Medina, María. Madrid, ú. t. s. xviii – París (Francia), 1833. Bailarina de danza española.
Los datos que se poseen de esta bailarina española del período pre-romántico son los que tienen que ver con su matrimonio con el bailarín y coreógrafo italiano Salvatore Viganò (Nápoles, 25 de marzo de 1769-Milán, 10 de agosto de 1821), creador del coreodrama, forma coreográfica que fue más allá de las teorías de Georges Noverre sobre el ballet d’action.
Hijo del también bailarín y coreógrafo Onorato Viganò, y sobrino por línea materna del compositor Luigi Boccherini, Medina conoció a Viganò en España cuando el italiano fue a bailar con motivo de los festejos por la coronación de Carlos IV, en 1788.
En unos casos se dice que bailaba con el francés Jean Dauberval, coreógrafo de La Fille mal gardée (Burdeos, 1789), que estaba en España. Pero en otros, la relación de la bailarina con el coreógrafo francés se califica posterior y sólo de amistad, al igual que con Viganò, quien se convirtió en alumno del coreógrafo y recibió una gran influencia de sus teorías. Adolfo Salazar la localiza en la fecha de su encuentro, como una de las “primeras bailarinas fuera de concierto” de una compañía de óperas en Madrid dirigida por Domingo Rossi, donde Viganò aparece como “primer bailarín serio”. Se casaron ese mismo año de 1788 y realizaron diversas giras, a Francia e Inglaterra, con los Dauberval, y luego a Bruselas e Italia, donde, en Venecia, su esposo estrenó una ópera con música suya, en 1791.
En Viena el público masculino se rindió a la fascinación de la Medina, que bailaba en traje semitransparente, y la pareja alcanzó un gran éxito que les hizo quedarse en la capital austríaca de 1793 a 1795, creando también sus propias coreografías. Según Roger Salas, la bailarina era “una madrileña dotada para el salto y el toque de castañuelas [...]; forman la pareja más legendaria de la estética neoclasicista, evocando el idearium greco-latino. Está claro que el acento hispano de la danza de Medina influyó no sólo personalmente sobre el oficio de Viganò, sino sobre toda una generación que les seguía e imitaba. María Medina es uno de los primeros puntos claros de confluencia de la escuela española y el naciente lenguaje del ballet”.
Volvieron a realizar giras por Europa y bailaron de nuevo en Venecia durante el bienio de 1798 y 1799.
Salazar apunta que fue en 1801, de nuevo en Viena, cuando María estaba ya en decadencia, época en la que Beethoven compuso para Viganò el ballet Las criaturas de Prometeo. Se estima que su separación fue en torno a 1803, en Viena. Junto a él, está inmortalizada en una serie de dibujos a tinta del escultor Gottfried von Schadow, fechados en 1790, que se conservan en el Museo del Teatro de Berlín. En ellos se aprecia tanto la vestimenta cuasi-transparente de la Medina, sus sandalias atadas en la pierna, la estética clásica en cuanto a los cánones greco-romanos apuntados, una expresividad trabajada y se evidencia, además, que están en posición y movimientos propios del paso a dos, forma que alcanzaría su máximo esplendor durante el siglo xix.
Bibl.: A. Salazar, La danza y el ballet, México, Fondo de Cultura Económica, 1949; H. Koegler, The Concise Oxford Dictionary of Ballet, Oxford, University Press, 1982; L. Kirstein, Four Centuries of Ballet. Fifty Masterworks, New York, Dover Publications, Inc., 1984; R. Salas (coord.), La Escuela Bolera (Encuentro Internacional, Madrid, noviembre de 1992), Madrid, Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música del Ministerio de Cultura, 1992; C. Marinero, “Medina, María”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. VII, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2000, pág. 398; www.balletto.net (16 de enero de 2008).
Cristina Marinero