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Pedro de Santa María Abengoechea

Biografía

Santa María Abengoechea, Pedro de. Broto (Huesca), 1720 – Arequipa (Perú), 17.II.1791. Deán de la Catedral de Arequipa (Perú).

Desde 1766 fue prebendado en la Iglesia de Arequipa ocupando todos los cargos del Cabildo: tesorero, maestreescuela, chantre, arcediano y deán; jugando un papel fundamental en el gobierno de la diócesis con motivo de las cinco sedes vacantes del obispado arequipeño. Fue, además, durante veinticuatro años comisario de Cruzada y doce de la Inquisición.

Su “fogosidad aragonesa” —en el regalismo dieciochesco— le convirtió en un miembro decisivo para la Monarquía (momentos de la rebelión de Túpac Amaru) y la Iglesia (en apoyo del obispo Abad Yllana frente a los corregidores).

Le tocó llevar el gobierno de la diócesis por un período de hasta cinco años. Tomó posesión del obispado por el monseñor Chávez de la Rosa el 6 de abril de 1788; fue nombrado embajador para dar la bienvenida a monseñor Salguero. Desempeñó la capellanía de la Cofradía de la Purísima Concepción de la Catedral y fue rector del Seminario en 1762, sede vacante.

Se le concedió la jubilación con treinta y seis años de servicios, cuatro antes de los legislados, el 19 de mayo de 1790.

Estudió en la Universidad de Huesca y, tras ser ordenado sacerdote, pasó a Roma para ampliar estudios eclesiásticos. Vuelto a España, el Rey lo destinó como canónigo de Arequipa.

El cronista J. D. Zamácola, secretario del obispo Manuel Abad Illana, recoge una anécdota acerca del carácter fuerte y fogoso de Pedro de Santa María, que sabe cerrar filas en torno a su prelado, provocando una adhesión generosa y cordial por parte de todos los miembros del Cabildo y sacerdotes de Arequipa frente a los atropellos del prepotente corregidor Semanat.

Ante la rebelión de Túpac Amaru, la posición de Santa María fue bien clara: convocar obligatoriamente a todo el clero a que organizase rogativas y exhortase al pueblo a la doble fidelidad al Rey y a la religión; se declaró partidario de que el clero —tal como prescribe la legislación de su tiempo— tomase las armas si fuese preciso.

El 19 de enero de 1784, el mismo día de su nacimiento, tuvo la suerte de bautizar al futuro arzobispo José Sebastián de Goyeneche y Barreda en la Catedral. Ese mismo año, el 13 de mayo, celebró cabildo extraordinario con el fin de sobreponerse por el espantoso terremoto sufrido por la ciudad que dañó sensiblemente a la Catedral, viéndose obligados a solicitar la ayuda del mismo Rey de España, puesto que las reparaciones, según los técnicos consultados, superarían los 60.000 pesos.

Llevó una vida austera y mortificada lo que le permitió dotar seis beneficiados perpetuos en la iglesia parroquial de Brotos (Huesca) para que celebrasen diariamente los oficios divinos y se dedicasen al confesionario.

Dotó también los salarios de los sirvientes menores, las misas matinales para los labradores y las de 12 en los días festivos, con las fiestas de la Virgen del Pilar. Adornó sus capillas con varias alhajas de plata y ornamentos, dejando a su fábrica 10.000 pesos para que se pintasen; además dejó otra cantidad de dinero para la compra anual, de cantidades de trigo para los pobres.

En el valle de Quilca fabricó la iglesia trabajando él personalmente. Para su fábrica dejó su caudal que, invertido en una finca rústica en el valle de Tiabaya, fue valorada en 13.359 pesos. La sacristía la decoró cuidadosamente, como un terno de tisú de oro traído desde Lyon (Francia). De igual modo, adornó su altar con frontal, atriles, cálices y pelícano de plata. A la imagen de la Purificación o Candelaria de Quilca —que encontró en una ermita muy pobre y mandó arreglar— le regaló vestidos y joyas.

F. J. Echevarría, uno de los primitivos historiadores de Arequipa, cuenta que “en el último año conoció el peligro de su vida por las irregulares lluvias de la costa y la sacrificó gustoso por no faltar a su culto. Al regreso le asaltaron unas tercianas atabardilladas de que murió con todos los sacramentos a 17 de febrero de 1791”. Su cuerpo, por disposición personal, se llevó a dicha iglesia de Quilca.

De la renta anual del deanato, 6000 pesos, repartía generosamente a los pobres. Al morir, dejó 4000 pesos para ornamentos de las parroquias pobres del obispado y 3500 pesos para fondo del aniversario y misas de los pobres de caridad según escritura de 30 de abril de 1791 ante Ramón Bellido. En palabras de su prelado Jacinto Aguado y Chacón: “Es hombre de juicio, conciencia y buenas costumbres, paz y celo en su ministerio del coro, por lo que está bien recibido de todos los vecinos y sus compañeros: es de buena salud y muy bastante para que Su Majestad eche mano de él en alguna Mitra de estos reinos”.

 

Bibl.: J. A. Benito, “Un aragonés en el cabildo catedralicio de Arequipa: Pedro de Santa María Abengoechea”, en VII Congreso Internacional de Historia de América. I. La Corona de Aragón y el Nuevo Mundo: Del Mediterráneo a las Indias, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1996, págs. 96-114.

 

José Antonio Benito Rodríguez

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