López de Arana Fernández, Lucrecia, Lucrecia Arana. Haro (La Rioja), 23.XI.1867 – Madrid, 9.V.1927. Cantante tiple-contralto.
La que llegaría a ser estimada reina de las tiples del género chico nació en Haro de donde eran originarios sus padres, José López de Arana y Díaz y María Fernández Baños. La intervención de su padre a favor de Carlos VII en la Segunda Guerra Carlista (1869-1876) hizo que le confiscasen la hacienda y regresara la familia a Haro, donde poco después murió el padre por las calamidades sufridas, a los treinta y nueve años. La madre entró a servir en la casa del pionero del vino fino de Rioja, Rafael López de Heredia y Landeta, a cuya familia siguió cuando ésta se trasladó a Madrid. La alegría y fuerza vibrante de las jotas riojanas de la niña decidieron a los López de Heredia a pagar sus primeros estudios. Fue discípula de Llano y del tenor Baldelli, con los que estudió Solfeo, Piano y Canto.
Inició su carrera artística en Madrid, en el Príncipe Alfonso, y hasta 1907 su carrera fue imparable: Apolo (1889-1890), Eslava (1890-1894), Recoletos (1891 y 1893), Moderno (1894), Príncipe Alfonso (1894-1895), hasta llegar a primera tiple del teatro de la Zarzuela durante doce años (1895-1907). Culminó su brillante trayectoria con los homenajes del Apolo (1906). Fuera de Madrid, actuó en Barcelona, Tívoli (1892) y Eldorado (1895); Alicante y Cartagena, Circo (1895); y Bilbao, Arriaga (1903 y 1904).
En resumen, veinte años de contralto y actriz, durante los que interpretó hasta un total de 142 zarzuelas distintas, de las que 138 fueron estrenos suyos. Sus tres grandes éxitos fueron La viejecita (1897), que encumbró a la tiple; Gigantes y cabezudos (1898), que en el mismo año del desastre cubano la consagró definitivamente, ambas escritas para ella; y El dúo de la africana (1894), estrenada el año anterior por Rosario Pino, todas del mismo compositor, Manuel F. Caballero, y libretista, Miguel Echegaray; sin olvidar otros muchos éxitos, como La barcarola (1901), éxito que permaneció en cartel toda la temporada; El guitarrico (1900), con la jota reinterpretada por su discípulo aventajado, Miguel Fleta; La balada de la luz (1900), primer gran éxito de Amadeo Vives junto a Lucrecia, que repitieron en La rabalera (1907); y tantas otras obras: El tío Juan (1902) y Guardia de honor (1905), ambas de Chapí; El húsar de la guardia (1904), de Vives y Jiménez; La casita blanca (1904) y La infanta de los bucles de oro (1906), de Serrano; hasta su reestreno de Chateau Margaux (1895), de Caballero, estrenada y primer éxito de Leocadia Alba (1887).
La estrella de Lucrecia sólo se apagaría por la decadencia de la propia zarzuela, hacia 1905-1907, sustituida por el teatro de variedades y el cinematógrafo, cuando en la catedral del género chico, el Teatro de la Zarzuela, se anunciaron números de circo y variedades, junto a tiples, cupletistas, acróbatas, y hasta luchas romanas.
A partir de 1908 dejó profesionalmente los escenarios pero nunca se apartó de ellos, ya que continuó participando en galas y funciones benéficas, muchas de las cuales organizaba y promovía ella misma hasta el final de su vida. La vida de Lucrecia transcurrió en Madrid, entre su familia, el escultor Mariano Benlliure y el hijo de ambos, José Luis, las galas benéficas y las obras de caridad, hasta su fallecimiento, cuando recibió el más apoteósico homenaje de la crítica y de su público fiel, a destacar la apología que le dedicó el compositor Joaquín Turina: “Ha fallecido ayer en Madrid Lucrecia Arana, uno de los mayores prodigios de la zarzuela española. Tuvo la suerte de contribuir con sus grandes dotes al período más bonito y brillante de este género, para cuyo resurgimiento tantos esfuerzos se hacen hoy”.
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Lucrecia Enseñat Benlliure
