Ayuda

Alonso de Zorrilla

Biografía

Zorrilla, Alonso de. Espinosa de los Monteros (Burgos), 1508 – Valladolid, IV.1571. Benedictino (OSB), teólogo, abad general y reformador.

Era miembro de la noble familia de su apellido y emparentado con el condestable de Castilla, Íñigo de Velasco. Nada se sabe de su juventud y primeras letras, pues la primera noticia suya que se tiene es que tomó el hábito benedictino en el célebre Monasterio burgalés de San Salvador de Oña el 30 de julio de 1526, de manos del abad fray Diego de Leciñena. Después de profesar y acabados los estudios de Filosofía, fue enviado a estudiar Teología a Salamanca, donde fue admiración de sus maestros por su aprovechamiento. Ya ordenado sacerdote, deseando entregar su vida por la fe, aprovechó el permiso que Pablo III dio a clérigos y religiosos españoles para pasar a Alemania como predicadores y convertir a los luteranos. De manera que con licencia del abad general, fray Alonso de Toro, y las letras dimisorias del obispo de Palencia —que en virtud de la mencionada bula le dispensó de los votos de obediencia, pobreza y clausura—, partió para Alemania en la primavera de 1538, quizás con los también benedictinos españoles fray Alonso Ruiz de Virués —futuro obispo de Canarias— y fray Andrés de Quintanilla, que también estuvieron en Alemania. Llegó a la frontera de Alemania, pero no pudo predicar allí, porque los protestantes habían prohibido la entrada a todo sacerdote católico. Entonces, buscando, sin duda, perfeccionar sus conocimientos teológicos, el 8 de agosto del mismo año se matriculó en la Facultad de Teología de la Universidad de Lovaina.

En 1540 intentó de nuevo entrar en Alemania, pero, al no lograrlo, se dirigió a Italia y se hospedó en el Colegio Español de Bolonia, desde donde pidió licencia al abad general para graduarse en aquella Universidad, en espera de una nueva tentativa para pasar a Alemania. El abad general no le dio la licencia, pero se la daría su sucesor, fray Diego de Sahagún, en 1541, de manera que, tras graduarse, parece que obtuvo una Cátedra de Teología en la misma universidad, desempeñándole a satisfacción de profesores y alumnos. Luego, Diego Hurtado de Mendoza, embajador de Carlos V en Roma, lo tomó como confesor o director espiritual, y, por hallarse enfermo éste, le envió como delegado suyo al Concilio de Trento, donde estaba ya el 29 de junio de 1545, y se le halla en sus actas como “Doctor Alfonsus” y “Vicegerens oratoris Caesarei”. Se sabe que el padre Zorrilla dirigió una alocución a los padres conciliares en la primera sesión del Concilio, el 7 de enero de 1546. Allí pudo conocer a muchos obispos y cardenales, como el cardenal Farnesio que le llama “molto destro, dotto et segnalato dottore”. Su deseo, empero, era obtener el nombramiento de predicador apostólico y pasar a Alemania. Se sabe que así se lo pidió al embajador de España y éste al cardenal Farnesio, que el Papa mandó que fuese examinado públicamente, como lo fue en septiembre de 1545, pero no llegó a ir nunca a Alemania. Acabó su misión en Trento al substituir Francisco de Toledo al embajador Hurtado de Mendoza, que, sin embargo, se lo llevó consigo a Roma en abril de 1547. Sin embargo, fray Alfonso asistió en Bolonia, el 2 de junio del mismo año, a la sesión X del Concilio de Trento. Después partió para Flandes para informar al Emperador de parte de Hurtado de Mendoza y allí residió como profesor de Teología de la Universidad de Lovaina, hasta que obtuvo de Carlos V licencia para regresar a España, cosa que hizo en el verano de 1550, fijando su residencia en San Benito de Valladolid y en el capítulo general de 1553 fue elegido abad de San Juan de Burgos (1553-1556), donde mejoró los edificios, acabó el dormitorio, canalizó una fuente cercana al monasterio y enriqueció la sacristía con reliquias. Además, dio diariamente una clase de Sagrada Escritura, a la cual asistían algunos prebendados de la catedral, y numerosos sacerdotes y religiosos por su gran erudición y elocuencia. En el capítulo general de 1556 le encomendaron la impresión del breviario y del bulario de la Congregación, preparados por fray Andrés de Quintanilla, y le eligieron definidor general y abad de Oña (1556- 1559), donde hospedó a Carlos V que, desde Laredo, donde había desembarcado procedente de Bélgica, se dirigía a su retiro de Yuste. En el capítulo general de 1559 le eligieron abad del Colegio de San Vicente de Salamanca (1559-1562) y en el de 1562 fue nombrado, de nuevo, definidor y visitador general y abad de San Benito de Sevilla (1562-1565), donde también fue muy apreciado y participó como delegado en la pugna entre la Congregación y el Monasterio de Valladolid, porque este último pedía que un trienio le fueran presentados dos profesos de San Benito y otro trienio dos de la Congregación, para que eligiese a uno de ellos para abad general.

Siendo visitador general y abad de Sevilla, el rey de Portugal don Sebastián y su abuela doña Catalina, que era regente del Reino, pidieron al abad general de Valladolid el envío de un monje para reformar los monasterios benedictinos portugueses. El abad general envió a fray Alonso de Zorrilla, que partió en 1563 acompañado de fray Plácido de Villalobos. Con él reformó los Monasterios de Paço de Sousa, Coimbra, Santo Tirso, Tibâes, Refoios, Arnoia, Bustelo, Travanca, Pombeiro, Rendufe, Carvoeiro, Palme, San Román de Neiva, Pendorada, Cete, Pedroso, San Salvador y San Clodio, hallando en todas partes miserias morales, falta de observancia regular, descuido en la administración de los bienes y falta de edificios aptos para la vida monástica comunitaria, como puede verse en la relación de la visita que envió al cardenal Alberto, al pedirle que alcanzara de Roma las bulas necesarias para consolidar la reforma instaurada al estilo de los observantes vallisoletanos. Acabada su visita, regresó a España llamado por el abad general para asistir a la celebración del capítulo general de 1565. Después, en septiembre del mismo año fue elegido, por segunda vez, abad de Salamanca (1565-1568), donde daba diariamente una clase de Filosofía abierta a todos, que tuvo gran aceptación por sus dotes pedagógicas, lo mismo que su predicación, por todo lo cual gozó de gran predicamento entre los alumnos y profesores universitarios y entre la gente noble, como el conde de Monterrey, casado con una hermana del condestable de Castilla, Íñigo de Velasco, emparentado con los Zorrilla. Y en el capítulo general de 1568 fue elegido abad general de la Congregación de Valladolid, teniendo que renunciar a ir personalmente a Portugal para reunir los monasterios de aquel reino en una congregación, pero envió en su lugar a fray Pedro de Chaves y al portugués fray Cosme de Mendanha con directrices concretas, los cuales con permiso del Rey visitaron todos los monasterios. El 22 de julio de 1569 el Monarca nombró abad del Monasterio de San Martín de Tibâes —que había de ser la casa generalicia de la nueva congregación— a fray Pedro de Chaves y —a tenor de las bulas de Pío V de 1566 y 1567— abad general de la nueva congregación benedictina portuguesa por espacio de diez años, el cual en 1570 convocó capítulo general en Tibâes, donde se redactaron las primeras Constituciones de la nueva Congregación portuguesa, deudoras de la observancia y buen celo de los benedictinos de San Benito de Valladolid y de su abad general fray Alonso Zorrilla, que así culminó la reforma de los monasterios benedictinos portugueses. Todavía en el capítulo general de 1568 fray Alonso de Zorrilla dio cuenta del estado en que quedaba la reforma de los monasterios portugueses y de cómo el Rey de Portugal le había pedido algunos monjes para acabar la reforma.

El padre Zorrilla tomó también parte activa en la reorganización de los legos, a los cuales el capítulo general de 1568 les concedió algunos sufragios, puesto que ellos cumplían con los establecidos para los monjes, al tiempo que mandaba alcanzar de la Santa Sede una bula para que los legos pudieran emitir votos solemnes. Trabajó por la cultura, porque influyó en la decisión del capítulo de abrir un colegio en el vacío Monasterio de San Pedro da Fora, de Santiago de Compostela, y durante su trienio de generalato obtuvo el reconocimiento del Estudio del Monasterio de Irache como universidad (1569), equiparada a cualquier otra de España, de manera que en adelante los benedictinos vallisoletanos ocuparon un lugar importante en el mundo cultural de Navarra. Y el mismo capítulo general de 1568 comisionó al célebre fray Antonio de Maluenda para que revisara la redacción de unas nuevas Constituciones y a fray Alonso para que las mandara imprimir.

Durante su trienio de generalato, fray Alonso dio el hábito a doce postulantes, entre ellos al célebre cronista fray Antonio de Yepes, y activó la prosecución de las obras de la iglesia, claustro y hospedería del monasterio de Valladolid, que estaban sin culminar, para lo cual pidió a los monasterios en el pasado capítulo general, que durante seis años contribuyeran a las obras con 1000 ducados anuales y acudió también a Felipe II pidiendo ayuda, y alcanzó del Monarca al año siguiente (1569) 3500 ducados de limosna, de manera que pudo edificar el ala norte del claustro, que destinó para sala capitular y dormitorios; hizo además la majestuosa reja que dividía el cuerpo de la iglesia abacial, levantó los dos grandes pilares que hacían de atrio, derribó la iglesia vieja y en su lugar levantó el llamado dormitorio de San Julián, gastando en ello más de 10.000 ducados, sin empeñar la hacienda, de manera que fue considerado un gran benefactor del monasterio.

Murió de enfermedad breve, tras recibir los últimos sacramentos, hacer renuncia de todo lo que tenía ad usum, y pedir de limosna una cogulla para mortaja. Este acto causó tanta devoción a los circunstantes, que en adelante se hizo común a toda la Congregación el pedir de limosna una cogulla para mortaja. Dejó varios manuscritos de sermones, algunas poesías y un libro impreso: De sacris concionibus recte formandis (Roma, 1543). Fue enterrado en la sacristía del Monasterio de San Benito de Valladolid, donde hasta entonces nadie había sido sepultado, siendo muy respetado y estimado en la Congregación y elogiado por los cronistas de la Orden por su virtud, ciencia teológica, prudencia, observancia, gobierno y limosnas, y la fama de santidad en que murió hizo que la Congregación le diera el título de venerable. Fue en verdad, uno de los abades generales más insignes de la Congregación de Valladolid, filósofo y teólogo notable, reformador de los monasterios portugueses y mantenedor de la observancia regular en los españoles, al tiempo que interesó a Felipe II para que fueran reformados también los benedictinos claustrales de la Corona de Aragón.

 

Obras de ~: Relación al abad general fray Alonso de Toro, sobre el colegio español de Bolonia, ms. (1540); De sacris concionibus recte formandis, Roma, 1543; Tratado sobre los privilegios de la Congregación de San Justina de Padua, que gozaba la de San Benito de Valladolid, Salamanca, 1599; Relación de la reforma de los monasterios benedictinos portugueses (1564-1565) [en Archivo Histórico Nacional, de Madrid, Sec. de Clero, carp. 946, doc. 1; reprod. en E. Zaragoza i Pascual, Bracara Augusta, 35 (1981)].

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Sec. Estado, leg. 1318.

A. de Yepes, Crónica general de la Orden de San Benito, t. V, Valladolid, 1615, fol. 240v., t. VII, Valladolid, 1621, fols. 343r.-v. (Madrid, Atlas, 1959-1960); L. de Santo Tomás, Benedictina Lusitana, t. II, Coimbra, 1651, pág. 416; G. de Argaiz, La soledad laureada por San Benito y sus hijos, t. VI, Madrid, por Francisco García Ferníndez: a costa de Gabriel de León, 1675, págs. 497-499; T. de Aquino, Elogios dos Reverendissimos Padres DD. Abbades Geraes da Congregaçao Benedictina do Reyno de Portugal e Principado do Brazil, Porto, 1767, págs. 20-77; M. Martínez Añíbarro, Intento de un diccionario biográfico y bibliográfico de autores de la provincia de Burgos, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1889-1890, pág. 535; Cincilium Tridentinum, t. I, Friburgo de Brisgovia, Ed. Soc. Goerresiana, 1901, págs. 232, 274, 316, 320-321, 332 y 352; R. de Pereda, Los monteros de Espinosa, Madrid, 1923, pág. 419; F. Fernández y M. Bordonau, Archivo Histórico Español, Valladolid, Voluntad, 1928, pág. 5; A. González Palencia y E. Melé, Vida y obras de Don Diego Hurtado de Mendoza, t. I, Madrid, Imprenta de E. Maestre, 1941, pág. 313; M. Muñoz, Libro Becerro del monasterio de San Juan de Burgos, Burgos, 1950, págs. 141-143; P. de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, t. III, Madrid, Atlas, 1956, pág. 490; Q. Rámila, Bibliografía burgalesa, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1961, pág. 240; E. Zaragoza, Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, t. II, Silos, Aldecoa, 1976, pág. 478; t. III, Silos, Aldecoa, 1980, págs. 31-51; “Reforma de los benedictinos portugueses (1564-1565)”, en Bracara Augusta, 25 (1981); “Abadologio del Monasterio de San Vicente de Salamanca (siglos XIII-XIX)”, en Archivos Leoneses, 83-84 (1988), pág. 126; “Abadologio del Monasterio de San Salvador de Oña (siglos XI-XIX)”, en Burgense, n.º 35 (1994), págs. 170-171; “Abadologio (1503-1835) y Libro de gradas (s. XVII-XIX) del Monasterio de San Benito de Sevilla”, en Studia Monastica, 39 (1997), págs. 385; “Abadologio del Monasterio de San Juan Bautista de Burgos (siglos XI-XIX)”, en S. López Santidrián (dir.), San Lesmes en su tiempo, Burgos, Facultad de Teología del Norte de España, 1997, pág. 360; “Abadologio del Monasterio de San Benito de Valladolid”, en Investigaciones Históricas, 22, Universidad de Valladolid, 2003.

 

Ernesto Zaragoza i Pascual

Personajes similares

Se ha detectado una opción ilegal. Por favor contacte al administrador del sitio