Santa y Ortega, Remigio de la. Yecla (Murcia), 1745 – Tárrega (Lérida), 14.XI.1818. Presbítero, teólogo, canonista, escritor, capellán de Carlos IV y obispo de Panamá, de La Paz y de Lérida.
Ordenado presbítero, fue profesor del Seminario Diocesano de Orihuela (Alicante), donde se forjó fama de teólogo y canonista. Pasó después a ocupar una canonjía en la Colegiata de San Isidro, en Madrid; de allí ascendió a capellán del Rey Carlos IV; bien conocido y apreciado por éste, lo presentó como obispo de Panamá el 31 de agosto de 1792 y permaneció allí con algún conocimiento sobre su actuación (por ejemplo, se sabe que agradeció públicamente a los franciscanos en 1795 que hubiesen enseñado a los indios la albañilería, cerrajería, madera, carpintería y tejer ropas), hasta que el 8 de octubre de 1797 fue presentado para el obispado de La Paz, donde llegó a comienzos de 1799.
Su actuación en este obispado ha sido muy discutida, hasta el punto de que Aranzaes (1915) traza de él una “biografía insultante y durísima” (M. Ortuño y E. Muñoz, 1997) y “lo pinta como un perfecto delincuente” (Barnadas, 2002). Pero este último autor deslinda históricamente la cuestión entre su primer decenio episcopal y los acontecimientos posteriores al levantamiento de 1809: “No hay que caer en el anacronismo: durante la primera década de su episcopado aparece como uno de los buenos prelados que tuvo La Paz; edificó un asilo para ancianos y una cárcel; transformó el Beaterio de Nazarenas en escuela de niñas; admitió a los religiosos camilos para la atención de enfermos; en 1801 y 1802 realizó sendas visitas pastorales, llegando hasta Apulupampa, donde transfirió al clero diocesano algunas de sus misiones; consagró el templo de Copacabana (1805), etc.” (Barnadas, 2002). Fechada el 3 de mayo de 1807 publicó una “Pastoral amonestación” para apoyar a Buenos Aires contra una invasión británica. El boliviano G. R. Moreno, en su Biblioteca Boliviana [...] (1879) escribe que esta Pastoral “está bien pensada y mejor dicha, así para hacer detestar a los ingleses como para su objeto particular”.
Pero a este obispo español en Sudamérica le tocó vivir las intensas vicisitudes sociales y políticas de la época. Era un ferviente españolista, y en 1809, claramente opuesto al movimiento subversivo del 16 de julio, presentó su dimisión a la Junta, la cual, además de aceptársela, lo desterró a Millocato. El obispo se refugió en Irupana a ruegos de su alcalde, donde excomulgó a los cabecillas de la rebelión (26 de septiembre de 1809) y organizó bajo su mando un ejército de resistencia en nombre del Rey, con clérigos a los que dio mandos militares, que derrotó a los independentistas de Gregorio Lanza, el 25 de octubre de 1809; “su participación en el combate [...] consistió en una arenga, Sintiendo cierta sensación de ridículo huyó a Circuata, fuga que le valió la alabanza del Arzobispo Moxó. Pacificada la ciudad por la victoria del realista Goyeneche, se le pidió que volviera a su sede, a lo que accedió con dificultad al tener noticia de las victorias independentistas de Suipacha y Arona” (Diccionario de Historia Eclesiástica [...], vol. I: 269- 270). En efecto, después de visitar Cochabamba, Potosí, donde el 8 de febrero de 1810 se justificó ante la Audiencia por su ausencia de su sede episcopal, y La Plata, volvió a su sede, después que el realista José Manuel de Goyeneche había restaurado el antiguo régimen.
Pero ya no volvieron las cosas al antiguo ser y estado; a fines de 1810 la cercanía de otro ejército rebelde, el rioplatense, hizo que huyera a Puno, donde ya el 4 de febrero de 1811 manifestó al virrey oficialmente su intención de trasladar allí la sede episcopal.
Se unió al ejército realista de Goyeneche con el que asistió a la batalla de Guaqui el 20 de junio de 1811; continuó en Puno, dejando en La Paz un presidente del Cabildo para el gobierno de la curia episcopal.
Todavía en mayo de 1813 fue nombrado diputado a las Cortes de Cádiz. Marchó a Lima el 25 de enero de 1814 y presentó ante el Consejo de Regencia su renuncia al obispado de La Paz, que no fue aceptada formalmente por el papa Pío VII hasta el 8 de agosto de 1816. Salió en un navío de Callao y llegó a Cádiz el 8 de septiembre de 1817.
Condecorado por los servicios prestados a la Corona española, el 11 de septiembre de 1818 fue presentado por el rey Fernando VII como obispo de Lérida, y cuando Remigio de la Santa y Ortega viajaba para llegar a su nueva sede episcopal, falleció en el camino, en Tárrega (Lérida), el 14 de noviembre de dicho año, sin haber podido tomar posesión. Su cadáver fue conducido a Lérida e inhumado en la Catedral.
Desde el punto de vista boliviano, Barnadas (2002) lo califica, finalmente, así: “Es el prototipo del prelado colonial en quien, en un momento de polarización independentista, la lealtad política y nacional prevaleció sobre la responsabilidad pastoral”.
Obras de ~: Pastoral amonestacion que el Ilmo. Sr. D. Remigio de la Santa y Ortega, Obispo de la Paz, dirige a uno y otro clero, y demas Diocesanos, para que en exercicio de su caridad y patriotismo auxîlien con socorros pecuniarios la Ciudad de Buenos- Ayres, capital del Virreinato del Rio de la Plata, amenazada de nueva invasión por las tropas Británicas, La Paz, a 3 de mayo de 1807, Buenos Aires, En la Imprenta Real de los Niños Expósitos, Año de 1807.
Bibl.: G. R. Moreno, Biblioteca Boliviana [...], vol. I, Santiago de Chile, Imprenta Gutemberg, 1879, pág. 661, n.º 2672; N. Aranzaes, Diccionario histórico del Departamento de La Paz, Casa ed. Talleres Gráficos La Prensa, 1915, págs. 702-706; L. M. Loza, Historia del Obispado y de la Catedral de La Paz, La Paz, Ediciones Voluntad, 1939, págs. 93- 96; F. López Menéndez, El Arzobispado de Nuestra Señora de La Paz, La Paz, Imprenta Nacional, 1949, págs. 18-21; J. R. Arce, Diccionario Bibliográfico Boliviano, vol. II, La Paz, Biblioteca Paceña, Alcaldía Municipal, 1953, págs. 114-115; C. Ponce Sanginés y R. Alfonso García (comps.), Documentos para la historia de la Revolución de 1809, vol. IV: Expediente del Obispo La Santa y Ortega [...] (1809-1817), La Paz, Alcaldía Municipal, 1954, págs. 9-344; Magdaleno et al., Títulos de Indias, Valladolid, Archivo General de Simancas, Catálogo XX, 1954, págs. 483 y 629; G. Furlong, Historia y Bibliografía de las Primeras Imprentas Rioplatenses, 1700-1850. La Imprenta en Buenos Aires, 1785-1807, vol. II, Buenos Aires, Librería del Plata, 1955, pág. 538, n.º 943; Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, vol. I, 1972, págs. 269-270, vol. II, 1972, pág. 1295, vol. III, 1973, pág. 1878; V. Guitarte, Episcopologio español (1700- 1867) [...], Castellón, Ayuntamiento, 1992, pág. 110; Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992, vol. I, págs. 521-534 y 547-572, y vol. II, págs. 259-278; J. B. Vilar, “Algunos funcionarios civiles, militares y eclesiásticos murcianos en América y Filipinas durante el siglo XIX”, en F. Oliver y F. Martínez (eds.), América. Variaciones de futuro, Murcia, Instituto Teológico Franciscano, 1992, págs. 392-393; J. B. Vilar, Los murcianos y América, Madrid, Editorial Mapfre, 1992, págs. 347-348 y 442-443 (“La Santa Ortega”); R. Querejazu Calvo, Historia de la Iglesia Católica en Charcas (Bolivia), La Paz, Bolivia, Imprenta Publicidad Papiro, 1995, págs. 506-510 y 537-545; M. Ortuño Palao y E. Muñoz Muñoz, Bibliografía sobre Yecla, Murcia, Real Academia de Alfonso X el Sabio, 1997, n.os 11, 45, 220, 251, 279, 1229-1230, 1251 y 1318; J. M. Barnadas, “Santa y Ortega, Remigio de la”, en Diccionario Histórico de Bolivia, vol. II, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002, págs. 868-869.
Fernando Rodríguez de la Torr