Díaz, Juan. ?, s. XVIII – Madrid, 12.II.1797. Boticario mayor al servicio de los reyes Carlos III y Carlos IV.
Al fallecer, en mayo de 1783, el boticario mayor del Rey, José Martines Toledano, por ascenso regular, accedió al puesto de jefe de la Real Botica Juan Díaz, jurando el cargo de boticario mayor en julio del mismo año. Hasta ese momento, llevaba Díaz más de cuarenta años en el real servicio, habiendo asumido el puesto de boticario del Ejército en numerosas contiendas.
Excelente profesional y conocedor de las carencias, tanto en la Real Botica como en las boticas del Ejército, organizó el real servicio de tal forma que fue uno de los mejores gestores que tuvo el servicio farmacéutico en tiempos de Carlos III y Carlos IV.
Correspondía al jefe de la Real Botica organizar el servicio farmacéutico de los desplazamientos de los Reyes tanto en visitas oficiales como las de recreo que realizaban a los Reales Sitio. El boticario mayor asumía el servicio donde se desplazara el Rey, y si la Real Familia se dividía, él organizaba este segundo servicio y la continuidad del funcionamiento de la botica de la Corte.
También atendía a todos los servidores de la Real Casa y Familia y tutelaba el servicio a los trabajadores del Real Sitio de San Ildefonso y Real fábrica de cristales.
Asimismo llegaba la merced de medicinas en su Real Botica a numerosos conventos, casas de acogida y a particulares, fundamentalmente pobres.
Ubicada la botica en la Casa del Tesoro, disponía de un jardín de plantas, “jardín de la Priora”; invernadero; viborero donde se mantenían las víboras capturadas para la preparación de medicamentos y con frecuencia, desde Cetrería, se solicitaban para alimentar a los halcones del Rey; laboratorio químico, y un almacén y molino de quina.
Recién accedido al cargo, Díaz solicitó “comprar libros y obras modernas de química, botánica, historia natural, correspondientes a las nuevas doctrinas”; aceptada por el Rey su propuesta, se adquieren numerosos libros y se abren algunas suscripciones.
También la Real Botica se adecuará a los nuevos tiempos en 1791, accediendo a las numerosas solicitudes de reforma sugeridas por Juan Díaz. Con diseño del boticario se encargaron los recipientes de cristal a la Real Fábrica de la Granja, y la porcelana a la Real Fábrica del Buen Retiro; tras seis años se concluyó lo que en los documentos se denomina “la nueva Botica de Carlos IV”. Juan Díaz falleció el 12 de febrero de 1797 y la botica se inauguró en agosto; en cualquier caso, la vio concluida.
La plantilla de la botica estaba compuesta por el boticario mayor, cinco ayudas, seis mozos de oficio y seis entretenidos, todos ellos boticarios examinados e ingresados por concurso oposición; esta denominación, sostenida desde su creación, parecía a los integrantes obsoleta e inadecuada, alegando sentirse discriminados ante los médicos del servicio que respondían a la denominación de médicos de cámara.
Ante la insistencia de Díaz, en noviembre de 1790 se equipararon las denominaciones estableciéndose la de boticario de cámara por Decreto firmado el día 10 de diciembre de 1790.
Correspondió a Díaz supervisar el traslado del Real Jardín Botánico desde el paraje del Soto de Migas Calientes hasta su actual emplazamiento en el Prado.
Le correspondió organizar numerosas boticas para el Ejército; estas boticas iban dirigidas por individuos de la Real Botica, y durante la guerra contra la Convención francesa con motivo de la muerte de Luis XVI, debido a la gran epidemia de fiebres padecida por el Ejército, fallecieron en Figueras dos de los boticarios de cámara que habían ido asignados a la dirección de la botica del Ejército del Rosellón.
Una labor excepcional la prestó Díaz con la organización de los servicios farmacéuticos a varios presidios de las posesiones ultramarinas del llamado nuevo mundo, pero la más destacada fue la prestada en los presidios menores de África. Instalados para atender y acoger a los ejércitos de campaña, en esa zona se situaron en Melilla (enclave español desde 1496); el Peñón, pequeña isla rocosa próxima a la costa norte africana, perteneciente a la Corona española desde 1564; y Alhucemas que era uno de los tres islotes (rocoso y casi inaccesible) que componían las islas de Alhucemas en la costa septentrional y mediterránea del continente africano. Estas tres plazas, dotadas de hospital y botica, eran provistas por medio de asentistas con el descontento de la Real Hacienda que lo consideraba manifiestamente abusivo. En 1784 se implantó una nueva atención tutelada por la Real Botica y abastecimiento, en parte, desde ésta y en parte desde una botica malagueña que designara Díaz. El boticario mayor no vio adecuada esta decisión y tan sólo fueron necesarios dos meses de funcionamiento para que se advierta su fracaso. Se encargó a Díaz el diseño de un nuevo plan que se implantó con gran éxito. Cada plaza tuvo un boticario a sueldo nombrado desde la Real Botica, se le dotó de lo necesario para su trabajo y se plantó un jardín botánico. En Málaga se instaló un almacén y un laboratorio químico dirigido por un boticario asalariado con el exclusivo encargo de surtir a los presidios menores y las necesidades del Ejército.
Desde el primer momento se comprobó la magnífica atención, ahorro y control; Díaz revisaba las compras y daba o negaba el visto bueno, comprobaba los estados de cargo y data, pues mensualmente se le remitían las recetas. Por esta organización, se otorgó a Díaz el nombramiento remunerado de boticario jefe de los presidios de África a título personal; con el fallecimiento de Díaz se extinguió esta figura, pero no la organización de los presidios que se mantuvo durante todo el reinado de Carlos IV.
Cuando el 12 de febrero de 1797 falleció Juan Díaz, dejó tras de sí una ingente labor de excelentes resultados.
Llegó al puesto de boticario mayor cargado de experiencia, pero con una avanzada edad y, en esos catorce años, últimos de su vida, organizó casi todo con tanta maestría que dejó definitivamente ordenada una buena parte del real servicio.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Palacio, Sección Reinados, caja 7; Sección Administrativa, Botica, leg. 465; Sección Personal, expediente personal, caja 293/26.
R. Roldán Guerrero, Diccionario Biográfico y Bibliográfico de autores farmacéuticos españoles, t. II, Madrid, Real Academia de Farmacia, 1975, págs. 19-20; M. E. Alegre Pérez, Veinticinco años en la Real Botica (1783-1808), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1976.
María Esther Alegre Pérez