Otero de Navascués Enríquez de la Sota, José María. Marqués de Hermosilla (VIII). Madrid, 16.III.1907 – 9.III.1983. Contralmirante ingeniero de la Armada, padre de la energía atómica española.
Segundo hijo de María del Pilar de Navascués y de la Sota y de Santiago Otero Enríquez, VI marqués de Hermosilla, caballero de la Real Maestranza de Zaragoza, militar que escribió diversos tratados sobre genealogía. De origen navarro, Otero hizo el bachillerato en Madrid, como alumno libre, en un colegio de la calle de las Torres, que se llamó después del Marqués de Valdeiglesias. Se examinaba después en el Instituto de San Isidro. Fue buen estudiante, pues su expediente está lleno de sobresalientes y matrículas de honor.
En diciembre de 1922, con quince años, Otero ingresó en la Escuela de Artillería Naval (hoy Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Armas Navales) de la Armada con el n.º 1, y con el n.º 1 de su promoción fue nombrado teniente del Cuerpo en enero de 1928. La vocación científica de Otero se despertó en la Armada y el Ejército, con sus Cuerpos Facultativos de Ingenieros y Artillería, en los que “con las necesidades que imponen las técnicas de aplicación militar se introducen los fundamentos científicos de cada época”. Decidió aprender idiomas (todos los significativos de Europa) y especializarse en Física. Trabajó junto a uno de los mejores físicos de la época: un año con el profesor Palacios en el Instituto Nacional de Física y Química (Fundación Rockefeller) de Madrid (1928- 1929). José Antonio de Artigas, director del Instituto de Ampliación de Estudios e Investigación Industrial, fue quien aconsejó a Otero que iniciara el estudio de la Óptica y, de hecho, bajo su tutela realizó su formación científica en Suiza y Alemania. De esta manera Otero se especializó en Óptica, trabajando durante dos años (1931-1932) en la Escuela Técnica Superior y en el Instituto de Óptica de Berlín-Charlotemburgo con el profesor Franz Weider.
De regreso a España, en 1934, organizó, cursos sobre óptica técnica fundando el Laboratorio de Óptica de la Marina, que fue germen del Laboratorio y Taller de Investigaciones del Estado Mayor de la Armada (LTIEMA), de la Empresa Nacional de Óptica y del Instituto de Óptica Daza de Valdés, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Durante la Guerra Civil Otero estuvo refugiado en la legación de Noruega en Madrid.
Otero, siendo capitán de Artillería de la Armada, casó el 5 de agosto de 1939 con María Teresa Domínguez Aguado, nacida en Madrid el 23 de octubre de 1917 e hija del capitán de fragata Fernando Domínguez V. Quirós. De dicho matrimonio nacieron doce hijos, entre 1940 y 1962.
El Gobierno, al crear en noviembre de 1939 el CSIC, incorporó a Otero al Instituto de Física Alonso de Santa Cruz, que fue nombrado secretario de dicho Instituto y, a propuesta de Palacios, se creó una nueva sección, la de Óptica, con Otero como jefe y Armando Durán como ayudante.
Otero descubrió en 1942 la miopía nocturna, así como que el amarillo no es color fundamental, sino mezcla de rojo y verde. Con este fenómeno en la semioscuridad el ojo normal se volvía miope, el ojo miope se hacía dos dioptrías más miope, pero en cambio, el ojo hipermétrope compensaba su defecto y veía mejor que a plena luz. A estos trabajos siguieron otros, como una veintena, que consagrarían a la Escuela Óptica de Madrid como líder en visión nocturna y explicarían definitivamente los fenómenos de miopía y presbicia nocturna. Estas publicaciones tuvieron un enorme impacto tanto en los círculos científicos como en los militares de todo el mundo. El asunto de la miopía nocturna fue vital por ejemplo en la Segunda Guerra Mundial. En un combate aéreo, el piloto que antes distinguiera al enemigo tenía una ventaja definitiva. Lo mismo en el mar. En la agudeza visual de los prismáticos y periscopios estaba la clave de todo. La importancia del hallazgo fue extraordinaria. Pudieron comprobar en gemelos de submarinos alemanes que la Marina de Hitler no conoció nada de esto. Si hubieran conocido su descubrimiento, hubieran ganado el 66 por ciento de agudeza visual. Además de estas aplicaciones terriblemente prácticas, el descubrimiento podía tener otras en la paz, como evitar accidentes. Muchos chóferes deberían llevar gafas por la noche, y lo mismo se necesitarían en el cine, sobre todo las personas que ya tenían algo de miopía, pues, al aumentar ésta por la oscuridad, se podía llegar a dificultades considerables en la visión.
La personalidad científica de Otero quedó reconocida el 13 de diciembre de 1944 al ser nombrado académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, a los treinta y siete años, convirtiéndose en el más joven de la misma.
En 1946 se elevó la Sección de Óptica del CSIC a la categoría de Instituto de Óptica Daza de Valdés, en honor de su pionero del siglo xvii. Otero fue nombrado director del mismo. Allí se realizaron más de ochenta tesis doctorales y de allí salieron los primeros catedráticos en el campo de la Óptica y algunos otros de otras ramas de la Física. El número de trabajos científicos publicados en revistas españolas y extranjeras fue de unos ochocientos, de los cuales más de cien trataban el tema de la visión y otros tantos, los instrumentos, los dos campos que Otero impulsó personalmente. En 1948 fue, además, nombrado director del Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada (LTIEMA), convirtiéndose, bajo su dirección, en un centro ejemplar que permitió construir excelentes instrumentos ópticos para la Marina. En estas circunstancias, la condición militar de Otero permitió una colaboración íntima entre un centro civil de investigación y otro militar. Es probable que el LTIEMA fuera el único taller de España capacitado para la fabricación de aparatos ópticos, circunstancia que va a condicionar un esquema de funcionamiento: realización del proyecto o diseño del aparato por el Instituto de Óptica, realización del prototipo por el LTIEMA y fabricación industrial por la Empresa Nacional de Óptica (ENOSA), creada asimismo por el propio Otero. El marqués de Hermosilla fue además un “hombre de gran sentido moral y profunda religiosidad”, lo cual fue clave en su vida y obra. Fue severamente crítico con el mundo contemporáneo que rodeaba por entonces a la España católica de Franco, lo cual no procedía sino de un compromiso muy serio y vigoroso con sus profundas convicciones católicas.
Pero el marqués de Hermosilla no se quedó sólo en el pensamiento, sino que tuvo una muy destacada y prestigiosa personalidad en los ambientes católicos, españoles e internacionales, en los que actuó siempre con puestos o representaciones de la mayor importancia. Por esta razón, y ante la absorción por la Unión Soviética de la Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947 el marqués de Hermosilla fundó y presidió la Obra Católica de Asistencia Universitaria, con su Colegio Mayor Santiago Apóstol. La Obra Católica aspiraba a que este Colegio formara a los universitarios católicos desplazados de esta Europa “según el espíritu auténtico de sus Patrias respectivas, viviendo sus tradiciones y sus caracteres”, y se aspiraba, en fin, a “formar los futuros apóstoles y dirigentes de los países ocupados por el comunismo a fin de que colaboren eficazmente a restablecer en ellos una sociedad cristiana, cuando Dios quiera que sean liberados del yugo comunista”. Siete años después de su fundación, en 1954, quinientos universitarios de esos países martirizados por el comunismo habían pasado por la Obra Católica.
Por esta encomiable labor Otero fue nombrado presidente del Consejo Supremo de la Federación Internacional de Hombres Católicos (FIHC) en 1954. En los planes del marqués de Hermosilla, como nuevo presidente de la Federación Internacional, entró como tarea primordial incorporar a la misma a los organismos de Hombres de Acción Católica en el exilio de los países situados tras el telón de acero, y también una ayuda más entusiasta y eficaz a los católicos perseguidos en estos países.
El prestigio internacional de Otero quedó consolidado, siendo elegido en septiembre de 1950 vicepresidente de la Comisión Internacional de Óptica. Sin embargo, a partir de este año Otero tuvo forzosamente que dedicar una atención menor a la óptica porque debió dirigir sus esfuerzos a la tarea ingente de crear en España una investigación y una tecnología nucleares.
El general Vigón, director de la Escuela Superior del Ejército, pensó que el mejor centro de investigación para alojar reservadamente al grupo que había de iniciar en España las investigaciones atómicas era el Instituto de Óptica, regido por Otero. Y el marqués de Hermosilla vio claro que el mundo se enfrentaba con un problema: el agotamiento progresivo de las fuentes tradicionales de energía. Sin embargo, pensaba que la “providencia de Dios” daba una nueva fuente de energía, el núcleo atómico. Una vez que se dominara el aspecto de la fusión atómica se acabaría con cualquier preocupación energética futura.
Contra la opinión general y más común, el marqués de Hermosilla afirmaba también con rotundidad que la investigación científica no era cuestión de medios económicos, y que esto era “uno de los errores más groseros y primarios”. Por ello, el preparar los equipos de personas que habían de pilotar las centrales eléctricas atómicas era labor esencial y anterior a la adquisición de grandes centrales de éstas. Otro de los problemas clave en España era el de no llevar a cabo la culminación de la “cadena investigadora”, pues, cuando se llegaba a la investigación aplicada, ésta no era apta para una producción industrial, lo cual era una “fortísima tentación del científico español”. Por esta razón para Otero la separación entre investigadores e industriales debía desaparecer en España. Tanto uno como otro grupo debían unirse, pues eran dos fenómenos en sí complementarios para el desarrollo de la ciencia y de la investigación.
Entonces, en 1948, el Gobierno creó con carácter reservado la Junta de Investigaciones Atómicas, predecesora de la Junta de Energía Nuclear, la cual fue presidida por Otero, siendo vocal de la misma Durán, catedrático de Física de la Universidad de Madrid. Y en 1951 la Presidencia del Gobierno creó por Decreto-Ley la Junta de Energía Nuclear (JEN), cuyo presidente fue el general Juan Vigón, quedando Otero como consejero delegado o vicepresidente. Los fundadores de la JEN tenían la ambición de que España participase, desde el principio, en los desarrollos científicos, técnicos e industriales que tuviesen lugar en ésta tan prometedora nueva forma de energía. El general Vigón, desde el principio, delegó totalmente sus funciones internacionales en Otero, el cual fue seleccionando los científicos más prestigiosos que había en la España de entonces y, con una visión pragmática de la situación, propició el envío de los mismos a los centros de investigación nuclear abiertos más importantes del mundo.
La JEN, desde el comienzo de su actividad, consideró la conveniencia de establecer colaboraciones con otros centros de investigación, instituciones, organismos y empresas interesadas en las aplicaciones pacíficas de la energía nuclear en el campo de su especialidad, y que desarrollaban, o tenían previsto desarrollar, actividades de esta naturaleza. Además, la JEN supo despertar e impulsar a tiempo el interés de las empresas eléctricas en las posibilidades que ofrecía la energía nuclear, iniciándose con ello una larga y fructífera cooperación. Y, como una primera consecuencia de ella, en los años 1956-1957, se crearon por iniciativa del sector eléctrico tres empresas privadas, CENUSA, NUCLENOR y TECNATOM, para desarrollar en España el uso de la energía nuclear para la producción eléctrica.
En septiembre de 1958 causó baja como presidente de la JEN, a petición propia, el general Hernández Vidal, siendo nombrado Otero para sustituirle. A lo largo de su amplio mandato, que se extendió hasta 1974, se constituyó la Junta en su máxima capacidad creadora, con actividades que se proyectaron en los terrenos económicos e industriales del país. De esta forma, en 1958, al crearse el primer reactor español, el reactor de La Moncloa, España se colocó en sexto lugar en el desarrollo de la tecnología nuclear, inmediatamente después de los cinco grandes (Estados Unidos, Unión Soviética, Reino Unido, Francia y Canadá). Era evidente que este puesto no podía ser mantenido a la larga y que países de mucho más potencialidad científica y económica que España la desplazarían, como Alemania, Japón e Italia. Pero además la congelación de los presupuestos desde este año hasta 1962, hizo que la adelantasen en 1963 también Suecia, Bélgica y la India, estando en trance de hacerlo Dinamarca y Suiza. De todos estos países, solamente tenían programa nuclear militar Estados Unidos, Unión Soviética, Reino Unido y Francia.
Igualmente, durante el mandato de Otero se crearon la primera fábrica de uranio española, la fábrica General Hernández Vidal de Andújar (1960); los reactores ARGOS y ARBI (1962); la primera central nuclear española, la central José Cabrera de Zorita (Guadalajara) (1968); la central nuclear Santa María de Garona en Miranda de Ebro (Burgos) (1971); y la central nuclear Vandellós I en Vandellós (Tarragona) (1972). Otero fue, al respecto, presidente de la Sociedad Europea de Energía Atómica en 1965, gobernador del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) en 1969, donde la elección de España para la Junta de Gobernadores significó un pleno reconocimiento internacional del peso específico de España en el empleo de la energía nuclear con fines pacíficos, y presidente de la XV Conferencia General de la OIEA en 1971, cargo nunca ocupado por un español y sólo dos veces por representantes de países de Europa occidental.
Sin embargo, en 1968 el ministro de Industria consiguió del Gobierno la retirada española del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN en francés). El disgusto de Otero fue enorme, su salud se resintió y las relaciones con su ministro adquirieron una tirantez extrema. Puede decirse que el declinar, tanto político como físico, de Otero fue ya un “hecho irreversible”. Los enormes esfuerzos, y las íntimas luchas y tensiones que Otero había mantenido, durante todos estos años, para lograr que se convirtieran en realidad sus ilusiones, perjudicó su salud y empezó a sufrir depresiones transitorias, pero profundas. Hacia 1972 se recrudecieron sus dolencias, por lo que se vio obligado a reducir sus actividades. En 1974 Otero cesó como presidente de la JEN, siendo sustituido por el teniente general Jesús Olivares Baqué.
Otero fue además profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Armas Navales en 1944, presidente del Consejo Nacional de Física del CSIC en 1951, Gran Cruz de Alfonso X el Sabio en 1952, director de la Revista Arbor en 1953, presidente de la Real Sociedad de Física y Química en 1954, doctor en Ciencias honoris causa por la Universidad de Lovaina en 1956, presidente de la revista Energía Nuclear en 1957, Gran Cruz de Isabel la Católica en 1959, presidente de la Comisión de Investigación del Primer Plan de Desarrollo en 1963, doctor honoris causa por la Universidad de Valencia en 1967, y presidente del Comité Internacional de Pesas y Medidas en 1968, máximo organismo internacional encargado de fijar los patrones y unidades de medida de las diversas magnitudes físicas, renunciando en 1975.
En lo que coinciden, sin lugar a dudas, aquellos que conocieron al marqués de Hermosilla era que tenía una “asombrosa capacidad de trabajo”, una “tenacidad inquebrantable”, una “memoria prodigiosa”, un “carácter naturalmente avasallador”, y una “personalidad arrolladora donde su simpatía y vitalidad se aliaban a una inteligencia, imaginación y tenacidad singulares”. Además “su dominio de los idiomas modernos y su minuciosidad” forzaban a todos sus colaboradores a “iniciar cualquier tema con un total dominio bibliográfico”.
Obras de ~: con A. Durán Miranda, “Rendimiento fotométrico de sistemas ópticos a bajas luminosidades”, en Anales de la Sociedad Española de Física y Química, año XXXVII, t. 37 (1941), págs. 459-477; con A. Durán, “Continuación del estudio de la miopía nocturna (Notas II y III)”, en Anales de Física y Química (AFQ), t. 38 (1942), págs. 236-248; con A. Durán, “Influencia del efecto de Purkinje combinado con la aberración cromática del ojo, en la miopía nocturna”, en AFQ, t. 39 (1943), págs. 567-578; “Sobre las ametropías naturales de la visión nocturna”, en Atti de la Fondazione “Giorgio Ronchi”, t. II (1947); con F. Salaverri y L. Plaza, “Umbrales absolutos y miopía nocturna”, en AFQ, t. 43 (1947); con M. Ríos y L. Plaza, “Contribución de la aberración de apertura monocromática a la miopía nocturna”, en Anales de la Real Sociedad Española de Física y Química (ARSEFQ). Serie A, Física, t. 44 (1948), págs. 293-304; “Contestación a una nota de J. Palacios sobre la causa de la miopía nocturna”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 44 (1948), págs. 674-677; “Sobre las causas de las ametropías naturales de la visión nocturna”, en Real Academia de Ciencias, I Centenario (1949); con M. T. Vigón Sánchez y D. Gálvez Armengaud, “Sobre la posición natural del cristalino y la causa principal de las ametropías nocturnas”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 46 (1950), págs. 227-230; con M. Aguilar y J. Y unta, “Astigmatismo nocturno. Nota II”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 47 (1951), págs. 295-296; “Measurement of accommodation in dim light and in darkness by means of the Purkinje images”, en Journal of the Optical Society of America, t. 43 (1953); con L. Plaza, “Report on night vision”, en Optica Acta, primer n.º especial (1953); con M. Aguilar, “La acomodación en la miopía nocturna”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 49 (1953), págs. 127-129; “Conferencia de Ginebra sobre usos pacíficos de la energía nuclear”, en Arbor, n.º 117-118 (1955), págs. 201-209; “Hacia una industria nuclear”, en Energía Nuclear, n.º 3 (julio-septiembre de 1957), págs. 14- 38; con M. Aguilar y E. Sauras, “Miopía y convergencia binocular nocturnas”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 54 (1958), págs. 139-142; con M. Aguilar, “Utilización de anteojos en visión nocturna”, en ARSEFQ. Serie A, Física, t. 54 (1958), págs. 345-350; “Necesidades españolas de elementos combustibles”, en Energía Nuclear, n.º 5 (enero-marzo de 1958), págs. 18-34; “Las centrales nucleares a plena escala actualmente en construcción y sus perspectivas económicas”, en Energía Nuclear, n.º 7 (julio-septiembre de 1958), págs. 34- 59; “La energía nuclear en el programa energético español”, en La Materia, Zaragoza, CSIC, Institución Fernando el Católico, Diputación Provincial, 1961, págs. 336-346; Combustibles nucleares y los yacimientos radioactivos, Salamanca, Universidad, Instituto de Orientación y Asistencia Técnica del Oeste, 1963; “Necesidad de la cooperación científica para los programas de desarrollo”, en Energía Nuclear (enero-marzo de 1963), págs. 17-21; La investigación pura, la investigación aplicada y la técnica como factores de desarrollo económico. La investigación como inversión, Valle de los Caídos, Semana de Estudios Sociales, 1964; “La investigación científica y técnica en un programa de desarrollo económico y social”, en Arbor, n.os 225-226 (septiembre-octubre de 1964); “Cualidades humanas desarrolladas en el ejercicio de la investigación científica”, en Arbor, n.º 253 (enero de 1967).
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Juan Ramón de Andrés Martín