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Íñigo Ortiz de Retes

Biografía

Ortiz de Retes, Íñigo. Retes de Llantero (Álava), p. s. xvi – c. 1548. Marino, expedicionario.

Nació en Retes de Llantero en la provincia de Álava hacia principios del siglo xvi, en el seno de una familia noble. No hay datos sobre su infancia ni adolescencia, pero, seguramente atraído por las posibilidades que abría el Nuevo Mundo, embarcó hacia América, pues el primer documento que da constancia de él lo cita entre los expedicionarios que acompañaban a Pedro de Alvarado en su viaje de 1538 como gobernador de Guatemala.

De vocación marinera, Ortiz de Retes estuvo vinculado al proyecto de Alvarado de armar una flota hacia las Molucas. Pero la expedición se vio frustrada por una sublevación de indios palisqueños en los territorios de Nueva Galicia en la que murió el propio Alvarado en 1541.

Poco después, el virrey Pedro Antonio de Mendoza encargó al marino malagueño Ruy López de Villalobos que continuase los planes de Alvarado y armase la flotilla expedicionaria, con el objetivo de alcanzar y establecer bases españolas en las tierras de poniente y de trazar una ruta fiable de regreso desde las islas orientales a las costas pacíficas de Nueva España. Ortiz de Retes fue uno de eso marinos destacados que embarcó en la flotilla compuesta por seis pequeñas naos y trescientos setenta hombres que zarpó del puerto de Navidad (Jalisco-México) el día de Todos los Santos de 1542.

La primera parte de la travesía fue tranquila hasta alcanzar el atolón nombrado de los Corales y el de los Jardines, hoy dentro del archipiélago de las Marshall.

Superados los atolones un temporal separó a la nao San Cristóbal, con la que no volverían a coincidir hasta llagar a las Filipinas.

En la isla de Mindanao, bautizada como Cesárea Carola en honor del emperador Carlos, decidieron desembarcar para reparar las naves y abastecerse. Durante un mes descansaron hasta partir con rumbo Norte, pero los vientos terminaron derivando los barcos a Sarangán (Sarangani), isla situada al frente sur de Mindanao. La situación en la isla deshabitada se volvió extrema, por lo que Villalobos dividió la flota con intención de que algunos barcos regresasen a Nueva España a pedir ayuda. Pero, tras varios fracasados intentos, los vientos les obligaron a refugiarse en la guarnición lusa de Tidore. Un pacto con los portugueses permitió que, mientras la mayoría se quedaba en la isla, se armaba la nao San Juan, con el objetivo de regresar a Nueva España en busca de socorros.

El encargado de mandar la nave fue Íñigo Ortiz de Retes, marino ya reputado que tenía ganada la confianza del almirante Villalobos, pues para entonces ostentaba el cargo de maese de campo.

Ortiz de Retes y su tripulación largaron velas de Tidore el 16 de mayo de 1545, con rumbo Sur. En su navegación pasaron junto a las islas Talud, el archipiélago de la Schouten y vislumbraron las montañas de una enorme isla hacia la que enfilaron la nave.

El 20 de junio hallaron la desembocadura de un río, nombrado San Agustín (hoy Mamberano), cuyo estuario se les antojó perfecto para desembarcar y hacer aguada. Ese día Ortiz de Retes tomaba posesión de la enorme isla, a la que llamó Nueva Guinea porque el color oscuro de la piel de los aborígenes le trajo el recuerdo de la Guinea africana. El vasco desconocía que con aquel acto ampliaba los dominios del imperio español en casi 800.000 kilómetros cuadrados. Se habían posesionado de la isla más grande del mundo, si se exceptúan Australia (hasta entonces desconocida) y Groenlandia.

Durante un tiempo bojearon el norte de la isla pero los vientos del Noroeste les llevaron hasta un sinfín de islas volcánicas, algunas de las cuales bautizaron como Magdalena, Gaspar Rico (en honor del piloto) y el grupo de las Volcanes. En un deambular errático, al pairo de vientos cambiantes, que les impedía avanzar hacia el Este, terminaron trazando un abierto arco que les llevó al atolón de Ninigo —más al Norte de la anteriormente descubierta isla de Ava—, y que los españoles llamaron islas de los Hombres Blancos, pues los aborígenes eran de tez mucho más clara que los neoguineanos. Las calmas largas y los durísimos vientos del Nordeste eran un constante freno a la navegación hacia el Levante, por lo que a finales de agosto, en una latitud por encima de las islas Ninigo, Íñigo Ortiz de Retes se vio obligado a abandonar el intento de regreso a Nueva España. Cómo única salida de supervivencia sólo quedaba regresar al puerto luso de Tidore.

El 3 de octubre de 1545, tras cuatro meses y diecisiete días de singladura, la San Juan atracaba en la rada de Tidore. Allí se reunieron con los restos maltrechos de la expedición de Villalobos. Salvo la nao capitana Santiago y la sufrida nave de Retes, las demás embarcaciones estaban inutilizadas o perdidas. Sin esperanza, se vieron abocados a admitir la caridad —y la usura— de la guarnición portuguesa. Ortiz de Retes jugó en numerosas ocasiones el papel de intermediario y mensajero entre Villalobos y el gobernador portugués de las Molucas, Jorge de Castro. Finalmente se llegó a un pacto humillante para los españoles: la nao Santiago fue malvendida por ropa y se aceptaba regresar a España en barcos portugueses por la ruta del Índico y el Atlántico.

Pero antes de que pudieran pisar la patria, pasarían dos años más de calamidades en Malaca y Goa. El cronista de la expedición García Escalante dice que sólo ciento cuarenta y cuatro supervivientes de la expedición llegaron a Lisboa, en dos barcos distintos a lo largo del año 1548. Algunos oficiales se negaron a ser repatriados por los lusos y prefirieron morir con dignidad en las guarniciones de las Molucas. Entre estos últimos héroes estaría Íñigo Ortiz de Retes, si bien en la relación de Escalante aparece como uno de los afortunados que desembarcaron en Lisboa. Sea como fuere, su pista se pierde a partir de 1548.

La travesía de Ortiz de Retes, como toda la expedición de Villalobos, fue considerada un fracaso. No pudo lograrse el objetivo de establecer una ruta entre el archipiélago filipino y las costas americanas. El coste en vidas fue alto y se vio con deshonra el regreso de los supervivientes en naves lusas, cuando otro de los objetivos no explícitos de la expedición era frenar el avance portugués en la zona. Prueba de todo ello fue que la Corona española tardó más de dos décadas en armar una nueva flota para cruzar el Pacífico. Y prueba de la dificultad que entrañaba la navegación de aquellas aguas fue que hasta 1616 ningún barco europeo mareó en la ruta singlada por Íñigo Ortiz de Retes. Por el contrario, puede considerarse un gran hito geográfico la singladura del alavés, a la luz del amplio territorio geográfico que cartografió y exploró en un área desconocida en su época. Por su extensión y significado el mayor logro fue la exploración y la posesión de la gran isla de Nueva Guinea.

 

Bibl.: A. García de Escalante, Relación del viaje que hizo desde Nueva España a las Islas de Poniente Ruy López de Villalobos por orden del virrey Antonio de Mendoza, est. prelim. de C. Martínez Shaw, Santander, Universidad de Cantabria, 1999; J. M.ª González Ochoa, “El marino alavés Iñigo Ortiz de Retes”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco (Untzi Museo-Museo Naval, Donostia-San Sebastián), 5 (2006), págs. 677-684.

 

José María González Ochoa

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