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Fortún García de Ercilla Arteaga

Biografía

García de Ercilla Arteaga, Fortún. ¿Bermeo (Vizcaya)?, 1492-1494 – Dueñas (Palencia), IX.1534. Regente del Consejo de Navarra, miembro del Consejo de la Orden de Santiago y oidor del Consejo Real y de la Cámara de Castilla durante el reinado de Carlos V.

No existe unanimidad sobre su lugar de nacimiento, dado que, pese a ser probablemente Bermeo (Vizcaya) —como han afirmado diferentes autores tanto en su tiempo (Pedro Girón) como modernamente (caso de Carolina Nonell, Ignacio Arocena, Hernán Urrutia)—, no faltan otros que, como ya hiciera Rodrigo Caro en el siglo XVII, han mantenido su naturaleza sevillana con argumentos no desdeñables (como Vargas Ponce, Gascó Pedraza y, especialmente, Gregorio San Juan). Mayor acuerdo se da en cuanto a la fecha, que se sitúa entre 1492 y 1494. Hijo de Martín Ruiz de Ercilla (escribano mayor de la Armada partida de Bermeo a Andalucía en 1493 bajo mando del general Íñigo de Artieda) y de María Fernández de Ermendurúa, fue admitido en el Colegio de España o de San Clemente de los Españoles en Bolonia (Italia) el 14 de agosto de 1509, tras iniciar estudios en la Universidad de Salamanca y ser presentado por el arzobispo Cisneros y el cabildo catedralicio toledano. Su paso por este establecimiento docente, tratado por Pérez Martín, se caracterizó por el contacto surgido con figuras del universo letrado castellano de la época del Emperador —como Hernando de Guevara, Juan Ginés de Sepúlveda y Jacobo González de Arteaga, con quien tenía parentesco— y la elaboración de numerosas obras jurídicas, y culminó con la obtención del doctorado in utroque en 1513, para a continuación buscarse el futuro en una etapa política especialmente convulsa.

El viaje que realizó a Flandes en febrero de 1517, dirigido a agradar a la elite flamenco-borgoñona que rodeaba al rey Carlos, supuso que una vez llegado éste a España firmara cédula, el 15 de agosto de 1518, que confería a García de Ercilla el pago de 60.000 maravedís, “entretanto que le proveemos de oficio y cargo en que nos sirva”, pensando en su incorporación al Consejo Real, organismo del que se le llegó a extender título el 18 de noviembre de ese año y en el que intentó formalizar su entrada hacia 1520, sin consumarse hasta años después, dado que tuvo que iniciar su carrera administrativa lejos del Rey. La mayoría de las fuentes dan por seguro su paso por la regencia del Consejo de Navarra entre 1523 y la visita de Fernando de Valdés a este organismo en 1525. Por entonces contrajo matrimonio en Tafalla con Leonor de Zúñiga, hija mayor y heredera de Alonso de Zúñiga y Catalina de Zamudio, señora de Bobadilla, en lo que con toda seguridad influyó el hecho de que Leonor fuera cuñada del duque de Nájera, por entonces virrey de Navarra. Tan alto vínculo se unió a la necesidad de clientes por parte del cardenal Tavera para impulsar la promoción de ambos. Mientras García de Ercilla accedió a plaza junto al Emperador, al tomar asiento en 1525 en el Consejo de la Orden de Santiago —para lo que tramitó hábito de la misma—, Leonor accedió a la casa de la Emperatriz como guardadamas, puesto en el que permaneció hasta su disolución en 1539.

La definitiva entrada de García de Ercilla en el Consejo Real el 21 de abril de 1528 respondió también a la adaptación del organismo a su grupo de poder por parte de Tavera, como su presidente (para lo que adujo la necesidad de aumentar el número de oidores).

Una de sus primeras tareas en la plaza fue la elaboración, por orden de Carlos V, de un Discurso histórico y jurídico del desafío del emperador Carlos V y Francisco I rey de Francia, que conjugó la renuncia a la guerra entre cristianos y el deseo de asegurar la conciencia del Emperador, para aconsejarle expresar al rey francés su sorpresa por no guardar la capitulación de Madrid. Con todo, la actitud del consejero en esta materia quedó definida, según transcribieron sucesivamente Agustín Urcey y Alejandro Pérez Alonso (historiadores de la abadía riojana de Valvanera, tan vinculada a García de Ercilla), en la siguiente afirmación: “Nosotros aconsejamos como juristas cristianos, V. M. obre como caballero”. La aparente contradicción de ambos consejos se aclararía, como explicó Carolina Nonell, atendiendo al motivo que condujera al Emperador a aceptar el duelo, lícito en caso de ser el deseo de justa guerra. La responsabilidad adquirida por García de Ercilla con la promoción al Consejo Real fue en aumento. Consta su firma en otros dictámenes del Consejo, como el dado en Ávila el 28 de junio de 1531 sobre la fe y el viaje de Carlos V a Alemania, y su labor tanto en la Cámara como asesorando a la Emperatriz. El Emperador incluso llegó a considerar encomendarle la educación del príncipe Felipe. Pero su actuación pronto se vio afectada por las incipientes pero significativas alteraciones que por entonces mostró la composición del poder en la Corte. La propia fortaleza del control de Tavera y Cobos originó una tendencia a la división, visible tras las quejas sobre el Consejo Real llegadas al Emperador en 1532, especialmente acerca de la influencia ejercida en la determinación de los pleitos por la relación de García de Ercilla con el duque de Nájera, entre otras. Esta circunstancia, unida al poco éxito del almirante de Castilla en demorar las sentencias sobre la sucesión del duque de Béjar y la boda del conde de Ureña, inició una creciente hostilidad entre letrados y hombres de capa y espada, a cuyo desarrollo no asistió García de Ercilla al morir en septiembre de 1534.

Pero tal oposición tendría inmediata expresión en las Cortes castellanas, en la petición de que el Consejo Real abriera sus puertas a caballeros que defendieran los intereses de la nobleza.

Fortún García de Ercilla falleció de peste en Dueñas, en la fecha indicada, para ser enterrado provisionalmente en el convento de San Agustín en la misma localidad, y definitivamente en el santuario del monasterio benedictino de Nuestra Señora de Valvanera, en la capilla de San Miguel, donde también sería sepultada tiempo después su mujer Leonor. Precisamente la protección ejercida en adelante sobre el cenobio por la propia Leonor y los más destacados entre los seis hijos del matrimonio indicó la posición cortesana que supieron conservar, apoyada en el grupo político que fue formándose en torno a María de Austria y en el partido que sintonizaba con los intereses del pontificado en la Corte hispana. Tras disolverse la casa de la emperatriz Isabel, Leonor de Zúñiga también sirvió como guardadamas en la casa de las infantas María y Juana. De la misma manera, incorporado a la Corona el señorío de Bobadilla del que disfrutaba Leonor —casada en segundas nupcias con el hidalgo de Bobadilla Puelles de Frías—, en compensación fue nombrada guarda mayor de las damas de la reina de Bohemia, lo que le permitió inducir la entrada de su hija María Magdalena de Zúñiga en su casa, como dama de honor.

Entre otros recursos, Leonor supo consolidar su posición valiéndose de la oportuna invocación de Nuestra Señora de Valvanera para mitigar las afecciones padecidas por el secretario Juan Vázquez de Molina en 1550 y el primogénito de Pedro Lasso de Castilla, mayordomo del príncipe Maximiliano, en 1551.

La propia emperatriz se dejó llevar por el fervor de Leonor y realizaba homenajes piadosos a la Virgen de La Rioja. Leonor supo además relacionarse con el grupo que estaba vertebrándose en torno al príncipe Felipe, como se deduce de los pasos iniciales de su hijo Alonso de Ercilla, el conocido poeta épico. Nacido en Madrid el 7 de agosto de 1533 (aunque beneficiado de vizcainía), el pequeño creció en la casa de la Emperatriz y seguidamente de las infantas, para ser posteriormente nombrado paje del príncipe. Incluido en el séquito que acompañó a Felipe en su viaje iniciado en 1548, tuvo ocasión de profundizar la confianza de Ruy Gómez, hasta el extremo de que, tras volver a la Península y acompañar a su madre con la reina María de Bohemia a la Corte de Maximiliano, regresó a tiempo de integrarse en el servicio con que Felipe partió a Inglaterra. Sólo su repentino paso a Chile frustró una carrera más fulgurante.

En la Corte vienesa, la implicación de Leonor en el grupo de poder que se fue formando en torno a la futura emperatriz María fue intensa, patente en el servicio de su hijo Juan de Zúñiga y Ercilla como limosnero mayor de la reina Ana, cuarta esposa de Felipe II, tras ser administrador del Hospital Real de Villafranca y capellán del propio monasterio de Valvanera.

Grupo que eclosionaría en la Corte hispana con el regreso de María a Castilla en 1580, como indica el ejercicio del propio Juan como maestro de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.

Tanto en el caso de Alonso como en el de Juan, el patronazgo del mencionado convento riojano expresó la influencia de sus tutores políticos. Poco antes de la muerte del poeta en 1594, escogió como director espiritual al padre fray Sebastián de Villoslada, monje de Valvanera elegido abad de San Martín de Madrid, y le encomendó el cuidado de su hijo natural, habido con Rafaela de Esquines, a quien nombró su albacea. En su codicilo, Alonso consagró 500 ducados para que los monjes de Valvanera renovaran anualmente el paño negro que cubría la tumba de sus padres. De hecho, Alonso no fue enterrado aquí tan sólo por delegar la elección de su última morada en su esposa María de Bazán, quien se decantó por el convento de carmelitas descalzas fundado por ella en Ocaña. Por su parte, Juan de Zúñiga y Ercilla se valió de su conexión política y su deudo con el embajador de España ante la Santa Sede, Juan de Zúñiga y Requesens, para solicitar de Gregorio XIII una gracia especial para el convento, apoyada por la propia reina Ana. El 27 de julio de 1577, el Sumo Pontífice expidió un breve en virtud del cual cualquier sacerdote que celebrara misa en el altar del Santo Cristo de la capilla en la que descansaban los padres y mayores del limosnero mayor alcanzaría la misma gracia que si celebrara en el altar privilegiado de San Gregorio en Roma.

 

Obras de ~: Commentarium de Pactis, in Titulum Digestorum de Pactis, cum repetitione Cap. I. Extra eodem titulo, Bologna, 1514; De ultimo fine utriusque Juris Canonici et Civilis, de primo principio et subsequentibus praeceptis, de derivatione et differentiis utriusque [...], Bologna, 1514; Commentaria Dni. Fortunii Garcia [...] super L. Gallus, de liberis et posthumis, ff. Divisa in quattuor repetionies, Bologna, 1517; Ad titulum de Justitia et Jure Commentarium, Bologna, 1517; Discurso histórico y jurídico del desafío del emperador Carlos V y Francisco I rey de Francia, 1528; De expensis et meliorationibus sumptis bonae et malae fidei possessorum, usufructuarium [...], 1599; Consilium pro militia Sancti Jacobi, s. l., s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Escribanía Mayor de Rentas, Quitaciones de Corte, leg. 15, n.os 700-732; Casa y Sitios Reales, leg. 56, n.os 111-113; leg. 61, fols. 61v., 162v., 481v., 531v., 593v., 978v. y 1004v.; leg. 62, fols. 100, 146v., 201v., 577v., 622 y 674; leg. 63, fols. 49, 97v., 139v., 459 y 509v.; leg. 67, n.º 5; leg. 127, n.os 621, 649 y 651; Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, leg. 422, fols. 2 y 9; Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 957; ms. 1889, fols. 1, 2v., 7v. y ss., 23v. y 104.

M. Fernández Navarrete, M. Salvá y P. Sainz de Baranda et al., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, vol. I, Madrid, Viuda de Calero, 1842, págs. 49-67; J. Fernández Llamazares, Historia compendiada de las cuatro órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, Madrid, Alhambra, 1862, pág. 432; V. L. Morales Oliver, Raíz vascongada en la vida y en la obra del poeta Ercilla, Bilbao, Publicaciones de la Junta de Cultura de Vizcaya, 1955, págs. 11 y 12; C. Nonell, Fortún García de Ercilla y su “Tratado de la guerra y el duelo”, Bilbao, Publicaciones de la Junta de Cultura de Vizcaya, 1963; J. J. SAlcedo Izu, El Consejo Real de Navarra en el siglo xvi, Pamplona, Universidad de Navarra-Príncipe de Viana, 1964, pág. 275; P. Girón, Crónica del emperador Carlos V, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Historia Moderna, 1964, pág. 46; V. Beltrán de Heredia, Cartulario de la universidad de Salamanca. La universidad en el siglo de oro, vol. II, Salamanca, Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1970, págs. 516 y 517; J. E. Delmás, Diccionario biográfico de claros varones de Vizcaya, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1970, pág. 84; A. Pérez Alonso, Historia de la real abadía de Nuestra Señora de Valvanera en La Rioja, Oviedo, 1971, págs. 228-232; E. de Labayru y F. Herrán, Compendio de Historia de Vizcaya, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1975, pág. 189; C. Piana, Nuovi documenti sullíUniversita di Bologna e sul Collegio di Spagna. Studia Albornotiana, vol. XXVI, I-II, Bolonia, Publicaciones del Real Colegio de España, 1976, págs. 131 y 132; A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, 2. Los colegiales desde 1501 a 1600, Bolonia, Publicaciones del Real Colegio de España, 1979, págs. 559-562; F. Pierce, Alonso de Ercilla y Zúñiga, Amsterdam, Rodopi, 1984, págs. 3 y 6; P. Gan Giménez, El Consejo Real de Carlos V, Granada, Universidad, 1988, págs. 119-120 y 235; I. Arocena Echeverría, “La villa de Bermeo en la época de Alonso de Ercilla”, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (BRSBAP), 48/1-2 (1992), págs. 127-136; H. Urrutia Cárdenas, “La Araucana: su dimensión histórica y literaria”, en BRSBAP, 50/1 (1994), págs. 171-181; F. Gascó Pedraza, Ocaña, relicario de Ercilla, Ocaña, 1994, págs. 10, 12 y ss.; G. San Juan, Alonso de Ercilla (Cuarto centenario), Bilbao, Bilbao Bizkaia Kutxa, 1994, págs. 19-33; J. Martínez Millán, “La emperatriz María y las pugnas cortesanas en tiempos de Felipe II”, en E. Belenguer Cebriá (coord.), Felipe II y el Mediterráneo, III. La Monarquía y los reinos (I) (actas del Congreso celebrado en Barcelona, 23-27 de noviembre de 1998), Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999, págs. 143-162; I. Lerner, “Felipe II y Alonso de Ercilla”, en Edad de Oro, 18 (1999), págs. 87-101; J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III, Los Consejos y los consejeros de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 155-158.

 

Ignacio Javier Ezquerra Revilla

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