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José Agustín Negrete y Cepeda

Biografía

Negrete Cepeda, José Agustín de. Conde del Campo de Alange (V), marqués de Torremanzanal (IV). Corral de Almaguer (Toledo), 16.VIII.1812 – Portugalete (Vizcaya), 12.XII.1836. Escritor, ensayista, militar, coronel de Milicias Provinciales, Ayudante de la Plana Mayor General.

Hijo de Francisco Javier de Negrete y Adorno, natural de Madrid, capitán general de Castilla la Nueva el 2 de mayo de 1808; y nieto paterno de Manuel de Negrete y de la Torre, I marqués de Torremanzanal, II conde del Campo de Alange, capitán general, ministro de la Guerra, embajador de España en Viena y en Lisboa en tiempos de Carlos IV, y más tarde, durante el período josefino, ministro de Negocios Extranjeros y embajador de José Bonaparte en Paris desde 1811. Su madre, María del Cañosanto de Cepeda y Nonet, natural de Osuna (Sevilla), hija de José de Cepeda Barrientos y de Francisca Nonet Figueroa, pertenecía a la rama considerada más próxima a Santa Teresa.

Perteneciente, pues, a una familia de afrancesados, sus padres y su hermana María Manuela formaban parte del inmenso convoy, de más de 20.000 personas, compuesto por militares y civiles, que, tras la batalla de los Arapiles, huía en dirección a Valencia. José nació en el camino, en un carromato de ese convoy. Su nacimiento está relatado por el célebre escritor Victor Hugo, cuyo padre, el general Hugo dirigía el convoy. También por el marqués de Molins, quien nació en Albacete un día después, y estuvieron de recién nacidos alojados juntos, con sus respectivas madres, en la misma casa. El bautizo tuvo lugar en Valencia el 31 de agosto. Al perder el trono José Bonaparte en 1813, vivirían exiliados en Paris, donde pasó su primera infancia y realizó sus primeros estudios.

En marzo de 1818 falleció en Paris su abuelo, II conde, quien había sido desposeído en 1809 por la Junta Central de sus títulos y mayorazgos, por su colaboración con el régimen josefino. Las mayorazgos y títulos no josefinos habían pasado a Manuel María de Negrete y Adorno, III conde (su hijo mayor), pero éste falleció soltero en Cádiz, el 3 noviembre 1819. El siguiente en el orden de sucesión sería Francisco Javier de Negrete y Adorno, padre de José, pero también había sido desposeído de sus bienes y había perdido su título de duque de Cotadilla, por haber colaborado (Fernando VII no había cumplido el compromiso adquirido en el Tratado de Valençay de 1813, de amnistiar a los afrancesados con restitución de sus bienes y honores). José, con siete años, era el siguiente en la línea y, por tanto, a él corresponderían los títulos y mayorazgos. Su padre, sin renunciar a nada por si llegaba la amnistía, ideó (bien asesorado) una ingeniosa construcción jurídica: su hijo José sería “administrador legal de los mayorazgos fundados por los condes del Campo de Alange” y del mayorazgo de Sotomayor, sin decir quién era el propietario de los bienes, ni quién el poseedor de los títulos. Pero, como era menor, se le nombró un tutor y unos apoderados en España para que administraran los bienes (aunque siempre siguiendo las órdenes de su padre). Fueron sus tutores: primero su bisabuela Isabel Figueroa y Lasso de la Vega; luego el conde de Puerto Hermoso, hijo de la hermana de ésta; y finalmente, su propia madre.

Con el fin de que se integrara en la vida española y preparar el futuro regreso a España de la familia, José fue enviado interno a Madrid a finales de 1821 o principios de 1822 a la Casa de Educación fundada en enero 1821 por José Garriga, inspirada en los principios liberales (antiguo afrancesado, exiliado en Francia, pudo volver tras la amnistía parcial de 1820). En este colegio coincidió nuevamente con el marqués de Molins, quien fue uno de sus grandes amigos toda su vida. Entre sus profesores, Eusebio María del Valle, con quien siguió en contacto después del colegio. Alumno brillante, consiguió repetidamente premios de estudios, que se publican en el Diario de Avisos de Madrid. En febrero de 1823, su padre pensó que toda la familia podría regresar a España, e incluso envió a Madrid algunos de sus efectos personales y empezó a utilizar con normalidad los títulos de conde del Campo de Alange (IV) y de marqués de Torremanzanal (III). Su padre nunca volvió, y su madre no lo haría hasta 1836. Terminados los estudios en Madrid, Negrete volvió a Paris en 1827, pero su padre había ya fallecido el 3 de enero de este año.

De nuevo en París, y tras un largo período de reposo, renueva sus estudios: matemáticas, física, química, topografía, teoría militar, dibujo, inglés (lee a Byron) y alemán. Allí conoce a Eugenio de Ochoa, quien pensionado por Fernando VII para estudiar pintura, descubrió en París su vocación por la literatura. Habrá de ser hasta su muerte uno de sus más entrañables amigos. Negrete es ahora plenamente bilingüe español-francés y Ochoa le recriminaría más tarde que no escribiera siempre en español, diciéndole que tenía un estilo “acervantado”. En 1831 su madre contrajo segundas nupcias con su primo lejano Ignacio Romero Cepeda, militar, amigo de la familia y residente en París, futuro I marqués de Marchelina. Negrete se independizó entonces, y aunque siguió en París, se planteó en 1832 su vuelta a España para ocuparse personalmente de su patrimonio, e iniciar, como su padre y abuelo, una carrera militar. Pero su vuelta se retrasó, no sólo por los acontecimientos políticos del verano de 1832 (sobre la Pragmática Sanción), sino porque quiso hacerlo con algún mérito concreto y alguna experiencia. Consiguió autorización del gobierno francés para asistir como observador al sitio de Amberes en diciembre de este año. La experiencia causó un gran impacto en Negrete, que escribió en base a sus notas, Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes por los franceses en 1832, que fueron publicados en la primera entrega de la revista El Artista. A su regreso de Amberes viene a España en mayo de 1833.

Ya en Madrid, mientras va descubriendo sus propiedades, asombrándole la colección de pintura y, especialmente, la calidad y extensión de la biblioteca del mayorazgo, es testigo de los preparativos para celebrar la jura como heredera al Trono de la princesa Isabel (futura Isabel II), que tuvo lugar en Madrid, en la Iglesia de los Jerónimos, el 20 de junio de 1833. No asistió, pero prestó el juramento el 13 de julio. Salió después de viaje por el norte de España: Burgos, Vitoria, Bilbao, Tolosa y San Sebastián. El 6 de septiembre, Negrete solicitó su ingreso sin sueldo en el ejército español. Fue admitido el 20 de septiembre como capitán agregado al Regimiento de Milicias Provinciales de Toledo. Pocos días después murió Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, y el 1 de octubre el infante Don Carlos publica desde Portugal el llamado Manifiesto de Abrantes. Se inició de este modo la primera guerra carlista. Negrete estaba en Vitoria el día que le llegó la noticia de la muerte de Fernando VII. De vuelta en Madrid, el 19 de octubre solicitó su incorporación al Ejército del Norte, como agregado al Estado Mayor “o en cualquier otra forma”.

Salió de Madrid hacia Vitoria en noviembre de 1833, incorporándose al ejército a cuyo frente estaba el general Sarsfield. Es su primera incorporación al ejército y Negrete fue nombrado Ayudante de Campo. A sus órdenes participó en la expedición de Lumbier (Navarra) del 24 de enero, persiguiendo a Zumalacárregui, quien consiguió la retirada. Fuera por licencia o por enfermedad, Negrete salió del frente en el mes de febrero de 1834, y volvió a Madrid.

Escribe Negrete una larga reflexión sobre la situación política y la guerra, que titula Consideraciones sobre el estado actual de las Provincias Vascongadas, y se publica en el periódico liberal La Revista Española. Todavía tiene tiempo de escribir en marzo otro artículo “Sobre la Milicia Urbana” que es publicado nuevamente en La Revista Española, que provoca, por algunos de sus comentarios, una airada protesta, teniendo que intervenir la policía para proteger el periódico. Sale de Madrid en dirección al frente. En Burgos hace una larga escala durante el mes de abril, donde además de escribir un informe que le encarga el ministro de la guerra sobre la situación en Castilla, escribe otro artículo, que se publica (aunque sin su firma) en La Revista Española del 2 de mayo de 1834 con el título De la guerra actual en nuestras provincias del Norte. A continuación, se reintegra en el Estado Mayor del nuevo jefe del ejército del Norte, el general Quesada. Es su segunda incorporación al ejército. Repelieron un ataque de Zumalacárregui en Muez, y éste se retiró. Por su valiente actuación en esta acción, llamada acción o sorpresa de Muez, Negrete recibió la Cruz de San Fernando de 1ª Clase, en virtud de Real Despacho dado en Riofrío el 29 de julio de 1834.

El 22 de julio de 1834 escribe a su madre desde Burgos diciéndole que piensa permanecer en dicha ciudad un par de meses para descansar y restablecer su salud alterada todavía. Debió pasar aquí una larga temporada, quizá con algún viaje intermedio a Madrid, pero no a Sevilla como se ha solido creer erróneamente. El 2 de enero de 1835 se encuentra todavía en Burgos, a punto de llevar a cabo su tercera incorporación al frente, hallándose en Vitoria el 11 de este mes, como ayudante de campo del general en jefe. Pero este período fue muy breve, porque en marzo de 1835 Negrete dejó otra vez el ejército y volvió a Madrid, según el propio Negrete, la causa fue “el quebrantamiento total de mi salud”.

Entretanto Eugenio Ochoa y Federico de Madrazo habían fundado la revista El Artista, de vida efímera (solo sobrevivió quince meses), publicándose la primera entrega, después de varios retrasos debidos a la epidemia de cólera, el 4 de enero de 1835. Negrete, a quien Ochoa y Madrazo consideraban cofundador, colaboró, entonces que estaba en Madrid, más intensamente. Publicó en El Artista, su novela corta Pamplona y Elizondo, ambientada en la guerra, que M. J. Alonso considera “un texto clave en los comienzos de la narrativa romántica”. De paso, teoriza en ella sobre el papel del poeta, el músico y el pintor. Su opinión propia del Romanticismo desagradó a José de Madrazo, padre de Federico y defensor del neoclasicismo, que le replicó en la misma revista. Negrete daría su contrarréplica. El 22 de marzo de 1835 asistió al estreno, en el Teatro del Príncipe de Madrid, de la obra del duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino, otro de sus grandes amigos, escribiendo su crítica, que fue publicada en El Artista.

A principios de abril de 1835, salió de Madrid para recorrer por primera vez sus dehesas de Extremadura. Coincidió con Mariano José de Larra en la diligencia. En Mérida visitó Negrete la dehesa La Piñuela. Después de Mérida van juntos a conocer Alange, donde visitan los baños romanos y el castillo. En La caza, Larra elogió a Negrete y recordó aquellos días. Visitaron las dehesas Bercial de Hornachos, donde estuvieron cazando, y Campo de Alange. Hacia el 15 de abril Larra partió hacia Badajoz, camino de Lisboa y Londres. Negrete, en cambio partió el 11 de junio, para hacer un recorrido por Andalucía: Sevilla Jerez, Cádiz y Gibraltar. El 1 de mayo de 1835, le había sido concedida por la Reina Gobernadora la grandeza de España de primera clase “en consideración a sus buenos servicios y distinguidas circunstancias”; y, a los pocos días, también la dispensa de edad. Hay mérito pero también interés en la Reina Gobernadora de atraer hacia la causa de la defensa del trono de Isabel II a los sectores liberales moderados.

Llegó a Sevilla el 14 de junio de 1835. Visitó los monumentos de la ciudad y empezó a escribir un largo relato sobre sus impresiones. El escrito llamado Sevilla fue publicado en El Artista en 1835, dividido en varios artículos. Estos artículos le dieron pie a expresar sus ideas sobre las bellas artes (fue uno de los reivindicadores del gótico, en lucha contra el neoclasicismo imperante), sobre Murillo (su pintor favorito, recuperado por los románticos), sobre la restauración de monumentos (primero en España que teoriza sobre la restauración de monumentos) y otras cuestiones. En Andalucía estuvo un largo período, que abarcó el verano completo, hasta casi el 20 de septiembre de 1835, en que se encuentra de regreso en Madrid.

El 14 de septiembre cayó el gobierno del conde de Toreno, y le sustituye Juan Álvarez Mendizábal. La situación política es cada vez más complicada, produciéndose una grave división del partido liberal entre los moderados y los progresistas. La situación de la Real Hacienda y de la economía en general era casi desesperada. En plena tormenta política Negrete escribió Nuestra situación actual, que se publicó en octubre en La Revista Española. Este mes la Diputación de la Grandeza tomó el acuerdo de contribuir con el servicio extraordinario reclamado por el Gobierno, “en el importe de vestir 5.000 soldados”. Se pidió a cada uno una cantidad en función de “la notoriedad de las fortunas”. A Negrete, en posición intermedia, le fue asignada una contribución de 25.000 reales. Tampoco la marcha de la guerra seguía el camino deseado, obteniendo los carlistas algunas victorias importantes (como Montejurra). El 7 de noviembre de 1835 pidió la vuelta al ejército, ofreciendo un donativo adicional de 20.000 reales para los soldados que resultaran mutilados en la guerra, siendo destinado a las inmediatas órdenes del general en jefe del ejército del Norte, Luis Fernández de Córdoba. En recompensa de sus servicios, el 20 de noviembre le fue concedida la Cruz supernumeraria de la Orden de Carlos III, pero Negrete renunciaría a ella. El 18 de diciembre fue nombrado gentilhombre de Cámara con ejercicio.

Salió de Madrid el 24 de diciembre de 1835 y después de pasar unos días en Burgos, se presentó en Vitoria el 8 de enero de 1836, en lo que constituye su cuarta incorporación al frente. Nada más llegar, participó en la acción de Arlabán, que tuvo lugar los días 15 y 16 de enero de 1836, en la que salió victorioso el ejército isabelino. A primeros de febrero estaba en Pamplona, donde escribió unas largas reflexiones sobre la percepción que de la guerra se tiene lejos del frente. Se publicaron en marzo, en la Revista Española, bajo el título Sobre la Guerra de Navarra.

Salieron de Vitoria el 20 de abril de 1836, para hacer un reconocimiento sobre la línea enemiga de Villarreal de Álava, en tres columnas; Fernández de Córdoba y también su ayudante Negrete iban en la del centro, que avanzaba por el camino real de Durango. Fueron atacados brevemente por los carlistas, y Negrete resultó herido de una “bala fría” pero como no quiso retirarse, el general Fernández de Córdoba la confirió el grado de teniente coronel sobre el campo de batalla. Durante los días de reposo aprovechó para escribir un largo estudio, firmado en Vitoria el 12 de mayo de 1836, titulado Sobre la guerra de Navarra. Contestación al Eco del Comercio. Pero la herida en el pecho, a pesar de su apariencia menor, iba a tener graves secuelas en su salud.

El donativo a los soldados constituyó, sin duda, un acontecimiento. El 20 de abril de 1836 el General en Jefe dictó una orden, dividiendo la referida cantidad en “veinte lotes de a mil reales cada uno, quince de los cuales se repartirán entre los soldados inútiles, que actualmente tengan los Cuerpos, reservándose SE la distribución de los cinco restantes, para premiar el valor de los que más se distingan en los primeros encuentros con el enemigo. Los quince lotes expresados se sortearán entre los inútiles...”. Toda la prensa isabelina recogió ampliamente, con fines de propaganda, el sorteo de los lotes, con grandes alabanzas a la generosidad de Campo Alange. Participó en mayo en las operaciones sobre las cordilleras de San Adrián, Arlabán y Villarreal. En la expedición murió de una bala en el pecho, con 21 años, el capitán Marcelino Oráa, hijo del general; produciendo general consternación. Fue herido de bala en la cabeza el capitán Fernando Malibrán, ayudante, como Negrete del general Fernández de Cordoba, también voluntario sin sueldo. De resultas de esta herida murió Malibrán, con 23 años, días después, produciendo otra conmoción. Negrete escribió una sentida necrología, bajo el título Necrología. Don Fernando Malibrán..., publicada en la Revista Española. Es su última publicación, precisamente una necrología, que concluye con las palabras, casi premonitorias: “¡Plegue al cielo que no se llenen todos los huecos de este fúnebre campo!”.

El 12 de agosto se produjeron los llamados “sucesos de la Granja”, que no fue sino un motín de los sargentos de la guarnición. La Reina Gobernadora se vio obligada a declarar restaurada la Constitución de Cádiz de 1812. Esto aceleró la marcha del general Fernández de Córdoba –quien había presentado su dimisión al Gobierno a finales de julio–, que salió desde Miranda de Ebro, acompañado de sus ayudantes hacia Pamplona, con idea de autoexiliarse en Francia. Pero el caballo de Negrete se cayó en una zanja, lastimándole una pierna, por lo que regresó a Miranda, desde donde pasó a Burgos a recuperarse. Los demás acompañaron al general hasta la frontera y se volvieron a Madrid, pero parte de la prensa publicó erróneamente que Campo Alange y otros ayudantes habían pasado a Francia con el general. Por su carta de despedida al general Córdoba se conoce su postura política: “...donde vea una bandera de orden y de legalidad, allí acudiré con mi persona y con mi hacienda, y combatiré toda otra bandera que se separe de ella. Pero si ésta llega a faltarme por desgracia, y quedan solas en la palestra la de la revolución y la de D. Carlos, no titubearé en acogerme a la primera, a pesar de la poca simpatía y de la ninguna confianza que me inspira, y de que sé muy bien que al obrar así labro y consumo mi propia ruina personal”. Por otra carta que dirige al general Oráa se sabe que estaba disconforme con el autoexilio del general Córdoba. El 19 de septiembre de 1836, todavía en Burgos, cansado y desanimado, presentó un certificado médico y pidió una licencia de seis meses. No obstante, cambió pronto de opinión (quizá al saber que el 25 de septiembre Espartero toma en Logroño el mando efectivo del ejército) y se presentó en el cuartel general de Vitoria el 1 de octubre. Es su quinta y última incorporación al frente. Desafió a la espada a un coronel que había publicado en El Duende Liberal que Negrete había abandonado, por comodidad, el frente; pero el coronel lo evitó publicando su retractación.

Negrete fue nombrado en Vitoria el 3 de octubre ayudante de la Plana Mayor General, y como escribe él mismo: “Estoy encargado del diario militar, y sumamente ocupado”.

El 25 de octubre de 1836 se produjo el sitio de Bilbao por las tropas carlistas. La plaza resistió y el 29 se retiró la artillería carlista, acantonándose en los pueblos vecinos. El 9 de noviembre se reanudaron los ataques. Espartero inició el 17 de noviembre la expedición para defender Bilbao. Mientras los carlistas bombardeaban la ciudad, Espartero construyó un puente de barcas sobre el río Nervión, de Portugalete a Las Arenas. Cruzaron sus tropas el 30 de noviembre pernoctando en Algorta. Este mismo día otorgó Negrete en Portugalete testamento militar, en el que después de ordenar que se vendieran ciertos objetos y se repartiera su importe entre los heridos del ejército, hizo legados a algunos amigos y criados. Después, se concentró el ejército en Erandio y en las alturas de Arriaga y Aspe. Pero el 5 de diciembre los carlistas ocuparon Erandio. Según escribió el propio general Espartero en el parte de guerra, el ataque carlista de ese día forzó la retirada de la vanguardia isabelina; y, para reparar el daño, una compañía se arrojó contra el enemigo “al paso de carga y a la bayoneta... poniéndole en precipitada fuga... En este momento cayó herido el teniente coronel, conde de Campo Alange, ayudante de la Plana Mayor General, cuya muerte ha sido llorada por todo el ejército... arrastrado por su bizarría, y ambicionando participar en la gloria... se unió a ella, y en el momento que ofrecía un premio al granadero que primero llegase al enemigo, recibió un balazo debajo del hombro derecho, que ha privado a la patria de uno de sus más generosos defensores, por cuya acción le conferí sobre el mismo terreno... el empleo de coronel de milicias, y faltaría ciertamente a mi deber si no hiciese el debido homenaje a las virtudes que distinguían a tan benemérito oficial...”. Herido en las inmediaciones de Erandio, fue evacuado a Portugalete, donde falleció, soltero, el 12 de diciembre de 1836, siendo enterrado en el camposanto de la Iglesia de Santa María de esta localidad. Las noticias sobre su muerte eran confusas y como algunos periódicos trataran la posible noticia sin la suficiente relevancia, Larra indignado, publicó un Comunicado. Finalmente, se confirmó su muerte, y Villacampo le pidió a Larra que diese publicidad al último ascenso a coronel de Negrete. El funeral se celebró en Madrid el 15 de enero de 1837 en la Iglesia de Santo Tomás (hoy desaparecida), donde los Campo Alange eran patronos de la Capilla de San Vicente Ferrer.

Larra le dedicó una de sus más célebres y tristes composiciones (se suicidó un mes después): Necrología. Exequias del conde de Campo-Alange. El barón de Bigüezal, su Canto épico a la gloriosa muerte del Excmo. Señor Conde de Campo-Alange, que se leyó, en homenaje a Negrete, en la Real Academia Española, en la sesión solemne del 22 de junio de 1837. Gil y Carrasco, su elegía heroica A la Memoria del Conde de Campo Alange. Eugenio de Ochoa, Eusebio María del Valle, el marqués de Molins, el duque de Rivas, el general Espartero, y otros, le dedicaron emocionados recuerdos y composiciones literarias. En expreso reconocimiento de los servicios prestados y de su muerte heroica, el 17 de julio de 1837 la Reina Gobernadora premió a la madre de Negrete con la Orden de María Luisa. Lector apasionado, compró y leyó libros constantemente, enriqueciendo su Biblioteca (muchas veces encargándose de ello su inseparable Ochoa, a quien le dejaría en legado gran parte de su biblioteca no vinculada). Precursor del romanticismo español, estuvo plenamente al tanto de las corrientes estéticas internacionales (es el primero que cita en España a Stendhal). Fue brillante ensayista de política, milicia y arte, historiador (según Ochoa, preparaba una historia sobre el reinado de Fernando VII), liberal militante, partidario de la enseñanza laica, reformista, polemista, arriesgado, monárquico constitucional, administrador concienzudo, y amante de las bellas artes en general (él mismo pintó al óleo). Retratado a lápiz por Federico de Madrazo (hoy en el Museo del Prado), pudo posar como modelo para su cuadro del Gran Capitán en la batalla de Cerignola.

 

Obras de ~: “Consideraciones sobre el estado actual de las Provincias Vascongadas”, en La Revista Española (LRE) (Madrid), 25 y 28 de febrero y 2 de marzo de 1834; “Sobre la Milicia Urbana”, en LRE, 18, 21 y 23 de marzo de 1834; “De la guerra actual en nuestras Provincias del Norte”, en LRE, 2 de mayo de 1834 [sin firma, su manuscrito se conserva en el Archivo Campo de Alange]; “Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes por los franceses en 1832”, en El Artista (EA), I (1835), págs. 9-11, 20-22, 32-34, 59-60, 75-78 y 103-107; “A la Aristocracia española”, en EA, I (1835), págs. 25-27; “Advertencia”, en EA, I (1835), pág. 37 [sin firma, su manuscrito se conserva en el Archivo Campo de Alange]; “El último día de un reo de muerte”, en EA, I (1835), págs. 43; “La vida es sueño”, en EA, I (1835), pág. 48 [sin firma, su manuscrito se conserva en el Archivo Campo de Alange]; “Teatro”, en EA, I (1835), págs. 52-55 y 67-71; “Variedades”, en EA, I (1835), págs.71-72, 107-108, y 132 [algunos fragmentos son suyos, sin firma; los manuscritos se conservan en el Archivo Campo de Alange]; “Fuensaldaña”, en EA, I (1835), págs. 73-74; “Del drama moderno en Francia”, en EA, I (1835), págs. 95-96 ; “Contestación”, en EA, I (1835), págs. 152-153; “Don Álvaro o La Fuerza del sino, drama en cinco jornadas de Don Ángel Saavedra, Duque de Rivas”, en EA, I (1835), págs. 153-156; “Antigüedades de Mérida”, en EA, I (1835), págs. 215-216; “Pamplona y Elizondo” en EA, I (1835), págs. 115-120 y 127-132; “Sevilla”, en EA, II (1835), págs. 171-175, 182-185, 200-203, 209-213, 236-240 y 241-243; “Variedades”, en EA, II (1835), págs. 250-252; “Sobre la Guerra de Navarra”, en Revista Española (RE) (Madrid), 12 y 13 de marzo, 15 y 22 de abril de 1836; “Sobre la Guerra de Navarra. Contestación al Eco del Comercio” en RE, 19, 20 y 21 de mayo de 1836 [reproducidos los dos primeros artículos en El Español, Madrid, 23 de mayo 1836]; “Necrología. Don Fernando Malibrán, ayudante de campo del general Córdoba”, en RE, 1 de julio 1836.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Expediente personal de José Negrete y Cepeda, 1ª Sección, Legajo C–728; Expediente matrimonial de Don Francisco Javier de Negrete Adorno y Sotomayor y Dña. María de Cepeda Nonet (1806), Sección de Célebres, expediente n.º 11; Archivo General de Palacio, Conde de Campo-Alange. Gentilhombre de Cámara, Fondo de Personal, caja 16.720, exped. 13; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Cajas 39, 53, 55, 62, 65, 66, 74, 76, 79, 86 y 88.

Diario de Avisos de Madrid, 11 de enero y 22 de julio de 1823, 12 junio de 1824, 14 de enero y 28 de junio de 1825 y 29 de junio de 1826; M. J. de Larra, “Las antigüedades de Mérida” (Revista Española [RE], 22 de mayo de 1835), “ La caza” (RE, 6 de julio de 1835), “Impresiones de un viaje” (RE, 19 de julio de 1935), en Fígaro, colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, t. III, Madrid, Imprenta Hijos C. Piñuela, 1837; B. Espartero, “Parte al Gobierno. Cuartel general de Portugalete, 12 de diciembre de 1836”, reprod. por la Sociedad de ex milicianos de Madrid en Vida militar y política de Espartero, t. II, Madrid, Imprenta de la sociedad de Operarios del mismo Arte, 1844, págs. 89-96; M. J. de Larra, “Comunicado. Sres. Redactores de El Español”, en El Español (EE), 22 de diciembre de 1836; E. M. del Valle, “El conde de Campo Alange”, en EE, 27 de diciembre de 1836; B. Espartero, Carta de pésame a D. Ignacio Romero y Cepeda, Bilbao, 15 de enero de 1836; M. J. de Larra, “Necrología. Exequias del conde de Campo-Alange. Domingo 15 de enero”, en EE, 16 de enero de 1837; Barón de Bigüezal, Canto épico a la gloriosa muerte del Excmo. Señor Conde de Campo-Alange, Madrid, Imprenta Repullés, 1837; E. Gil y Carrasco, “A la memoria del conde de Campo Alange” (8 de noviembre de 1838), en J. Campos (ed.), Obras completas de D. Enrique Gil y Carrasco, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1954, págs. 41-43; E. Ochoa, “Campo Alange”, en Apuntes para una Biblioteca de escritores españoles contemporáneos en prosa y verso, t. I, Paris, Baudry Librería Europea, 1840, págs. 350-380; J. A. Zaratiegui, Vida y hechos de Don Tomás de Zumalacárregui, Madrid, Imprenta de D. José Rebolledo, 1845; Galería militar contemporánea. Colección de biografías y retratos de los generales que más celebridad han conseguido en los ejércitos liberal y carlista, durante la última guerra civil. Con una descripción particular y detallada de las campañas del Norte y Cataluña, Madrid, 1846, ts. I y II; L. Alamán et al., “Campo Alange (conde de)”, en VV. AA., Diccionario Universal de Historia y de Geografía, Madrid, Librería de Andrade, 1853, pág. 82; F. Booch-Árkossy, Manual de literatura española moderna, Leipzig, F. A. Brokhaus, 1857; A. Foucher, Victor Hugo raconté par un témoin de sa vie, 1863 (en http://lettres.acrouen.fr/francais/dernier/adele.htm); E. Ochoa, Miscelánea de literatura, viajes y novelas, Madrid, C. Bailly-Bailliere, 1867, págs. 274-276; F. Garrido, Historia del reinado del último Borbón de España, t. I, Barcelona, Salvador Merino Editor, 1868; A. Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista, t. I, Madrid, Imprenta Mellado, 1868; E. de Palacio, España desde el primer Borbón hasta la Revolución de Septiembre, t. IV, Madrid, Imprenta de P. G. y Orga, 1869; A. Cosson, Trozos selectos de literatura y método de composición literaria, Nueva York, Hallet y Breen, 1870; Marqués de Molins, “Carta del Excmo. Sr. marqués de Molins al viejo setentón. Paris 20 febrero 1880” [a Ramón de Mesonero Romanos], en La Ilustración Española y Americana, 8 de marzo de 1880 [reprod. en R. de Mesonero Romanos, Memorias de un setentón, t. I, Madrid, Ilustración Española y Americana, 1881 (2.ª ed.), págs. 19 y 93-94]; Marqués de Molins, Noticia biográfica del Excmo. Sr. Don Joaquín Ignacio Mencos, conde de Güendulain, Madrid, Imprenta de M. G. Fernández, 1882, págs. 18-22; F. Fernández de Córdoba, marqués de Mendigorría, Mis Memorias íntimas, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1886 (2.ª ed. t. I, Madrid, Velecio Editores, 2007, pág. 305); F. Fernández de Béthencourt, “Los parientes de Santa Teresa”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), t. LVIII (1911), págs. 216 y ss.; Marqués de Ciadoncha, “Los Cepeda, linaje de Santa Teresa. 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Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca