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Juan de Padilla

Biografía

Padilla, Juan de. Señor de Calatañazor y de la mitad de Coruña del Conde. Castilla, p. s. XV – Calatañazor (Soria), 1468. Adelantado mayor de Castilla y poeta.

Primogénito de Pedro López de Padilla III, señor de Calatañazor y de Coruña del Conde, y de Leonor Sarmiento, hija de Pedro Ruiz Sarmiento, señor de Salinas y mariscal de Castilla, y de Juana de Guzmán. En consecuencia, fue hermano de los maestres calatravos Fernando de Padilla (1443) y García López de Padilla (1482-1489); de Diego López de Padilla, mariscal de Castilla; de Sancho de Padilla, señor de Mejorada; y de Gutierre López de Padilla, fallecido antes que su padre y confundido con un personaje de idéntico nombre que fue Veinticuatro de Jerez de la Frontera desde 1468.

Juan de Padilla fue criado en la Casa del Rey y ya en 1428 se le encuentra vinculado a la persona de Álvaro de Luna, a quien acompañó en su regreso a la Corte tras su primer destierro en la villa de Ayllón, episodio de gran significación en la constante pugna que enfrentó al condestable con los infantes de Aragón. Ese mismo año, Juan de Padilla intervino activamente en las fiestas organizadas en Valladolid para celebrar el matrimonio de la infanta Leonor de Aragón con don Duarte, primogénito del rey de Portugal, y a la vez demostrar la firmeza de la posición de Álvaro de Luna. Al acabar los festejos, Padilla formó parte de la comitiva que acompañó a la infanta a Portugal. De nuevo aparece Padilla próximo al condestable en la campaña que éste desencadenó contra el emirato de Granada. El 29 de junio de 1431 intervino en la batalla de La Higueruela y al año siguiente fijó su residencia en Fresdelval, donde sus enfrentamientos con Sancho de Estúñiga motivaron la intervención del antiguo rabino de la judería de Burgos, Pablo de Santamaría, ya entonces obispo de esta ciudad.

Entre los años 1433 y 1435 Padilla volvió a intervenir en acciones guerreras contra el emirato nazarí, junto con Lope de Estúñiga, Diego de Valera, y sus parientes Pedro de Quiñones y Fernán Álvarez de Toledo, con quien había recibido el nombramiento de “frontero” de Jaén. Siguiendo su vocación guerrera, participó en la conquista de las plazas de Benamaurel y Venzamela, y se encontraba entre las tropas que afianzaron la conquista de Huéscar al frente de Rodrigo Manrique. Juan de Padilla intervino en la batalla de Guadix, junto al obispo de Jaén, el conde Cortes, el comendador mayor de Calatrava y Fernando Álvarez de Toledo, señor de Valdecorneja. En el transcurso del enfrentamiento bélico los musulmanes mataron a su caballo y le hirieron a él tres veces, a pesar de lo cual siguió combatiendo hasta perder el conocimiento. Salvó la vida gracias a la intervención de Fernando Álvarez de Toledo, señor de Higares.

En 1440 fue nombrado por el monarca castellano camarero de las Armas del príncipe don Enrique. Fue también camarero del propio Juan II, que, según Alonso de Palencia, apreciaba personalmente a Juan de Padilla y le nombró en su testamento su albacea y ayo del infante don Alfonso. En 1445 el citado monarca castellano autorizó a Juan de Padilla y a su mujer Mencía Manrique a nombrar escribanos y notarios en su merindad del río de Ubierna y tres años después entregó a Juan de Padilla, que ya era miembro del Consejo Real, la alcaldía asturiana de Haza de Siero.

Mientras tanto, en 1447 había fallecido Pedro López de Padilla III. En enero del año siguiente sus hijos se repartieron la herencia dejada por sus padres. Al primogénito Juan de Padilla le correspondió, en concepto de mayorazgo, el señorío jurisdiccional de la villa de Calatañazor, con sus vasallos, castillo y fortaleza y, por razón de la legítima y la mejora de la herencia, la mitad del señorío jurisdiccional de Coruña del Conde, las casas y heredades de Barbolla y Río Castro, en término de Calatañazor, y las restantes propiedades en esta villa con la condición de no enajenar nada del patrimonio que no entraba en el mayorazgo sin el consentimiento de sus hermanos. El primogénito heredaba además las heredades de Marchámalo y Alamino, en tierra de Guadalajara, la merced regia de veinte excusados, el resto de las propiedades paternas y la potestad de cobrar las cantidades que se le debían a su padre. En contrapartida debía hacerse cargo de pagar las deudas pendientes, de cumplir las mandas testamentarias de don Pedro y de la dote de su hermana Juana de Padilla, que recibiría 500.000 maravedís, de los cuales 75.000 serían aportados por sus hermanos Diego, agraciado en la herencia con la mitad restante del señorío de Coruña del Conde, García y Sancho, que se repartirían a medias las propiedades toledanas de su padre.

Eran momentos en que los infantes de Aragón recobraron la iniciativa, amenazando una vez más el Trono de Castilla, que sólo logró superar el peligro tras la toma de Peñafiel. La convulsa situación del Reino se vio reflejada en la rebelión anticonversa de Toledo en 1449, teñida de un claro contenido hostil al condestable. Uno de sus principales responsables, el alcalde del Alcázar toledano y repostero mayor del rey Pedro Sarmiento, se refugió en Navarra, renovándose la tensión entre este Reino y Castilla. Padilla fue nombrado entonces “frontero” en Miranda, y en el desempeño de este cargo obtuvo importantes éxitos, aunque terminó siendo apresado por el Ejército navarro, y sólo en septiembre de 1451 un acuerdo entre Juan II de Castilla y el príncipe de Viana le restituyó la libertad. Cuando Álvaro de Luna, definitivamente caído en desgracia, fue preso en Burgos a principios de abril de 1453, Padilla era uno de los encargados de vigilar a los más próximos al condestable. Su relación con el Monarca era cada vez más estrecha, y ese mismo año aparece como representante de Juan II de Castilla en la Concordia de Valladolid, que pretendía aplacar los conflictos internos del Reino de Navarra. El testamento de Juan II, fechado el 8 de julio de 1454, nombraba a Juan de Padilla, “mi Camarero del mi Consejo”, condestable de Castilla en el caso de morir Ruiz Díaz de Mendoza hasta la mayoría de edad del infante Alfonso, y, hasta dicha fecha, le encargó, junto a otras personalidades, la administración del maestrazgo de Santiago. Padilla fue uno de los acompañantes del féretro de Juan II hasta su tumba en la Cartuja de Miraflores.

Juan de Padilla, que fue miembro también del Consejo Real de Enrique IV, había incrementado su patrimonio y su relevancia social mediante el matrimonio, ya constatado en 1439, con Mencía Manrique, señora de Santa Gadea e hija del adelantado mayor de Castilla Gómez Manrique, perteneciente al linaje que había conseguido vincular este oficio a su familia. Con esta unión conyugal, Juan de Padilla conseguía incorporar a la línea principal de su linaje el señorío de Santa Gadea. Probablemente pudo utilizar su matrimonio para argumentar derechos hereditarios sobre el cargo de adelantado mayor de Castilla, que en 1458 le fue entregado por juro de heredad a través de un privilegio rodado de Enrique IV, previa renuncia a este oficio realizada por Juan Pacheco, marqués de Villena.

En 1461, se encontraba batallando otra vez en la frontera de Granada. En 1464 participó en la rebelión generalizada de la nobleza frente a Enrique IV, encabezada por el propio Juan Pacheco. De tal suerte que está documentada la presencia del adelantado Padilla en la trascendental asamblea nobiliaria de Burgos, de la que salió el programa ideológico de la liga nobiliaria. En este contexto, en la primavera de 1465, Juan de Padilla tuvo un protagonismo destacado al defender exitosamente, junto al obispo de Burgos Luis de Acuña, la plaza estratégica de Arévalo, donde estaban refugiados el infante Alfonso y su madre Isabel de Portugal, frente al acoso de las tropas enriqueñas. Poco después tenía lugar el suceso conocido como la Farsa de Ávila, mediante el cual se derrocó simbólicamente a Enrique IV del Trono de Castilla y se proclamó como Rey al infante don Alfonso. La intervención de Juan de Padilla en la liga nobiliaria durante la guerra civil abierta que tuvo lugar tras la Farsa, propició que, tras la victoria de las tropas realistas en la batalla de Olmedo (1467), Enrique IV le desposeyera de su oficio de adelantado mayor de Castilla y se lo concediera a Diego de Sandoval.

Poco después, el 4 de enero de 1468, en el castillo de Calatañazor, Juan de Padilla, “mui flaco e trabajado de enfermedad”, titulándose adelantado mayor de Castilla, redactó su testamento. En la primavera de 1468 moría Juan de Padilla, muy probablemente en su castillo de Calatañazor. Los testimonios que han llegado de los cronistas sobre el personaje son claramente laudatorios: “muy noble e virtuoso cavallero, [...] de claro linaje, [...] a quien el rey don Iohan por sus virtudes mucho amo”; “sin dubda noble caballero, así por linaje como por fechos e condiciones”; “fue este grande hombre muy gentilhombre, tanto, que en su tiempo no se hallava otro más dispuesto y de mayor coraçon”.

Le sucedió al frente de sus señoríos su hijo Pedro López de Padilla IV, que heredó también los derechos sobre el adelantamiento mayor de Castilla. Además, del matrimonio formado por Juan de Padilla y Mencía Manrique nació Ana de Padilla, que casó con Luis de Velasco, señor de Belorado, Val de San Vicente y Puebla de Arganzón e hijo segundo de Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro y camarero mayor del Rey. Ana fue dotada por sus padres con 1.100.000 maravedís.

Juan de Padilla, como tantos nobles de su época que ejercitaban la espada y la pluma, fue un poeta cuya producción mereció ser incluida en diversas recopilaciones cuatrocentistas. Ejemplos significativos de su obra son los dos poemas que aparecen en el Cancionero de Estúñiga, y las composiciones —la mayoría de corta extensión— que ofrece el Cancionero de Palacio.

Dentro del imaginario y los tópicos cancioneriles que Padilla asumió en sus poemas, ofrece, sin embargo, este autor la originalidad de emplear en ocasiones un tono desenfadado y burlón, cuando no abiertamente satírico. Así ocurre en los veinte versos de su “Canción” con vuelta (la número XVI del Cancionero de Estúñiga) en la que el frecuentado e idílico tema de la “queja de amor” es tratado con distanciamiento irónico, y en la que concurren elementos tan prosaicos como un “plato” o un “zapato”. El poema XLI de este mismo Cancionero, escrito en coplas castellanas, desarrolla a lo largo de 72 versos la “Respuesta” a Juan de Torres (personaje por cierto también relacionado con el condestable Álvaro de Luna) que le pregunta la causa de que no reciba al Amor en su casa: Padilla explica las razones de su rechazo, y aconseja vivamente, entre agudas observaciones y con utilización de expresiones populares y de refranes, mantenerse alejado y prevenido contra el enamoramiento.

Actitud semejante muestra Padilla en la composición dialogada con el también poeta Sarnés, que aparece en el Cancionero de Palacio. En esta interesante pieza ambos autores se preguntan y responden, en un juego muy del gusto cancioneril, con idéntica combinación de rimas.

 

Obras de ~: “Bien puedo desir, par Dios”, en Cancionero de Estúñiga, c. 1460, fols. 29r.-29v. (ed. de M. y E. Alvar, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1981, págs. 84-85); “Iohan, sennor, yo la fablilla (Respuesta a Juan de Torres)”, en ibid., fols. 71v.-72r. (ed. de M. y E. Alvar, op. cit., págs. 147- 149); “Senyora, a quien m’ofreçco”, en Cancionero de Palacio, c. 1470, fols. 29v.-30r. (ed. de F. Vendrell, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945, págs. 177-178); “Si padezco triste vida”, en ibid. fol. 30v. (ed. de F. Vendrell, op. cit., pág. 179); “Los que seguides la via”, en ibid. fols. 49v.-50r. (ed. de F. Vendrell, op. cit., págs. 211-213); “Pues que siempre padesçi”, en ibid. fols. 83v.-84r. (ed. de F. Vendrell, op. cit., pág. 273); “De amargura tormentado”, en ibid. fol. 85r. (ed. de F. Vendrell, op. cit., pág. 275); “Non despiense quien pensaua”, en ibid. fols. 143r.-143v. (ed. de F. Vendrell, op. cit., pág. 380).

 

Fuentes y bibl.: Real academia de la historia, Colección Salazar, sign. M-48, fols. 53v.-56v., sign. 49, fols. 166-170v., sign. M-51, fols. 160-172, sign. M-92, fols. 227-232 y leg. 14, carp. 9, n.º 1.

F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Parte Chronica de Calatraua, Toledo, Imprenta de Juan de Ayala, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980, y Valencia, 1994), fol. 71r.; L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa Lara, vol. I, Madrid, Imprenta Real, por Mateo de Llanos y Guzmán, 1696-1699, págs. 423-426; Memorias de Don Enrique IV de Castilla, vol. II, Madrid, Real Academia de la Historia, 1835-1913, págs. 111- 125; J. Mata Carriazo (ed. y est.), Crónica de Don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago, Madrid, Espasa Calpe, 1940, págs. 133, 400, 404 y 406; F. Vendrell de Millás, El Cancionero de Palacio, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945, págs. 53-54; B. Croce, “La corte spagnuola di Alfonso d’Aragona di Napoli Esparsa”, en La Spagna nella vita italiana durante la Rinascenza, Bari, 1949, págs. 37-38; G. Argote de Molina, Nobleza del Andalucía. Libros I y II, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1957, págs. 187 y 189; M. de Riquer, Vida caballeresca en la España del siglo XV, discurso de recepción en la Real Academia Española, Madrid, 1965, págs. 31-32; R. Pérez-Bustamante, El gobierno y la administración territorial de Castilla (1230-1474), Madrid, Antiqva et Mediaevalia, 1976, 2 vols., I, págs. 326-327, y II, n.os541, 555 y 564; N. Salvador Miguel, La poesía cancioneril, el ˝Cancionero de Estúñiga˝, Madrid, Alhambra, 1977, págs. 167-168 y 300-302; VV. AA., Historia de la literatura española, I, Madrid, Cátedra, 1990, págs. 279-280; Crónica anónima de Enrique IV de Castilla, 1454-1474 (Crónica castellana), ed. crítica y comentada de M. P. Sánchez-Parra, Madrid, Ediciones de la Torre, 1991, 2 vols., II, págs. 148, 154 y 237; R. M.ª Montero Tejada, Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje Manrique (siglos XIV-XV), Madrid, Caja Madrid, 1996, págs. 231, 415 y 421; R. Sánchez Saus, Linajes medievales de Jerez de la Frontera, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1996, 2 vols., II, n.º XLIV; L. Suárez Fernández, “Los Trastámaras de Castilla y Aragón en el siglo XV (1407-1474)”, en Los Trastámaras de Castilla y Aragón en el siglo XV. Historia de España Menéndez Pidal, t. XV, 7.ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 2000, págs. 258 y 267; J. de Salazar y Acha, La Casa del Rey de Castilla y León en la Edad Media, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, págs. 63, 107 y 487-488; E. Rodríguez-Picavea Matilla, “Linaje y poder en la Castilla Trastámara. El ejemplo de la Orden de Calatrava”, en Anuario de Estudios Medievales, 35/1 (2005), págs. 91-130.

 

Enrique Rodríguez-Picavea Matilla y Óscar Urra Ríos

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