Narváez y Biedma, Rodrigo de. El Bueno. ¿Baeza (Jaén)?, ú. t. s. XIV – Antequera (Málaga), 1424. Guerrero, conquistador y primer alcaide y justicia mayor de Antequera.
Hijo de Fernán Ruiz de Narváez, frontero de Jaén, y de Mencía de Biedma (algún autor sostiene que su madre fue Mencía Sánchez de Padilla). Se le considera descendiente de Raimundo de Tolosa, duque de Narbona, conde de Trípoli, uno de los héroes de la Primera Cruzada, que había casado con Elvira de Castilla, hija natural de Alfonso VI, rey de Castilla y León. Era sobrino carnal de su homónimo, obispo de Jaén.
Doncel al servicio de Enrique III y de su hermano el infante Fernando (“el de Antequera”, futuro rey de Aragón), tuvo con éste gran relación, porque se “había criado desde niño en su cámara”, según la crónica atribuida a Pérez de Guzmán.
Se inició militarmente en la defensa de Baeza y en las tomas de Grazalema y de Zahara. En 1410 acompañó al infante Fernando a la conquista de Antequera, siendo uno de los capitanes encargados del cerco y asalto de su castillo. Mientras Rodrigo se hallaba en esta campaña, su padre cayó cautivo en la batalla de Montegícar y así continuó hasta 1412, año en que fue liberado mediante rescate. A la conquista de Antequera siguió otro éxito de Rodrigo al derrotar a las tropas que el rey de Granada había enviado para evitar el avituallamiento de esta ciudad. Por todo ello, y como además era “cauallero moço de buen seso e de buenas costunbres” (según Alvar de Santa María, y en palabras de Pérez de Guzmán, “caballero mancebo esforzado, e de buen seso e buenas costumbres”) recibió del infante el nombramiento de alcaide de Antequera y de Alora, prestando el correspondiente juramento. Recuperó el castillo de Xebar y defendió Antequera durante un largo cerco. En 1421, Juan II pactó una tregua de tres años con el rey de Granada, que impediría enviar refuerzos a una Antequera que quedaba fuera de la zona de tregua, por lo que Narváez recibió la autorización para evacuar la plaza. Sin embargo, fiel a su juramento, no lo hizo y tuvo que enfrentarse otra vez al ejército granadino, al que nuevamente consiguió derrotar. Consiguió privilegios y franquezas para Antequera, como las exenciones de alcabalas y almojarifazgos, y de derechos de labranza y crianza.
Sus éxitos militares le convirtieron, ya en vida, en un personaje legendario, lo que se acrecentó con el singular duelo que se le atribuye con el abencerraje Abindarraes, a quien derrotó y, según algunos, sin embargo perdonó la vida, conmovido al saber que Abindarraes estaba enamorado de Xarifa. Como dijo Hernando del Pulgar, “ganó tanta honra y estimación de buen caballero que ninguno en sus tiempos la hubo mayor en aquellas fronteras”. En el Siglo de Oro, su figura fue recordada y ensalzada por numerosos autores como Antonio de Villegas (en El Abencerraje), Lope de Vega (en El remedio en la desdicha) o el propio Cervantes, quien en Don Quijote cita al “valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera” en varios pasajes.
Había casado con la sevillana Beatriz de Monsalve y Guzmán, hija de Diego de Monsalve y Saavedra (según otra versión, menos probable, Beatriz era hija natural de Juan I), con la que tuvo la siguiente descendencia: Pedro, que murió guerreando cerca de Ronda, sin sucesión; Fernando, futuro alcaide de Antequera, alcalde mayor de Córdoba, que casó con Isabel de la Cueva (algunos autores dicen que con Isabel de Tamayo), cuya hija Beatriz de Narváez fue progenitora, entre otros, de los marqueses de Guadalcázar y de los condes de Luque; Día, que casó con Teresa de Torres, con sucesión; y Elvira, que casó con Fernando de Villafañe.
En 1423 era alcalde mayor de Córdoba, cargo que ejercía mediante delegado. Su última acción bélica tuvo lugar en 1424, año en el que se halló en la batalla del Chaparral, en la que nuevamente venció a las tropas musulmanas a las que, según la tradición, arrebató una bandera que se conserva en el Museo Municipal de Antequera. Falleció de muerte natural ese mismo año y fue sepultado, con las llaves de la fortaleza en la mano, en la iglesia del castillo de Antequera, la antigua mezquita, donde había prestado el juramento, “en un sepulcro alto sobre leones de piedra”, dice Argote de Molina, junto con una caja que contenía los privilegios de la ciudad. Sus restos fueron luego trasladados a la colegiata de Santa María y hoy se encuentran en la colegiata de San Sebastián de esta ciudad.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, C-41 fols. 234v.-239 (Linaje de Narváez y su descendencia, ms. anónimo s. XVII), E-3 fols. 118-121v. (Memorial de Pedro Jacinto de Narváez al Rey, por Luis de Salazar y Castro), D-18 fol. 72v. [donde dice Salazar y Castro que la citada Isabel de la Cueva era hija del vizconde de Huelma, lo que no resulta muy verosímil], D-18 fol. 73v., M-53 fols. 26v.- 27, D-19 fol. 208.
H. del Pulgar, Los Claros Varones de Castilla [de España, en la portada], Sevilla, Estanislao Polono, 1500 (ed. facs., Barcelona, Salvat Editores, 1970, pág. 71]; G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Sevilla, Fernando Díaz, 1588 (reimpr. facs., Jaén, Riquelme y Vargas Ediciones, 1991; ed. corr. e ils., publicada en Jaén en 1866, págs. 599-616); A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España, Madrid, Luis Sánchez, 1622 (reimpr., Ollobarren [Navarra], Wilsen Editorial, 1996, vol. II, págs. 166 y ss.); L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real, 1696 (reimpr., Bilbao, Wilsen Editorial, 1988, t. II [moderno], págs. 490-491); A. Ramos, Descripción genealógica de la Casa de Aguayo, Málaga, 1781 (reimpr., Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2000, págs. 106-107); M. Lafuente, Historia General de España, Barcelona, Montaner y Simón Editores, 1883, págs. 147-148; A. y A. García Carraffa, Enciclopedia heráldica y genealógica hispano-americana. Diccionario de Apellidos, t. LXI, Madrid, Antonio Marzo, 1947 (“Narváez”, y t. XV, Madrid, 1924, “Biedma”); F. Pérez de Guzmán (atrib.), “Crónica del Serenísimo Príncipe Don Juan II”, en Crónicas de los Reyes de Castilla, ed. de C. Rosell, t. II, Madrid, Atlas, 1953, pág. 331 (Biblioteca de Autores Españoles, LXVIII); VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, t. XXXVII, Madrid, Espasa Calpe, 1967, pág. 1125; A. García de Santa María (atrib.), Crónica de Juan II de Castilla, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1982, págs. 149, 152, 295, 319, 378, 382, 391 y 401; J. Romero Benítez, Guía artística de Antequera, Antequera, Caja de Ahorros, 1989, págs. 58 y 85; R. Sánchez Saus, Linajes sevillanos medievales, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1991, vol. I, págs. 202 y 274, y vol. II, págs. 391 y 409.
Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca