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Eulogio Florentino Sanz y Sánchez

Biografía

Sanz y Sánchez, Eulogio Florentino. Arévalo (Ávila), 11.III.1822 – Madrid, 24.IV.1881. Periodista, poeta, dramaturgo, crítico literario, diplomático y político.

Los datos conocidos de la biografía de Eulogio Florentino Sanz se encuentran dispersos en referencias de escritores contemporáneos, como Manuel Ovilo y Otero que publica en vida de Sanz su Manual de biografía y de bibliografía de los escritores españoles del siglo XIX (1859), y otros que se irán citando. Nace Eulogio Florentino Sanz en Arévalo (Ávila) el 11 de marzo de 1822, según datos que aporta Zarza y Roldán al dejar constancia de su bautismo en la iglesia de San Juan Bautista el día 14, a los tres días de nacer. Fueron sus padres Eusebio Sanz Guerra, abogado natural de Olmedo y Josefa Sánchez Notario, natural de Carrascalino en el obispado de Salamanca. Tenía Sanz seis años cuando murió su madre y no mucho después su padre tuvo que ser internado, acogido de caridad, en el Hospital de San Bernardino en Madrid. Pasó Eulogio Florentino a vivir bajo la tutela de un pariente que no le prodigó cariño ni supo cuidar de sus ya de por sí escasos recursos. En Arévalo asistió a la escuela con gran aprovechamiento destacando entre sus condiscípulos. Desde muy niño fue un gran aficionado a la lectura, especialmente a la poesía, que recitaba en voz alta. Entre los años 1838 y 1840 siguió estudios de Leyes en la universidad de Salamanca, según Zarza y Roldán, acogido por un tío canónigo. Al año siguiente pasó a estudiar a Valladolid, donde participó en algunas travesuras juveniles que dieron con sus huesos en la cárcel. Ya fuera por este motivo o por alguna desilusión amorosa, el caso es que Sanz abandona su tierra y se va a Madrid “como tantos otros lo hicieron, en busca de gloria y fortuna”. Con el solo bagaje de sus poemas de juventud y una carta de recomendación para un personaje influyente, que no obtuvo el resultado esperado, sus primeros tiempos en la corte fueron de gran estrechez. El gran periodista Andrés Borrego le dio trabajo en su periódico El Español como corrector de estilo, en el que le acompañó con frecuencia y ayudó en su tarea el que fue su amigo Castro y Serrano, según señala el propio Castro. Pero pronto destacó Sanz como excelente periodista siendo compañero de García Tassara, Aribau, Moreno López, Cayetano Cortés y otros ilustres periodistas. Ganó fama como crítico literario con juicios certeros y objetivos. Frecuentó Eulogio Florentino desde su llegada a Madrid las principales tertulias literarias, en las que, según cuenta Zarza, brillaba por su amena conversación y sus chispeantes y cultísimas ocurrencias. Concurría a la que tenía lugar en el café del Teatro del Príncipe, conocida como el Parnasillo, a la que acudía gente de teatro; a la tertulia del Café del Recreo, frecuentada por Cánovas del Castillo, Fernández y González, Ruiz Aguilera; a la que se reunía en la cafetería La Iberia formada por escritores y políticos, como Pedro Calvo Asensio, Hartzenbusch, Sagasta, Adelardo López de Ayala y otros. De modo que siempre estuvo muy relacionado con el mundo de las letras y de la política y en ambos contó con buenos amigos. El 1 de febrero de 1848 Sanz estrenó en el Teatro del Príncipe el drama histórico Don Francisco de Quevedo con notable éxito de público y crítica al que contribuyó el famoso actor Julián Romea que representó el personaje de Quevedo. El 13 de octubre de 1854 estrenó su comedia Los achaques de la vejez, con el mismo éxito que la anterior, consolidando así su fama de dramaturgo. Durante estos años continúa Sanz con su labor periodística, aunque ya no en El Español cerrado en marzo de1848. Aparecen trabajos suyos en La Patria, La Sátira, La Víbora, El Observador, El Mundo Nuevo y otras publicaciones periódicas, aunque de manera discontinua.

La revolución del 54, a la que contribuyó Sanz con un escrito que circuló en numerosas copias manuscritas, y su amistad con Nicomedes Pastor Díaz, le aupó a importantes puestos diplomáticos. Fue secretario de la Legación española en Berlín, donde se familiarizó con los poetas alemanes que tradujo y dio a conocer en España, especialmente a sus admirados Goethe y Heine. Regresó a España en febrero de 1857 y entró en política por el partido liberal, concurriendo a las elecciones de 1858 como diputado en Cortes por Alcázar de San Juan, cargo que obtuvo y en el que cesó en 1863. En 1859 renunció a un cargo diplomático en Brasil; en 1868 hizo lo mismo ante el nombramiento de ministro plenipotenciario en Tánger, adonde le enviaba su amigo Juan Valera, subsecretario del Ministerio de Estado en ese momento, ante la situación de necesidad en que se encontraba Sanz. Sin embargo, cuatro años más tarde aceptó ese mismo puesto en el que permaneció hasta 1874. En ese tiempo, mayo de 1873, contrajo matrimonio en Cádiz con doña Consuelo Sierra que le sobrevivió muchos años (murió en 1918). Al cesar en Tánger se le nombró ministro plenipotenciario en México, cargo que no aceptó alegando problemas de salud.

Los últimos años de su vida los pasó retraído y amargado por considerarse poco reconocido. Dejó de escribir para el público, aunque, según comenta Mutgé: “se pasaba noches enteras llenando cuartillas que, al día siguiente, aparecías desmenuzadas ... todo el caudal de poesía que creaba su orgulloso espíritu, moría al tiempo de nacer”. En esta idea insiste su amigo Eusebio Blasco: “su cualidad distintiva era el orgullo. Orgullo de su propio valer llevados hasta la exageración [...] Prefería morirse de hambre que escribir versos que, según él decía, no habían de entender las gentes. Desde que dio al teatro su comedia Achaques de la vejez, juró no escribir más”. Selden Rose habla de su encierro en un lastimoso silencio, apartado de toda actividad política y literaria, dependiendo económicamente de la generosidad de sus amigos, quienes alaban su integridad moral pero deploran su debilidad de carácter que le impidió alcanzar las metas que prometían sus comienzos. Unos, como Castro y Serrano, echan de menos su dedicación exclusiva al teatro, y otros, como José María de Cossío, gran admirador de la poesía de Sanz, lamenta la escasez de su obra poética. Murió en Madrid, el 24 de abril de 1881. En el Museo del Prado se conserva un retrato al óleo de Florentino Sanz, pintado por Ignacio Suárez Llanos en 1854, procedente de la donación de su viuda Consuelo Sierra en 1883. (Serie de Españoles Ilustres del Museo Iconográfico).

En su tiempo la fama le llegó a Eulogio Florentino Sanz como dramaturgo. Sin embargo, los estudios posteriores, sin dejar de valorar los méritos del teatro del arevalense, han puesto de relieve su gran importancia como poeta de la etapa postromántica y dentro de la tendencia de la poesía subjetiva e idealista con influencia germánica, es decir, como poeta prebecqueriano. Durante su estancia en Berlín, Sanz aprendió alemán y se empapó de la literatura del país. Recién regresado a España, publicó en El Museo Universal (15 de mayo de 1857) la traducción de varias Canciones de Heinrich Heine que tuvieron gran influencia en poetas ya hastiados de los excesos románticos, entre ellos Gustavo Adolfo Bécquer. La huella de Heine es clara en algunas de las Rimas de Bécquer y, en forma más difusa, en toda su obra poética. Además, Sanz “que le había bebido el aliento a su modelo alemán” –afirma García Blanco– escribió algunos poemas que no pudo desconocer Bécquer. Es significativo que uno de esos poemas lleve por título El color de los ojos, tema tan repetido luego por Bécquer. Para Díez-Echarri, “la mayor importancia de Sanz como precursor de Bécquer radica en el hecho de haberle facilitado los módulos métricos más apropiados a su personal estilo e inspiración. En las traducciones de Sanz y en sus mismos versos originales se encuentran ya, en efecto, varios de los esquemas métricos que luego aprovecharía la musa becqueriana” (p. 972). Ya Dámaso Alonso precisó que algunas de las estrofas de las Rimas proceden de las usadas por Sanz en sus traducciones. “Hoy por hoy –escribe Dámaso Alonso– creo se puede afirmar que con las versiones de E. F. Sanz llegan grandes novedades a la literatura española”. Y, como hace notar José Pedro Díaz, “la importancia de éstas [las traducciones] no se limita al aporte o consolidación de determinadas formas –con ser esto muy importante–; los poemas de Heine traducidos por Sanz proporcionan además un conjunto de temas que se incorporan a las rimas” (p. 193). La muerte de Enrique Gil y Carrasco (1815-1846) inspiró a Eulogio Florentino Sanz su bello poema Epístola a Pedro escrito tras su visita en Berlín a la tumba del malogrado escritor. El poema ha sido valorado por Menéndez Pelayo como uno de los cien mejores de la lengua castellana.

Gran parte de la poesía de Sanz se encuentra esparcida por publicaciones periódicas de la época. A Costa (1992) debemos la primera edición de conjunto de poesías originales y traducidas, y a Bernaldo de Quirós (2006) la noticia y recuperación de otras más.  En la Biblioteca de la Real Academia Española se encuentran desde 1940, en que fueron donadas, trescientas sesenta y cinco piezas documentales de distinto valor (la mayoría son autógrafas) que, con el rótulo de “Papeles de Eulogio Florentino Sanz”, integran el Ms. 320, fuente importantísima de datos acerca de la vida y obra, especialmente la obra poética, de Sanz.

La producción teatral de Eulogio Florentino Sanz fue muy corta: dos dramas, Don Francisco de Quevedo (1848) y Achaques de la vejez (1854), una escena de un drama titulado La escarcela y el puñal, publicada en Semanario Pintoresco Español (15-6-1851), una pieza teatral corta titulada El desafío y algunos indicios de proyectos de otras piezas. Se estrenó el drama Don Francisco de Quevedo el día 1 de febrero de 1848 en función a beneficio del actor Julián Romea (1813-1868), y permaneció en escena hasta el día 14 del mismo mes; se volvió a representar los días 24 (esta a beneficio del autor), 25 y 26 de marzo; el 10, 29 y 30 de abril; y el 11 y 12 de noviembre. Al cumplirse un año del estreno, se representó los días 1 y 2 de febrero de 1849. Este número de representaciones habla de una pieza teatral de gran éxito de público al que se añadió la extraordinaria acogida que tuvo por parte de la crítica. Pronto el drama de Sanz salió a provincias y también se representó en los teatros de las principales ciudades de los países hispanoamericanos, México, Buenos Aires, Montevideo, Santiago, etc., adonde acudían las compañías teatrales, terminada la temporada en España.

El drama Don Francisco de Quevedo, en cuatro actos se desarrolla en Madrid. El primer acto en la plaza y calles adyacentes a la iglesia de San Martín; en los salones y dependencias del palacio del Buen Retiro, los tres restantes. La acción se sitúa en las fechas inmediatamente anteriores a la caída del conde-duque de Olivares (enero de 1643), pero se hace referencia a sucesos anteriores, algunos de los cuales provocaron la caída del valido. Las figuras centrales del drama son Quevedo y su antagonista el conde duque de Olivares, alrededor de los cuales se entretejen varios subtemas históricos como el asesinato del conde de Villamediana y ulteriores consecuencias en las relaciones entre el rey Felipe IV y la reina Isabel; el temor y odio de Olivares hacia Quevedo provocados por la campaña que este último llevó a cabo en determinados momentos contra el favorito; la independencia de Portugal y penosa situación de su última gobernadora la infanta Margarita, duquesa de Saboya, nieta de Felipe II y prima del rey. En este sentido se puede considerar un drama histórico. Un tema de ficción da unidad a las escenas del drama: el amor platónico entre Quevedo y la infanta Margarita. Además de los personajes principales, tres nobles cortesanos, don Juan de Castilla, don Pablo Mendaña y el marqués de la Grana integran el reparto. Son personajes representativos de distintas actitudes para con el favorito: el marqués de la Grana, discreto y afectuoso; don Juan de Castilla, distante, crítico y muy en la línea de la actitud de Quevedo; Mendaña es el cortesano adulador, obsequioso, tiralevitas, exageradamente solícito con el privado, a quien no dudará, sin embargo, en abandonar cuando le vea caído. Sanz, acertadamente para la intriga dramática, acerca la ya lejana y novelesca muerte del conde Villamediana, acaecida en agosto de 1622, que el rumor popular atribuyó a su enamoramiento de la reina. Pocos años antes del estreno del drama Don Francisco de Quevedo, el Duque de Rivas había publicado los cuatro romances de El conde de Villamediana, así que Sanz aprovechó un episodio de matices marcadamente románticos que los espectadores de su teatro tenían presente. Por otra parte, el dramaturgo se apropia de varios episodios o anécdotas que pertenecen a la leyenda popular acerca de la personalidad de Quevedo y se encuentran en la biografía del abad Tarsia, pero, acertadamente, no da culto a la imagen tan repetida y vulgarizada del Quevedo misógino. La ficción del drama reside precisamente en el papel del personaje Quevedo como agente directo de la caída del valido y en el amor imposible entre la infanta Margarita de Saboya y el satírico escritor, que son muy conscientes de su desigualdad. “¿Por qué yo no nací más?”, dirá Quevedo; “¿Por qué yo no nací menos?”, responderá Margarita. La actitud caballerosa de Quevedo y la virtuosa nobleza de Margarita de Saboya los preserva de una existencia vulgar. Se separan jurándose amor eterno; Quevedo se marcha a su Torre de Juan Abad y Margarita a un convento. Por otra parte, Quevedo, durante los años que enmarcan el drama: 1639 (pragmática de los mantos) y 1643 (caída del conde-duque), se encontraba preso en San Marcos de León. Eulogio Florentino Sanz no es muy riguroso con la cronología histórica. Pero no interesa tanto la autenticidad o no de los rasgos biográficos sino el Quevedo personaje dramático. Sanz construye su personaje con rasgos psicológicos, históricos y biográficos en diversas circunstancias, y el resultado es un interesante retrato escenificado del gran satírico: valentía, nobleza, belleza de alma, corazón de oro, disimula con sus chanzas su profunda tristeza. Quevedo es el verdadero personaje poético creado por Sanz que da unidad al drama.

En las crónicas del estreno de la obra no he encontrado comentarios acerca de la utilización de la música en la representación escénica. Sin embargo, para algunas escenas en las que la guardia escolta a Quevedo se compuso una marcha en cuya partitura manuscrita consta: “Contiene la música para banda del drama Don Francisco de Quevedo, de Eulogio Florentino Sanz, en Fa mayor y 16 compases” [Biblioteca Histórica de Madrid: Mus 38-15].

Don Francisco de Quevedo tuvo dos etapas de gran difusión editorial. La primera, en los años posteriores al éxito de su representación en los teatros con cinco ediciones en España, una en México inmediata a la primera edición madrileña, dos ediciones en Chile y varias en Lima; la segunda etapa corresponde a las dos primeras décadas del siglo XX, con tres ediciones y varias reimpresiones. Cabe suponer que la primera edición de 1848 se hizo apresuradamente para aprovechar el tirón del brillante éxito en el teatro. Así lo indican la dedicatoria fechada el 2 de febrero, un día después del estreno, y las frases elogiosas que Sanz dedica a Romea por su brillante actuación. Con más calma, el autor preparó una segunda edición, que vio la luz dos años después, en la que enmendó algunos errores del texto y corrigió otros descuidos. En estas dos ediciones se basan todas las demás. El texto del drama Don Francisco de Quevedo que los espectadores oyeron en el Teatro del Príncipe no es exactamente el mismo que las sucesivas ediciones pusieron al alcance de los lectores y de las compañías de teatro. Para averiguar cuál fue el texto representado en el estreno y otras características de la puesta en escena, contamos con un documento de valor excepcional: el manuscrito del papel del personaje Francisco de Quevedo para el actor Julián Romea (BNE: MSS/17449/13). En el estudio que precede a la edición del drama damos cuenta detallada de todo el proceso textual y de las variantes de las sucesivas ediciones, así como un pormenorizado análisis de la propiedad intelectual de las obras de Sanz que resulta muy esclarecedor, dada la penuria económica en que vivió el escritor la mayor parte de su vida.

Achaques de la vejez fue estrenada en el Teatro del Príncipe el 13 de octubre de 1854 y permaneció en escena trece días seguidos, con Joaquín Arjona y Teodora Lamadrid como principales intérpretes. El manuscrito autógrafo de esta obra se encuentra en la Biblioteca Nacional (MSS/19427), y debió de pertenecer a Gregorio Cruzada Villamil, a quien se lo ofreció el autor, según reza en la dedicatoria de la primera edición. El mismo año de su estreno se publica la primera edición en Madrid, Imprenta de F. Abienzo, 1854; la segunda edición no llega hasta veinte años más tarde. El drama tuvo éxito, aunque no fue comparable con el de Don Francisco de Quevedo. La escena se sitúa en Madrid, en 1854, lo que indica que se trata de un tema contemporáneo de los espectadores. Montenegro, anciano viudo, se casa en segundas nupcias con Isabel, mujer joven y bella. Tiene dos hijos, María y Carlos. María es cortejada por Sandoval, antiguo pretendiente de Isabel. Carlos tiene problemas de deudas que, según los usos de la época, conducirían a un duelo. Sanz logra un desenlace feliz para todos gracias al buen sentido de Montenegro.

 

Obras de ~: Don Francisco de Quevedo: drama en cuatro actos, Madrid, Imp. de J. González y A. Vicente, 1848 (2.ª ed., Madrid, Imp. de S. Omaña, 1850); Achaques de la vejez: drama en tres actos, Madrid, Imp. de F. Abienzo, 1854 [2ª ed., Madrid, Imp. de la Biblioteca Nacional Económica, 1874]; R. Selden Rose, ed. de Don Francisco de Quevedo, Boston, Ginn and Company, 1917; Poesía original. Traducciones, ed. de J. Costa, Lérida, Pliegos El Gnomo, 1992; Poesías inéditas, fragmentos de obras teatrales, cartas y otros documentos [Papeles de Eulogio Florentino Sanz], en Real Academia Española, ms. 320; Don Francisco de Quevedo (Drama en cuatro actos), ed. de C. C. García Valdés, Pamplona, EUNSA, (Anejos de La Perinola, 28), 2014.

 

Bibl.: F. Herrán, Juicio crítico del drama “Don Francisco de Quevedo”, de D. Eulogio Florentino Sanz, Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1873; G. Calvo Asensio, El teatro hispano-lusitano en el siglo XIX. Apuntes críticos, Madrid, Imp. de los Señores Rojas, 1875; E. Blasco, “Eulogio Florentino Sanz”, en Mis contemporáneos. Semblanzas varias, Madrid, Álvarez, 1886, págs. 63-68; J. de Castro y Serrano, [“Contestación”] a A. M.ª Fabié, Discursos leídos ante la Real Academia Española: en la recepción pública del Excmo. Sr. D. Antonio María Fabié, el día 24 de mayo de 1891, Madrid, Tipografía de los Huérfanos, 1891, págs. 27-43; E. Carrere, “De la vida de un poeta: Florentino Sanz” [La Ilustración Española y Americana, 8 de marzo de 1908], en J. Montero Padilla (ed.), Emilio Carrere: Antología, Madrid, Castalia, 1999, págs. 341-344; F. Zarza y Roldán, “Eulogio Florentino Sanz”, en Folleto biográfico de los tres ilustres hijos de Arévalo, Ávila, Sucesores de A. Jiménez, 1910, págs. 6-28; N. Alonso Cortés, Quevedo en el teatro y otras cosas, Valladolid, Imprenta del Colegio Santiago, 1930; J. M. Díez Taboada, “Eulogio Florentino Sanz, poeta de transición (1822-1881)”, en Revista de Literatura, XIII (1958), págs. 48-78; J. M. de Cossío, Cincuenta años de poesía española (1850-1900), Madrid, Espasa Calpe, 1960; E. Díez Echarri y J. Roca, Historia de la literatura española e hispanoamericana, Madrid, Aguilar, 1960; J. P. Díaz, Gustavo Adolfo Bécquer. Vida y poesía, Madrid, Gredos, 1964; J. Costa, “El teatro de Eulogio Florentino Sanz entre dos revoluciones (1848-1854)”, en J. C. de Torres y C. García (eds.), Estudios de literatura española de los siglos XIX y XX, Madrid, CSIC, 1998,  págs. 180-193; J. M. Martínez Cachero, “Eulogio Florentino Sanz (1822-1881), dramaturgo”, en VV. AA., Homenaje a Elena Catena, Madrid, Castalia, 2001, págs. 321-332; C. C. García Valdés, “Con otra mirada: Quevedo personaje dramático”, en La Perinola: Revista de investigación quevediana, n.º 8 (2004), págs. 171-186; J. A. Bernaldo de Quirós, “Don Francisco de Quevedo (1848), drama de Eulogio Florentino Sanz”, en Espéculo (Universidad Complutense de Madrid), n.º 33 (2006); ); J. A. Bernaldo de Quirós, “La poesía breve de Eulogio Florentino Sanz (1822-1881)”, en Espéculo, 34 (2006-2007); Á. L. Prieto de Paula, “Eulogio Florentino Sanz y la “Epístola a Pedro”, en Romanticismo 10. Romanticismo y exilio, Bologna, 2009, págs. 197-209; C. C. García Valdés, “Introducción”, en E. F. Sanz, Don Francisco de Quevedo, Pamplona, EUNSA, 2014, págs. 7-52.

 

Celsa Carmen García Valdés

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