Zuloaga Gil, Antonio de. Logroño (La Rioja), 1659 – Lima (Perú), 22.I.1722. Noveno arzobispo de Lima.
Sus padres eran Domingo de Zuloaga y Ana de Gil, sus primeros estudios los hizo en el colegio de la compañía, de donde pasó a Valladolid, donde siguió los cursos de Artes y Teología en el colegio San Gregorio. Se gradúo de doctor y trabajó en el arzobispado de Toledo. Felipe V lo nombró abad de la colegiata de Covarrubias en 1707, de ahí fue presentado para ser obispo de Ceuta (África), silla que no llego a ocupar, porque en ese tiempo, también le llegó la propuesta de ser arzobispo de Lima, viajando, finalmente, a la ciudad sin consagrarse como arzobispo.
El 11 de diciembre de 1712, el papa lo preconizó como arzobispo de Lima. El 25 de junio de 1713 se hallaba en Sanlúcar y escribió una carta al Cabildo de Lima manifestándoles las dificultades que había tenido para viajar, por lo que se le facilitó el pasaje, y el 9 de julio de 1713 abandonó el puerto de Cádiz, verificando su entrada en la sede el 22 de mayo de 1714.
Fue consagrado obispo por Francisco de Cisneros y Mendoza, prelado de Margarita, el domingo 7 de abril, siendo el primer arzobispo que se consagraba en su sede. Tomó posición el 20 de febrero de 1715.
Varios sucesos callejeros como de la noche del día 16 de junio de1717 en que fue asesinado el mayordomo del arzobispo de Chacras, Diego Morcillo, por
Entre sus obras de tipo pastoral, cabe resaltar el recibimiento de diversas cédulas como la del 10 de febrero de 1715, en la que se decía que no se admitiera dinero por la administración del sacramento de la confirmación. El 15 de junio de 1720, que los prelados observaran el mandato del Concilio de Trento y constituciones de la Iglesia de Sevilla, sobre todo en lo que se refería al culto divino, uso y asistencia al coro, horas canónicas y demás prevenido en ellas. El 10 de diciembre de 1720 dice que el arzobispo se acompañase con los adjuntos del cabildo, en las causas criminales de sus individuos.
Visitó su catedral y dejó un inventario detallado de su fábrica, aunque no hizo ninguna visita personal a su arquidiócesis. Se sirvió del P. Juan Teodoro Vázquez, quien iba acompañado por el misionero predicador Agustino P. Francisco de Figueroa. En su afán por ayudar a las órdenes religiosas, convirtió el beaterio de las Nazarenas en convento e hizo aprobar el Instituto por Bula de Benedicto XIII el 26 de agosto de 1727.
Se distinguió sobre todo por la caridad con los pobres, necesitados y desvalidos, fue insigne colaborador con la casa de piedad y beneficencia, ayudó a la Casa de Niños Abandonados y Expósitos, así como el recogimiento de Amparadas de la Purísima Concepción. De igual modo, dio paz a los Religiosos Betlemitas en el capítulo del 2 de febrero de 1721, en el que determinó ajustar un convenio y propuso la elección de Fr. Bartolomé de la Cruz, no de forma vitalicia, sino por nueve años, y que cada una de las provincias eligieran a sus superiores.
Prestó también apoyo a las misiones, en particular al fundador del Convento de Ocopa, fray Francisco de San José.
Abandonó el palacio arzobispal y se mudó un año antes de su muerte a la casa de su familia, porque el Cabildo con el que compartía el gobierno tuvo algunos problemas como el nombramiento de adjuntos para las causas criminales de sus miembros y también sobre el caso si el deán o semanero debía hacer los oficios en caso de ausencia o enfermedad del prelado.
Murió en olor a santidad y fue enterrado en la Iglesia del Sagrario, al lado de la Epístola. En 1735 a los trece años de su muerte, con ocasión de proporcionarle una tumba, se le encontró incorrupto.
Bibl.: P. García y Sanz. Apuntes para la historia eclesiástica del Perú, Lima, Tip. de La Sociedad, 1876; J. A. Valle, Galería de retratos de los arzobispos de Lima (1541‑1891), ed. de D. de Vivero, Lima, Imprenta Librería Clásica y Científica, 1892; R. Vargas Ugarte, Historia de la Iglesia en el Perú, Lima-Burgos, Imprenta Sta. María, 1953, 4 ts.; A. Egaña, L. Lopetegui y F. Zubillaga, Historia de la Iglesia de España en la América Española, Madrid, BAC, 1965‑66.
José Antonio Benito Rodríguez