “Soy el único culpable, porque mis soldados no han hecho más que obedecerme; yo soy el que los ha seducido”.
Tras estas palabras cogió una de sus pistolas de arzón y, volviéndose a sus subordinados, añadió: “Os he engañado y debo morir. Recuerdos a España de Antonio Costa”. A continuación se disparó en la frente.
A pesar de su trágico sacrificio, los dos escuadrones fueron desarmados, maltratados y prisioneros.
En cuanto al cadáver de Costa, los soldados daneses de la brigada de Ameil, admirados de aquel gesto de caballerosidad y heroísmo, recogieron aquél y lo depositaron en una tumba que para él cavaron en el cementerio católico que se hallaba a la entrada de la iglesia de San Canuto.
En 1873, con motivo de la ampliación de la iglesia, el pueblo danés erigió una pequeña lápida de mármol coronada por una cruz y una palma. La lápida contiene las últimas palabras pronunciadas por Costa, enviando su recuerdo a España. Entre 1909 y 1910 se llevó a cabo una colecta, entre los oficiales de la Caballería española, para costear otra lápida, en granito, con dos sables cruzados, que se colocó detrás de la tumba.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia, Secc. 1.ª, leg. C-3634.
J. Pérez de Guzmán y Gallo, “Informe a S. M. el Rey Don Alfonso XIII acerca del capitán español don Antonio Costa de la expedición auxiliar del marqués de La Romana al Norte y su sepulcro en Fredericia (Dinamarca)”, en Memorial de Artillería, año 64, serie V, t. VII (1909), págs. 113-182; L. Stampa Piñeiro, “Leyendas danesas”, en Memorial de Caballería. Jarama, n.º 22, 2.ª época (enero de 1986), págs. 52-55.
Antonio Bellido Andréu