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Nicolás Peralta y Quincoces

Biografía

Peralta y Quincoces, Nicolás de. Castillo de Garcimuñoz (Cuenca), s. m. s. XV – Morea (Grecia), 1538.

Religioso agustino (OSA), capellán del Ejército de Carlos V en su cruzada contra los turcos, mártir.

Fray Nicolás, hijo de Juan de Peralta y de Bernardina de Quincoces, ingresó en el Convento de San Agustín de Salamanca en 1525, siendo prior santo Tomás de Villanueva, y profesó el día 26 de enero de 1526. En su profesión adoptó el sobrenombre de Tolentino (Nicolás de Tolentino), por su devoción al santo taumaturgo de la Orden Agustiniana, san Nicolás de Tolentino (muerto en 1305). Al margen de su profesión se pusieron estas palabras: “Vir magnae virtutis, obiit Martir” (Varón de gran virtud, murió Mártir).

En aquel tiempo en que numerosos hijos de la provincia agustiniana de Castilla se ofrecían para ir a misionar en tierras de América, fray Nicolás de Tolentino se alistó como capellán del Ejército de Carlos V, que había organizado en 1538 la Liga Católica contra los turcos, que se habían apoderado de algunas regiones al norte de Grecia y amenazaban adentrarse hacia el interior de Europa.

El Ejército imperial había conseguido apoderarse de dos fortalezas, conocidas en los documentos de la época como Modon y Coron en la Morea, que corresponden a lo que hoy se conoce como Herzeg Novi, ciudad de la costa dálmata. El enemigo se había retirado pero no dejaba de hostigarlos con frecuencia, cuando no eran los españoles los que salían en su persecución.

Y casi siempre fray Nicolás iba entre ellos, crucifijo en mano, animándolos, pues consideraba que aquella guerra era una verdadera cruzada contra los enemigos de la fe cristiana. Por cierto que así la habían concebido los organizadores de la Liga: Carlos V, el Papa y la República de Venecia.

Jerónimo Román es el primero que cuenta la historia de este héroe en su Crónica de la Orden de los Ermitaños del glorioso Padre Sancto Augustín, y es muy verosímil que encontrase algunos documentos en el archivo del Convento de San Agustín de Salamanca.

Llama particularmente la atención la descripción que hace del fervor religioso y patriótico de fray Nicolás, así como el éxito de sus arengas a los soldados, hasta caer un día en manos de los enemigos, para terminar ponderando el heroísmo en medio de los terribles tormentos a que fue sometido. El pasaje perdería su encanto si no se citase literalmente: “Tantas cosas les decía y tan bien dichas que jamás volvieron (los soldados) el rostro a ningún trabajo ni peligro que se les ofreciese. Los turcos pérfidos consideraban que todas las veces que aquel Fraile iba con los soldados Españoles siempre iban vencidos. Por lo cual determinaron volver las armas contra el Fraile, pareciéndoles que si aquél era vencido y muerto no temerían a los enemigos; y así como lo imaginaron lo pusieron por obra; y buscando coyuntura lo tomaron en compañía de unos soldados descuidadamente; y como fuesen pocos, no pudieron defenderse a sí ni al Religioso. Así, los unos huyeron, los otros por se defender murieron.

El Fray Nicolás, cuya es esta historia, estando en poder de los Turcos, no por eso temió ni dejó de reprenderlos de su ceguedad y persuadirles a que se convirtiesen a la Fe de Cristo. Mas ellos, como enemigos del nombre cristiano, le persuadieron a que renegase de nuestro Señor Jesucristo y que lo llevarían a Constantinopla y lo harían Afaquí suyo y lo honrarían. Mas él, con constante ánimo les dijo que antes moriría de mil tormentos que negar la Religión Cristiana. Y entonces los enemigos de maldad lo desnudaron y, azotándolo fuertemente, le comenzaron de nuevo a persuadir, que renegase de la Fe Cristiana, amenazándolo con más graves tormentos. Mas el caballero de Cristo con constante ánimo, dando gracias a Dios, despreciaba los martirios y tormentos que le proponían.

Y como viesen que en él crecía la fortaleza, en ellos también se doblaba la crueldad. Y así, determinaron matarlo con tormentos barbáricos y crueles. Cortáronle las manos y pies y todos los demás miembros.

Mas al constante mártir de Jesucristo ni los regalos y promesas ni los crueles tormentos pudieron moverlo un punto de su firmeza; mas enclavados los ojos en el cielo, de donde le descendía aquella fortaleza, triunfó de la ferocidad de sus enemigos; y pasó desta vida por corona de martirio”.

Por su parte, Sebastián de Portillo y Aguilar, al terminar de narrar tan atroces tormentos, escribe: “Hagan alto aquí los que leyeren este cruelísimo martirio y enciéndanse en devoción de este Mártir Ilustrísimo, considerando que, con ser tan inmensos los dolores, las crueldades tan inauditas, no menguó un punto el esfuerzo de este gran soldado y invictísimo Mártir”.

 

Bibl.: J. Román, en Chrónica de la Orden de los Ermitaños del Glorioso Padre Sancto Augustín, Salamanca, Juan Bautista de Terranova, 1569, fols. 120v.-121r.; T. Herrera, Alphabetum Augustinianum, t. I, Matriti, Typis Gregorii Rodríguez, 1644, pág. 175; Historia del Convento de S. Augustín de Salamanca, Madrid, Gregorio Rodríguez, 1652, págs. 272-273 (Tomás de Herrera da al comienzo de su semblanza, que reproduce la de J. Román, el nombre de los autores y de las obras en que se habla de la vida y martirio de Nicolás de Peralta y Quincoces “fray Nicolás de Tolentino”. Son los siguientes: Domingo Gravina, en su Voz de la Tórtola, col. 25; Jorge Maigrecio, en Súrculos Sacros, col. 17; Nicolás Crusenio, en Monástico Agustiniano, pág. 197; José Pánfilo, en Crónica de San Agustín, fol. 114; Simpliciano de San Martín, en Vidas de los Santos de la Orden, pág. 678).

 

Teófilo Viñas Román, OSA

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