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Diego Baptista López

Biografía

Baptista López, Diego. Toledo, c. 1553 – Monasterio de Ovila (Guadalajara), 6.XII.1640. Monje lego cisterciense (OCist.).

Se ignoran muchos datos de él, sobre todo de sus primeros años. Sólo se tiene una fuente de primer orden en la cual se halla todo lo más importante que se desea saber sobre este humilde hermano lego, quien mereció tener por biógrafo al propio abad del monasterio.

Se ofrece aquí una síntesis completa de su relato, simplificando algunos datos. El 8 de enero de 1584, fray Diego Baptista recibió el hábito monástico en Ovila, y al año siguiente, el 8 de febrero, le dio la profesión el abad fray Atanasio Morante, general reformador de la congregación de Castilla. Se advierte que a este hermano comúnmente solían llamarle fray Diego López, omitiéndose el apellido de Baptista, y no se dice el porqué.

Fray Tomás Bravo, abad de la casa, cuando falleció Baptista testifica, jura y afirma lo siguiente: “fue hombre de singularísima virtud, rara perfección de vida, y tan igual que como comenzó acabó. Aquel fervor de espíritu no sólo no se remitió, sino que fue siempre en aumento. Las virtudes en él parece que se emulaban las unas a las otras. Humildad rarísima. Cuando yo vine a esta casa tenía cincuenta y cuatro años de hábito y le vi barrer los aposentos de la hospedería y cuidar de ella. Su caridad fervorosísima: toda la vida remendando pobres: diole Dios particular gracia para esto, expulgando y limpiando a los muchachos”.

Sigue fray Tomás definiendo a fray Diego en los términos que siguen: “En el punto de la obediencia certifico que aunque he leído grandes cosas en las vidas de los Santos Padres, la que experimenté en este varón de Dios no es inferior a todas ellas. Religiosos de esta casa que le han comunicado más de cuarenta años, juran que no le han oído hablar mal de nadie, ni en materia leve. Era de suma naturaleza frigidísimo y llegó ya con los muchos años a serlo en extremo, y con todo eso con la claridad tan grande y devoción que tenía al Santísimo Sacramento del altar, estaba toda la mañana en la iglesia oyendo todas las misas que se decían; y aunque padecía mucho, que lo sufría de buena gana, porque esperaba en la misericordia de Dios, serviría para remitirle purgatorio. Fue muy dado a la oración, y aunque no sé de él grandes revelaciones sé que recibía muchas veces comunicándome algunas cosas como a Prelado, que en todas cuantas partes estaba, y exercios hacía, estaba con gozo particular en la presencia de Dios y recibía particulares consuelos y favores de Dios.”

”Siendo de edad de setenta años, poco más o menos, estaba tan quebrado, que las tripas le salían de modo que era necesario muchas veces ponerle la cabeza en el suelo y los pies muy altos hacia arriba para volverlas a su lugar. Padecía mucho y lo llevaba con mucha conformidad con la voluntad de Dios. Pidió a Dios que si para su servicio convenía sanarle de este achaque, lo hiciese, y si no, no. Hecha esta oración, hacía unas cruces sobre la quebradura untándose con aceite de la lámpara y a pocos días quedó tan sano y bueno, que nunca jamás se puso braguero. Comunicando yo esto con un médico de opinión, me dijo ser evidente milagro. Muchas veces comunicando cosas de su conciencia aseguró que sabiéndolo él desde que tomó este santo hábito, no había ofendido a Dios gravemente. Pidió muchas veces a Dios que le llevase sin ser penoso a la Comunidad —no lo quería ser en muerte quien nunca lo fue en vida— y parece que su divina Majestad se lo concedió. Jueves, 6 de diciembre de este presente año 1640, a la hora de prima, fue el campanero a llamarle —así lo tenía él encargado para que bajase a la iglesia al ejercicio y a oír misas— y hallándole que se había caído en el suelo, volvióle a la cama, y viéndole malo le dijo que si querían llamasen al médico, y respondió que ya era tarde, que ya no tenía necesidad de él. Murió este mismo día a las tres de la tarde.”

”No se puede decir que fue muerte acelerada en quien toda la vida vivió previniendo este trance y teniendo siempre la muerte presente. Murió de cincuenta y siete años de hábito y ochenta y siete de edad, pocos días más o menos. Está enterrado en el capítulo a los pies del asiento del Abad. Parece que sin prevenir esto quiso Dios mostrar la gran obediencia que tuvo, que aún muerto quiere estar a los pies del prelado. Todo esto que certifico con juramento que es lo que conocí en él sin haber hecho encarecimiento ninguno y para memoria de tan santo varón he querido poner aquí; que espero que nuestro Señor ha de obrar por sus siervo grandes maravillas. Fecha 19 de diciembre de 1640 años. Fray Thomás Bravo, abad de Ovila”.

A esta reseña apasionante escrita y firmada por el propio abad del monasterio, se quiere añadir otras referencias de dos monjes del monasterio que completan la semblanza del humilde lego, iluminando la alta alcurnia de donde descendía, y la situación privilegiada que disfrutaba en el mundo: “La librería del choro de esta santa casa hizo este santo varón con el mayor cuidado y devoción que se puede imaginar. Vivió siempre en esta santa casa, excepto dos años en Huerta. Fue, según estoy informado, hidalgo de todos los cuatro costados, y antes de tomar el santo hábito, mayordomo y secretario de los condes de Cifuentes: en los cuales oficio dio siempre muestra de su virtud siendo exemplo de cuantos le trataban. Después de escrito todo lo que antecede, el propio abad lo leyó a la comunidad para que dijera si lo consideraban verdadero, y en caso afirmativo, que lo firmasen de su puño y letra. Así lo hicieron, como puede verse en el documento correspondiente”. Todavía se aporta un nuevo testimonio firmado por el licenciado Juan Díez de la Casa, comisario del Santo Oficio de Cifuentes, el cual afirma que trató muchos años con fray Diego Baptista, conoce lo que el padre abad escribió sobre él, y no ve que haya exageración por cuanto siempre que le recibía en su casa le tuvo por verdadero santo.

 

Bibl.: Fray Hieroteo, Libro Tumbo del Monasterio Real de Santa Maria de Ovila, s. f. (inéd.) (ms. en el Archivo del monasterio de Oseira, fols. 40, 41, 42v., 43); D. Yáñez Neira, “Catálogo de monjes santos desconocidos”, en Cîteaux, XXXVIII (1987), págs. 331-333.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO