Ayuda

Francés de Zúñiga

Biografía

Zúñiga, Francés de. Francesillo de Zúñiga. Béjar (Salamanca), c. 1480 – 1532. Cronista y bufón de Carlos V.

El autor de la llamada Crónica burlesca del emperador Carlos V (1529) ha recibido, allí donde se le mencionaba, el singular nombre de Francesillo de Zúñiga, diminutivo no documentado sino después de su muerte. Gustoso de la pompa, la burla y los falsos títulos, firmó su obra y muchas de sus cartas como conde don Francés de Zúñiga, su nombre real, salvo en lo de conde, una de sus parodias. Nada concreto sabemos de sus antepasados, salvo su muy probable ascendencia judía. Por comentarios que hace en su Epistolario (1522-1529), cabe suponer que cuando se produjo el decreto de expulsión (1492) sus parientes se bautizaron y quedaron en su natal Béjar. Su mocedad es bastante oscura. Sastre en su juventud, su buen humor le llevaría al oficio de bufón: hacia la primera década del siglo xvi entró como criado del duque de Béjar, don Álvaro de Zúñiga, en cuya compañía permaneció largos años y de quien adoptó el apellido.

Hacia 1505 se casó con Isabel de la Serna y nacieron sus dos hijos, Mariana y Álvaro. Cuando esto sucedió, contaba ya con el claro favor de su amo, con quien hacía frecuentes viajes a la Corte, ambiente en el que habría de desarrollarse lo mejor de su vida y que quedaría posteriormente reflejado y satirizado en su Crónica.

Junto al duque estaba cuando en 1517, muertos el rey Fernando y el cardenal Cisneros, el joven Carlos de Habsburgo llegó a España para ser proclamado rey. Don Francés conoció al que luego sería su amo en Valladolid el 18 de noviembre de 1517, fecha en la que el monarca flamenco tuvo su primer contacto con lo más selecto de la nobleza castellana, entre la que se contaba el duque de Béjar. Pero todavía don Francés, hasta 1522, continuó siendo el bufón particular del duque don Álvaro, del cual no se separaba, estuviera éste en la Corte o se alejase de ella. Así, el bufón estuvo en Valladolid al tiempo de las Cortes de febrero de 1518, inventando sus personalísimos chascarrillos sobre la cortesanía hueca con la que convivía y motejando sin piedad a tan falsos y altos personajes. Terminadas las Cortes, duque y bufón formaron parte de la comitiva que acompañó al joven rey en un viaje por el oriente de la Península que habría de prolongarse por espacio de casi dos años, hasta enero de 1520. Aragón y Cataluña fueron las tierras visitadas. En este tiempo, Maximiliano de Austria falleció y Carlos fue proclamado emperador, motivo por el cual regresó a Valladolid para embarcarse poco después con destino a Alemania.

Fue en Valladolid donde sorprendió a don Francés el estallido de la guerra de las Comunidades, sobre el que tan agrios comentarios hace en su obra, quizás porque siendo de natural cobarde —así lo manifiesta él mismo— hubo de verse involucrado en algún enfrentamiento. Parece ser que, al menos, estuvo presente, y de forma activa, en la rendición de Toledo, en febrero de 1522. Antes ya, parece que también se halló presente en la batalla de Villalar. Don Francés aprovecha el suceso de las Comunidades para vilipendiar duramente a unos y otros, imperiales y comuneros, aunque decantándose fielmente hacia el bando del emperador, que no en balde era el que le daba sustento y la posibilidad de vivir en un ambiente que no le era permitido a los de su ascendencia, social y étnica.

El 11 de mayo de 1521 los ejércitos franceses de Francisco I entraron en Navarra y llegaron a poner cerco a Logroño. Un nuevo frente bélico en el que también hay constancia de la presencia del duque don Álvaro y su bufón. Hacia el final del verano, ambos regresaron al palacio ducal bejarano. Aquí quedó el duque para pasar el invierno, pero no don Francés, quien partió para Toledo, donde se hallaba don Antonio de Zúñiga, prior de San Juan y hermano del duque. El bufón se vio involucrado físicamente, ya se mencionó antes, en la toma de la ciudad, en manos todavía de la gente comunera.

Nada se sabe de él hasta el 28 de agosto de 1522, fecha en la que se encontraba de nuevo junto a su señor el duque para recibir al emperador, que llegaba a Valladolid después de su prolongado viaje a Inglaterra y Alemania. Ese fue el momento de la reconciliación del monarca con su pueblo, y también el de la concesión de Carlos V a don Francés de facultad para fundar mayorazgo en la persona de su hijo Álvaro, hecho que sucedió el 21 de octubre. Por esas fechas también entró al servicio del emperador, lo que le propició la salvaguardia necesaria para escribir la corrosiva Crónica años después.

Apenas seis años estuvo al servicio de la Casa Real, pero fueron los más fecundos e interesantes de su vida. La mano todopoderosa del emperador le protegió y le permitió lanzar sus más ponzoñosas y ágiles burlas hacia la Corte, que impotente —y no menos ella misma alentadora— se vio ridiculizada en la boca y la pluma del bufón.

En enero de 1523 llegó a la Corte el marqués de Pescara, con quien trabó la excelente amistad que se hace patente en el Epistolario. Un año después aquél le invitó a pasar a Italia, invitación que don Francés declinó con su natural poca belicosidad, ya que el marqués se encontraba por entonces al mando del Ejército Imperial que combatía la Liga hecha por el Papa y el Rey de Francia.

En agosto de 1523 el bufón acompañó al emperador en lo que fue su segundo viaje a Navarra: allí continuaba la guerra contra los franceses y allí permaneció hasta los primeros días del año siguiente, tomando con humor sin par aquel grave conflicto, plasmando en su Crónica el lado absurdo de los delicados aspectos de la naturaleza humana.

A comienzos de 1524 se tiene noticia de una ausencia suya de la Corte durante tres meses, por motivos que son desconocidos —quizás algún enfado del Emperador—; al cabo, fue el propio Monarca quien le llamó a su lado, estando en Burgos por el mes de mayo o junio. De allí a Valladolid, y de ésta a Madrid, donde Carlos V yació enfermo durante los últimos meses del año, tiempo que don Francés aprovechó para casar a su hija Mariana.

El 3 de enero de 1525 emprendió el bufón un nuevo viaje, ahora con su antiguo señor, el duque don Álvaro, que estaba al frente de la comitiva que llevaba de Tordesillas a Badajoz a la infanta Catalina para sus esponsales con el rey de Portugal. Fue en la ciudad pacense donde el bejarano mojó por primera vez en la tinta para escribir la Crónica. A esas fechas corresponden los primeros capítulos redactados: “Una crónica he hecho desque la reina de Portugal partió de Tordesillas hasta la raya; y entendidas las personas, es la más alta escritura que se ha visto”. Enviados esos primeros capítulos a la Corte, a la sazón todavía en Madrid, provocaron el jolgorio y corrieron de mano en mano, con tal éxito que don Francés se animó a profundizar en esa descubierta faceta de escritor.

En los dos años siguientes se internó en la redacción de lo que él pretendió que fuera la crónica del reinado de Carlos V: para ello se retrotrajo hasta 1517 y escribió lo que le pareció oportuno —que no lo más interesante— de lo ocurrido en la Corte. El resultado será la más ahistórica y divertida Crónica de cuantas se conservan del siglo xvi. Son dos años en los que llevó consigo sus papeles allá donde el destino y la Corte le fueron llevando: Toledo, otra vez Badajoz, Sevilla, Granada... dos años en los que al mismo tiempo desplegó su humor en una amplia correspondencia que abarca Papas, reyes, príncipes, nobles y militares repartidos por toda Europa.

De vuelta en Valladolid, en enero de 1527, tenía terminada una primera redacción de su obra, que divulgó en forma de manuscrito por la Corte. Para su mal, porque tanto como el éxito provocó la ofensa de más de uno que se vio retratado en las ácidas páginas, hasta el punto de que, bajo amenazas, el bufón tuvo que retirarse a Béjar hasta que la tormenta pasó y las voces se aplacaron. Superada la “crisis de ánimos” de unos respecto a su persona y engalanado por las alabanzas de otros, volvió a la Corte antes del nacimiento del futuro Felipe II, hecho que coincidió con la llegada de la noticia del Saco de Roma y con la propagación de la peste en la ciudad castellana, que provocó la diáspora de los cortesanos hacia varias localidades de la Tierra de Campos. Parece ser que don Francés pasó el verano en Burgos en compañía del duque de Béjar, a donde la Familia Real se dirigió desde Palencia en octubre, para en enero de 1528 trasladarse a Madrid, lugar donde el bufón terminó de redactar la Crónica, a la que después de su escandalosa divulgación en enero de 1527 había ido prestando progresivamente menor atención.

Estando Carlos V en Toledo, don Francés hizo una desafortunada broma sobre la lealtad de algunos nobles cercanos al monarca, lo que provocó las iras de éste y la expulsión del palacio del bufón, que supuso su separación definitiva del rey y de la Corte. Aquejado por alguna enfermedad, todavía el bufón permaneció en Toledo amparado por su antiguo señor y amigo don Álvaro de Zúñiga. Cuando el rey partió para Italia, el 9 de marzo de 1529, duque y bufón regresaron a Béjar, desde donde escribió una hermosa carta a la emperatriz Isabel en la que le manifestaba su nostalgia de la Corte. Es la última carta conocida de don Francés. Su Crónica circulaba entre los cortesanos pero nunca más reemprendió su escritura. Aunque le había procurado favores y amistades importantes entre los nobles, también le había buscado enfados, golpes y amenazas que, no mucho después, se tradujeron en su asesinato.

El 19 de octubre de 1531, muerto el que había sido su protector durante cerca de treinta años, el duque don Álvaro, don Francés alcanzó su vieja aspiración de ostentar un cargo público, en el que no duró mucho: fue nombrado alguacil mayor de Béjar. Perdido el favor del emperador Carlos V en 1529 y muerto su protector el duque, alguien cuyo nombre nos está velado encontró el momento de vengar alguna vieja querella no perdonada con el paso de los años. En una fecha que bien pudo ser la del 2 de febrero de 1532 fue acuchillado y herido de muerte por unos desconocidos en alguna calle de Béjar. Aquella misma noche hizo testamento y otorgó mayorazgo en favor de su hijo Álvaro. Murió antes del 3 de marzo, fecha en la que su mujer ratificó y aprobó la escritura de mayorazgo y de testamento de su marido.

En vida de don Francés, su Crónica nunca llegó a ser impresa. No lo fue hasta mediados del siglo XIX. Circuló hasta entonces, y con inusitada profusión, de forma manuscrita y en distintas versiones, unas más largas que otras. No es de extrañar que no llegara a ser impresa, ya que con seguridad no era esa la intención de su autor. No iba destinada al gran público lector sino a un círculo más cerrado: al emperador en primera instancia, puesto que a él está dedicada y dirigida y a él fue presentada como entretenimiento durante una convalecencia de cuartanas que padeció, pero es el público cortesano en última instancia el receptor de la sátira moral de la que ese mismo público es protagonista. Desde el momento en que se sabe que iba destinada a tan selecto grupo, se comprende que la obra no fuera ni una crónica en sí ni una obra histórica. El grado de corrupción de la verdad al que don Francés somete el acontecer histórico hace que la obra haya que comprenderla como un ejercicio que se aproxima más a la amenidad y el entretenimiento de quien hubiera de leerla que a la divulgación, el conocimiento o la propaganda de la política carolina. Es más una subversión de la realidad que su reflejo, con continuos viajes de ida y vuelta entre lo serio y lo jocoso, lo formal y lo festivo, lo histórico y lo banal. A medio camino, pues, entre lo histórico y lo periodístico, donde mejor se plasma la burla de don Francés no es en la descripción de los grandes hechos históricos que vivió, sino en la ridiculización de los personajes concretos y la bufa individual. Con la misma tijera corta y cose chascarrillos y bromas de los de arriba y los de abajo, de nobles y villanos, nacionales y extranjeros, obispos, alcaldes, militares y criados; todos ellos son puestos en situación incómoda, para regocijo del lector, y cada cual se lleva su mote colgado del cuello, especialidad ésta en la que don Francés es maestro sin comparación en toda la literatura.

La crítica al uso considera, y no sin razón, esta Crónica burlesca del emperador Carlos V como la obra maestra de la literatura bufonesca o del “loco” en España y uno de los mejores ejemplos europeos, en opinión de Francisco Márquez Villanueva, del jestbook. Don Francés de Zúñiga compone, junto con el doctor Villalobos y fray Antonio de Guevara, el trío de autores que llevan a su esplendor, en la segunda década del siglo xvi, este género literario que ya en la centuria anterior se había decantado con autores como Alfonso Álvarez de Villasandino, Juan Alfonso de Baena o Antón de Montoro. Un género cuyo principal rasgo es el de ofrecer, desde el punto de vista del “loco” racional, una crítica intelectual al poder y a la sociedad desde dentro y desde las alturas mismas de la arquitectura social y no desde la marginalidad.

 

Obras de ~: Crónica burlesca del emperador Carlos V, 1529 [ed. de Pascual de Gayangos, en Curiosidades bibliográficas, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), XXXVI, 1855, págs. 9-54; ed. de Diane Pamp de Avalle-Arce, Barcelona, Crítica, 1981; ed. de José Antonio Sánchez Paso, Salamanca, Universidad, 1989]; “Epistolario”, 1522-1529 [ed. de Pascual de Gayangos, en Curiosidades bibliográficas, BAE, XXXVI, 1855, págs. 55-62; ed. de A. M.ª Carabias y C. Möller, en Carlos V, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001, http://www.cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/8_1_epistolario.shtml)].

 

Bibl.: F. Wolf, “Ueber den Hofnarren Kaiser Karl’s V genannt El Conde don Francés de Zúñiga und seine Chronik”, en Sitzungsberische der Kaiser Akademie der Wwissenschaften. Philosophisch- Historische Classe, Bd. II, Heft I (1850), págs. 21-63; A. Mussafia, “Ueber eine spanische Handschrift der Wiener Hofbibliotek”, en Sitzunberische der Philosophisch-Historischen Classe der Kaiserlichen Akademie der Wissenschaften, LVI (1867), págs. 83-125; A. Morel-Fatio y H. Leonardon, “La Chronique scandaleuse d’un bouffon du temps de Charles-Quint”, en Bulletin Hispanique, XI (1909), págs. 370-396; J. Menéndez Pidal, “Don Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V. Cartas inéditas”, en Revista de Bibliotecas, Archivos y Museos, XX (1909), págs. 182-199, y XXI (1909), págs. 72-95; Á. González Palencia, “El mayorazgo de don Francés de Zúñiga”, en Del Lazarillo a Quevedo, Madrid, 1946, págs. 42-51; M. Bigeard, La folie et les fous littéraires en Espagne (1500-1650), Paris, Centre d’Études Hispaniques, 1972; F. Márquez Villanueva, “Un aspect de la littérature du ‘fou’ en Espagne”, en A. Redondo, L’Humanisme dans les lettres espagnoles, Paris, Vrin, 1979, págs. 233-250 [versión española: “Planteamiento de la literatura del ‘loco’ en España”, en Sin Nombre, 10, n.º 4 (1979-1980), págs. 7-25]; M. Joly, “Fragments d’un discours mythique sur le bouffon”, en A. Redondo y A. Rochon (eds.), Visages de la folie (1500-1650), Paris, Sorbonne, 1981; F. Márquez Villanueva, “Literatura bufonesca o del ‘loco’”, en Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), XXXIV, n.º 2 (1985-1986), págs. 501-528; M. Joly, “El truhán y sus apodos”, en NRFH, XXXIV, n.º 2 (1985-1986), págs. 723- 740; J. A. Sánchez Paso, “La sociología literaria de don Francés de Zúñiga”, en NRFH, XXXIV, n.º 2 (1985-1986), págs. 848- 865; G. Mariscal, “A Clown at Court: Francesillo de Zúñiga’s Crónica burlesca”, en N. Spadaccini y J. Talens (eds.), Autobiography in Early Modern Spain, Minneapolis, The Prisma Institute, Inc., 1988, págs. 59-75; F. Bouza, Locos, enanos y hombres de placer en la Corte de los Austrias. Oficio de burlas, Madrid, Temas de Hoy, 1991; A. Vian Herrero, “Historia filológica lastimera del bufón don Francesillo de Zúñiga”, en Anuario Brasileño de Estudios Hispánicos, II (1992), págs. 163-170; J. Canavaggio, “La estilización bufonesca de las Comunidades (Villalobos, Guevara, Francesillo)”, en F. Cerdan et al. (eds.), Hommage à Robert Jammes, Tolouse, PUM, 1994, págs. 121-132 (Anejos de Criticón, I); J. A. Sánchez Paso, “Don Francés de Zúñiga”, en A. M.ª Carabias y C. Möller (eds.), Carlos V, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001; http://www.cervantesvirtual.

com/historia/CarlosV/8_3_sanchez.shtml.

 

José Antonio Sánchez Paso