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Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas Vélez de Guevara

Biografía

Santa Cruz y Cárdenas Vélez de Guevara, Joaquín de. Conde de Santa Cruz de Mopox (I), conde de San Juan de Jaruco (III). La Habana (Cuba), 10.IX.1769 – 6.IV.1807. Militar, brigadier, expedicionario, caballero de la Orden de Calatrava.

Del primer conde de Santa Cruz de Mopox se puede decir que es quien mejor encarna la influencia de la Ilustración en el territorio cubano a finales del siglo XVIII y, en concreto, el interés de la elite habanera de impulsar el conocimiento científico para aplicarlo, sobre todo, en el desarrollo económico de la isla. En este ambiente nació en La Habana un 10 de septiembre de 1769. Era hijo de Francisco Javier de Santa Cruz y Santa Cruz, capitán del Regimiento de Milicias en Cuba, perteneciente a una familia que tradicionalmente había ocupado altos cargos en la administración pública de La Habana, y que había casado con su prima María Josefa de Cárdenas Vélez de Guevara y Santa Cruz, hija de los marqueses de Cárdenas de Monte Hermoso.

En este marco de estrategias matrimoniales que fomentaba la nobleza criolla con el fin de fortalecer sus lazos sociales y sus posiciones económicas, casó Joaquín de Santa Cruz el 29 de junio de 1786 con María Teresa Montalvo y O’Farrill, hija de los condes de Casa Montalvo. Precisamente, un par de años más tarde, a solicitud de un tío de su mujer, el general Gonzalo O’Farrill, que gozaba de una buena posición en Madrid, el matrimonio viajó a la metrópoli. Bajo la protección de este pariente y gracias a cuantiosas sumas que le enviaba una tía abuela, Teresa Beltrán de Santa Cruz, de quien heredó el título de conde de San Juan de Jaruco, experimentó un rápido ascenso social entre la nobleza peninsular. Pronto su hogar fue reclamo de poderosos políticos y no escatimó recursos pecuniarios que le abrieran las puertas de la Corte. De hecho, contribuyó a sufragar las campañas de 1793 de Carlos IV contra la incipiente República francesa, levantado a su costa un batallón de Infantería de milicias, y apoyando la fundación de la 2.ª Compañía Americana de Guardias de Corps. En atención a los servicios prestados a la Corona, se le nombró gentilhombre de Cámara de Su Majestad con entrada el 21 de abril de 1792; caballero de la Orden de Calatrava por Real Despacho dado en San Lorenzo de El Escorial de 15 de noviembre de 1795; y, finalmente, se le concedió el condado de Santa Cruz de Mopox, por Real Despacho dado en San Ildefonso de La Granja con fecha de 23 de julio de 1796, cuya denominación se eligió para perpetuar los méritos contraídos por su séptimo abuelo, Juan de Santa Cruz y Gómez, regidor y teniente general de la isla de La Palma y gobernador de la de Tenerife, cuando conquistó en Colombia la provincia de Melabüeys y fundó la ciudad de Santa Cruz de Mopox.

Por otro lado, entre las nuevas amistades que cultivó, la que más ventajas le podría traer era, sin duda, la del ministro de Carlos IV, Manuel de Godoy, de quien aprovechó su influencia en el gobierno para poner en marcha un proyecto de fomento de la isla de Cuba. De este modo, Carlos IV creó la Real Comisión de Guantánamo con fecha de 2 de agosto de 1796, siendo nombrado director de la misma el recién creado conde de Santa Cruz de Mopox, por lo que es también recordada como Comisión de Mopox.

Dicha comisión pretendía un reconocimiento geográfico y descriptivo de la isla de Cuba y de Pinos, así como su exploración botánica y naturalista, cuyo estudio posibilitase el asentamiento de nuevas poblaciones e información para la construcción de nuevas vías de comunicación. De hecho, comenzó a abrir un canal para comunicar la capital con la costa del sur y con damnificados del incendio que sufrió La Habana fundó una ciudad que llamó Nueva Paz, queriendo así demostrar su fidelidad a Godoy, que a la sazón era Príncipe de la Paz. Alejandro Humboldt, en su obra titulada Ensayo Político sobre la Isla de Cuba (1827), lo cita como uno de los protectores de la isla de Cuba. También Humboldt hace referencia al apoyo de otros criollos a la exploración científica y a dicha expedición interesados en potenciar los recursos naturales de la isla a través de una explotación agrícola más intensa, especialmente azucarera, y el libre comercio, pues con objeto de ayudar en esta empresa el Gobierno otorgó privilegios para introducir ropas y harinas en el puerto de La Habana con buques de bandera extranjera y exportar azúcar y otros productos insulares. El canal, además, permitiría una mayor celeridad en la arribada al puerto habanero del azúcar para su exportación, lo que impulsaría su comercio, el tráfico de esclavos y la navegación interior en el resto del archipiélago. Y, por parte de la metrópoli, sobre todo tras la toma y ocupación por los ingleses de La Habana y la revolución esclavista en el territorio vecino de Haití, existía un marcado interés militar mediante un mayor control del territorio antillano con la fortificación de nuevas plazas y la explotación de los bosques de Güines con el fin de obtener las maderas necesarias para la construcción de buques de guerra y que serían transportadas por el canal hasta el arsenal de La Habana.

La magnitud del proyecto, sin embargo, le generó grandes deudas y sus desavenencias con el entonces receloso gobernador y capitán general de la isla, Salvador del Muro y Salazar, marqués de Someruelos, así como la caída de Godoy en el Gobierno español motivaron que el proyecto fuera abandonado y embargados los bienes del conde de Santa Cruz de Mopox. La caída en desgracia del conde y unas fiebres palúdicas que había contraído durante las exploraciones de la isla propiciaron su muerte con tan sólo treinta y ocho años de edad. Como resultado de la supuesta fracasada Real Comisión de Guantánamo destaca, no obstante, haber paliado las necesidades defensivas de la isla y su repoblación, levantamientos cartográficos y de nuevos pueblos, puertos, fondeaderos, caminos y puentes, que trajo consigo el desarrollo de una parte de la isla que aún no estaba explotada y la elaboración de un exhaustivo informe científico y de catalogación sobre zoología y mineralogía, cuyo legado se conserva en parte en el Museo Naval de Madrid. Quizás por ciertos remordimientos del Monarca por la situación en la que había quedado Joaquín de Santa Cruz tras emprender tan magna empresa, se le concedió inmediatamente después de su fallecimiento la Grandeza de España a su hijo Francisco Javier de Santa Cruz y Montalvo.

 

Bibl.: F. X. Santa Cruz y Mallén, conde de San Juan de Jaruco y de Santa Cruz de Mopox, Historia de Familias Cubanas, t. I, La Habana, Hércules, 1940, págs. 336-345; M. A. Puig- Samper, “La Botánica y los Botánicos en la Comisión del Conde de Mopox”, en Cuba Ilustrada: la Real Comisión de Guantánamo, 1796-1802, Barcelona, Lunwerg-Sociedad Estatal para la Ejecución de Programas del Quinto Centenario, 1991, págs. 9-22; M.ª D. González-Ripoll Navarro, Cuba, la Isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000; L. J. Aruca Alonso, “Personajes habaneros de la Real Comisión de Guantánamo. Los intereses de la nobleza criolla titulada en la Isla de Cuba a fines del siglo XVIII”, en Expediciones, exploraciones y viajeros al Caribe. La Real Comisión de Guantánamo en la Isla de Cuba 1797-1802, La Habana, Unión, 2003, pág. 80; A. Humboldt, Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, Alicante, Publicaciones de la Universidad, 2004; L. J. Aruca Alonso, “La Crisis Familiar de los Santa Cruz-Montalvo”, y C. Venegas Fornías, “Un Conde habanero en el Siglo de las Luces”, en Revista Revolución y Cultura, 2 (abril-mayo-junio de 2005); R. C. Arango, La Sacarocracia. Historia de la Aristocracia Azucarera Cubana, Miami, Ego Group, 2006, págs. 183-186.

 

Iván F. Moreno de Cózar y Landahl, conde de los Andes