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Juan Alfonso de Baena

Biografía

Baena, Juan Alfonso de. Baena (Córdoba), c. 1375 – c. 1435. Poeta y escribano real.

El poeta y escribano del rey Juan II, Juan Alfonso de Baena tomó su apellido de la ciudad en la que nació, donde aprendió sus primeras letras, según confiesa en el Cancionero de Gallardo o de San Román (vv. 163-166): “Yo leí dentro en Baena / do aprendí fazer borrones / e comer alcaparrones / muchas vezes sobre çena”.

Tradicionalmente se le ha considerado judío converso apelando a la errónea trascripción de “indino” por “judino”, que aparece en el anteprólogo de su obra el Cancionero de Baena, cuando lo correcto es “indigno”, en correspondencia con el topos de la humildad que usa el autor. Por tanto, no existe otra base documental para poder afirmar este origen que la sátira que se refleja en los ataques poéticos de sus adversarios.

Los únicos datos documentados procedentes de archivos que se conocen los ha aportado Manuel Nieto Cumplido. De ellos, se desprende que su padre se llamaba Pero López y que Juan Alfonso de Baena estuvo casado con Elvira Fernández de Cárdenas, hija de Lope Ruiz de Cárdenas y María López de Luna, de quien tuvo dos hijos: Juan Alfonso de Baena, vecino de Córdoba, y Diego de Carmona, trapero afincado en la villa de Lora del Río (Sevilla). Entre las quinientas setenta y seis composiciones de cincuenta y seis poetas que incluye en su Cancionero aparece un dezir (poema 105) de su hermano Francisco de Baena, “escribano del adelantado Diego de Ribera”.

Por la dote que llevó su esposa al matrimonio (“ochoçientas doblas de oro moriscas e de justo peso”), por el rango de su cuñado, que era jurado de Santa María Magdalena en Córdoba, así como por otras posesiones documentadas del propio Juan Alfonso de Baena y por su cargo de escribano o secretario del Rey, se vislumbra que la condición social de la familia era de caballeros villanos de signo medio alto. No obstante, en numerosas ocasiones se queja en sus poemas de su penuria económica y el objeto de su poesía es solicitar los favores económicos de los caballeros, secretarios, contadores, juglares, etc.

El 25 de diciembre de 1406 se revela como poeta cortesano presente en la muerte del rey Enrique III en Toledo, a quien le dedica un poema elegíaco en su Cancionero (poema 37).

En 1408 estuvo viviendo y trabajando en Sevilla. Un mandamiento de la ciudad para el mayordomo del concejo indica que se le dieron a Juan Alfonso de Baena, “vecino de esta ciudad, en Omnium Sanctorum, seiscientos maravedís como pago del alquiler de unas casas para guardar pertrechos de guerra de don Fernando de Antequera, que se encontraba por la zona hasta culminar, en 1410, con la reconquista de la ciudad que le dio su apellido. El 31 de agosto de ese mismo año, un documento de pago a Juan Ortiz, el recaudador mayor de las alcabalas y el pan y el aceite de Sevilla lo sitúan como “escribano del rey” en la mesa de las alcabalas. Se le dan dos mil maravedís a cuenta de ocho mil. El desempeño de esta actividad “escribano y servidor del muy alto y muy noble Rey de Castilla, don Juan, nuestro señor” no es puntual ni esporádica y supone un orgullo que menciona reiteradamente en otros poemas y de la que se burlan poetas rivales, como Ferrán Manuel de Lando, que le replica en el Cancionero de Baena que siempre está “con escribanías y tinta bien prieta / sumando las rentas del año pasante” (poema 374, vv. 7-8).

El 13 de noviembre de 1416 se encontraba en Córdoba, viviendo en la collación de San Salvador, y actuó como procurador de un tal Bartolomé para recibir los bienes que le correspondían a éste de una herencia. El documento que refleja este hecho está escrito en primera persona y en él se reconoce “fijo de Pero Lopez”.

El 17 de diciembre de 1417 pidió al prior del monasterio de San Jerónimo de Valparaíso en Córdoba tres libros en préstamo de Raimundo Lulio (Loores de Santa María, De Prima Entençión, De Oraçiones), con el propósito de copiarlos. En el documento autógrafo se identifica como “escriuano de nuestro señor el rey” y se recoge su firma. Esta información concuerda con la que el poeta da en el “Dezir que fizo Juan Alfonso de Baena” que figura como introducción en el Cancionero de Gallardo o de San Román. Ahí se vislumbra a un poeta cortesano y erudito que confiesa haber leído una larga lista de libros, entre los que cita “el muy sotil Remon” (v. 127).

En un documento del 12 de agosto de 1422 aparece mencionado como propietario de unos olivares en la sierra cordobesa.

Se sabe que para 1435 había fallecido, porque existen tres documentos referentes a la herencia de sus suegros en Córdoba, en los que figura Elvira Fernández de Cárdenas como “muger que fue de Juan Alfonso de Baena”. La ubicación de las casas de la viuda y de la familia se sitúa en la collación de Santa María Magdalena.

Juan Alfonso de Baena tiene el mérito de ser uno de los más importantes poetas de la Corte castellana de su tiempo. Exceptuando el extenso dezir (1.751 versos) que se incluye en el Cancionero de Gallardo o de San Román —algunas de cuyas estrofas aparecieron en otros poemas, como demostró Brian Dutton—, el grueso de su producción está en su Cancionero de Baena. Además de poeta es el principal antólogo de los poetas que vivieron entre la segunda mitad del siglo XIV y la primera del XV. Gracias a esto ha quedado a salvo una buena parte de la poesía de ese período. La importante labor de recopilación de Juan Alfonso de Baena corresponde a los reinados de Enrique II (1369-1379), Juan I (1379-1390), Enrique III (1390- 1406) y las primeras décadas de Juan II (1406-1454). Viene a ser una continuación del trabajo hecho por el infante portugués don Pedro, conde de Barcelós, quien recogió en su Libro de canciones la poesía galaico-portuguesa desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIV, y la legó a su sobrino el rey castellano Alfonso XI. Se puede afirmar, por tanto, que el Cancionero de Baena es, cronológica y estéticamente, una continuación de los cancioneros galaico-portugueses. A través de las poesías que se incluyen en él, se puede observar cómo se va pasando de la influencia galaicoportuguesa a la provenzal, donde prima más la artificiosidad, al mismo tiempo que va apareciendo una corriente italianizante que hace que del modelo galaico- portugués sólo vayan quedando los ecos lejanos de las cantigas de amigo y el humor menos vivo de las cantigas de escarnio, que aparece ahora en los dezires y reqüestas.

El origen de la poesía que se incluye en el Cancionero de Baena y, en general en todos los cancioneros, hay que buscarlo en el siglo XII y en la región francesa de Provenza. Allí, en un ambiente alejado de guerra y conflictos, colmado de vida fácil, riqueza y refinamientos, se genera una poesía que se caracteriza en lo formal por su artificialidad, la complicación y variedad de su métrica, y el rebuscamiento en la expresión; todo lo cual hacía de ella un juego elegante y culto de manifiesto estilo cortesano que expresa una idealización de la mujer. Este tipo de poesía sería la que haría germinar los diferentes núcleos de poesía lírica en toda Europa, que en España se situarían en Galicia, Cataluña y Castilla. Esta poesía de carácter culto, trovadoresco y cortesano adquiere el nombre de Gay Saber o de Gaya Ciencia, siguiendo la moda que se impuso en Francia y también en Cataluña.

En el “Prologus Baenensis” que antepone a su antología y que es una especie de tratado de poética, tal y como la entiende el autor, Juan Alfonso hace una definición de la Gaya Ciencia que parece trascender lo que es un tipo de poesía, para describir lo que puede ser todo un estilo de vida, entendida y practicada solamente por los privilegiados cortesanos, incluyendo reyes como Juan II de Castilla, poderosos nobles como Álvaro de Luna, algunos cargos de la Corte como Juan Alfonso y otros poetas que buscan el provecho que les brindaba la protección de los reyes o los grandes señores. Así, Villasandino, principal poeta incluido por Juan Alfonso en su Cancionero, era protegido de Álvaro de Luna y de otros grandes señores; Macías era comensal de Enrique de Villena, etc.

Los gustos literarios de la Corte castellana del siglo XV están bien representados en este cancionero: la agudeza de ingenio, la inteligencia, la astucia y la agilidad técnica en el debate poético. Además de la variedad en las composiciones, que reflejan los diferentes gustos literarios, esta obra contiene una extraordinaria diversidad temática. Aparte de los consabidos temas del amor cortés, como cabría esperar de una compilación de la primera mitad del siglo XV, encierra alabanzas a la Virgen, a ciudades y al rey; poemas al nacimiento o al fallecimiento de un rey; acoge también la poesía doctrinal de carácter moralizante, de tono grave, representada muy especialmente por Ferrán Sánchez de Calavera, poeta de la Corte de Enrique III, y, asimismo, asuntos religiosos, como la predestinación, la Trinidad (tan debatida entre judíos y conversos); temas como la astronomía, la medicina, aun la misma poesía y otros asuntos mundanos, a veces tratados, incluso, con un lenguaje soez y vulgar.

Los diferentes tipos de composiciones (cantigas, dezires, preguntas, procesos, reqüestas) representan la variedad de géneros que se incluyen en el Cancionero de Baena. Por lo general, los poetas aparecen con sus composiciones agrupadas en tres secciones: cantigas, dezires, y preguntas y reqüestas.

Las dos escuelas o tendencias poéticas principales que aparecen en el Cancionero de Baena son: la galaico-provenzal, que representa la corriente tradicional, y la alegórico-dantesca, que simboliza la corriente moderna, cuya influencia proviene de Italia. A la primera pertenecen los poetas más viejos, nacidos todos ellos a mediados del siglo XIV, que representan la forma más conservadora de la tradición lírica galaicoportuguesa. En esta época se evidencia el triunfo de la poesía castellana sobre la gallega, aunque todavía son varios los poetas que escriben en gallego, y hay otros que, aunque se inclinan por el castellano, usan galleguismos reiteradamente. Entre los poetas de la primera tendencia destacan Macías, el Enamorado, con algunas cantigas en gallego como “Cativo de miña tristura” (poema 84); Alfonso Álvarez de Villasandino, predilecto de Enrique II y Juan I; el Arcediano de Toro, y el mismo Juan Alfonso de Baena, quien, por ser admirador de esta corriente, incluye un buen número de poetas de la escuela galaico-provenzal. Los poetas que pertenecen a la segunda, llamada también italianizante, escriben todas sus composiciones en castellano y usan preferentemente la copla de arte mayor, que consiste en una estrofa de ocho versos dodecasílabos. Todos los poetas de esta escuela son jóvenes, andaluces y sevillanos. Francisco Imperial fue el primer poeta italianizante oriundo de Génova, pero residente en Sevilla; a él se debe la introducción del gusto italiano y la devoción por Dante. Sus obras más destacadas son el “Dezir de los siete planetas”, compuesto con ocasión del nacimiento de Juan II y, sobre todo, el “Dezir de las siete virtudes”, en el que las estrellas, convertidas en doncellas representan las virtudes teologales y cardinales que explican, cantando, sus atributos. También es un poeta destacado de esta corriente el converso sevillano Ferrán Manuel de Lando, de quien existen treinta y una composiciones en el Cancionero, y que suele tener como contendientes a Villasandino y a Juan Alfonso. Hay que mencionar en esta tendencia a los hermanos Diego y Gonzalo Martínez de Medina, el primero por su “Dezir contra el amor mundanal” y el segundo por ser cultivador de la sátira moralista y política, a través de versos cargados de mordacidad.

El Cancionero de Baena es también una importante fuente historiográfica. No sólo es un reflejo del gusto poético de una época, sino también una crónica de hechos, costumbres y aspectos del vivir cotidiano que revelan el mundo cortesano de la Castilla de los siglos XIV y XV. Refleja los acontecimientos sociales y políticos de la época tales como los torneos, celebraciones, el Compromiso de Caspe, la coronación de don Fernando de Antequera, desgracias, fortunas y adversidades de personajes de la Corte castellana, la disputa entre los infantes de Aragón y Álvaro de Luna, el caos reinante en Castilla y el abandono de la Reconquista, la liberación de Juan II en Tordesillas y el nombramiento de Álvaro de Luna como condestable de Castilla.

Juan Alfonso de Baena dedica su Cancionero al rey Juan II de Castilla, siguiendo la práctica habitual de los escritores medievales, y divide su recopilación en anteprólogo, prólogo, tabla y textos.

El anteprólogo en el manuscrito está escrito en tinta roja y se divide en dos partes. La primera se inicia en “Aquí se comiença [...]” (línea 1) y termina en “e relatadas sus obras de cada uno bien por estenso” (línea 17). El autor revela el contenido de su recopilación y hace alusión a los poetas que incluye, nombrando únicamente al poeta mejor representado: Alfonso Álvarez de Villasandino; los demás quedan mencionados por sus quehaceres laborales (“y todos los otros poetas, frailes y religiosos, maestros en Teología y muy grandes dezidores y hombres muy discretos y bien entendidos”). La segunda parte, desde “El cual dicho libro [...]” (línea 18) hasta el final “se aquí comiença” (línea 47), la utiliza el compilador para declararse él mismo como el autor del libro y proclama los objetivos que con él pretende, que no son otros que los de servir al Rey para que se entretenga él, sus damas y todos los demás de la Corte.

El prólogo lo titula “Prologus Baenensis”. Con este epígrafe en latín, Baena estampa su firma. Es la exaltación de su trabajo. Puede dividirse en dos partes. La primera va desde “Segund que disponen” (línea 1) hasta “muy sabios e provechosos enxemplos, como sobredicho es” (línea 175), y en ella se recoge la explicación de las razones por las que el poeta ha hecho su libro. La segunda parte comienza en “Y por quanto a todos es çierto e notorio” (línea 176) y termina con el final de “de todas buenas doctrinas [...] [es doctado]” (línea 202). En ella se defienden los contenidos del libro fundamentándose en la definición de la Gaya Ciencia.

La tabla o índice no se corresponde con el orden en que aparecen los autores en la única copia manuscrita existente y que se conserva en la Biblioteca Nacional de París con la signatura Esp. 37. Según el índice que propone Juan Alfonso para facilitar la lectura de la obra, éste ordena los poemas con arreglo a un criterio de autor, disponiendo en primer lugar las obras de Álvarez de Villasandino, agrupadas en cantigas, preguntas y dezires; a continuación le siguen diecisiete poetas, con dezires, salvo las del Arcediano de Toro y Macías, que están distribuidas en dezires y cantigas; al final están colocadas las del propio Juan Alfonso, distribuidas en resqüestas, preguntas y dezires generales y los dezires de los Reyes que fizo el dicho Juan Alfonso. El recopilador del Cancionero de Baena se caracteriza como poeta por su mordacidad y su facilidad para la versificación ágil y graciosa. Solamente diecisiete, de los cincuenta y seis poetas incluidos en el Cancionero, aparecen listados en la tabla.

El corpus poético aparece con casi todos los poemas encabezados por rúbricas o epígrafes, en muchos casos en rojo en el manuscrito. Son aclaraciones que a modo de explicación hace Juan Alfonso a los grupos de poemas de un autor y a los distintos poemas individualmente, y están situadas al frente de cada composición. Suelen incluir datos biográficos de los poetas, el nombre de la persona a quien va dirigido el poema, alguna explicación histórica, comentarios críticos y, en el caso de las preguntas y respuestas, el asunto más importante de la disputa aparece sintetizado.

El único manuscrito existente, que tras sufrir diferentes avatares con la invasión francesa de 1808 acabó en París, no es el original que escribiera y dedicara el autor a Juan II. Como ha demostrado suficientemente Alberto Blecua se trata de una copia tardía en la que intervinieron cinco copistas. Este hecho explicaría que se incluyeran dos poemas de Juan de Mena en la copia de París que recogen hechos de 1445 y 1449, así como que no aparezca para nada la obra del marqués de Santillana, si Juan Alfonso había ya muerto antes del 27 de septiembre de 1435. La datación del manuscrito que escribiera Juan Alfonso de Baena ha de situarse entre 1426 y 1430 y la copia de París, con posterioridad a 1462. En 1600 se sabe que existía en El Escorial otra copia del cancionero distinta de la conocida.

 

Obras de ~: El cancionero de Juan Alfonso de Baena (Siglo XV), ed. y est. de J. P. Pidal, pról. de E. Ochoa, Madrid, 1851 (ed. reproducida en Buenos Aires, Anaconda, 1949); El cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. de Francisque Michel, Leipzig, 1860, 2 ts.; Cancionero de Baena. Reproduced in facsimile from the unique manuscript in the Bibliothèque Nationale, ed. e introd. de H. R. Lang, New York, The Hispanic Society of America, 1926 (reimpr., 1971); “Dezir que fizo Juan Alfonso de Baena”, en Cancionero de Gallardo, ed. de J. M.ª Azáceta, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1962; Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed., introd. y notas de J. M.ª Azáceta, Madrid, CSIC, 1966; Dezir que fizo Juan Alfonso de Baena, ed. e introd. de N. F. Marino, Valencia, Albatros, 1978; Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. de B. Dutton y J. González Cuenca, Madrid, Visor, 1993; Antología del Cancionero de Baena, ed., introd., notas y selecc. de textos de J. L. Serrano Reyes, pról. de J. J. Labrador Herraiz, Baena, Ayuntamiento, 2000.

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Jesús L. Serrano Reyes

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