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Pedro Sánchez de Ulloa Valcárcel y Benavides

Biografía

Sánchez de Ulloa Valcárcel y Benavides, Pedro. Señor de Arganza (XIII). Arganza (León), 1660 – 1730. Caballero de la Orden de Santiago, hidalgo viejo y rico hombre.

Era el primer vástago de Juan Sánchez de Ulloa y de Isabel Valcárcel de Benavides, XII señores de Arganza, y nieto por vía materna de una prestigiosa y acaudalada familia de Villafranca del Bierzo formada por Pedro Valcárcel Benavides y Álvarez de Cancelada y Mariana Sánchez de Ulloa. Tuvo por hermanos a Laureano y a Juan Sánchez de Ulloa, sacerdotes, a Juana, que, como el citado Pedro Sánchez de Ulloa, permaneció soltera, y a Jacinto Sánchez de Ulloa, que le sucedió en la casa como XIV señor (1731-1739), casado con María Antonia Queipo de Llano de Dóriga y Malleza, hija del conde de Toreno.

Tras la muerte de su padre, el 24 de diciembre de 1698, y a la edad de treinta y ocho años sucedió en la casa y mayorazgo. Heredaba un rico patrimonio amasado a lo largo de los siglos a través de los vínculos y matrimonios llevados a cabo por las más destacadas familias hidalgas de El Bierzo. El poder de estos señores se afianzó en torno a las villas de Villafranca, Cacabelos, Arganza y Canedo, en el denominado Bierzo Bajo y de forma especial mediante la adquisición de un importante patrimonio agrario formado a costa de las instituciones monásticas, de la usurpación de tierras concejiles y de la especulación y endeudamiento de los pequeños campesinos que hubieron de hipotecar sus escasas tierras para poder sobrevivir durante la crisis del siglo xvii. Tanto su padre como los antecesores señores de la casa, fueron beneficiados por la crisis económica y social del siglo xvii, toda vez que el progresivo endeudamiento de los campesinos le abrió las puertas a la adquisición de un importante patrimonio rural mediante compras mercantiles que de alguna forma encubrían el endeudamiento campesino y la cruda realidad social. No obstante, la propia crisis y la fuerte resistencia de los concejos durante la primera mitad del siglo xvii frenaron de alguna forma la posibilidad de que la casa de Arganza comprase un título nobiliario a Felipe IV, tal como hicieron algunas de las casas hidalgas leonesas ostentadoras de importantes rentas agrarias.

A partir de esa posición dominante, el rey Carlos II le otorgó el 7 de julio de 1692 el título de caballero de Santiago, previo pago de 350 ducados, cifra que cubría los servicios de montado y de galeras, previos a la entrada en dicha Orden. Al igual que sus antecesores, el nuevo señor de Arganza llevó personalmente desde la casa-palacio, sita en la villa del mismo nombre, los asuntos familiares, especialmente aquellos que afectaban al ámbito económico, pero ahora, en una clara fase expansiva que va a permitir el incremento de las rentas y el saneamiento económico de la hacienda señorial.

En efecto, aunque el poder jurisdiccional sobre la villa de Arganza le permitió el acceso a determinadas rentas o prestaciones vasalláticas, e incluso a las alcabalas enajenadas a la Corona, y de alguna forma diferentes derechos de presentación de numerosos curatos que afianzaban su influencia social, el peso de la hacienda señorial recayó sobre un importante patrimonio territorial, y de forma especial sobre la actividad vitícola que generaba cada año importantes ingresos. Durante las dos primeras décadas del siglo xviii el señor de Arganza incrementó considerablemente su patrimonio, a juzgar por las abundantes escrituras de compraventa. Pero, tanto las constantes obligaciones notariales como los censos y concordias suscritas con los vasallos deudores pusieron de manifiesto las prácticas crediticias y el origen y la verdadera causa del incremento del patrimonio familiar.

Pese a la mencionada situación, las relaciones del XIII señor de Arganza con los vasallos no pasaron, como ocurrirá posteriormente, por importantes dificultades, toda vez que los testigos le describen como “señor virtuoso y temeroso de Dios y de su conciencia, piadoso, caritativo y de buenas prendas, sin haber hecho agravio, ni perjuicio a tercer alguno”. En su testamento redactado a finales de 1730 deja entre otras disposiciones que “le entierren con el hábito y manto de su Orden de Santiago en la capilla mayor de la iglesia de Arganza y que asistan al entierro y demás autos doce sacerdotes [...] que se vista a doce pobres, dando a cada uno tres varas de paño pardo [...] que se digan por mi alma quinientas misas rezadas”. Como no podía ser menos, su testamento es fiel reflejo del comportamiento social de una elite rentista que de alguna forma intentó mantenerse en la órbita de las oligarquías nobiliarias y de la sociedad estamental.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de León, cajas 2934, 2935, 2936, 2937, 2938, 3480, 3481, 3488, 3313, 3315, 3316, 3324, 3325, 3278, 3488.

P. Alonso Álvarez, El señorío de Arganda. Historia y cronología (1699-1971), Ponferrada, 1995.

 

Laureano Manuel Rubio Pérez