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Fidel Alonso de Santocildes

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Biografía

Alonso de Santocildes, Fidel. Cubo de Bureba (Burgos), 24.IV.1844 – Peralejo (Cuba), 13.VII.1895. General, gobernador.

Militar de carrera, como correspondía a su procedencia de una familia de tradición militar, en la que sobresalió su tío abuelo, José María de Santocildes, Alonso de Santocildes fue coronel del regimiento de Santiago y gobernador de Astorga, frente al ataque francés de 1810. Su gran inclinación a la milicia le llevó a cursar sus estudios militares en el colegio de infantería de Toledo, donde ingresó como cadete a los quince años. Recibió su despacho de alférez en 1861 en el Regimiento de Infantería de Toledo, número 35. Poco tiempo después fue destinado al batallón de Cazadores de Antequera, entonces de guarnición en Burgos. Al año siguiente estuvo con el mismo batallón en Santoña. A partir de ese momento su vida cambiaría radicalmente, pues, tras un primer paso por Canarias, se trasladó a América, más concretamente a Santo Domingo y Cuba.

De 1861 a 1864 intervino en la guerra de Santo Domingo, cuya república fue anexionada por el gobierno de Madrid. De Cuba y Puerto Rico salieron tropas españolas para ocuparla y en ellas fue Alonso de Santocildes. Las tropas se vieron trágicamente envueltas por los patriotas restauradores de la independencia.

Fue éste el primer conflicto en que intervino Alonso de Santocildes. En 1865 fue evacuado a la Península.

El 10 de octubre de 1868 se iniciaba en Cuba el alzamiento independista de Carlos Manuel de Céspedes, al grito de “Cuba libre”. Y entre las primeras tropas enviadas a las Antillas en 1869 estaría el batallón de San Quintín. En él nuevamente cruzaba el océano Alonso de Santocildes. Había llegado a Manzanillo el 29 de marzo de 1869 y, desde ahí por la zona más peligrosa del oriente, condujo un convoy a la ciudad de Bayamo, lugar donde estaba Valmaseda, el segundo del capitán general Lersundi. Valmaseda amplió su limpieza desde Manzanillo hasta el valle del Cauto, con las unidades de que disponía, entre las que estaba el batallón de San Quintín, del que formaba parte Santocildes. Los jefes mambíes de aquella región se vieron abrumados por los constantes ataques de Valmaseda y sus unidades.

Alonso de Santocildes había incrementado su experiencia antiguerrillera después de haberse batido frente a los principales jefes insurrectos. Regresó a España con ocasión de su matrimonio, en enero de 1876, con Dolores Mijares, siendo teniente coronel de infantería, pero posteriormente volvió a Cuba. Y así, prácticamente, trece años. Ganó heridas, ascensos y condecoraciones. Y hubo una ocasión en la que rayó en la heroicidad. Fue la retirada de San Ulpiano, en 1878, el momento crucial de su vida y de su carrera militar. Alonso de Santocildes, junto con el general Sanz Pastor y el capitán Llorente, iniciaron una agónica huida, resistiendo emboscados durante tres días y tres noches, combatiendo cuerpo a cuerpo y perdiendo casi todos los hombres.

No obstante, tras la retirada de San Ulpiano, Fidel Alonso de Santocildes siguió en Cuba, asistió al fin de la guerra de los Diez Años y luego intervino decididamente en el nuevo levantamiento que al “grito de Baire” llegó el 24 de febrero de 1895. De nuevo acompañaría a Martínez Campos que había sido enviado a Cuba con nuevos contingentes de tropas. La rebelión en esta ocasión era más fuerte, pues los insurgentes estaban firmemente unidos y tampoco tenían intención de negociar.

Martínez Campos comprendió que era necesaria la acción militar, aunque los últimos intentos por encontrar una vía de solución retrasaron la ofensiva militar y cuando ésta se produjo, Martínez Campos se equivocó de táctica, pues creyó que era posible una guerra convencional en un terreno terriblemente accidentado y frondoso. Alonso de Santocildes fue consciente del error táctico, ya que no era partidario de los grandes movimientos de tropas, de arrastre de artillería, de columnas y convoyes que agrupasen ingentes masas de hombres.

Los mambíes, conocedores del terreno en que se movían, presentaban batalla donde y cuando les convenía, pues eran expertos en emboscadas y, por tanto, apenas presentaban batalla frontal. Por ello el mejor sistema para combatirlos era utilizar su misma astucia, con oficiales dispuestos a penetrar en lo intrincado de la selva, al amparo de una logística adecuada y un buen servicio de espionaje.

Alonso de Santocildes encabezó una columna de operaciones, colocándose como un soldado más en el punto de mayor peligro. Una triple descarga le abatía en uno de los muchos enfrentamientos en la manigua cubana, conocido en la historia como la acción de Peralejo, el 13 de julio de 1895. Después de haber servido más de cuarenta años y asistido a centenares de acciones en Cuba, murió sin llegar a ver el final de la guerra.

Su hoja de servicios contribuyó a darle prestigio en su tierra natal, hasta tal punto que en el Diario de Burgos se podía leer algún que otro artículo en el que se expresaba cómo los burgaleses leían con avidez los hechos gloriosos llevados a cabo por su paisano.

 

Bibl.: J. Ibáñez Martín, Héroes de la Manigua. Sanz Pastor, Santocildes. El Batallón de San Quintín, Madrid, 1895; M. C. Martínez Fernández, “Un Batallón de Infantería en la Guerra de Separación de Cuba”, en Revista de Historia Militar, 35 (1973); V. de la Cruz, Burgos, capitanes insignes, vol. II, Burgos, Caja de Ahorros Municipal de Burgos, 1984; E. Canella Gutiérrez, Santocildes, el mártir de Peralejo, Burgos, 1985; F. González Blanco, Las relaciones de Burgos con la Institución Militar. Siglos xix y xx, Burgos, Diputación de Burgos, 1997; F. Ortega Barriuso y C. de la Sierra, Burgos, la ciudad vivida, Burgos, 1997; D. Ramos Pérez, “Algunos castellanos que murieron heroicamente en Cuba: El ejemplo de F. Alonso de Santocildes y del San Quintín”, en J. Velarde Fuertes y E. de Diego García (coords.), Castilla y León ante el 98, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1999; C. Borreguero Beltrán, Diccionario de Historia Militar, Barcelona, Ariel, 2000; A. Sagarra Gamazo, “Héroes y anti-héroes en la guerra de cuba: de don Rodrigo Díaz de Vivar a José Martí”, en Boletín de la Institución Fernán González (Burgos), 220 (2000), págs. 77-106.

 

Emelina Martín Acosta