Zugazagoitia Mendieta, Julián. Fermín Mendieta. Bilbao (Vizcaya), 5.II.1899 – Madrid, 9.XI.1940. Periodista, político, ministro, diputado y director de periódico.
Julián Zugazagoitia nació en Bilbao, uno de los puntos neurálgicos del primer socialismo español, la ciudad que dos años antes Ramiro de Maeztu había descrito como la “meca del socialismo” y donde hombres como el toledano Facundo Perezagua, primero, y Tomás Meabe o Indalecio Prieto, después, crearon y consolidaron una de las organizaciones socialistas más importantes de todo el país. Julián era hijo de Fermín Zugazagoitia, un obrero de la metalurgia y uno de los integrantes de la primera generación de socialistas vizcaínos, la de Perezagua o Eduardo Varela. Tuvo, por tanto, de la mano de su padre, miembro del Comité Ejecutivo del partido en Bilbao y concejal de esa misma ciudad, un contacto temprano y muy cercano con el socialismo.
Cuando contaba con cinco años, en 1904, nació en la capital vizcaína la Juventud Socialista de Bilbao, origen de las juventudes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Su creador, Tomás Meabe, un joven socialista nacido en 1879, que había sido director de La Lucha de Clases, el principal medio de difusión y propaganda de los socialistas vascos, fue la principal referencia de Julián durante sus años de juventud. No en vano, de Tomás Meabe escribiría, años más tarde, una biografía novelada.
Si Meabe fue objeto de su admiración, otro vizcaíno nacido en 1883 y llamado a ser el líder de los socialistas vascos en los años treinta, Indalecio Prieto, hizo las veces de su mentor político y fue uno de sus mejores amigos. Con Prieto, que le llevaba dieciséis años, debió de aprender la importancia de la labor periodística para el progreso de la organización y la causa socialista. Por eso y sobre todo por vocación, Julián Zugazagoitia fue, antes que nada y desde muy joven, periodista. Escribió, bajo el seudónimo de Fermín Mendieta, en El Liberal, uno de los diarios más vendidos e influyentes del Bilbao del primer tercio del siglo XX, republicano y muy próximo a los socialistas, propiedad desde 1918 de Horacio Echevarrieta, amigo de Prieto. Y dirigió, como Meabe o el mismo Prieto, el periódico de los socialistas vizcaínos, La Lucha de Clases.
Formado en el trabajo de periodista, no tuvo contacto directo con la Universidad. No fue, por tanto, uno de esos intelectuales que nutrieron el socialismo de los años treinta como Julián Besteiro o Fernando de los Ríos. Su caso, por el contrario, está más próximo al de Prieto, un personaje alejado del mundo intelectual y académico, autodidacta, curtido en el trabajo del periodista, con la importancia de la noticia diaria y con la proximidad a los problemas más cotidianos.
Tuvo, no obstante, una faceta que merece ser destacada, la de escritor. Colaboró en la “Biblioteca de Vanguardia” del editor Javier Morata, y escribió para las editoriales Historia Nueva y España, en la que estaban Luis Araquistain, Juan Negrín o Luis Jiménez de Asúa. Sus novelas, publicadas la mayor parte en los años veinte, tienen dos rasgos especialmente característicos. De un lado, la preocupación por la cuestión social; y de otro, por lo que se refiere a sus biografías noveladas de Pablo Iglesias o Tomás Meabe, un objetivo explícito de propaganda política a partir del panegírico de algunos líderes del socialismo español. La “vida heroica” de Pablo Iglesias y la “vida humilde” de Tomás Meabe son, precisamente, trabajos de ficción donde la biografía real se diluye en una reconstrucción inventada del pasado. Destaca la caracterización del biografiado como personaje de orígenes humildes, cuya vida ha sido una lucha constante contra el medio social, una vida, en fin, sacrificada a la causa de la clase obrera.
La publicación de sus primeras novelas y el afianzamiento de su condición de periodista durante la década de los veinte, coincidieron con una etapa especialmente importante para el socialismo vizcaíno, y en general para el español. En 1918, Prieto conseguía el acta de diputado a Cortes, y dos años después, los socialistas accedían a numerosos ayuntamientos vascos y lograban incluso la alcaldía de Bilbao. La consolidación del socialismo vasco, y en general la del socialismo español, había sido lenta. Enfrentado al dilema que provocaba su condición de partido marxista y revolucionario, de un lado, con el consiguiente interés en la destrucción del régimen liberal de la Restauración, y, de otro, la necesaria lucha por la reforma legal y la mejora de las condiciones de vida de los obreros, el Partido Socialista se encontraba instalado en una zona de ambigüedad, entre la estrategia inicial de aislamiento y retraimiento, y la obligada preparación de las elecciones y la lucha política en las instituciones representativas.
En el caso del socialismo vasco, la sustitución de Perezagua por Prieto a partir de 1915 en el control de la agrupación bilbaína permitió un giro importante desde el aislacionismo a una estrategia de participación electoral y colaboración con los republicanos, en el marco de un socialismo poco o nada doctrinal. Julián Zugazagoitia maduró y confirmó su compromiso con el socialismo vizcaíno en ese contexto. Muy influido por el “prietismo”, recién cumplidos los dieciocho años participó en la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, implicación por la que fue detenido y encarcelado.
No obstante ese compromiso con la acción, su trabajo principal estuvo en el lado del periodismo, junto con la información y la opinión. Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, se convirtió en un colaborador habitual de El Socialista, el principal órgano de propaganda y difusión de los socialistas españoles, el periódico que acabó dirigiendo a partir de marzo de 1932.
Pero hasta ese momento hubo cambios políticos y personales de suma importancia. Durante la segunda mitad de 1930 y primeros meses de 1931, Zugazagoitia, como el resto de sus compañeros socialistas, se debatió entre la colaboración o no con los republicanos en pro de la instauración de la República. Su postura fue la de Prieto, la mayoritaria finalmente, la que primero mostró dudas acerca de la colaboración con los republicanos y la que a la postre se implicó en la instauración de la República.
Durante el período constituyente, hasta diciembre de 1931, y en el año y medio siguiente, la postura de Zugazagoitia, que resultó elegido diputado por Badajoz en las elecciones de junio de 1931, fue, en términos generales, la mayoritaria del partido, liderada, por el momento sin demasiadas fisuras, por Largo Caballero y Prieto, partidaria de colaborar en el gobierno de la República y con una estrategia confusa que se resumía, fundamentalmente, en la idea de utilizar la República como vehículo para preparar el camino hacia la revolución, camino que implicaba en una primera etapa ayudar a los republicanos burgueses a establecer las libertades políticas y a hacer algunas reformas imprescindibles en el terreno de la legislación social, la religión y la agricultura.
Sostén de esa política de colaboración instrumental respaldada por la Ejecutiva del PSOE fue El Socialista. Y a esa labor de explicación y de apoyo teórico se dedicó Zugazagoitia desde su nombramiento en marzo de 1932 como director del periódico. En ese puesto, que hubo de compatibilizar con el de diputado, conoció de primera mano la radicalización de la postura de los socialistas a lo largo de 1933 y la consiguiente afirmación revolucionaria de 1934. La conoció, pero también la explicó y fundamentó. De hecho, fue él, un prietista, el autor de algunos de los editoriales del periódico más radicales publicados en 1934, los que confirmaban el viraje socialista hacia lo que se ha llamado la “bolchevización”, esto es, el desprecio hacia la democracia republicana y la prioridad de un nuevo objetivo político pura y explícitamente revolucionario, basado en la destrucción mediante la violencia de los enemigos, los calificados de fascistas, esto es, todos aquellos que controlaban las instituciones del Estado desde que el centro republicano y la derecha católica ganaran las elecciones generales de noviembre de 1933.
Zugazagoitia, que había perdido su acta en esas elecciones, en las que el Partido Socialista había descendido hasta 59 escaños desde los 114 de 1931, también se bolchevizó y recorrió el camino que conducía a un socialismo revolucionario y violento, un camino que en su caso, como en el resto de los prietistas, contrastaba radicalmente con la estrategia más o menos reformista y de colaboración con los republicanos que habían sostenido en los años anteriores.
Pasó octubre de 1934 y el fracaso de la revolución acentuó e hizo explícita la profunda división del socialismo español. Besteiro —y los pocos que se atrevieron a secundarle— se desligó de la vía revolucionaria y la condenó por estéril y contraproducente; Largo Caballero, acompañado de un sector muy amplio del partido y de las juventudes socialistas, se mantuvo fiel a la vía radical y revolucionaria; y Prieto, respaldado por un importante núcleo del partido, se embarcó en una recuperación de la estrategia reformista y prorepublicana, no exenta, en todo caso, de fuertes ambigüedades. Zugazagoitia, fiel a Prieto, siguió esa línea y, una vez que El Socialista pudo volver a publicarse a partir de diciembre de 1935, lo puso a disposición de los prietistas y de la defensa de una nueva coalición con la izquierda republicana.
Finalmente, la estrategia prietista dio resultado y las izquierdas —socialistas, republicanos y comunistas— se presentaron coaligadas a las elecciones de febrero de 1936. En la candidatura del Frente Popular obtuvo Zugazagoitia nuevamente el acta de diputado, esta vez por Bilbao, donde la candidatura frentepopulista obtuvo el 37,7 por ciento de los votos.
Durante la primavera de 1936, la división de los socialistas, voluntariamente apartados del gobierno, lejos de atenuarse, se intensificó. Tanto entonces como una vez empezada la guerra, Zugazagoitia mantuvo su lealtad a Prieto. Pero los prietistas no fueron, al menos en los primeros meses del conflicto, y sobre todo con la formación del gobierno Largo Caballero en septiembre de 1936, el sector más influyente del socialismo español.
En mayo de 1937, un acontecimiento cambió sustancialmente el rumbo del gobierno del bando republicano y la trayectoria de Zugazagoitia: la configuración de un nuevo gobierno presidido por el socialista Juan Negrín. En ese gabinete, Prieto se hizo cargo de un poderoso Ministerio de la Defensa Nacional y el propio Zugazagoitia, a propuesta de Prieto, se responsabilizó del Ministerio de la Gobernación.
La tarea a la que se enfrentaba el nuevo gobierno era sumamente difícil, no ya porque la guerra estuviera resultando favorable a los “nacionales”, sino por la dificultad para restaurar el Estado en el bando republicano, disciplinar al ejército popular y enfrentarse al creciente poder del partido comunista. En Gobernación, a Zugazagoitia le tocó afrontar una labor nada fácil. Entre sus responsabilidades estaba, teóricamente, la de evitar que ningún grupo político actuara al margen de la ley, pero, a pesar de sus quejas por la actuación de los agentes soviéticos, e incluso de sus amenazas de dimisión, fue durante su ministerio, en el mes de junio de 1937, y con la implicación de uno de sus subordinados, el director general de Seguridad, cuando se produjo la ofensiva comunista contra el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y la famosa detención y asesinato de Nin.
En ese contexto, caracterizado principalmente por la marcha negativa de la guerra y por el control cada vez más evidente de los comunistas, el Partido Socialista se vio sometido a una nueva disputa interna y a un mayor agravamiento de la división interna. Zugazagoitia se colocó por vez primera frente a Prieto y en contra de la postura de este a favor de la rendición y de un final negociado de la guerra. Cuando Prieto dejó el gobierno, Zugazagoitia renunció a Gobernación y se quedó como secretario general del Ministerio de Defensa Nacional, ahora ocupado por Negrín, al que sin duda se sentía más próximo.
Había pasado así de un prietismo incondicional hasta un nuevo negrinismo que mantendría después de la guerra, cuando el PSOE del exilio se dividiera en dos ramas, una liderada por Prieto y otra por Negrín.
Precisamente la defensa de la política negrinista fue uno de los cometidos de la revista Norte dirigida por Zugazagoitia en el exilio. A esa tarea y a la de redactar una historia de la guerra, que al final llevaría por título Guerra y vicisitudes de los españoles, estuvo dedicado durante los casi dos años que pasó en el exilio.
En 1940, ante la entrada inminente de las tropas alemanas, se negó a marcharse de París. Localizado en la capital francesa por los servicios secretos españoles, el 27 de julio fue arrestado por personal de la Gestapo y posteriormente entregado a las autoridades españolas. El 9 de noviembre de 1940, tras haber sido condenado a muerte por un Consejo de Guerra, fue ejecutado en Madrid.
Obras de ~: Una vida heroica: Pablo Iglesias, Madrid, Javier Morata, 1925; Una vida humilde (Tomas Meabe), Una vida anónima, Madrid, Tipografía de Zubiri y Zarza, 1927; El botín, Madrid, Editorial Historia Nueva, 1929; Madrid, Carranza 20, Madrid, Ayuso, [1929] 1979; El asalto, Madrid, Editorial España, 1930; Rusia al día, Madrid, Editorial España, 1932; Trabajos clandestinos, 1934 (inéd.); Aprendamos a vivir juntos los que juntos hemos aprendido a morir: conferencia pronunciada [...] por el micrófono de Unión Radio el día 15 de abril de 1937, Madrid, PSOE, 1937; Historia de la guerra en España, Buenos Aires, La Vanguardia, 1940; Guerra y vicisitudes de los españoles, Paris, Librería Española, 1968 (Barcelona, Tusquets, 2001).
Bibl.: J. S. Vidarte, Todos fuimos culpables, México, Fondo de Cultura Económico, 1973; J. P. Fusi, Política obrera en el País Vasco, 1880-1923, Madrid, Turner, 1975; F. Largo Caballero, Mis recuerdos, México, Ediciones Unidas, 1976; J. Andrés-Gallego, El socialismo durante la dictadura, 1923-1930, Madrid, Tebas, 1977; S. Juliá, La izquierda del PSOE (1935-1936), Madrid, Siglo XXI, 1978; M. Contreras, El PSOE en la Segunda República: organización e ideología, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1981; J. P. Fusi, “El socialismo vasco (1886-1984)”, en S. Juliá (coord.), El socialismo en España. Desde la fundación del PSOE hasta 1975, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1988, págs. 41-71; I. Prieto, Colección Convulsiones de España, Barcelona, Planeta, 1989-1992, 10 vols.; H. Thomas, La Guerra Civil Española, Barcelona, Grijalbo, 1995; P. Moa, Los orígenes de la Guerra Civil Española, Madrid, Ediciones Encuentro, 1999; A. Martín Najera, Segunda República. El grupo parlamentario socialista, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2000, 2 vols.; L. Arranz, “Entre el programa máximo o el programa mínimo o cien años de socialismo”, en VV. AA., Las claves de la España del siglo XX. Ideologías y movimientos políticos, Madrid, Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, 2001, págs. 163-185; S. Juliá, “Prólogo”, en J. Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles, Barcelona, Tusquets, 2001.
Manuel Álvarez Tardío