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Francisco José Ovando y Solís

Biografía

Ovando y Solís, Francisco José de. Marqués de Ovando (I), en el Reino de Nápoles. Cáceres, 3.X.1693 – Océano Pacífico, 9.XII.1755. Militar, gobernador, presidente de Audiencia.

Pertenecía a la cacereña familia de Ovando que, entre muchos otros, había dado a las Indias a fray Nicolás de Ovando y al presidente Juan de Ovando, pues el primero de ellos era sobrino de Francisco de Ovando el Viejo, tronco de la rama en la que nacería Pedro Mateo de Ovando Rol, caballero de la Orden de Alcántara y regidor perpetuo de Cáceres, que en su matrimonio con Lucrecia de Solís y Aldana tendría por cuarto hijo a Francisco José de Ovando y Solís.

A los diecisiete años de edad participó en algunas acciones militares habidas durante la Guerra de Sucesión en calidad de cadete de la compañía que había formado su familia, hallándose en el sitio de Campomaior y en el asedio a Barcelona, tras lo cual continuó sus servicios durante cuatro años, a su costa con armas y caballos, en plaza de cadete agregado en el segundo Regimiento de Caballería de Granada en la compañía de Carlos Ojalvo, en cuyo tiempo acudió al socorro de Manresa.

El 11 de octubre de 1717 pasó como cadete guardia marina a Cádiz, y se embarcó en 1718 en el navío San Luis, al mando de Baltasar de Guevara que partía a la expedición de Sicilia, en la que obtuvo el grado de teniente a las órdenes de José Herrera. Acabadas las hostilidades, desembarcó en Cádiz y el 1 de febrero de 1720 pasó a capitán de Infantería del segundo Batallón de la Corona en virtud de patente del 26 de diciembre de 1719, asistiendo a la Academia de Matemática, Artillería, Fortificación, Dibujo y demás ejercicios militares y pasó a la Corte en 1722, donde concurrió por algunos días a las lecciones de Matemáticas que se daban en los estudios del Colegio Imperial, y sirvió luego en diversas guarniciones de Galicia, Ceuta, Andalucía y Castilla. En 1728, como teniente de navío, volvió a la armada embarcándose al mando de la fragata Génova, de la flota del marqués de Mauri, y regresó a Cádiz en 1730, donde se dio a los estudios de Construcción Naval en el astillero e ideó una bomba para achicar agua de los navíos, pero su proyecto no logró llevarse a cabo.

En 1731, tomó el mando de la fragata Guipúzcoa, de la escuadra del almirante Cornejo, y se dirigió a Italia, y dos años más tarde pasó al navío El Príncipe, de la flota que el almirante Serrano enfilaba a ocupar las plazas del África, llevándole a Malta, donde fue ascendido a capitán de fragata encomendándosele el mando de La Galga, a bordo de la cual se incorporó a la flota de Gabriel de Alderete participando en el ataque y toma de Nápoles, tras lo cual se le ordenó dirigirse a Brindis, ciudad que tomó exitosamente, acción que le valió el ascenso a teniente coronel, y de regreso en Nápoles, don Carlos, rey de Nápoles y Sicilia, le hizo marqués de Castell-Brindis, título, poco tiempo después, cambiado de nominación por el de su apellido, expidiéndosele el título de marqués de Ovando el 18 de octubre de 1734.

Regresó a Cartagena, no sin antes librar una exitosa acción contra navíos turcos, y de allí pasó a Cádiz, donde, una vez reorganizada la escuadra, se le confió el mando del navío El León, ordenándosele incorporarse a la Armada de Barlovento y así salió de Cádiz, en 1736, rumbo a La Habana, desde donde pasó a Veracruz a la escuadra del almirante Pintado, y participó en 1737 en una expedición de reconocimiento a la península de La Florida y en 1741 en la exitosa defensa de Cartagena de Indias frente al ataque inglés, después de lo cual regresó a los Reinos de España y permaneció en la Corte, donde contó con el apoyo de su paisano el ministro José de Carvajal y Lancáster, hasta su ascenso a jefe de escuadra en octubre de 1743.

El marqués de la Ensenada, ministro de Marina e Indias, le encomendó que examinase las plazas y puertos del virreinato de Perú con el cargo de inspector y jefe de la Escuadra del Mar del Sur (2 de diciembre de 1743), embarcándose en el puerto de Pasajes en el navío de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, y ya en América pasó a Cartagena de Indias, Portobelo, Guayaquil y Lima, donde embarcó al mando de una reducida escuadra para perseguir a Anson, en cuyo cometido hubo de dirigirse a la isla de Juan Fernández y desde allí a la isla de la Quiriquina, frente a Concepción en el Reino de Chile, donde después de vencer una epidemia de viruela que se había desatado en la escuadra, salió hacia el puerto de Valparaíso, al que arribó el 5 de junio de 1745.

En aquel momento, se hallaba promovido al virreinato del Perú el gobernador del Reino de Chile José Manso de Velasco, quien, en virtud de Real Cédula fechada en Madrid el 24 de diciembre de 1744, nombró como su sucesor en el gobierno del Reino de Chile a Francisco José de Ovando por despacho librado en Santiago el 6 de junio de 1745, y fue recibido como gobernador y capitán general once días más tarde, y marchó de inmediato al puerto de Valparaíso a despedir al gobernador saliente, y a su regreso a la capital fue recibido como presidente de la Real Audiencia el 30 de junio de ese mismo año de 1745.

Si bien su gobierno interino duró escasos meses, pues entregaría el mando a su titular Domingo Ortiz de Rozas el 25 de marzo de 1746, desplegó una incesante actividad enderezada, ante todo, a mejorar las obras públicas, y así mandó reedificar las cárceles y casas del Cabildo, que se hallaban arruinadas desde el terremoto de 1730; ordenó construir sobre los calabozos de la cárcel una sala para que sirviera de cárcel de Corte; hizo plantar en la ribera izquierda del río Mapocho, y desde las faldas del cerro Santa Lucía hacia el oeste, una avenida de álamos y otra de frondosos sauces en la calle de la Compañía; se ocupó también en la construcción de tajamares para impedir las avenidas del río; entendió también en el reconocimiento de las obras dirigidas a abrir el canal del Maipo y encargó de la dirección de ellas a Juan Francisco Larrain; y en lo militar, pasó revista general a las milicias urbanas y provinciales de Santiago para arreglarlas, y cuando se disponía a pasar a la frontera a continuar en esta tarea le llegó la noticia del pronto arribo de su sucesor.

Regresó a Lima en marzo de 1746, donde tuvo diversos desencuentros con el virrey, y le tocó vivir el terremoto que la noche del 28 de octubre de 1746 asoló la capital virreinal, e intervino luego en la reconstrucción de las fortalezas de Callao, época en la que recibió noticia de su nombramiento como gobernador y capitán general de Filipinas, dirigiéndose de inmediato a la Nueva España para arribar a ciudad de México el 23 de julio de 1747, y, mientras esperaba embarcación para pasar a su destino, contrajo matrimonio por poder (27 de abril de 1749) en Puebla de los Ángeles con María Bárbara de Ovando y Rivadeneyra, a quien aventajaba en treinta y ocho años.

Inició su gobierno en Filipinas el 20 de julio de 1750, y durante él llevó a cabo una importante actividad ordenadora de la Real Hacienda, sobre todo en cuanto al comercio, y así prohibió la fábrica de aguardientes, regularizó la circulación de moneda, regló el comercio con Camboya después de recibir una embajada del príncipe heredero de Camboya y del mandarín mayor de aquel Reino; restableció las relaciones con el Reino de Siam fomentando su comercio; cumplió la orden de expulsión de los chinos de Filipinas; ideó el establecimiento de una compañía de comercio en Filipinas, cuyo plan propuso a Ensenada en 1754; se preocupó de fomentar la explotación de las minas de hierro de Mambulao y de combatir el fraude y el contrabando.

Especial atención puso al galeón, pues a su llegada a las islas el estado de las embarcaciones no podía ser peor y el desarreglo y negligencia en los astilleros no era mucho mejor, disponiendo la construcción de un navío capaz de sesenta cañones, de un nuevo galeón y de seis galeras, ocupándose, además, en el reforzamiento de la disciplina de los batallones de marina, pero también dio nuevas reglas para el galeón, que generaron descontento entre los comerciantes de Manila, que elevaron sus quejas a la Corte. No poca fue su actividad en lo militar, pues entendió en mejorar la armería de Manila, al igual que las milicias, y en reparar las fortalezas de las islas, que ascendían a veintiuna y cumplió con la orden de poblar las islas Marianas y logró que el Rey de Borneo cediera a la Corona los derechos que les habían usurpado los joloanos en la isla, política que completó con la guerra movida para conquistar las islas de Joló y Mindanao, con lo cual pretendía acabar con la piratería de los musulmanes.

Todas estas actividades las desplegó, aunque al poco tiempo de llegar a Filipinas ya había pedido ser relevado del mando, a lo que se accedió el 14 de noviembre de 1752, autorizándole para entregar el gobierno a Pedro Manuel de Arandía, quien tomó posesión del gobierno el 19 de julio de 1754, y en el año siguiente el marqués de Ovando embarcaba rumbo a México en el galeón Santísima Trinidad, que él mismo había mandado construir, y en el que encontraría la muerte junto al golfo de California. Su viuda se volvería a casar en México con Juan Lorenzo Gutiérrez Altamirano y de Velasco, conde de Santiago de Calimaya.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Escribanía, 432 C, 434 A, B, C, 435 A, B, C, D, 436 A, B, C, D, 437 A, B, C, 438 A, B, C; Filipinas, 342, leg. 11, fols. 220v.- 227v.; Filipinas, 343, leg. 12, fols. 190r.-195v., 267r. y 269v.- 272v.; Indiferente General, 141, n.º 118; Archivo Histórico Nacional (Madrid), Ovando, c. 79, d. 3.675.

V. Carvallo Goyeneche, Descripción histórico-geográfica del reino de Chile, t. II, Santiago de Chile, Imprenta de El Ferrocarril, 1861, cap. LXXXVI; D. Barros Arana, Historia General de Chile, t. VI, Santiago de Chile, Zig-Zag, 1932, págs. 179-181; M. A. Ortí Belmonte, Los Ovando y Solís de Cáceres, Badajoz, Centro de Estudios Extremeños, 1932; J. Ortiz de la Tabla Ducasse, El marqués de Ovando, gobernador de Filipinas (1750-1754), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1974; H. R. Ramírez Rivera, “Nota históricobiográfica. Personas, obras y hechos notables del Cabildo de Santiago entre 1741-1746”, en Colección de Historiadores de Chile, LIV, Actas del Cabildo de Santiago, XXXI, Santiago de Chile, Sociedad Chilena de Historia y Geografía y Academia Chilena de la Historia, 1983, págs. I-II.

 

Javier Barrientos Grandon