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Manuel Ausensi

Biografía

Ausensi, Manuel. Barcelona, 8.X.1919 – Creixell (Tarragona), 1.IX.2005. Cantante.

Era difícil prever que aquel jovencito que ingresaba en el Conservatorio de Barcelona a poco de cumplir quince años para estudiar trompeta acabaría convirtiéndose en un afamado barítono. El gusanillo del canto le entró a Manuel a los diecisiete, cuando hubo de trasladarse a Valencia para hacer el servicio militar. Allí permaneció nada menos que siete inviernos, que aprovechó para seguir clases con la maestra María Llácer, antigua soprano. Al tiempo, gracias a ella, disfrutó de una plaza como trompetista en la Banda Municipal de la ciudad del Turia. Al partir la maestra hacia Italia, Ausensi perdió profesora y empleo, pero la diosa fortuna vino en su ayuda: ganó un concurso radiofónico, en el que cantó entre otras cosas el Prólogo de Payasos de Leoncavallo. Muy poco después debutó en un teatro barcelonés en el papel de Fígaro de El barbero de Sevilla de Rossini. Encarrilada ya su carrera, comenzó con pequeños cometidos en el Liceo, donde se le hizo paulatinamente un hueco desde finales de los cuarenta y principios de los cincuenta. Junto a Renata Tebaldi y a Gianni Raimondi cantó La bohème en 1954 (Marcello). Desde ese año inició sus viajes a Hispanoamérica, a donde viajó con mucha frecuencia en los siguientes decenios. El Colón de Buenos Aires, el Bellas Artes de México, los Teatros de Santiago de Chile, Río de Janeiro y São Paulo fueron habituales escalas. En 1961 intervino en una producción de Puritanos de Bellini que se hizo famosa y en la que compartía cartel con Leyla Gencer y, de nuevo, Raimondi. Una actuación como Fígaro en la Ópera Lírica de Filadelfia le abrió las puertas de Estados Unidos a lo largo de la década, durante la cual viajó también repetidamente a distintos puntos de Europa: Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Grecia y, por supuesto, Italia [...] Se exhibió asimismo en Israel. En 1966 un Rigoletto con Jaime Aragall y un Gérard (Chénier) con Richard Tucker marcaron puntos álgidos de su trayectoria, que había venido enriqueciéndose años atrás con su participación en múltiples grabaciones de zarzuela.

Ausensi se retiró, algo prematuramente, en la temporada 1968-1969, después de cantar La forza del destino en Miami con Bruno Prevedi y Tosca en Filadelfia con Dorothy Kirstein y James King. Por amistad con el empresario Pamias, nos recuerda Sagarmínaga, regresó para intervenir en una gala con motivo de su 25 aniversario.

Dejados los escenarios definitivamente, todavía, en 1990, se le pudo ver en un concierto organizado por la Òpera de Cambra de Cataluña. Participó luego en algún que otro recital y mantuvo un permanente contacto con la lírica a través del concurso que lleva su nombre y que presidió a lo largo de ocho años.

España siempre fue país de sopranos y de tenores. Las voces graves han escaseado. De ahí que cuando han surgido se hayan tenido como algo insólito, excepcional. Durante sus largos estudios de canto más de una vez se dudó de si la voz de Ausensi era de bajo o de barítono. Era el suyo, en verdad, un instrumento singular: voluminoso, rico en armónicos, robusto, bien asentado en graves y con un centro anchuroso y consistente, pero, también, difícilmente controlable, indomable, casi imposible en un principio de colocar en su sitio, de impostar adecuadamente. Se presentaba luego el problema de unos agudos que el cantante no llegó nunca a resolver por completo y que determinaba que el sonido quedara a veces estrangulado en la zona de pasaje y no prosperara suficientemente hacia arriba, a los resonadores superiores, lo que mermaba su brillo natural y provocaba ciertas oscilaciones en la zona alta y algún que otro forzamiento. No por ello el barítono se arredraba y porfiaba una y otra vez hasta lograr, tras pacientes ensayos y repeticiones, que el sonido surgiera más libre y vibrante de sus cuerdas vocales y se pudiera de este modo escuchar ese timbre pastoso, lleno, amplio, rotundo, de verdadero barítono, de los que ya no hay. Atacaba con decisión la nota que fuera que, con las dificultades apuntadas, campaneaba finalmente en el ámbito del teatro o del más reducido del estudio de grabación.

Poseía Ausensi una donosura, una nobleza de fraseo que le autorizaban para prestar la máxima dignidad a personajes como Scarpia, Fígaro, Germont, Alfonso XI o el Don Quijote de El retablo de Maese Pedro de Falla, aun cuando algunas de sus limitaciones naturales pudieran quedar en evidencia. Y, sin duda, algo se ha comentado, donde el artista se hizo imprescindible fue en los más significados papeles de nuestra zarzuela, grabados en su mayor parte en los cincuenta. Obtuvo el Premio Nacional de Canto en 1951 y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1952.

La discografía de Ausensi es copiosa por lo que toca al género lírico español. Sagarmínaga ha contado hasta cincuenta zarzuelas, en las que se vio acompañado por las batutas de Argenta, Cisneros o Sorozábal. En ópera su actividad fue mucho menor. Apenas El barbero de Sevilla junto a Berganza (Decca) y Los puritanos de Bellini (Foyer, 1967). También El retablo de Falla (Columbia). Muy ilustrativo fue su álbum de dos discos con romanzas y arias (RCA).

 

Bibl.: J. M. Sagarmínaga, Diccionario de Cantantes Líricos Españoles, Madrid, Acento, 1997.

 

Arturo Reverter

 

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