Ibn Ḥafṣūn: ‘Umar b. Ḥafṣūn. Ṭurri’īlla (Málaga), c. 846 – Bobastro, Ardales (Málaga), 1.II.918. Rebelde muladí contra el emirato de Córdoba.
Se trata del más importante de los rebeldes andalusíes contra el emirato de Córdoba, que llegó a enfrentarse con cuatro de ellos desde el inicio de su revuelta en el año 878 hasta su rendición en 916 a ‘Abd al-Raḥmān III. Esa importancia se refleja en la relativamente abundante información que suministran las fuentes árabes sobre el personaje, si bien algunas noticias han sido puestas en duda por determinados historiadores, al igual que han permitido contradictorias interpretaciones en la historiografía desde el siglo XIX. Entre éstas se encuentran las que lo consideran un héroe nacional, caudillo de la raza española en lucha contra los árabes invasores, hasta las que lo entienden como un bandido con éxito depredador de las clases menesterosas, mientras que últimamente se considera como un ejemplo de la crisis que sufren los herederos del protofeudalismo visigodo ante la consolidación del Estado islámico.
Según esas fuentes, el origen de su familia se remonta a un comes de época visigoda, un tal Alfonsus, asentado en la zona de la Serranía de Ronda, del que se transmite su descendencia directa hasta el biografiado. Se informa también de que un miembro de esa genealogía, Ŷa‘far, se islamizó, al añadirle el apodo al-Islāmī, y se trasladó a la zona de los Montes de Málaga en tiempos del emir al-Ḥakam I, apareciendo ya el resto de sus descendientes con onomástica árabe. Otro cambio en la onomástica tuvo lugar con el padre de Omar, Ḥafṣ, del que se dice que, ya en el nuevo asentamiento de la familia, se “engrandeció”, por lo que pasó a denominarse Ḥafṣūn, si bien no se tiene constancia clara de en qué consistió ese engrandecimiento, pues las fuentes tan sólo aluden a que construyó una iglesia en una almunia que poseía, aunque la familia sí debía ostentar un cierto control sobre los hombres, pues en el inicio de la rebeldía de Ibn Ḥafṣūn, su tío Muṭāhir le cedió cuarenta jóvenes, operación que volvió a repetir tras el abandono del ejército cordobés y la instalación definitiva de Omar en Bobastro.
En esta zona tuvo lugar el nacimiento de Ibn Ḥafṣūn en la aldea Ṭurri’īlla (Torrecilla), topónimo que alude a una posible residencia aristocrática, cerca de la fortaleza de Awṭa, que se ha querido identificar con el actual cortijo de Auta (término municipal de Riogordo, Málaga). Los primeros datos de su biografía se asemejan a un relato novelesco, pues huido de la justicia por haber asesinado a un convecino, se refugia en lo que será luego el centro de su rebelión, Bobastro, si bien en busca de mayor seguridad se traslada a Tāhart, capital del Estado Rustamí en la actual Argelia, donde permanecerá un tiempo oculto, hasta que decida volver al territorio originario debido a la doble coyuntura del temor a ser reconocido y entregado a la justicia y a un relato premonitorio del éxito como rebelde en al-Andalus.
La vuelta se produce en 878 iniciando la rebelión con los jóvenes cedidos por su tío en Bobastro, donde “se rodeó de sospechosos y malvados a los que atraía con la promesa del botín”, según las fuentes, con los cuales consiguió sus primeros objetivos, la ocupación de las fortalezas de Awṭa, Comares y Mijas, en las proximidades.
El inicio de la rebelión coincide con la revuelta generalizada que se está dando en todo el territorio de al-Andalus, en la que participan grupos sociales de lo más diverso, como tribus beréberes, importantes linajes árabes, y poblaciones autóctonas, tanto cristianas, mozárabes, como musulmanas, muladíes, entre los que se encuentra Ibn Ḥafṣūn. El punto en común de esos diversos grupos es su oposición al reforzamiento del Estado emiral cordobés, en especial tras las reformas introducidas por ‘Abd al-Raḥmān II, entre las cuales se encuentra una fiscalidad novedosa y homogénea, basada en el Derecho islámico, y que pone fin a los privilegios de diverso tipo que venían gozando desde el momento de la conquista y la instalación de los musulmanes en la Península. La diversidad de grupos en liza se manifiesta en una multitud de revueltas que, en su momento más álgido, finales del siglo IX, tendrán como consecuencia que el Estado emiral sólo controle la ciudad de Córdoba y sus inmediaciones, lo que se traduce a su vez en la casi desaparición de las acuñaciones monetarias y con ello los ingresos fiscales. Pero pese a la generalización de las revueltas por todo el territorio, no se observan uniones o actuaciones conjuntas que obedezcan a motivos étnicos o religiosos, aunque sí se darán alianzas entre los elementos más diversos, bien duraderas o coyunturales, al igual que enfrentamientos entre unos grupos y otros.
Es lo que se puede constatar, para el caso de los muladíes, en la evolución de la revuelta de Omar b. Ḥafṣūn. Su primera etapa de rebelde como saqueador de caminos y consecución de botín de las poblaciones de los alrededores tendrá su final cuando sea derrotado en 883 por el general del ejército emiral Hāšim b. ‘Abd al-‘Azīz, quien le ofrecerá el perdón a cambio de trasladarse a Córdoba con su gente y alistarse como mercenario en el ejército emiral. Era ésta una práctica que tenía antecedentes en la política del emirato, con el fin de integrar a través del ejército a importantes linajes muladíes, como había sucedido con el rebelde de Mérida Ibn Marwān al-Ŷillīqī, aunque sin éxito, al igual que sucederá con Ibn Ḥafṣūn, pese a haberse distinguido militarmente frente a Pancorbo y contar con el patrocinio del general aludido, las diferencias con un oficial del palacio tendrá como consecuencia el abandono del ejército y su vuelta a Bobastro para seguir con la rebelión en 885.
En esta nueva etapa, ampliará algo más su radio de acción, consiguiendo apoderarse de la vecina ciudad de Archidona y de las fortalezas-refugio que se encontraban entre él y la costa, lo que consiguió, según las fuentes, “atrayéndose a la gente por el lado de la concordia”. Dichas fortalezas-refugio responden a un fenómeno generalizado a todo el Mediterráneo occidental de minúsculos establecimientos campesinos en lo alto de los montes, cuya principal defensa consiste en su ubicación, que comenzaron a implantarse en la Península en época visigoda y se incrementaron a raíz de la conquista islámica. Pese a la ausencia de violencia en su ocupación, la situación de rebeldía aumentaba prestando ayuda a los rebeldes árabes Banū Rifā’ de Alhama de Granada, por lo que se van a repetir los ataques del ejército contra el territorio de Ibn Ḥafṣūn, llegando el emir al-Munḏir a retomar Archidona y a poner cerco a su centro de Bobastro, si bien la muerte del emir en el asedio el año 888 impidió su propósito.
Con el nuevo emir, ‘Abd Allāh, se dará un nuevo intento de atracción, nombrando a Ibn Ḥafṣūn cogobernador de la kūra (provincia) de Málaga, al igual que hará con el jefe de los árabes rebelados de Elvira (Granada), en clara muestra de la debilidad del emirato. Es la ocasión que aprovechará Ibn Ḥafṣūn, tras deshacerse del cogobernador árabe, para conquistar toda la kūra, ahora mediante operaciones militares, e iniciar la expansión de su sistema, por muy diversos medios.
Así, atacará a otros rebeldes menores de la zona de Algeciras y Sidonia, aceptando algunos de ellos su autoridad, se aliará con los beréberes Banū Jalī’ del occidente malagueño, y conseguirá también la alianza de los más importantes linajes muladíes, como Ibn Mastana de la Subbética cordobesa, e Ibn al-Ṭāliya y los Banū Hābil en el territorio jienense. Con ellos conseguirá expandirse por el valle del Guadalquivir, en especial desde la plaza fuerte de Poley (Aguilar de la Frontera), conquistando lugares como Écija, Baena, Lucena y llegando con sus algaras hasta la Campiña cordobesa y las inmediaciones de la ciudad, donde se atreverá a atacar la tienda de campaña del emir ‘Abd Allāh, saliendo derrotado en esta ocasión. También con sus aliados jienenses conseguirá conquistar la capital Jaén, mientras que en Elvira (Granada), donde los habitantes muladíes de la ciudad se enfrentaban a los árabes rebeldes del territorio, obtendrá por un tiempo la ciudad, gracias al apoyo de un sector de sus habitantes, contrarios al parecer de la mayoría.
Dicha expansión se lleva a cabo indiscriminadamente sobre todo tipo de poblaciones de diverso origen y confesionalidad, mediante el uso de la fuerza, poseyendo relatos de especial crueldad, como el sufrido por los pobladores de Baena tras su artera conquista. Pero la expansión se acompañó de transformaciones en el sistema, pues de una primera fase de bandolerismo y saqueo que implicaba la rebeldía, se pasó a la usurpación de los impuestos ordinarios y en ocasiones a imponer multas y requisiciones excesivas, según los cronistas, como en los casos de Jaén y Elvira. Ello se hizo necesario ante la concentración de población militarizada y jerarquizada en Bobastro, que se transforma en una enorme fortaleza, con alcázares, arrabales, mezquitas e iglesias, modelo de fortaleza que se reproduce en el territorio donde se ubican los dependientes de Ibn Ḥafṣūn en “fastuosos palacios y admirables mansiones”. Las fuentes expresan claramente la jerarquización de los dependientes de Ibn Ḥafṣūn, situándose a su cabeza los propios hijos del rebelde, pero destacándose de entre los dependientes los “importantes” y “notables”, un número limitado de personajes, entre los que se encuentran un obispo, mercenarios, rebeldes menores englobados, y algunos que lo consiguen por méritos militares en una especie de promoción interna.
Para mantener ese complejo sistema, se buscan legitimidades y alianzas externas, como el intento de ser reconocido por el califa abbasí a través de los emires aglabíes de al-Qayrawān, contactos con un príncipe Idrīsí de Marruecos, o, dentro de la Península, la búsqueda de apoyos, sin éxito, del gran linaje muladí de los Banū Qāsi del valle del Ebro, o del propio Alfonso III de Asturias, aunque sí conseguirá la alianza y el apoyo con hombres y dinero de los Banū Ḥaŷŷā’, árabes rebeldes de Sevilla, al igual que reconocerá al recién proclamado califato fatimí en Túnez el año 910, por lo que en las mezquitas de Bobastro se dictarán prédicas Šī‘íes, y ello pese a que desde el año 899 Omar b. Ḥafṣūn había renegado del Islam y adoptado el cristianismo de sus ancestros.
Sin embargo, las alianzas y legitimidades no van a permitir la expansión de Ibn Ḥafṣūn, quien sufrirá una estrepitosa derrota en Poley ante el ejército emiral el año 891, advirtiéndose con el cambio de siglo un giro en la situación, ahora favorable para el Estado cordobés, e iniciándose con la llegada al poder del emir ‘Abd al-Raḥmān III en 912 una lucha sistemática contra todo tipo de rebeldes. En efecto, recién llegado al poder organizará las campañas sucesivas de Algeciras, con la que obtuvo todo el territorio gaditano, y la llamada de Monteleón, en la que consiguió la rendición de los rebeldes muladíes de la zona de Jaén y de los árabes de Elvira, con lo que el territorio de Ibn Ḥafṣūn quedó aislado de sus más importantes aliados. En los años siguientes se iniciará el cerco a Bobastro con la construcción de varias fortalezas a su alrededor, lo que traerá consigo la división de sus ocupantes, apareciendo una sección partidaria de pedir la paz encabezada por el obispo Ibn Maqsim, quienes consiguieron convencer a Omar b. Ḥafṣūn, el cual envío cartas en tal sentido al emir, asentándose las paces el año 916, situación que se mantendrá “hasta que murió en total lealtad y rectitud”, al decir de las fuentes, dos años después, lealtad que se manifestará al combatir con el ejército emiral a su propio hijo, Sulaymān, rebelde en la fortaleza de Úbeda.
El pacto fue bastante generoso, pues además de los intercambios de regalos en los que se mostró la munificencia del emir, éste le permitió la conservación con carácter hereditario de un total de ciento sesenta y dos fortalezas de su territorio. Sin embargo, los hijos de Ibn Ḥafṣūn mantendrán la rebeldía en Bobastro durante diez años más, donde se sucederán en un ambiente de rivalidades cada vez más enrarecido, hasta la rendición final del último de ellos, Ḥafṣ, ante el ejército sitiador en 928, poniendo fin a la más importante revuelta contra el emirato de treinta años de duración. Ese mismo año ‘Abd al-Raḥmān III se presentó en Bobastro y, tras mandar destruir las fortificaciones y la mezquita mayor porque de ella se habían lanzado proclamas Šī‘íes, ordenó abrir las sepulturas de Omar y de su hijo Ŷa‘far, decidiendo exhumar los cadáveres al observar que estaban enterrados según el rito cristiano, y trasladarlos a Córdoba donde fueron colocados en sendas cruces hasta que una riada los hizo desaparecer.
Al año siguiente de la conquista de Bobastro, ‘Abd al-Raḥmān III decidió autoproclamarse califa adoptando el título que habían llevado sus antecesores en Oriente, y si bien no se puede establecer una relación directa entre ambos hechos, puesto que la causa fundamental fue la rivalidad con el recién creado califato fatimí en el Magreb, la victoria sobre los ḥafṣuníes significaba el inicio de la pacificación definitiva de al-Andalus. Ésta se llevó a cabo mediante la combinación de dos procedimientos, pues por una parte los cabecillas de los rebeldes serán ejecutados o llevados a Córdoba, como sucedió con el último de los hijos de Omar, mientras que al común de la población se le obligó a bajar al llano y vivir en las alquerías tras la destrucción de la mayoría de las fortalezas en que se habían instalado durante la revuelta, iniciándose así el siglo más pacífico de la historia de al-Andalus.
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Manuel Acién Almansa