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Carlos Serrano de Osma

Biografía

Serrano de Osma, Carlos. Madrid, 2.I.1916 – San Juan (Alicante), 26.VII.1984. Director, crítico y profesor cinematográfico.

Tras cursar durante tres años estudios de Medicina en la Universidad Central de Madrid, en 1935 decidió abandonar la carrera para poder así dedicar todo su tiempo a la que para entonces ya sabía que era su auténtica vocación: el cine. Una vocación que se fue asentando al abrigo de ese ambiente intelectual que durante los primeros años de vida de la República se respiraba en los cineclubs y en las tertulias cinematográficas de la capital. Así, a partir de ese momento, y hasta que estalló la Guerra Civil, el joven aspirante a cineasta intensificó, por un lado, su actividad como crítico cinematográfico, colaborando en revistas como Popular Film, Nuestro Cinema o Cinegramas, y, por otro, se involucró en diversas iniciativas culturales patrocinadas por la FUE de Madrid. Entre ellas destacan la fundación y gestión, a principios de 1936, del Cinestudio Universitario y la filmación de varias de las salidas que el Teatro Universitario La Barraca realiza en los primeros meses de ese mismo año.

Durante los primeros compases de la contienda colaboró con Antonio del Amo y Rafael Gil en la filmación de un mediometraje de propaganda financiado por el Partido Comunista y titulado El camino de la victoria. Por distintas razones este mediometraje fue posteriormente desgajado en, al menos, dos películas cortas que acabaron siendo comercializadas con los títulos de Mando Único e Industrias de guerra. A mediados de 1937 fue llamado a filas y durante el tiempo que duró el servicio militar desempeñó tareas administrativas en el Cuartel General del Ejército del Centro. Por esas mismas fechas se encargó de la crítica de cine y teatro en el diario Ahora. Sorpresivamente, en el otoño de 1938, el, pocos meses atrás, ferviente admirador de la revolución bolchevique hizo suyo el ideario falangista, atravesó las líneas republicanas que defendían Madrid y fue a alistarse en el ejército de los sublevados.

Una vez finalizada la contienda su intención no era otra que comenzar a dirigir sus propios proyectos, sin embargo, las difíciles circunstancias que atravesaba el país le obligaron a posponer su debut. Hasta que llegó ese momento, contrajo matrimonio con Josefina Mañueco Padierna de Villapadierna en enero de 1940 y se ganó la vida escribiendo crítica de cine en Radiocinema, ejerciendo durante un corto período de tiempo como improvisado locutor en Radio España y trabajando, de nuevo como ayudante, en una serie de cortometrajes que Antonio Román puso en marcha a finales de ese mismo año y entre los que destaca el documental etnográfico El hombre y el carro (1941).

Estampas de luz (1941) es la primera de una serie de diez películas cortas de propaganda y divulgación científica que acometió ya como director. Se trata de un mediometraje financiado, como sucederá con el resto de películas de la serie, por una institución u organismo oficial (en este caso la ONCE) y en el que se glosan y magnifican las conquistas de la citada organización.

Del resto de la serie conviene mencionar un conjunto de cortometrajes de carácter científico que rodó en compañía del médico Aniceto Fernández Armayor y cuyos títulos más significativos son Silicosis (1942) y Peste Blanca (1943).

Al tiempo que realizó esta serie de cortometrajes se involucró en la fundación y puesta en marcha de dos importantes iniciativas cinematográficas, una de carácter editorial y la otra docente, que iban a ser impulsadas por los integrantes de la tertulia de cine del madrileño Café La Elipa. Se trata de la edición de una sugerente revista, aunque de vida efímera, llamada Cine Experimental (1944-1946), que dirigió entre sus números 7.º y 11.º, y de la gestación del primer centro español dedicado exclusivamente a la enseñanza cinematográfica. Además de colaborar activamente en la fundación, en 1947, del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), ejerció, durante dieciocho cursos, como profesor de la asignatura de Dirección y llegó incluso a desempeñar el cargo de subdirector entre los años 1962 y 1968, etapa en la que la institución se conocía ya como la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC).

A grandes rasgos, su filmografía está dividida en dos partes bien diferenciadas: una primera en la que rodó, en un corto período de tiempo y arropado por un grupo de jóvenes entusiastas del cine, que él mismo lideró y que se hacían llamar “Los telúricos”, cuatro películas con una cierta vocación experimental: Abel Sánchez (1946), Embrujo (1947), La sirena negra (1947) y La sombra iluminada (1948); y una segunda, mucho más errática y alejada ya de toda veleidad formal, compuesta por otras dos películas dirigidas en solitario: Rostro al mar (1951) y La rosa roja (1960); y dos co-direcciones: Parsifal (1951) y Tirma (1954).

El cine que practicó durante su etapa telúrica nacía de la impugnación estética del modelo de cine hegemónico en la España de la década de 1940: un cine inspirado, fundamentalmente, en la narrativa americana más tradicional y realista. Contra esto, los telúricos levantaron un edificio fílmico de perfiles hasta entonces desconocidos dentro del panorama cinematográfico español, cuyas principales fuentes de inspiración eran el cine mudo de finales de la década de 1920 y Orson Welles. De esta primera etapa, Embrujo, un film protagonizado por Lola Flores y Manolo Caracol, es, probablemente, su película más lograda. Se trata de un arriesgado intento de poner en imágenes una de las vetas más ricas del folklore español, inventando para ello un nuevo y sorprendente lenguaje cinematográfico que surge de la, hasta entonces inédita, adecuación del ritmo cinematográfico al ritmo del cante jondo. En palabras del propio director, de lo que se trataba era de “llegar a las tinieblas del subconsciente por las brillantes rutas del folklore”. A partir de una excusa argumental, en cierta medida convencional y anodina, se levanta un filme en el que, a la manera del cine musical, los fragmentos narrativos son interrumpidos y trascendidos por una serie de secuencias poético-musicales para cuya elaboración se recurre al polvoriento baúl de los ismos: surrealismo, futurismo, expresionismo, cubismo... De nuevo, como en cualquier sesión de cineclub republicano, la pantalla se llena de flous, ángulos aberrantes, sobreimpresiones e imágenes congeladas con las que, en esta ocasión, se pretende otorgar entidad fílmica a eso que Cansinos Assens llamó “el agónico grito que el cantaor pronuncia en el ápice de la conciencia inconsciente; naciendo en el páramo de su existencia personal”.

La radical oposición de este cine al grueso de la producción cinematográfica española de la época se traduce en un previsible rechazo generalizado por parte de público, crítica e instituciones. Ante tan oscuro y desalentador panorama no le quedó más remedio que reorientar su carrera y renunciar a su estilo. A pesar de esta renuncia, la segunda etapa de su carrera estuvo compuesta por cuatro interesantes títulos (de entre los cuales destaca, La rosa roja, su última película) a través de los cuales demuestra ser un artesano muy competente.

En estos años, mientras dirigía películas y cortometrajes creó dos empresas de producción (INFIES y Visor Films) con las que, además de financiar algunos de sus proyectos, produjo el primer cortometraje profesional de Carlos Saura: El pequeño río Manzanares (1956). Alejado definitivamente de la industria del cine, en 1971 fundó una galería de arte en Madrid.

En 1979 le ofrecieron dirigir el Archivo de Films de la Filmoteca Nacional, labor que desempeñó hasta su jubilación, a principios de la década de 1980. En julio de 1984, mientras se preparaba para el inicio del rodaje de un cortometraje en torno a Gaudí con el que tenía pensado reanudar su carrera cinematográfica, un infarto acabó de manera fulminante con su vida.

 

Obras de ~: Filmografía: Dir. en: Cáceres (cortometraje), 1941; Estampas de luz (cortometraje), 1941; Silicosis (cortometraje), 1942; Peste blanca (cortometraje), 1943; Escoliosis (cortometraje), 1944; Compostela, ciudad universitaria (cortometraje), 1944; con A. Fernández Armayor, Turbeculosis osteo-articular, 1944; con A. Fernández Armayor, Infancia recobrada/Childhood recovered (cortometraje), 1945; Abel Sánchez.

Historia de una pasión, 1946; Embrujo, 1947; La sirena negra, 1947; La sombra iluminada, 1948; Rostro al mar, 1951; con D. Mangrané, Parsifal, 1951; con P. Moffa, Tirma/La principesa delle Canarie, 1954; Ávila (cortometraje), 1958; Soria, doce linajes (cortometraje), 1959; Tierras de Soria (cortometraje), 1959; La rosa roja, 1960; Organice su archivo (cortometraje), 1963; Una taza de café (cortometraje), 1963; Acabado de muebles (cortometraje), 1964; Controle sus impresos (cortometraje), 1964.

 

Bibl.: J. Pérez Perucha, El cinema de Carlos Serrano de Osma, Valladolid, 28 Semana Internacional de Cine de Valladolid, 1983; J. L. Téllez, “Serrano de Osma, Carlos”, en J. L. Borau (dir.), Diccionario del cine español, Madrid, Alianza Editorial-Academia de las Artes y Las Ciencias Cinematográficas, 1998, págs. 814-815; A. Aranzubia Cob, Carlos Serrano de Osma: Historia de una obsesión, Madrid, Filmoteca Española, 2007; A. Aranzubia Cob (ed.), “Carlos Serrano de Osma: la alternativa telúrica”, en Archivos de la filmoteca (Madrid), n.º 56 (2007), págs. 96-149.

 

Asier Aranzubia Cob

 

 

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