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José Tomás Muro López-Salgado

Biografía

Muro López-Salgado, José Tomás. Valladolid, 21.XII.1842 – Madrid, 18.VI.1907. Político republicano, ministro de la Primera República, diputado, catedrático de instituto.

Nacido en el seno de una familia acomodada dedicada a las leyes. Como le ocurrió a José Zorrilla, su padre (catedrático de la universidad) no era un dechado de liberalismo. Tras un incidente en el instituto donde estudiaba, por el que le fue imputado el trazo de un “¡viva la república!” en el encerado de la clase de Retórica y Poética, completó sus estudios de secundaria en un Colegio de Pau. Estudiante de Derecho y Filosofía y Letras, fue discípulo en la Universidad Central de Madrid de los catedráticos krausistas Julián Sanz del Río y Fernando de Castro y de los que iban a ser, años después, presidentes de la República, Emilio Castelar y Nicolás Salmerón, definidos por sus alumnos como “los más sabios pensadores de España en aquel entonces y evangelistas de la nueva política”. José Muro vivió su debut político con un discurso pronunciado desde el Círculo del Teatro Calderón, en Valladolid, el mismo día 30 de septiembre de 1868, jornada de la Revolución Gloriosa, repetido horas después en el teatro Lope de Vega de la misma ciudad. En los años previos a la Primera República ejerció como letrado y se preocupó de sus oposiciones a cátedras, de hecho fue profesor de Historia en la Universidad de Valladolid, además de haber formado parte activa en la Milicia Revolucionaria. Ya para entonces había contraído matrimonio con Heliodora García de Lomana, hija de un magistrado de la Audiencia de Valladolid.

A los veintiocho años era elegido diputado en las primeras Cortes del rey Amadeo de Saboya. Una condición que renovaría en los últimos veinte años de su vida. Desde muy pronto se había afiliado al republicanismo y fue nombrado ministro, durante la presidencia de Francisco Pi y Margall, para la cartera de Estado o Asuntos Exteriores. Por algo decía su amigo y correligionario Ángel Bellogín que “sus estudios especiales eran los de Geografía e Historia; tenía aprobados con buenas notas Derecho Internacional y Político y en el Colegio de Pau había aprendido el idioma de la diplomacia”. En aquellos momentos, el gobierno federalista del citado presidente catalán propuso un proyecto de ley en el que defendía la supresión de la embajada española en el Vaticano, ante la negativa del papa Pío IX de reconocer a la República Española.

Muro había hecho las oposiciones a la cátedra de instituto en 1870 y desempeñó la de Historia y Geografía en el instituto provincial de Valladolid junto con Macías Picavea y Antolín Burrieza, todos ellos hombres de su Partido Republicano. A Macías Picavea, con el que colaboró en tantas ocasiones, le había conocido a través de su hermano Benito, condiscípulo suyo en la Facultad de Derecho de Valladolid. Ambos compartirían muchos aspectos de sus dimensiones profesionales y políticas. Ambos, Macías Picavea y Muro, se encontraban vinculados a la masonería, dirigida en Castilla y León por otro republicano, Ángel María Álvarez Taladriz; además de su compromiso con la renovación institucionista de la pedagogía. Una colaboración docente que se apreció cuando Macías y Muro publicaron los Apuntes Didácticos para el estudio de la Historia Universal en 1884. Para entonces, ya había fundado el Instituto Libre de Valladolid, a imitación de la Institución Libre de Enseñanza. La cátedra vallisoletana no la solía ocupar Muro, debido a sus tareas políticas en Madrid. Un comportamiento que recordaban aquellos alumnos que nunca le veían. Para sustituirle se encontraba el profesor auxiliar de letras en el instituto vallisoletano, Cándido Sáez Sánchez.

A pesar del fracaso de la experiencia republicana y de la restauración de la Monarquía en la persona de Alfonso XII, José Muro continuó siendo diputado. Los republicanos vallisoletanos se habían ido desligando del federalismo, permaneciendo los partidarios de éste en torno a Lucas Guerra. Los republicanos intelectuales se aglutinaron alrededor de José Muro, al menos hasta 1885. Éste también pasó de ser partidario del federalismo durante la Revolución del 68 al republicanismo progresista de Manuel Ruiz Zorrilla y después a la mayor moderación y, en su caso, acomodación al sistema político de la Restauración, defendiendo la unidad entre los republicanos. Ya en 1887, Muro se encontraba más cerca de Salmerón que de Ruiz Zorrilla. Éste había propuesto una serie de puntos de unidad de los republicanos, en torno a la educación laica, el fin del caciquismo, la autonomía municipal y regional y la llamada a la participación política de la clase obrera. Diputados como Muro o Azcárate añadieron el reconocimiento de la soberanía nacional en el pueblo y el sufragio universal (conseguido para los hombres en 1890). Principios que unieron a los republicanos y especialmente a los de Valladolid. Con estas estrategias, la victoria no alcanzará solamente a las Cortes, sino también a las corporaciones municipales, cuando en las elecciones de 1891 los republicanos de Muro consiguieron un importante número de concejales en el Ayuntamiento de Valladolid. Pero también, cuando los republicanos se enfrentaban lo hacían en la prensa, como en aquella carta que había dirigido Castelar a Muro, en noviembre de 1887. La contestación fue escrita por Macías Picavea, resaltando que los republicanos progresistas no podían compartir la opinión de que la Restauración canovista fuese un régimen de libertades. Los republicanos de Muro eran castellanistas, más revolucionarios utópicos que de acción violenta, y se mostraban partidarios del sistema democrático de partidos. Republicanos que organizaban todo tipo de asociaciones, en los ámbitos político-culturales. Era pues un grupo pequeño, que se fue aglutinando en torno al periódico La Libertad.

Cuando el 11 de febrero de 1881 fundaban Muro, Macías Picavea y Miguel Marcos Lorenzo el diario La Libertad, órgano portavoz que iba a ser de los republicanos vallisoletanos, existían en España otros treinta periódicos de este signo, y un año más tarde se creó la “Liga de la prensa republicana”, que llegó a agrupar 52 publicaciones. Tres años después, La Libertad sufrió una importante crisis. Para solventarla, Macías Picavea se hizo cargo de la dirección y Muro renunció a su participación económica, aunque nunca a su inspiración política. Por el administrador del periódico, Bernardino Tejedor, llegaron sonados conflictos, pidiendo dinero a Muro, chantajeándole con poner en su contra, ideológicamente, al diario si no se avenía a la petición. Todo ello terminó con una resolución judicial en 1886, por la cual se desterraba a Tejedor y se terminaba con los periódicos que habían nacido para hacerle sombra. Iniciaba La Libertad una fase de estabilización. Entraban nuevos propietarios y se establecía una “redacción directiva” en manos del también catedrático republicano Antolín Burrieza, que dirigió por tonos más intelectuales los contenidos de sus páginas. Pero no fue éste el único periódico por el que pasó Muro, pues antes había dirigido La Crónica Mercantil.

Desde la tribuna de las Cortes se distinguió como un parlamentario de oratoria seria y plagada de convicción. Su acta de diputado se renovó a partir de la victoria de los liberales en 1881 (aun con algún paréntesis), a pesar del sistema caciquil de la Restauración, donde no parecía haber más opciones que los conservadores de Cánovas del Castillo y los liberales de Sagasta, traducidos en Valladolid por Miguel Alonso Pesquera y Germán Gamazo, respectivamente. Sin embargo, en las citadas elecciones de 1881, José Muro obtuvo la mayoría de los votos ciudadanos vallisoletanos, aunque no ocurrió lo mismo en el ámbito rural, donde triunfó el gamacismo. El primer triunfo electoral de Muro fue en 1884 y se mantuvo en representación de Valladolid hasta su muerte en 1907. Debía de hacer frente a las muchas dificultades, pues si con sus esfuerzos durante la campaña electoral los republicanos “reventaban los caballos [...], los otros nos reventaron el acta”. Los éxitos volvieron en 1887, y muy especialmente en 1890, cuando a Muro le votaron los vallisoletanos republicanos y los que no lo eran tanto. Con todo, en su tiempo, fue el diputado vallisoletano por excelencia, más por su prestigio como político que por las ideas republicanas de sus electores. Prestigio que condujo a que Gamazo y Santiago Alba, directores sucesivos de la política vallisoletana, permitiesen su escaño. Fundó además, con Claudio Moyano y Gamazo, la Liga Agraria en 1888, desde la cual pretendieron unir a los propietarios agrícolas castellanos para enfrentarse a los intentos gubernamentales de limitar el proteccionismo agrario. Intentó mejorar, además, las condiciones vitales de los obreros de Valladolid.

Coincidió su traslado docente a Madrid, como catedrático en el instituto Cardenal Cisneros, con su elección por unanimidad como presidente de la junta directiva del Partido Republicano Progresista Nacional y líder de la minoría republicana en el Congreso y del directorio de la Unión Republicana Nacional, y aclamó como líder en el célebre mitin del Frontón, el 25 de marzo de 1903, al que había sido su profesor, Nicolás Salmerón. Éste terminó renunciando a esa jefatura, interponiéndose Solidaridad Catalana, con la incomprensión de Muro, que contemplo como el partido decaía. También, en su ocaso vital, se coaligó con un joven que había visto crecer y que le auguraba éxitos en política: Santiago Alba Bonifaz. En aquellos momentos participó con él en la creación de la Electra Popular Castellana.

Con todo, José Muro nunca rompió con su ciudad natal. Como abogado en ejercicio, había sido primero decano de su Colegio de Abogados, pasando después a ser su decano honorario. Como abogado habría de intervenir en la causa seguida tras la quiebra del Banco Castellano, lo que motivó una crisis financiera en la ciudad. Como académico de Bellas Artes de la Purísima Concepción, también de su ciudad natal, alcanzó la consideración de presidente. Era extraño que faltase en los acontecimientos de la vida ciudadana, y de hecho recibió en 1894 su condición de hijo predilecto de Valladolid, ciudad que puso el nombre de José Muro a la prolongación de la calle del duque de la Victoria hacia la estación de Ferrocarril del Norte. El diputado republicano, pues, gozó de una notabilísima popularidad en su ciudad natal. “Alcanzó todo lo más que podía conseguir un republicano —indicaba su amigo Ángel Bellogín—. Lo que no pudo alcanzar fue ver á los partidos republicanos unidos y en marcha hacia la restauración de la República; pero se pasó la vida procurándolo”.

 

Obras de ~: con R. Macías Picabea, Apuntes didácticos para el estudio de la Historia Universal por dos catedráticos, Valladolid, Hijos de Julián Pastor, 1885 (2.ª ed., 1892); Compendio de Historia de España, Valladolid, Hijos de J. Pastor, 1896; Apuntes para el estudio de la Geografía, Madrid, Imprenta Hijos de M. G. Hernández, 1902.

 

Bibl.: J. Ortega y Rubio, Pequeños Bocetos, Valladolid, Imprenta y Librería Nacional y Extranjera de los H. de Rodríguez, 1891; J. Ortega y Rubio, Vallisoletanos Ilustres, Valladolid, Luis N. de Gaviria, 1893; C. González García-Valladolid, Valladolid, sus Recuerdos y sus Grandezas, vol. III, Valladolid, Imprenta Juan Rodríguez Hernando, 1902, págs. 193-197; C. Almuiña Fernández, La Prensa vallisoletana durante el siglo XIX (1808-1894), Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1977; A. Bellogín Aguasal, “La Gloriosa en Valladolid”, en La Revolución Liberal en Valladolid (1808-1874), Valladolid, Grupo Pinciano, 1993; J. Burrieza Sánchez, “Un catedrático en los Institutos decimonónicos españoles”, en Revista Cátedra Nova (diciembre de 1997), págs. 169-201; P. Carasa (dir.), Elites castellanas de la Restauración, I. Diccionario biográfico de parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1997, págs. 417-418; I. González Gallego, Ricardo Macías Picavea. Biografía de un intelectual inconformista 1846-1899, Valladolid, Ayuntamiento, 1999; M. Sánchez Agustí, Pedagogía y Regeneración a finales del siglo XIX. Macías Picavea: Teoría y acción de un educador, Valladolid, Universidad, 2001.

 

Javier Burrieza Sánchez

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