Román, Diego. Comendador Román. ?, s. t. s. XV – 1497 post. Comendador, poeta, contino.
Escasos pero fehacientes documentos nos permiten fijar durante el reinado de los Reyes Católicos en Toledo (ciudad de la cual es “vecino”) a un comendador llamado Diego Román, e identificarlo con el “Comendador Román” (o “Romano”, menos frecuentemente) a quien se le atribuye un número significativo de obras en verso de diferente género. De Diego Román (a veces aludido en los documentos simplemente por el título y el apellido, como siempre ocurre en los impresos y manuscritos que transmiten su obra) se sabe que era, en mayo de 1493, contino de los Reyes Católicos, y que estos le concedieron en 1475 (septiembre) el perdón por el homicidio de Juan de Luzón, en consideración por los servicios prestados en la guerra contra Portugal, y por los que se esperaban de él en el futuro. En 1493, finalmente, los Reyes intervendrán para que se le conceda usar como pasto un terreno de su propiedad en el término de una legua de la ciudad, reservado por tanto prioritariamente para las necesidades de la urbe. Asimismo, se sabe que la conducta política del Comendador, cosa normal en la época, no fue siempre coherente: en 1482 su nombre figura con el de varios próceres castellanos que habían apoyado a Alfonso V de Portugal, y para quienes el embajador luso pide la rehabilitación. Se ignora a qué orden militar perteneció este poeta, pero es improbable que fuera calatravo, según insinúa Ramírez Arellano.
Se le puede situar en el ámbito del primer duque de Alba, García Álvarez de Toledo, según alusiones de su glosa de la muy afortunada canción Nunca fue pena mayor; además, la rúbrica de un poema satírico contra Antón de Montoro dice que este se escribió por mandato del duque.
Tan escueto conjunto de datos trasluce una figura social y políticamente bien colocada, y que sabe cruzar indemne las agitadas décadas del reinado de Enrique IV, obteniendo así un buen reconocimiento durante el de Fernando e Isabel. La hipótesis de que Román fuese de ascendencia musulmana o judía se funda simplemente en la interpretación literal de ciertos versos suyos, y en particular de la tensón satírica que mantiene con Antón de Montoro, el Ropero.
Su producción poética descubre buenas habilidades técnicas, en perfecta consonancia con el gusto dominante de la época: se trata de un artista ducho sobre todo en el manejo del “arte menor” (el octosílabo en sus múltiples combinaciones de rimas y estrofas), con capacidad para lucirse en distintos géneros. El Cancionero general de Hernando del Castillo, a partir de la princeps de 1511, y unos pocos manuscritos, le atribuyen, en efecto, tres textos amorosos y cinco textos de correspondencia poética con Montoro. Pero es la producción de tema más elevado la que (incluso en términos cuantitativos) sobresale. A fines de 1497, o a lo sumo principios de 1498, se remonta en cambio, su última obra conocida (terminus post quem para fijar su muerte): Décimas sobre el fallecimiento del príncipe nuestro señor, elegía dedicada a la muerte del príncipe don Juan, que imprimió en Toledo Antonio Téllez, y no desmerece, pese al distinto nivel estilístico (octosílabos frente a octavas de arte mayor) al compararla con la Tragedia Trobada que Juan del Encina dedicó al mismo y luctuoso evento. Anteriormente, Román había escrito un ambicioso decir alegórico para el duque de Albuquerque, don Beltrán de la Cueva, recientemente descubierto en una copia del siglo XVI; un dezir de 40 coplas de contemptu mundi y sobre la Dolorosa, trasmitido por dos manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Salamanca (2139 y 2762) y, sobre todo, su obra más célebre: las Coplas de la Pasión con la Resurrección, larga versificación centrada en la fase final de la vida terrenal de Cristo, que corresponde al interés que por la misma sentía la espiritualidad intensa y afectiva del otoño de la Edad Media. Es útil, por tanto, cotejar la obra con la Pasión de Diego de San Pedro y con la Vita Christi de fray Íñigo de Mendoza, o la producción religiosa de Ambrosio Montesino y otros autores coetáneos. Lo que a Menéndez Pelayo le pareció simplemente “una mediana paráfrasis del texto evangélico”, revela al contrario una gran capacidad para construir la narración, un mosaico siempre cambiante de teselas procedentes de los cuatro evangelios, la tradición apócrifa y las piezas claves de la literatura religiosa de la Edad Media tardía, empezando por la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia y las Meditaciones del Pseudo Buenaventura. Se aprecia también un dominio perfecto de la retórica, que aspira a suscitar la reacción emotiva y afectiva del lector ante la contemplación de los momentos más dramáticos y conmovedores de la biografía del Mesías. La tradición de las Coplas es representada por un manuscrito (el compositus salmantino 2762, ya aludido, y tres impresos incunables: dos se deben al impresor toledano Juan Vázquez y se fechan en 1486 y 1491 respectivamente, y el tercero —c. 1493— al zamorano Antonio de Centenera). El estudio filológico ha revelado que el manuscrito de Salamanca y los tres impresos descienden de una copia del original (arquetipo); que los dos impresos de Toledo derivan a su vez de un subarquetipo perdido, mientras que el impreso de Zamora se compone a partir de la edición toledana más tardía; luego no sirve para la reconstrucción del texto original.
Con base en el impreso de Zamora, las Coplas sufrieron una elaboración creativa, con modificación del orden de las estrofas, supresiones y añadidos, no sin cierta preocupación por afirmaciones teológicamente resbaladizas, y la tendencia a aproximar más el texto a la letra del Evangelio. Esta interesante reelaboración, que por consideraciones de orden filológico (errores sin corregir) es muy improbable que se deba al autor, queda consignada en la primera parte de otro compositus, ya del siglo XVI: el llamado Cancionero sevillano de la Hispanic Sciety (B 2486); y de ahí pasa, ya con una podadura drástica del texto, que salva el planctus Mariae y otros elementos con el mismo patetismo, a los pliegos sueltos: uno de Granada de 1594, y dos del siglo XVII (Jaén, 1628; Madrid, 1658). En la Andalucía de Francisco Morales el Divino se descubre así un persistente interés por la obra medieval de Román.
Obras de ~: Décimas a fallecimiento del Príncipe don Juan (siglo XV), ed. de M. Gómez Imaz, Sevilla, Rasco, 1890; “Coplas desconocidas del Comendador Román”, ed. de A. M. Álvarez Pellitero, en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, LX (1984), págs. 99-114; “Poesía amorosa del Comendador Román”, ed. de G. Mazzocchi, en écrire à la fin du Moyen Age. Le pouvoir et l’écriture en Espagne et en Italie (1450-1530), Aix-en-Provence, Université, 1990, págs. 43-77; Coplas de la Pasión con la Resurrección, ed. de G. Mazzocchi, Florencia, La Nuova Italia, 1990; A. de Montoro, Poesía completa, ed. de de M. Costa, Cleveland State University, 1990; J. J. Labrador Herraiz y R. A. DiFranco, “Tres nuevos poemas del siglo XV en unos folios del siglo xi, cosidos en dos manuscritos del siglo XVII”, en Cancioneros en Baena II, Baena, Ayuntamiento, 2003, págs. 197-216.
Bibl.: G. Mazzocchi, “La Tragedia trobada de Juan del Encina y las Décimas sobre el fallecimiento del Príncipe nuestro señor del Comendador Román: dos textos frente a frente”, en Il Confronto Letterario, V (1988), págs. 93-123; Ó. Perea Rodríguez, “Una posible corte literaria del siglo XV: la de Beltrán de la Cueva, duque de Albuquerque”, en Convivio. Estudios sobre la poesia de cancionero, Granada, Universidad, 2006, págs. 633-694.
Guiseppe Mazzocchi