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Juan Pablo Salinas y Teruel

Biografía

Salinas y Teruel, Juan Pablo. Madrid, 1871 – Roma (Italia), 9.III.1946. Pintor.

Artista de ascendencia aragonesa, nació en Madrid, ciudad a la que se trasladó su familia desde Zaragoza poco después del nacimiento de su hermano Agustín en 1861. De gran precocidad en el dominio de los pinceles, pronto intentó emular a su hermano mayor, quien, formado en la Academia de San Fernando, se convirtió prácticamente en su único maestro.

Tras el viaje de Agustín a Roma en 1883, becado por la Diputación Provincial de Zaragoza, Juan Pablo no tardó en seguir sus pasos, pues ya se encontraba en dicha ciudad en 1885 para instalarse en la casa-estudio que el primero poseía en vía Margutta. Ese mismo año remitió a la Exposición inaugurada en Zaragoza a primeros de octubre un Paisaje de la campiña romana con el que logró 3.ª Medalla. Mientras, acudía por las noches a las sesiones nocturnas de modelo de la Academia de Chigi, ubicada en su misma calle y, con la ayuda de Agustín, al que siempre estuvo muy unido, se sumergía en el animado mundo de la colonia artística española en dicha ciudad. Frecuentaron preferentemente la cervecería de vía del Gambero, donde también acudían, entre otros, los Benlliure o Sánchez Barbudo, o las reuniones del Círculo Artístico Internacional, abierto en 1887 también en vía Margutta.

Influido por la temática sobre el mundo clásico desarrollada en esa época por su hermano, remitió a la Nacional de 1887 Marco Aurelio y Cleopatra, obra inspirada en la Vida de los doce Césares, de Suetonio. Parte de la crítica destacó la erudición que el joven autor mostraba en su envío, sin duda gracias a la convincente ambientación escénica, así como el acierto al captar el abatido estado de ánimo del protagonista masculino de la tela.

De nuevo bajo la impronta de Agustín, se interesó a continuación por el mundo rural italiano a través de una serie de jóvenes campesinas que, con aire concentrado, desarrollaban sus tareas en amplios espacios de labor, definiendo figuras y paisajes, como en La lechera o El regreso de las vendimiadoras, con evidente delicadeza. Siempre dentro de esta temática, no tardó en sentirse especialmente atraído por la fértil zona de Salerno para mostrar a muchachas transportando cestos o cántaros sobre sus cabezas, casi solemnes en su erguido y pausado caminar mientras reciben alguna mirada masculina de admiración u otros habitantes del pueblo realizan sus propios trabajos. Aquí, junto a títulos como La recolección del maíz o A la puerta del herrero, cabe destacar Un mercado en Amalfi, pieza reproducida por las principales revistas gráficas de la época y donde el animado ambiente popular del primer plano tiene como telón de fondo la elevada fachada románica de la Catedral.

Con unas maneras pictóricas ya diferenciadas netamente de las de su hermano, al resultar Juan Pablo más verista en las situaciones representadas y más sutil en el uso del color, realizó en paralelo una serie de motivos rurales ambientados en la España de finales del xviii o principios del xix, con especial interés por Aragón, tierra natal de sus padres. Al respecto, surgieron piezas como El predicador, En la taberna, La visita del vicario o El primogénito, donde se imponen la sobriedad de la paleta y el uso matizado de la luz, sumiendo a veces las escenas, tal que Maños en una taberna, en una vibrante atmósfera.

Tras el costumbrismo rural anteriormente desarrollado, Juan Pablo se inclinó totalmente hacia la pintura de género, de corte preciosista, tan practicada en esos momentos por los pintores españoles en la ciudad del Tíber. Así, refleja, por ejemplo, temas ambientados en interiores de templo, como Bautizo en España a principios de siglo o La boda, en sus diversas versiones, donde muestra su habilidad en la plasmación de los detalles a través de su habitual entonación, rica pero sin estridencias.

En esta corriente también se acerca a lo andaluz con títulos como La despedida del torero, El triunfo del matador o Danza flamenca, obra de la que haría numerosas versiones y donde, como era habitual en la época, se mezclaba lo taurino y lo folclórico. Asunto éste por lo demás tópico, Juan Pablo impone su sello personal en la grácil silueta de la bailaora que habitualmente protagoniza la composición, luminosa en su vestido y plena de ligereza en sus movimientos. Títulos como Bulerías o Las seguidillas, de idénticas medidas, podrían considerarse emblemáticos al respecto. Del éxito de este tipo de producciones, repetidamente publicadas por La Ilustración Artística a finales del xix y principios del xx, da fe el que todavía firme en “Roma 1920” un tema como Festejando la corrida.

Mientras, el estudio compartido por los dos hermanos era visitado por numerosos artistas jóvenes deseosos de seguir sus enseñanzas, aunque más adelante se trasladasen a una ajardinada casa en vía degli Scipione, donde Juan Pablo inició su colección de antigüedades. Asimismo, firmaron hacia 1890 una paleta en compañía de Luis Álvarez Catalá o de los italianos Sartorio, Simonetti o Rosati, entre los más conocidos, lo que denota su plena identificación con el ambiente artístico romano.

Ya en el siglo xx, durante una visita a París quedó impresionado por la obra de Meissonier y el descubrimiento de la pintura galante, por lo que desde entonces se especializó en cuadros de minúsculo formato ambientados en la época de Luis XV y poblados por viejos aristócratas admirando los desnudos hombros de coquetas damas o parejas tomando el té en lujosos interiores. No faltaría tampoco, como en el caso de Sánchez Barbudo, la presencia de cardenales en estas selectas veladas, aunque también los representará en su propio ámbito escribiendo, por ejemplo, cartas o concediendo audiencias. Comercializada a menudo desde los parisinos salones Roger, el éxito de esta pintura sería inmediato entre determinada clientela que la consideraba como una sugestiva vuelta a un pasado añorado por su lujo y refinado erotismo. De hecho, desde Centroeuropa, Rusia o las dos Américas, valga la Exposición de 1910 en la Escuela de Bellas Artes de Río de Janeiro al respecto, surgieron marchantes y particulares dispuestos a pagar elevados precios por estas producciones, sin olvidar los numerosos imitadores que, incluso en vida de Juan Pablo, trataban de calcar su estilo ante su indudable alcance comercial.

En todo caso, la aceptación de este mundo neorrococó en fecha tan tardía no puede explicarse sin la morbidez con que Juan Pablo presentaba las nacaradas carnes femeninas o su virtuosismo en la definición de vestidos, manteles o servicios de mesa, mientras un vaporoso claroscuro deja en penumbra casi toda la estancia para enfatizar solamente el tema principal. Con el tiempo su preciosismo técnico daría paso a un tratamiento menos minucioso en la pincelada y, así, versiones de La hora del té o La audiencia del cardenal rozan prácticamente la abstracción con sus someros y rápidos trazos.

Casado con la italiana Elena di Fabio, retrató con su habitual y dinámico trazo a Su hija Pippi, mientras algunas de sus hermanas actuaban como modelos ocasionales para sus cuadros. Muy vinculado a Italia, murió en Roma el 9 de marzo de 1946.

 

Obras de ~: Paisaje de la campiña romana, 1885; Marco Antonio y Cleopatra, 1887; Primavera, c. 1889; E regreso de las vendimiadoras, c. 1889; A la puerta del herrero, c. 1892; Un mercado en Amalfi, c. 1892; El predicador, c. 1893; Maños en una taberna, c. 1893; Bautizo en España a principios de siglo, c. 1894; Comida de boda en Andalucía, c. 1894; La despedida del torero, c. 1894; Un mercado de antaño en Castilla, c. 1897; Susana y los viejos, c. 1906; En el taller, c. 1908; La audiencia del cardenal, c. 1908; La carta del cardenal, c. 1908.

Bibl.: R. Castro y A. Motos, La Exposición aragonesa de 1885-1886 (Notas crítico-descriptivas), Zaragoza, 1886, págs. 60 y 157; Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, Madrid, 1887, pág. 177; E. Segovia Rocaberti, Catálogo humorístico en verso de la Exposición Nacional de Bellas Artes, 1887, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1887, pág. 177; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada (Hispano Americana), t. LIII, Madrid, Espasa Calpe, 1924, pág. 244; C. González y M. Martí, Pintores españoles en Roma (1850-1900), Barcelona, Tusquets Editores, 1987, págs. 196-200; A. García Loranca y R. García Rama, Pintores de Aragón, La Rioja y Guadalajara, Zaragoza, IberCaja, 1992, pág. 256; VV. AA., Cien años de pintura en España y Portugal (1830-1930), t. X, Madrid, Antiquaria, 1993, págs. 42-45; Annuaire international des ventes 2000-2001, vol. III, Paris, Editions Mayer, 2001, pág. 3732.

 

Ángel Castro Martín

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