Ayuda

Antonio Martínez Barrio

Biografía

Martínez Barrio, Antonio. Huesca, 1750 – Madrid, 22.I.1798. Platero.

Afamado platero, fue también empresario hábil e innovador que impulsó decididamente el arte de la joyería en la segunda mitad del siglo XVIII. Tomó contacto con el arte de la platería de la mano de su padre, que tenía taller propio en su ciudad natal.

Pero no permaneció allí mucho tiempo: a los catorce años emigró a Zaragoza para asistir a las clases de Dibujo del pintor José Luzán, con quien poco antes se habían formado Francisco Bayeu y Francisco de Goya. En 1769 ingresó en la Academia de Bellas Artes de Madrid. Durante estos años, junto con la educación artística, desarrolló sus conocimientos y habilidades en el arte de la platería, que dominaba con maestría antes de 1775. A la vez inventó diversas máquinas y aparatos, gracias a su gran habilidad mecánica.

En 1775 viajó a París y Londres para conocer las avanzadas técnicas y los nuevos diseños y modas europeos.

A su vuelta en 1776 se convirtió en el joyero de más prestigio de Madrid —quizá de España— con tan sólo veintiséis años de edad. Esto explica que Carlos III y sus ministros pensaran en él como la persona idónea para liderar el proyecto de una escuela que difundiera en España los nuevos conocimientos de la joyería y contribuyera así a desarrollar y modernizar esta industria en el país.

El interés del Rey y el deseo del artista de establecer su propio taller se concretaron en la Real Cédula de 29 de abril de 1778 por la que se aprobó la creación de una escuela de platería, que también era fábrica, bajo la dirección de Martínez. El crecimiento de las actividades durante los doce primeros años obligó a ampliar y trasladar el local en varias ocasiones. Una vez consolidado el negocio, en 1792 se inició la construcción de un edificio de nueva planta diseñado expresamente para albergar la Real Escuela y Fábrica de Platería, situado en el paseo del Prado, frente al Jardín Botánico. El nuevo edificio, concluido en 1793, tenía un aspecto imponente, capacidad para albergar unas ciento cincuenta personas y unas características de amplitud, luz y distribución de espacios ideales para desarrollar las distintas actividades de enseñanza y fabricación.

Además de destacar como platero y maestro, también son reseñables sus aportaciones en el campo de la organización del trabajo. Su preocupación por esta cuestión ya se advierte en la importancia que dio a la disposición de los espacios interiores de la fábrica y a las condiciones de trabajo, aspectos decisivos para que la actividad pudiera desarrollarse adecuadamente y para poder establecer una buena división de funciones.

Martínez fue uno de los primeros en introducir en España la preocupación por la productividad. Los oficiales trabajaban todos a jornal, como era habitual en aquella época, pero él introdujo diferencias salariales en función de la habilidad y rendimientos de cada uno, lo cual ya no era tan común. Dirigió el taller y la escuela con mano firme y buscó no sólo mejorar la calidad de sus productos, sino ahorrar costes y acortar tiempos de fabricación. Trabajó diversos materiales —oro, plata, similor, calamina y esmalte— y fabricó todo tipo de objetos: desde joyas y condecoraciones, hasta objetos de uso doméstico, litúrgicos y civiles. La calidad de la producción, la buena gestión y la fama del fundador convirtieron a la Real Fábrica en el principal establecimiento de platería de Madrid.

Una vez asentado, trajo a sus padres y hermanas a vivir con él. Sus dos hermanas se casaron con sendos discípulos suyos, ambos hábiles orfebres; pero él, muy precoz en sus actividades profesionales, tardó en cambio mucho tiempo en contraer matrimonio. Lo hizo en 1795, a la edad de cuarenta y cinco años, con Ignacia Artó, una zaragozana de veintiún años. Pero el matrimonio fue breve, pues Antonio Martínez falleció el 22 de enero de 1798, quedando su esposa embarazada de siete meses. A los dos meses nacería su hija Josefa, haciéndose cargo Ignacia Artó de la dirección del establecimiento. Pero la Real Fábrica ya no volvería a tener el esplendor que tuvo en vida de su fundador, aunque siguió en funcionamiento hasta 1866. A lo largo de esos años pasó por diversas etapas más o menos brillantes, aunque marcadas por la decadencia.

El edificio se derribó en 1920, desapareciendo así el último vestigio de una fábrica que marcó toda una época en el sector de la platería madrileña.

 

Bibl.: J. Cavestany, “La Real Fábrica de Platería”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (diciembre de 1923), págs. 248-255; M. Capella Martínez, La industria en Madrid. Ensayo histórico crítico de la fabricación y la artesanía madrileñas. Tomo II: siglos xviii al xx, Madrid, Cámara Oficial de la Industria de la Provincia, 1963, págs. 297-311; A. Rabanal Yus, “En torno a la introducción y localización de las Reales Fábricas en el Madrid del siglo XVIII”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, t. XXI (1984), págs. 69-89; J. M. Cruz Valdovinos, “Datos para una historia económica de la Real Fábrica de Platería de don Antonio Martínez”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, t. XXXIII (1993), págs. 73- 122; “La Real Fábrica de Platería de Martínez”, en Jornadas sobre las Reales Fábricas, La Granja (Segovia); Fundación Centro Nacional del Vidrio, 2004, págs. 37-47.

 

José María Ortiz-Villajos López