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Pedro de Zubiaur

Biografía

Zubiaur, Pedro. Pedro Zubiaurre. Anteiglesia de Bolívar (Vizcaya), ¿1541? – Dobla (Inglaterra), 3.VIII.1605. Marino y mercader.

Nació en el seno de una familia de mercaderes y maestres de naos. Sus padres fueron Martín de Cenarruzabeitia, señor de la casa-solar de los Zubiaur, y Teresa de Ibarguren. Pedro fue el segundo hijo del matrimonio, correspondiendo al primogénito Juan el mayorazgo de la casa paterna.

Poco se sabe de sus primeros años y es a partir de 1568 cuando aparecen las primeras noticas de él. La rebelión de los Países Bajos, el problema protestante y la tensión creciente con Inglaterra hicieron que la Monarquía católica tuviese que prestar una atención creciente al frente atlántico. En aquel año, Zubiaur zarpó de Bilbao con dos zabras para llevar fondos al duque de Alba; durante la travesía por el Canal de la Mancha, se encontró con una flota enemiga de La Rochelle de cuarenta naves, de la que logró escapar y llegar con su cargamento a Inglaterra. Pero, poco después, sus embarcaciones fueron embargadas por Isabel I, al igual que los bienes de todos los comerciantes españoles en Inglaterra, como represalia a un decreto anterior del duque de Alba, embargando los bienes de los súbditos ingleses en los Países Bajos por la colaboración de la Reina con los rebeldes. Además Zubiaur quedó preso con gran número de marineros, a los que socorrió. Todo esto le ocasionó importantes pérdidas. Su cautiverio duró un año y, una vez en libertad, llegó a Flandes, donde sirvió al duque de Alba, quien finalmente le envió a España con su correspondencia para Felipe II.

No era ajeno al comercio con América, sufriendo pérdidas por la actividad de los corsarios ingleses en distintos momentos. En 1572 fue comisionado por la Casa de Contratación para negociar el cobro de los bienes capturados por Drake. Esta actividad se prolongó durante dos años, sin resultado positivo, aumentando los gastos. No fue la última vez que se ocupó de este tipo de reparaciones. Una comisión similar se le encargó a partir de 1580 por las correrías del famoso corsario en el Pacífico, teniendo ocasión de entrar en contacto con el embajador español Bernardino de Mendoza. Sus prolongadas estancias en Inglaterra le hacían buen conocedor del país y del idioma; así, en connivencia con el embajador, montó su propia red de espías que le avisaban de los preparativos navales de Drake y Raleigh.

Poco a poco se fue introduciendo en las cuestiones políticas que afectaban a los Países Bajos e Inglaterra. Fue detenido en la casa del embajador español en Londres acusado de complicidad en el atentado contra Guillermo de Orange en 1582. A principios del año siguiente ideó un plan para apoderarse por sorpresa del puerto y la ciudad holandesa de Flessinga. Este proyecto fue apoyado por la Corte española, y se puso en contacto con Alejandro Farnesio; sin embargo, la realización del plan fue muy lenta y llegó a conocimiento de los ingleses cuando ya estaba en marcha. Fue de nuevo preso y conducido a la Torre de Londres. El sistema de espionaje español en Inglaterra se resintió gravemente. Este cautiverio duró más de un año pese a los esfuerzos de Bernardino de Mendoza para liberarle desde París. Los ingleses lo enviaron a Holanda, así lo relataba Antonio de Vega en una carta de 10 de noviembre de 1586 al embajador: “Ya avrá vuestra señoría entendido cómo llevaron de aquí a Olanda a Pedro de Çubiaur, abrá poco más de un mes, para le trocar por ciertos presos que tiene Su Alteza. Por amor de Dios que vuestra señoría sea servido de escribir a Su Alteza le favorezca en mandar entregar los que se han de dar por él lo más presto que fuere posible, porque estaba de su persona muy travaxado”. Pese a todo, su cautiverio duró un año más en los Países Bajos, siendo además torturado. Su prisión, rescate y compra de los dos navíos embargados para la empresa de Flessinga costaron finalmente 10.000 ducados a su hacienda particular.

Ya liberado, permaneció junto al duque de Parma para ir con él a la empresa de Inglaterra. En 1589, siguiendo órdenes de Farnesio, partió para Dunquerque con tres navíos para repatriar a España a los marineros prisioneros de los ingleses. Éstos se negaron a dejarle traer la artillería de la urca a utilizar en el transporte. Zubiaur consiguió llegar a La Coruña con los prisioneros y la artillería. El Rey, como recompensa, le nombró cabo de los Felibotes de toda la Armada.

En los años siguientes desarrolló una intensa y brillante actividad en las costas cantábricas frente a escuadras inglesas y holandesas numéricamente superiores por lo general. El desastre de la Invencible tuvo importantes consecuencias políticas y militares: los ingleses llegaron a atacar La Coruña y Lisboa; Enrique III ordenó el asesinato de los Guisa, originando una revuelta popular que dejó París en manos de la Liga Católica. Los católicos pidieron ayuda a Felipe II. El Monarca español, pese al problema aragonés, estaba muy interesado en una intervención en Francia. Esta política llevó a la presencia española en París y en Bretaña, destacando el puerto de Blavet, aunque no se pudo tomar Brest. El control de estas costas tenía una enorme importancia estratégica respecto a Inglaterra, Escocia, Países Bajos y Alemania. Las tropas terrestres encargadas de esta misión estuvieron a cargo de Juan del Águila y las navales de Diego Brochero. Éste se había formado en el Mediterráneo y era partidario del uso de galeras en las costas bretonas. Zubiaur se encargó con su escuadra del apoyo logístico de esta campaña, si bien él era partidario de navíos de doscientas a trescientas toneladas, largos, rasos, de poca agua, pequeños de vela, con buenos marineros, bien armados y bien gobernados. Pudo demostrar su eficacia en el socorro a Blaye y la posterior incursión de Juan de Villaviciosa a Burdeos. Esta acción fue llevada ante fuerzas muy superiores (quince felibotes contra ochenta y tres navíos de distinto porte de Francia e Inglaterra), por lo que ambos marinos realizaron una visita al santuario del Santo Cristo de Lezo, al que se habían encomendado, para ofrecer una lámpara de plata. Zubiaur llevó a cabo otras operaciones de apoyo en Bretaña: la que hizo posible el levantamiento del fuerte León en las proximidades de Brest; la limpieza de navíos enemigos en la costa mediante el corso, lo que afectó al comercio y motivó algunas quejas en San Sebastián. Todas estas acciones las realizó brillantemente con fuerzas inferiores a las de sus enemigos, aunque también tuvo pérdidas de navíos de guerra de su propiedad tanto por los combates como por las tormentas. Finalmente por el Tratado de Vervins se devolvieron Calais y Blavet, siendo la escuadra de Zubiaur la encargada de repatriar a esta guarnición con sus pertrechos. El año anterior, el 3 de junio de 1597, había sido nombrado capitán general de una escuadra de navíos de la Armada del Mar Océano. Desde el saqueo de Cádiz de 1596 el marino vasco también venía operando en la fachada atlántica, llegando a ser destinado a la guarda del estrecho de Gibraltar para hostigar a las embarcaciones inglesas y holandesas que comerciaban en el Mediterráneo, protegiendo además la llegada de los navíos de las Indias con la plata.

La muerte de Felipe II hizo cambiar la estrategia de su sucesor. Ya no se acometerían grandes empresas como la de la Invencible, o las Armadas de 1596 y 1597 —una de cuyas escuadras mandaba Zubiaur— contra Inglaterra. Durante los primeros años de su reinado, Felipe III llevó a cabo una serie de operaciones de objetivos limitados contra Argel, Ostende e Irlanda. Esta última representaba el enfrentamiento contra Inglaterra en un escenario secundario y más limitado en principio. El apoyo a la revuelta de algunos nobles irlandeses era, al menos en apariencia, una buena oportunidad. De esta empresa se ocuparon quienes ya habían participado en Bretaña: del Águila, que estaba preso por sus responsabilidades en aquella campaña; Brochero, cuyas relaciones con el anterior y Zubiaur no eran buenas; y el propio Zubiaur.

El desembarco tuvo lugar en Kinsale en octubre de 1601; sin embargo, Zubiaur y parte de la escuadra no pudieron hacerlo debido a una tormenta. Éste se ocupó de llevar los refuerzos, que tampoco llegaron al lugar señalado sino a Castlhaven. Su unión con el ejército católico que venía del norte no logró levantar el sitio de Kinsale. Ante esta situación, del Águila logró una capitulación honrosa a finales de enero 1602. Tras el regreso, y algunas operaciones en el Atlántico, se exigieron responsabilidades. Brochero y del Águila fueron exculpados, no así Zubiaur, que fue condenado a dos años de destierro. Este proceso explica la presencia del marino en Valladolid, capital de la Monarquía en aquellos años.

Volvió al servicio. El 24 de mayo de 1605 partió de Lisboa para trasladar a Flandes el Tercio de Infantería del maestre de campo Pedro Sarmiento con ocho buques. Atravesando el Canal le atacó el almirante holandés Hawtain con una armada que diversas fuentes cifran entre sesenta y más de ochenta embarcaciones. Pese al apoyo de la escuadra de Dunquerque, el combate fue desigual. Zubiaur, tras perder dos navíos, logró entrar en el puerto de Dover, protegido por la artillería inglesa. A consecuencia de las heridas de este combate murió en Dobla el día de san Esteban de 1605. Su cuerpo fue embalsamado, no siendo trasladado a España hasta bastante más tarde (algunos autores suponen que alrededor de 1651). Fue enterrado primero en Rentería y más tarde en Irún, localidades que también se disputan su nacimiento.

Contrajo matrimonio con María Ruiz de Zurco, con casa solar en Rentería, que aportó bienes en esta localidad. Tuvieron tres hijas: Ana, que casó con Juan de Astigar, señor de Astigar; Mariana que murió soltera; y María que casó con su primo León de Zurco, maestre de campo y caballero de Santiago, sin tener descendencia. Zubiar fue padre de otros dos hijos naturales: Catalina y Pedro.

Conoció en Londres un ingenio para bombear el agua del Támesis a la ciudad, obra del alemán Peter Morice. Fue capaz de memorizar todas las piezas y enviar una maqueta a España. Una máquina de esas características se construyó en Valladolid que, siendo originariamente propiedad del municipio, aprovechó Lerma de forma particular a partir de 1604.

 

Fuentes y bibl.: Museo Naval, Ccolección Vargas Ponce t. 1B, docs. 55-104, 113, 119; t. 2, docs. 3-4; t. 3, doc 26; t. 12, doc. 16; t. 13, doc. 49; t. 14B, doc. 1; t. 15, doc. 18; Colección Navarrete, ms. 2099, docs. 7, 9, 10 y 13; Colección Sanz de Barutell, ms. 378, docs. 646, 659, 670, 673; mss.

695, 698, 699, 707, 713; ms. 391, docs. 1098, 1134, 1138, 1144, 1147, 1150, 1159, 1163, 1165-1170, 1173, 1175- 1178, 1199-1211, 1218, 1220, 1234; ms. 392, docs. 1262, 1316; Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro 9/71 fols. 54, 58, 155, 178, 201 a 203, 243, 254; 9/78, fols. 376; 9/301, fol. 106; Colección Documentos Inéditos, ts. 91 y 92, n.os 422, 425, 426, 428, 432, 437, 446; Archivo General de Simancas, Sección Guerra y Marina, legs. 116(3), 153 (21),283 (3 a 6,43), 284 (7, 58), 285 (9,82),286 (5, 35, 127), 287 (6, 68), 289 (1), 291 (3, 72, 73, 75), 294 (3), 296 (9), 297 (8), 299(38, 75, 125), 300 (26), 307 (18), 308 (12), 310 (34), 317 (51 a 53), 318 (2, 80), 319 (6,30, 68,70), 320 (4, 33), 321 (5, 12, 58, 88, 116), 322 (6, 39), 323 (4, 45, 47), 324 (3, 39), 325 (2, 25), 326 (5, 46, 93), 327 (5, 43), 328 (4, 30, 39), 329 (6), 330 (4), 331 (12), 332 (9), 333 (10), 334 (3, 12), 335 (16), 336 (3, 16), 338 (13, 24), 339 (6), 341 (102, 105, 138), 370 (3) 389 (14, 24, 34, 42, 88), 389 (14, 24, 34, 42, 88), 390 (73), 395 (17, 18).

Conde de Polentinos, Epistolario del General Zubiaur (1568-1605), Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1946; J. I. de Olazábal, “Un sarcófago casi desconocido. Notas de mi archivo”, en Boletín de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, 3 (1947), págs. 233-243; F. Arocena, “La vizcaína del General Zubiur”, en Boletín de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, 10 (1954), págs. 79-83; F. F. Olesa Mundo, La organización naval de los Estados Mediterráneos y en especial de España durante los siglos xvi y xvii, Madrid, Editorial Naval, 1968, 2 vols.; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y León, vols. II y III, Madrid, Museo Naval, 1972; VV. AA., La batalla del Mar Océano. Corpus Documental de las hostilidades entre España e Inglaterra (1568- 1604), Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, Turner Libros, 1989; VV. AA., “Después de la Gran Armada: la Historia desconocida (1588-16..)”, en Cuadernos monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, 20 (1993); A. Campos (dir.), Personajes de la Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 1999; P. C. Allen, Felipe III y la paz hispánica 1598- 1621, Madrid, Alianza Editorial, 2001; VV. AA., Irlanda y la Monarquía Hispánica: Kinsale 1601-2001. Guerra, Política, Exilio y Religión, Madrid, Universidad de Alcalá-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2002; O. Recio Morales, España y la pérdida del Ulster. Irlanda en la estrategia política de la Monarquía hispánica (1602-1649), Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003; C. Carnicer y J. Marcos, Los servicios secretos del Imperio español. Espías de Felipe II, Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.

 

Dionisio A. Perona Tomás